miércoles, 28 de diciembre de 2016

CHANTAJE: CAPITULO 5





-Cuando le he visto entrar, no me lo podía creer -comentó Tomas mirando a Paula-. Necesito un pitillo.


-Pero si dejaste de fumar hace seis meses.


-Si Alfonso vuelve a nuestras vidas, te aseguro que vuelvo a fumar -dijo Tomas muy pálido-. Por favor, dime que no seguís casados, dime que eso que has dicho de que sigue siendo tu marido era una broma.


Paula cerró los ojos y apretó los puños.


-No, no ha sido una broma.


-¿No te has divorciado de él?


-No vi el momento.


-¿No viste el momento? ¿Cómo es eso?


Paula no se había querido divorciar porque ella creía en el matrimonio, en las promesas y en los votos que le había hecho a su marido.


-No quería pensar en ello.


-¿Y él? ¿Qué excusa tiene él?


-Supongo que se olvidó de que alguna vez estuvo casado conmigo -contestó Paula mordiéndose el labio.


-Perfecto. Así que sigues casada con él. ¿Y qué quería?


-Quiere que trabaje para él.


-¿Otra broma?


-Ojalá.


-Pero tú no vas a aceptar, ¿ verdad? ¡Espero que ni siquiera se te haya pasado por la cabeza la posibilidad! -dijo pasándose los dedos por el pelo-. No olvides lo que ese hombre te hizo sufrir. Se acostó con otra mujer, te echó del trabajo e hizo todo lo que estuvo en su mano para frenar tu carrera.


-Sí, no lo he olvidado. Por eso precisamente, no voy a...


-Sí, lo vas a hacer -suspiró Tomas frustrado-. Te conozco muy bien y sé lo que sentías por él. También sé que durante estos cinco años, desde que te dejó, no ha habido otro hombre en tu vida. Empiezo a preguntarme la verdadera razón por la que no has querido divorciarte de él.


-Tomas...


-Todavía sueñas con él, ¿verdad?


Paula abrió la boca para negarlo, pero no pudo.


-No te hagas ilusiones, Paula. Pedro Alfonso no te va a hacer ningún bien. Ha reaparecido en tu vida, pero volverá a irse y te dejará hecha polvo de nuevo.


-Lo sé y por eso precisamente no voy a...


-Sí, lo vas a hacer porque no lo puedes evitar. Él, tampoco. Dime que no te ha besado.


Paula se sonrojó y Tomas maldijo en voz alta.


-¡Lo sabía! -exclamó exasperado-. ¡No podéis estar juntos sin desnudaros mutuamente!


-Tomas, por favor...


-No pienso volver a quedarme mirando mientras te destroza, Paula -le advirtió-. Te recuerdo que estuviste seis meses sin poderte mover de la cama. Soy tu mejor amigo y por eso, precisamente, estoy en el deber de recordarte que ese hombre estuvo a punto de destruirte. Yo te ayudé a salir del hoyo, pero no estoy seguro de poder volverlo a hacer.


-No te lo estoy pidiendo -contestó Paula-. Yo no le he pedido que viniera. Simplemente, se ha presentado aquí.


-Deberías haberle dicho que se fuera.


-Lo he intentado.


-Divórciate de él, Paula. Tienes unas cuantas justificaciones. Para empezar, adulterio. ¿O es que lo has olvidado?


Paula sintió un nudo en la garganta y negó con la cabeza. 


Por supuesto que no lo había olvidado. Aquel día había sabido lo que era de verdad el dolor.


Tomas suspiró.


-¿Y ahora qué? ¿Va a volver?


-Va a venir a buscarme a las siete y media para hablar de negocios durante la cena -admitió Paula.


-¿Vas a salir a cenar con él? La última vez que nos vimos nos cenó a los dos. Paula, no te fíes de él.


-No me fío de él.


-Ese hombre me mandó al hospital.


Paula cerró los ojos y se estremeció al recordarlo. Si no hubiera besado a Tomas...


-Ya lo sé, pero al vemos juntos... es muy posesivo y... -se interrumpió y se preguntó por qué lo estaba justificando.


A juzgar por la cara de Tomas, él se estaba preguntando lo mismo.


-Te recuerdo que se portó fatal contigo.


-Pero nos encontró juntos en la cama.


-Sí, bueno... admito que eso fue culpa mía. Había bebido demasiado y, cuando apareciste con esa carita de pena...


-No pasa nada -le dijo Paula acariciándole el brazo-. Los dos sabemos que fue la bebida la que hizo que intentaras seducirme. Nosotros somos amigos ¿verdad?


-Hace mucho tiempo que me di cuenta de que para ti sólo había un hombre en la vida -suspiró Tomas-, así que tiré la toalla y he tenido la suerte de encontrar a otra persona.


-Menos mal que uno de nosotros ha conseguido ser feliz -sonrió Paula-. Pedro te odia por mi culpa. La noche en la que nos encontró juntos, yo podría haberte dado un empujón si hubiera querido, pero cuando lo vi en la puerta la sed de venganza me llevó a besarte para darle celos.


Tomas se estremeció al recordarlo.


-Por favor, no lo vuelvas a hacer. ¿Has visto cómo me ha mirado? Creía que me iba a matar.


Paula cerró los ojos.


-Prométeme que no vas a estar aquí a las siete y media.


-Prometido -contestó Paula.


-No vayas a casa tampoco. Allí te encontraría fácilmente. Piérdete por Londres. Sal a pasear. Cómprate una peluca, tíñete el pelo y engorda cuarenta kilos.


Paula sonrió.


-Los dos sabemos que, cuanto más difícil se lo ponga, más va a insistir él.


Era cierto, pero Paula no estaba dispuesta a ponérselo fácil.


¿Qué quería exactamente de ella? ¿Por qué quería que trabajara para él? Ya lo había hecho cinco años atrás...



No hay comentarios.:

Publicar un comentario