sábado, 25 de junio de 2016

EL PACTO: CAPITULO 1




Normalmente, un viaje sorpresa a Manhattan entraba en la lista de cosas realmente guay de Paula Chaves-Harris. 


La visita a una de las casas de moda más importantes del mundo hacía que lo fuera aún más. Pero explicarle al hombre al que llevaba dos años intentando olvidar que estaban casados, no lo era tanto.


Paula se removió inquieta en el sillón de cuero mientras esperaba ser conducida al despacho de Pedro Alfonso, jefe de operaciones de Al Couture. Y también su esposo.


—El señor Alfonso la recibirá ahora —anunció la recepcionista con frialdad—. Sígame.


Las mujeres siempre la trataban con frialdad, víctimas de los celos que despertaban los atributos que Dios le había concedido.


Al Couture bullía de actividad. Fascinada, Paula estiró el cuello para echar un vistazo a los patrones de los trajes dibujados con tiza y las muestras de tela dispuestas sobre las mesas.


A Paula le encantaba todo lo relacionado con la ropa. Y para alguien decidida a adquirir la mitad de la empresa de diseños de vestidos de novia de su hermana, Al Couture era más que un negocio. Era la meca de la moda.


Incluso ella tenía un par de vaqueros Al. Ignorante de la identidad del hombre que había llamado su atención en aquel club de Las Vegas, le había parecido alguien a gusto con su cuerpo y había deseado una parte de él. Solo dos años más tarde había descubierto que esa parte era más grande de lo que jamás habría podido soñar.


—¿Señor Alfonso? —anunció la recepcionista—. Su visita ha llegado.


«Señor Alfonso». ¡Por favor! Ese hombre le había hecho más travesuras a Paula en un fin de semana que el conjunto de todos los hombres que le habían seguido en toda su vida. 


¿No había ni un solo hombre capaz de hacerle olvidar tanta perfección?


—Gracias, cielo. Yo me ocupo a partir de ahora —Paula esquivó a la mujer y entró en el despacho como si fuera la dueña del lugar. Así se conseguía llamar la atención.


Y ella necesitaba llamar la atención de Pedro para conseguir de él un divorcio discreto. Solo así podría enfrentarse a su padre y pedirle un préstamo para comprar la mitad del negocio de su hermana.


Además, no estaba preparada para estar casada con nadie. 


No hasta descubrir quién quería ser de mayor. Por eso a la fría luz de la mañana, la boda estilo Las Vegas de la noche anterior le había parecido cualquier cosa menos una buena idea. Se suponía que no habían rellenado el papeleo. Pero allí estaba, casada con Pedro.


Su marido se sentaba tras una moderna mesa de cristal. Sus miradas se cruzaron y Paula dejó de respirar. Por eso ningún hombre podía borrar la imagen de Pedro de su mente.


Esos pómulos eran dignos de matar por ellos. Los cabellos rubios, intencionadamente desordenados, suplicaban que alguien hundiera los dedos en ellos. Ingenioso y sensual, además escuchaba cuando ella hablaba. Los hombres apenas miraban a Paula más arriba de los hombros, pero Pedro le había pedido su opinión y aceptado sus ideas.


—Paula. Tienes buen aspecto —si le había sorprendido, no se notaba.


—Gracias por recibirme tan pronto —qué bonito dos personas reencontrándose cuando no habían esperado hacerlo jamás—. Tenemos un problema —no merecía la pena andarse por las ramas—. Cuanto antes y más discretamente podamos resolverlo, mejor.


—Espero que no estés a punto de anunciarme que te quedaste embarazada —de inmediato, Pedro adquirió una expresión hermética.


¿Por qué clase de mujer la tomaba? En realidad apenas se conocían. El salvaje fin de semana en Las Vegas no había tenido como intención encontrar a su media naranja.


—No, nada de eso —Paula agitó una mano en el aire y se acercó a la mesa.


—Entonces seguro que se puede solucionar —Pedro pareció relajarse—. ¿Qué puedo hacer por ti?


Paula había pasado horas deslizándose por el cuerpo desnudo de ese hombre, saboreando cada centímetro de su piel. Pero en esos momentos eran dos extraños, aunque sin serlo.


—Verás qué risa —ella sonrió—. ¿Recuerdas cuando encontramos ese sitio para casarnos y pensamos que sería estupendo sellar nuestro Pacto de Adultos con una boda en Las Vegas?


Tras cuatro rondas de tequila e incontables cosmopolitan y martinis, les había parecido una idea genial. Después del inicial cruce de miradas, no se habían separado el resto del fin de semana, embarcándose en una interminable conversación en la que ambos habían abierto sus almas más de lo que habían hecho jamás. Los dos habían buscado algo, cualquier cosa, que les ayudara a navegar entre la juventud y el resto de sus vidas.


El Pacto de Adultos nunca había consistido en permanecer casados, sino en demostrar que podían comportarse como adultos.


Curioso cómo ese matrimonio se había convertido en un problema de adultos.


—Claro que lo recuerdo —asintió él—. Es la única vez en mi vida que he seguido un impulso estúpido.


Paula suspiró. En eso se diferenciaban. Ella hacía estupideces continuamente. El Pacto de Adultos debería haberle proporcionado la fuerza para buscar un lugar en el mundo donde fuera apreciada por su mente, no solo por su físico. Pero ese lugar aún no lo había encontrado.


—Pues resulta que al final sí se registró la licencia de matrimonio.


—¿Qué? —Pedro adquirió una expresión dura—. ¿Cómo pudo suceder? Se suponía que ibas a romper los papeles.


—¡Y lo hice! Al menos los tiré a la basura —aunque no recordaba haberlo hecho con toda seguridad—. Nadie me dijo nada de romperlos.


—Es lo que se hace cuando no quieres que caigan en las manos equivocadas, Paula —él se sentó, exasperado—. Números de tarjetas de crédito, documentos legales. Licencias de bodas que al día siguiente comprendes que no deberías haber celebrado.


Pedro se mesó los cabellos y ella reaccionó de inmediato. 


Por un instante pensó que podrían recordar viejos tiempos en cuanto resolvieran ese lío. Un último revolcón en la cama de Pedro la curaría para siempre y podría pasar página.


Pero la feroz expresión de Pedro no resultaba muy alentadora.


—Pues así fue —insistió ella—. Llevamos dos años legalmente casados. Tenemos que arreglarlo. Y luego quizás podamos tomarnos una copa o dos…


—¿Arreglarlo? Entiendo. Has venido al leer el anuncio de mi compromiso y quieres cobrar —Pedro asintió—. ¿Cuánto quieres?


¿Pedro prometido? Eso era estupendo. Así seguro que querría solucionarlo rápida y discretamente. Pero por mucho que intentaba convencerse de lo bueno que era, Paula no lo lograba.


Saber que había pasado página mucho mejor que ella le produjo una punzada de amargura. No habría recuerdo de los viejos tiempos.


—No quiero tu dinero, Pedro. Solo un divorcio amistoso.


—Claro —sonrió él con sarcasmo—. En cuanto descubriste en Las Vegas que era el hijo de Bettina Alfonso, el símbolo del dólar debió bailar ante tus ojos. Registraste la licencia de matrimonio con la esperanza de cobrar más adelante.  Francamente, me impresiona que hayas tardado tanto.


—Es evidente que has olvidado que soy una Chaves-Harris —Paula lo miró boquiabierta—. No necesito tu dinero. Quédate con tu fortuna, firma los papeles del divorcio y sigue tu camino.


Por algún motivo, Pedro sonrió. Y la tensión se esfumó mientras se reclinaba en la silla.


—Si no has venido por el dinero. ¿A qué has venido?


—¿Tan complicado es? —Paula tenía que resolverlo antes de que se enterara su familia—. A los dos nos interesa un divorcio discreto.


—¿Ya has sacado los papeles? Estupendo. Dame una copia y se la pasaré a mi abogado. Cuando los firme te enviaré una copia. Gracias por venir. Te acompaño.


—¿Qué garantía tengo de que no lo filtrarás todo a la prensa?


Paula era muy consciente de que si su padre se enteraba de lo que había hecho dos años atrás, jamás le prestaría el dinero para comprarle a Carla la mitad de su empresa de diseño.


El préstamo era la clave del resto de la vida de Paula. Por fin podría considerarse algo más que Miss Texas. Por fin los demás la verían como a una adulta.


—¿Y por qué iba a querer yo airear algo tan ridículo como una boda en Las Vegas con una mujer a la que acababa de conocer y que fue lo bastante estúpida como para registrar el matrimonio?


—No te contengas, cariño. Cuéntame cómo te sientes —ella lo fulminó con la mirada—. Estamos en el mismo barco. Preferiría no haber descubierto que estoy casada con alguien lo bastante estúpido como para desearme. Aquí tienes una copia de los papeles.


—Haré que mi abogado les eche un vistazo. No te marches —le aconsejó él—. Quiero solucionarlo antes de que abandones la ciudad.


—Me quedaré unos días, pero no más. De modo que date prisa.


Paula anotó el nombre del hotel y el número de su móvil en una nota adhesiva que pegó a la solapa del traje de Pedro, en un último y ridículo intento de tocarlo.


Sentía lástima porque Pedro parecía haberlo superado. Pero la mayor lástima era que ella no podía decir lo mismo.






EL PACTO: SINOPSIS



Después de una noche de tequila y sexo, la espontánea boda en Las Vegas no debería haber sido legalizada. Pero Paula Chaves-Harris acababa de descubrir que seguía unida al irresistible empresario Pedro Alfonso. 


Ella necesitaba anular el matrimonio pero, para convertirse en el nuevo directivo de la empresa, él la necesitaba como esposa.

viernes, 24 de junio de 2016

TU ME HACES FALTA: EPILOGO





-¿Qué coño estás haciendo? ¿Te has vuelto loca de remate?
Pedro se bajó de Rufus furioso y se acercó al corral donde Paula estaba a punto de montarse en Pegaso.


-¡Cariño, sólo puedo hacerlo yo!- dijo acariciando el cuello de su caballo.


-¡Ni hablar!- saltó la valla y se acercó a ella como un toro furioso- ¡Acabas de terminar la rehabilitación y nos casamos en una semana!


-Pegaso no me hará nada. ¡Me quiere!


-Más te quiero yo como para aguantar otra vez un susto de ese calibre.


Ella le miró con ternura mientras Billy aguantaba la risa- ¿Me quieres, verdad?


-Sabes que sí- dijo entre dientes.


-¿Soy el amor de tu vida?


-¡Estás colmando mi paciencia!


-¿Recuerdas el día de mi cumpleaños? ¿Ese día en que dijiste que harías lo que fuera para que yo no te dejara?


-Paula…


-Pues quiero montar a Pegaso.


-¡Estás loca!


-Así demostrarás que me quieres y respetas mis sentimientos, pensamientos y todas esas cosas. Y te diré que te quiero.


Él entrecerró los ojos – ¿Me estás chantajeando para oírte decir que me quieres? ¡Ya sé que me quieres! ¡Si no, no te casarías conmigo!


-¿Estás seguro? Eres un buen partido- dijo cruzándose de brazos mirándolo analíticamente- Eres guapo, eres rico y estás loco por mí. –Él chasqueó la lengua haciendo reír a carcajadas a Billy- Pero no puedes estar seguro al cien por cien porque nunca te lo he dicho.


-Me lo dirás todos los días- dijo muy serio.


-Sí, después de montar a Pegaso te lo diré a todas horas, mi amor.- le dio un beso en los labios y se acercó a la silla.- Coge las riendas con suavidad- dijo ella metiendo el pie en el estribo.


-Me estás matando –dijo él entre dientes- como te pase algo…


-Estoy bien. ¿Crees que me pondría en riesgo cuando mis padres y Sara están a punto de llegar?- se puso de pie sobre el estribo y esperó la reacción de Pegaso que ni se movió del sitio- Buen chico, Pegaso- pasó la pierna sobre la silla y se sentó lentamente para que se acostumbrara a su peso.


-Muy bien, ya está. Ahora baja.- dijo Pedro aterrorizado.


-Cariño, dame las riendas-Paula acarició el cuello de Pegaso- Voy a darle una vuelta.


-¡Ni hablar! Baja ahora mismo antes de que te baje yo.


-Sólo un paseo por el cercado. No saldré- dijo mirándolo a los ojos- Te lo prometo.


Él le tendió las riendas y ella sonrió sujetándolas.- Bueno, mi precioso –le dijo a Pegaso que estaba muy calmado- Vamos a movernos un poco.- Apretó un poco los talones en sus flancos y se movió dando dos pasos- Muy bien, pequeño. Un poco más- Pegaso empezó a caminar alrededor del cercado mientras Pedro en el centro no perdía ojo. Billy la aplaudía desde fuera- ¡Eres la mejor, Pau!


Cuando consideró que era suficiente por ese día detuvo a Pegaso y pasó la pierna por delante para que Pedro que estaba esperándola la recogiera. Abrazándose a él, suspiró contenta- Te quiero, te quiero tanto que no podría vivir sin ti.- dijo Pedro besándola en los labios.


-Lo mismo digo, mi amor. Te quiero- se besaron apasionadamente mientras algunos de sus hombres silbaban y los vitoreaban.


Se alejó de él para mirarlo a los ojos-¿Sabes por qué quería montarlo hoy?


-No tengo ni idea. Alguna locura de las tuyas.-dijo llevándola a la puerta del cercado.


-Porque en cuanto te dijera que estaba embarazada ya no me dejarías subir.- Pedro se detuvo en seco y la miró como si quisiera matarla. Ella sonrió inocente- Recuerda que me quieres y que no puedes vivir sin mí.


Él se echó a reír abrazándola fuertemente- Dios, nena. Me faltabas tú.



TU ME HACES FALTA: CAPITULO 32






Una caricia en la mejilla la despertó y abrió los ojos para encontrarse a Pedro tumbado a su lado-¿También has dormido la siesta?


-No- respondió sonriendo- ¿Cómo estás?


-Bien. Algo dolorida pero bien.


-Es la mejor en su trabajo- dijo él poniéndose serio.


-Lo sé- alargó la mano y acarició su mejilla. A Pedro se le cortó el aliento- Lo siento.


-¿El que, cielo?


-Ser mala contigo.


-No eres mala.- la cogió por la cintura acercándola a él- Eres preciosa y aún más cuando te enfadas.


-Estoy hablando en serio- dijo mirando sus ojos azules.-No tenía derecho a echarte la culpa. Me subí a ese caballo.


-Porque confiaste en mí- susurró él –y te fallé.


Se miraron a los ojos durante unos segundos intentando descubrir lo que pensaba el otro- Tienes que quedarte, nena.


-¿Por qué?


-Porque si te vas me faltará algo.


A Paula se le cortó el aliento recordando la frase- Me faltabas tú- susurró ella.-Eso dijiste aquel día.


Pedro sonrió- Sí y hasta que no te des cuenta de que sientes lo mismo no pararé.


-Lo dices como si me quisieras- dijo aterrorizada porque dijera que no.


-Oh, claro que te quiero- la pegó a él acariciando su espalda- lo supe en el mismo momento que te caíste de morros en medio del avión.


-¿De veras?


-Sí y quise morirme cuando vi como ese caballo casi te mata- la besó suavemente en los labios- Te quiero, nena. Y haré lo que haga falta para que no me dejes.


-Eso tendrás que demostrarlo- dijo antes de besarlo en la barbilla.


-Claro que te lo demostraré.




TU ME HACES FALTA: CAPITULO 31




Los gritos de Paula se oyeron en toda la casa. Judy no se detuvo ni aunque le suplicó con lágrimas en los ojos que detuviera aquella tortura. Después de media hora Pedro entró descompuesto en la habitación- Ya está bien.


-¡Todavía no!- dijo levantando su pierna mientras Paula chillaba.


-¡He dicho que basta!-gritó Pedro acercándose.


Judy dejó la pierna delicadamente sobre la camilla plegable que habían colocado en su habitación mientras Paula sollozaba de alivio.


-¡Está sufriendo!- Pedro se acercó a la cabecera y le acarició su cara pálida.


-¡Le tiene que doler para mejorar! La rehabilitación es dura con una lesión como la suya. Los tendones, la rodilla y la cadera. Le va a doler al principio.


Pedro miró a Paula a los ojos- Nena, ¿estás bien?


-Esto es culpa tuya- dijo llorando como una niña.


-Lo sé- dijo pálido acariciando su frente.


-Ahora dame un beso y lárgate de mi habitación.


Él sonrió y se acercó para darle un suave beso en los labios. 


Al apartarse de ella se pasó una mano por su pelo negro nervioso- Me voy de la casa porque no lo soporto.


-Muy bien- dijo Judy acercándose otra vez a su pierna.-Será lo mejor para evitar los dramas.


Paula soltó una risita sin darse cuenta y Pedro la miró con una ceja levantada.- Sabes que han salido todos despavoridos de la casa para no escucharte.


-Es una exagerada.


-¡Exagerada!-gritó porque creían que era un quejica- ¡Me gustaría veros a vosotros en mi situación, malditos desalmados!


-Así está mejor- dijo Judy- Te prefiero furiosa que lloriqueando todo el día.


Atónita vio como Pedro salía de la habitación- ¡Estáis chiflados, estáis todos como cabras y en cuanto puede arrastrarme de este país, me vuelvo a Nueva York!


-Muy bien. Pues vamos allá.


Judy tenía razón. Cuando terminó con ella estaba agotada. 


Tanto que se quedó dormida en el sofá de mimbre del porche después de comer. Sintió como la levantaban y abrió los ojos- Duerme, nena.- dijo Pedro besándola en la coronilla- Te despertaré en una hora.


-Tengo que ir al despacho a trabajar- susurró contra su cuello.


-Ya irás- la tumbó sobre la cama y gimió dolorida.-Tienes mucho tiempo.






TU ME HACES FALTA: CAPITULO 30





Judy la dejó descansar ese día pues había sido movidito pero a la mañana siguiente le puso unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes.- Vamos a desayunar.


La miró confundida porque siempre le llevaba una bandeja. 


Judy señaló las muletas- ¡Venga que se enfría!- le gritó como un sargento.


-Ya voy… menudo carácter por la mañana.


Cogió las muletas que tenía a su lado y se levantó sobre la pierna sana. Le costaba doblar la rodilla y la posición le hacía doler la cadera- ¿Seguro que sabes lo que haces?


-¿Te digo yo qué debes hacer con un caballo? Mueve el culo.


Se tambaleó un poco por la inseguridad y asustada levantó la vista para ver en la puerta a Pedro mirándola preocupado. –Ven, nena. Gwen tiene listo el desayuno.


Mordiéndose el labio inferior se apoyó en las muletas para levantar el pie sano mientras Judy la acompañaba a su paso.-Lo haces muy bien- dijo él algo inseguro.


-Mentiroso- dijo con esfuerzo.


-Dentro de una semana las tendrás dominadas.


-Eso está mejor.- llegó hasta él y sonrió triunfante.- Me largaré de aquí enseguida.


Pedro puso los ojos en blanco haciendo reír a Judy. Tardó un rato en llegar a la cocina y hubo un momento en que Pedro la tuvo que coger porque por poco se cae de morros, pero no estuvo mal para su primera vez. En el desayuno estaban todos, incluso Billy y Alvaro- ¿Qué celebramos?- preguntó sorprendida.


-Que estás de pie- dijo Cris colocando un enorme plato de tortitas sobre la mesa.-Y…- miró a Pedro.


-¿Y?- volvió la vista a Pedro.


-Nena, hoy es tu cumpleaños.


Abrió la boca sorprendida. –No, mi cumpleaños es el…-frunció el ceño mirando al exterior. No nevaba evidentemente pero su cumpleaños siempre lo asociaba al frío y al estar en cerca de las Navidades.- ¿Hoy es uno de diciembre?


Pedro sonrió –Pues sí- le indicó su silla con la mano.


Gimió al tener un año más. Los veintisiete. –Menuda mierda.


Todos se echaron a reír y ella se acercó a su silla sentándose con cuidado. Judy la ayudó a colocar la pierna en alto pero ella sólo veía las tortitas que se puso a comer con ganas- Están buenísimas- le dijo a Gwen con la boca llena.


-Nena, te vas a atragantar.


-Tengo que engordar, lo ha dicho el médico. ¿Cómo está Pegaso?- le preguntó a Alvaro.


El hombre desvió la mirada-¿Qué?- asustada bajó el tenedor.


-Está algo tristón pero nada que no se solucione con una visita al establo- dijo Pedro intentando tranquilizarla.


-¿Está enfermo?


-Es que hemos tenido que asegurar la puerta para que no se escapara y no se lo ha tomado muy bien.


-¿Qué ha hecho? No se habrá hecho daño.- Cogió las muletas dejándolos a todos con la boca abierta.


-¿A dónde vas?


-Al establo. No me fío.


-¡Pau, siéntate y desayuna!- le gritó Pedro.


-¿Qué le pasa a Pegaso?


-¡Hemos tenido que amarrarle para que no pateara la puerta!


-¡No! ¡Has retrasado su progreso!- le gritó a la cara.


-¡Hice lo que creía mejor para que no se hiciera daño!


Las caras iban de uno al otro- ¿Qué sabrás tú lo que necesita?


-¡He tratado con caballos toda la vida!


-¡Y no tienes ni idea o no te comportarías así!


-¿Más tortitas?- preguntó Gwen intentando relajar el ambiente.


-¡Me voy al establo!- se levantó cogiendo las muletas.


-¡No!- Judy le cogió las muletas apartándolas de ella.- ¡Siéntate y desayuna!


-¡Judy! ¡Está amarrado!


-¡En este momento me importas mucho más tú! ¡Y después del desayuno tenemos rehabilitación, así que deja de fastidiar con el tema!


Se sentó en la silla lentamente. –Está bien, iré después de la rehabilitación


-No.- Pedro apoyó la espalda en el respaldo de su silla- No irás.


-Sí, sí iré.


-No, porque todavía es impredecible y no voy a consentir que te tire.


-Tranquilo, después de la rehabilitación estará tan hecha polvo que no irá a ningún sitio.


-¡Vaya, muchas gracias!- exclamó ella fulminándola con la mirada.


-De nada- la sonrisa de Judy la puso de los nervios.


-Bueno ¿qué te parece si cuando te recuperes hacemos esa fiestecita con los vecinos?- preguntó Cris cambiando de tema.


-¿Para qué?


-¡Pues para que conozcas a los vecinos! –dijo Pedro como si fuera tonta.


-¿Y para que iba a querer conocer a los vecinos si me voy a ir?-La mesa se quedó en silencio y ella los miró confundida- ¿Sabéis que me voy, no?


-No. –Contestó Gwen decepcionada.


Pedro se levantó de la mesa y salió de la cocina dejándola de piedra.-Pensaba que os lo había dicho.


Cris apretó los labios y se levantó- Puede que no vayas a tener una relación con Pedro pero creía que habías venido aquí a realizar un trabajo.


Se sintió como una estúpida porque era verdad. Ella no había ido allí a liarse con nadie, sino a ser la secretaria.-No esperarás que después de…


-Entiendo que tienes una lesión, pero en cuanto te cures no veo donde está el problema de que sigas con tu trabajo.


-Además por tu culpa no tenemos veterinario- apostilló Alvaro indignado.-Se niega a volver.


-Eso por no hablar de que el potro te necesita hasta que esté completamente recuperado- dijo Billy.


Todos la miraban como si los hubiera decepcionado y ella dejó caer los hombros- No pensaba que me fuera os afectaría de ninguna manera.


-Pues es así. No puedes venir hasta aquí y no esperar ser necesaria. Para eso te contraté. Porque te necesitaba.


Se sonrojó intensamente.- Pero Pedro…


-Pedro no tiene nada que ver- dijo Alvaro.-Es adulto y puede asumir perfectamente que no quieres nada con él.


Entrecerró los ojos al escuchar ese tono paternal. ¿La estaban vacilando? Nadie en sus cabales le diría que tenía que quedarse. Eso le oía a otra estrategia para emparejarlos otra vez. Pero decidió seguirles el juego.- ¿Así que me necesitáis?


-¡Claro que sí! No preguntes tonterías- dijo Cris mirando a Billy de reojo. Los había pillado, ellos era los instigadores.


-Bueno, entonces me lo pensaré- dijo sonriendo- De todas maneras por las tardes trabajaré para que si me voy después de la recuperación todo esté como Dios manda- con esas palabras los dejó mudos.- Y también trabajaré con el potro para intentar ayudarlo.


-Bien- se levantó con cuidado y miró a Judy – ¿Empezamos?