lunes, 29 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 66

 


Quince minutos más tarde, Paula comprobó que su instinto no le había fallado. Estaban los dos tendidos en la hierba, observando el claro donde dormían las cacatúas, viendo a tres hombres y dos vehículos. El GPS indicaba que estaban justo encima de su hijo, ¿pero dónde estaba Lisandro?


La puerta del utilitario azul estaba abierta, lo que le permitía ver el interior.


Allí no estaba. O estaba en el sedán blanco o no estaba allí, y solo se trataba de su mochila.


Intentó no pensar en eso.


—Lisandro está en el sedán blanco —le susurró él al oído. Paula miró hacia el vehículo y distinguió una coronilla despeinada asomando por el asiento trasero. El corazón le dio un vuelco—. Yo los distraeré, tú sacarás a Lisandro del coche y te marcharás de aquí.


—No creo que pueda…


—Puedes hacer cualquier cosa. Puedes hacer esto. Yo estaré justo detrás de ti. No permitiré que os pase nada.


—De acuerdo.


Pedro siguió hablándole suavemente al oído.


—Cuando te alejes, no quiero que mires atrás. Sigue andando hasta que llegues a casa. Luego enciérrate dentro hasta que llegue la ayuda. Confío en tu promesa, Paula. Sé que soy la última persona del planeta en la que quieres confiar, y después de las cosas que he dicho antes, me lo merezco. Pero eso también significa que soy la última persona por la que deberías arriesgar la seguridad de tu hijo.


¿Acaso no sabía que era el único hombre por el que alguna vez arriesgaría la seguridad de su hijo?


Pedro apretó la mandíbula y Paula se dio cuenta de lo mucho que le costaba controlar su miedo. Recordó algo que había dicho su padre una vez sobre el coraje. Que no era la ausencia de miedo, sino actuar a pesar del miedo.


Jamás había conocido a un hombre más valiente.


Asintió con la cabeza, decidida a ser valiente. Por él.


—Estaremos bien —dijo.


—Lo sé. No se me ocurre nadie en quien tenga más fe. Creo en ti, Paula. Cuento contigo para llevar a Lisandro a casa sano y salvo. Da miedo, pero hazlo por mí.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 65

 

EL GPS los condujo directamente a los problemas.


La señal provenía de más adelante, pero un enorme montículo de granito les cortaba el paso. Paula sabía que el pánico no iba a ayudar en esa situación, pero le costaba contener su miedo.


—Esta montaña solo tiene unos cientos de metros de ancho, pero marca el comienzo de una hondonada muy profunda al otro lado. Si elegimos el mal camino, tendremos que retroceder. Perderíamos mucho tiempo…


—No sé si tenemos tanto tiempo, Pedro.


—Nos separaremos. Es la única manera.


Su determinación era tranquilizadora, pero la idea de continuar sola resultaba terrorífica. Se sentía mucho más segura con él a su lado.


—¿Podemos permanecer juntos, Pedro? No creo que pueda hacer esto sola. Te necesito conmigo.


Era una admisión trascendente y ambos lo sabían. Sin importar lo que les deparase el mañana, sin importar lo que acababa de ocurrir entre ellos, en aquel momento necesitaba a Pedro junto a ella. Decírselo no le parecía tanto una admisión de debilidad como una demostración de fuerza. Frunció el ceño. En sus ojos vio el triunfo mezclado con la pasión y algo más.


Pedro le pasó el brazo por la cintura y la besó. Fue como un chorro de aire bajo el agua, y aquello la llenó de fuerza y de determinación.


Continuarían… juntos.


Miró a su izquierda cuando la soltó.


—¿Qué hay por ese camino?


—Los embalses. Pero es un camino complicado en esa dirección. Tomemos el camino de la derecha. Acaba en un lugar más alto, cerca de donde duermen las cacatúas. Probablemente haya…


—¡Las cacatúas! Oh, Pedro, ha ido tras las cacatúas —le informó sobre la pequeña labor detectivesca que habían llevado a cabo aquel día—. Últimamente ha estado hablando de vigilancia encubierta. ¿Y si ha ido a investigar? Podría encontrarse con cualquier…


—Entonces nos enfrentaremos a lo que venga. Cuando lo encontremos… tú ya has estado allí, así que deberías poder encontrar el camino hacia la carretera y de vuelta a casa.


—¿Sola? ¿Dónde estarás tú?


—Paula, no sabemos en qué tipo de situación encontraremos a Lisandro. Cuando llegue el momento, no quiero que empieces a dudar de mis órdenes. Eso solo nos hará perder tiempo y le pondrá en peligro. Ya te pregunté una vez si confiabas en mí. Ahora te lo vuelvo a preguntar. Has de hacer todo lo que te pida, sin hacer preguntas. ¿Puedes hacer eso?


Ella asintió.


—Dilo en voz alta, Paula. Tienes que decirlo en serio.


—Pienses lo que pienses de mi habilidad, yo nunca he dudado de la tuya, Pedro. Haré todo lo que me pidas.


La mirada que le dirigió podría haber hecho pedazos la montaña de granito que les cortaba el paso, pero no hubo tiempo más que para unas pocas palabras.


—Vamos a encontrar a nuestro chico.


Paula tenía un nudo en la garganta y no podía hablar, así que solo asintió y parpadeó para no derramar las lágrimas.


Se volvió hacia la derecha y siguió a Pedro bosque adentro.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 64

 


Correr a oscuras por el bosque le resultaba extrañamente familiar. Le recordaba a las múltiples misiones secretas, como si no hubiera pasado el tiempo desde que estuviera en activo.


Una parte de él temía por Paula. No estaba acostumbrada a aquel bosque, y menos aún corriendo. Y no tenía el tobillo totalmente curado.


Existía la posibilidad de que se hiciera daño.


Se reprendió a sí mismo por preocuparse. Paula había delatado a su hermano sin dudarlo un instante…


La persecución continuó. Entonces, de la nada, un movimiento llamó su atención. Paula había dejado de correr y se acercó cojeando hacia él por la derecha.


—¡Así no voy a encontrar a Lisandro, Pedro! —exclamó con la respiración entrecortada.


—Deberíamos pedir refuerzos.


—Tú eres mi refuerzo, Alfonso. Ayúdame o apártate de mi camino.


Elegir. Julian o Lisandro.


Un hombre adulto que había tomado sus propias decisiones en la vida o un niño de ocho años que necesitaba ayuda.


Elegir entre la familia y…


El corazón comenzó a latirle con fuerza.


En las últimas semanas había empezado a pensar en Lisandro como familia. Pensaba en Paula como si fuera su familia. La idea de que madre e hijo pudieran perderse en el bosque y acabar heridos le resultaba insoportable. Paula sabía mucho sobre vigilancia, pero apostaría a que no sabía nada sobre rastreo.


Su expresión debió de responder por él, porque ella suspiró y dijo:

—Déjame ir. Déjame encontrar a Lisandro.


—No. No sin ayuda. Voy contigo.



domingo, 28 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 63

 


—¡No está! Su cama está vacía.


Paula salió corriendo de la casa y prácticamente cayó entre sus brazos con el cuerpo tembloroso.


—¿Cómo va a haberse marchado? Estábamos sentados en el porche — dijo él.


—La ventana. Habrá bajado por la pared —se giró hacia la oscuridad y gritó el nombre de su hijo en el silencio de la noche—. Dios, ¿y si nos ha oído discutir?


—Entonces se habrá ido hace pocos minutos.


—Tengo que encontrarlo —se dio la vuelta y regresó a la casa seguida de Pedro. Los niños pequeños y la maleza australiana por la noche no eran una buena combinación. Su corazón estableció un ritmo familiar. El ritmo del combate, el ritmo para el que su mente estaba entrenada. Latidos que dirigían sus pensamientos y que evitaban que perdiera el control.


No podía permitírselo con Paula desestabilizada.


Pero no iba a quedarse parado sin hacer nada mientras otro niño estaba en peligro. Su hermano tendría que esperar.


Se puso tras Paula mientras ella vaciaba el contenido de su mochila sobre la mesa de la cocina. Agarró el GPS, lo encendió, miró hacia el techo y cerró los ojos. Finalmente el aparato le devolvió la señal.


—¿Es para localizar a Lisandro?


—No tengo tiempo para otro sermón sobre el exceso de protección. Tengo que encontrar a mi hijo.


El aparato comenzó a pitar con fuerza. Paula lo dirigió hacia la puerta y el pitido se intensificó.


—¿Cuál es la fuente?


—Su mochila —Paula volvió a guardar todo en su mochila, se la colgó al hombro y salió corriendo hacia la puerta.


—¡Paula, espera! —apenas tuvo tiempo de agarrarle el brazo cuando pasó frente a él.


—Vete a buscar a Julián —dijo ella—. Déjame ir a buscar a mi hijo.


—También es peligroso para ti ir ahí fuera, Paula.


Ella lo miró fijamente, se zafó de su mano y salió corriendo. Era rápida cuando se lo proponía. Ya estaba a medio camino hacia los árboles antes de que pudiera alcanzarla. ¿Acaso sabía hacia dónde ir? Mantuvo la vista fija en el azul de su jersey. En pocos segundos, desapareció en la oscuridad.





CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 62

 


Y allí estaba. Ella llevaba en su vida solo unas semanas. ¿Qué posibilidades tenía contra el chico al que Pedro había pasado una vida entera intentando defender?


Se echó a un lado y lo dejó marchar.


Pedro odiaba que aquél fuese el recuerdo que se llevaría consigo para el resto de su vida. El dolor en el rostro de Paula. La confusión, la traición.


En el último momento se dio la vuelta y le dio un beso en el pelo. Sabía que no habría más besos. Ella ni siquiera deseaba eso, pues se apartó violentamente y se dirigió hacia la puerta.


Y entonces desapareció. Volvió dentro, con su familia.


Él se dio la vuelta para ir a buscar a la suya. La que le quedaba.


Mientras caminaba hacia su coche, intentó empujar aquella sombra oscura hacia el fondo de su alma, donde habitaban las demás. ¿Qué más daba un poco más de dolor en su vida? Intentar recuperar su vida era una fantasía absurda. Los hombres como él no tenían finales felices. No se lo había ganado.


Justo cuando se disponía a abrir la puerta del coche, un grito agudo rompió el silencio de la noche.


—¡Lisandro!


Pedro se dio la vuelta y salió corriendo hacia la casa, y hacia la mujer que gritaba en su interior.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 61

 


Paula sintió su pecho tan vacío y viejo como las cavernas que a Pedro le gustaba explorar. Como si todo lo que había dentro hubiese quedado suspendido en el tiempo, esperando a que el hombre perfecto lo iluminase con su luz y revelase sus misterios. Aunque durase poco, había sido espectacular.


—¿Aun así quieres que me vaya?


—Sí.


—¿Porque he delatado a tu hermano?


—Porque tenías que hacerlo. No quiero colocarte en esa posición, Paula. Que tengas que elegir entre tus valores o yo. He estado en esa situación y sé lo mucho que puede llegar a afectar a largo plazo. No puedo garantizar que no volvamos a estar en esa posición. Los momentos cruciales de mi vida han estado basados en malas decisiones. Cuando Julian estuvo a punto de ahogarse. Cuando no evité que el teniente matara a aquel niño. Cuando lo denuncié. Cuando dejé que mi padre se marchara, solo…


—Tienes una estrella en tu pared, Pedro.


—¿Tienes idea de por qué la conseguí? Me dispararon tres veces cuando mi unidad salía de un pueblo en zona de guerra. Me até a la parte delantera del vehículo y seguí disparando mientras retrocedíamos a toda velocidad hacia el desierto.


—¿Y qué tiene eso de indigno? Suena extraordinario.


—Me até con las correas de los rifles de mis compañeros muertos para que no me dejaran atrás si me desmayaba. Morir a manos de… —se levantó de la mecedora y atravesó el porche—. Morir solo.


—Eso solo te hace humano, Pedro.


—Se supone que he de ser sobrehumano, Paula. Proteger a los demás. Debo cuidar de los otros, no de mí. Le fallé a Julián, le fallé a ese niño en el desierto y ahora te estoy fallando a ti.


—¿En qué?


—Tengo la oportunidad de ayudar a Julián. Compensarle por lo que le ocurrió cuando yo estaba demasiado ocupado ligando con unas adolescentes como para cuidar de él. Compensarle por los retrasos en su educación. Se lo debo.


—Julián ha tomado sus propias decisiones, Pedro. Como niño y como adulto. Todos tomamos decisiones y hemos de vivir con las consecuencias.


—Es mi hermano pequeño, Paula. Y está en apuros. Si fuera Lisandro, ¿no harías todo lo que estuviera en tu poder para ayudarlo? ¿Sin importar qué camino hubiera tomado?


—Sí, lo haría. Pero tú mismo me dijiste que parte del viaje de todo chico consiste en defenderse solo. En cometer sus propios errores. Me dijiste que no puedo proteger a Lisandro de todo.


—No es lo mismo.


—¿No? Tal vez sea hora de que Julian crezca.


Los ojos de Pedro se oscurecieron.


—Debería irme.


Allí estaba. Era la última vez que lo vería.


—¿Vas a advertir a Julián?


—Tengo que hacerlo, Paula. Por favor, compréndelo.


—Hablaba en serio, Pedro. No puedo mantener a Lisandro aquí, tan cerca del peligro.


—Yo también hablaba en serio.


—¿Al decir que debería irme?


—Los dos deberíais. Marchaos a un lugar donde podáis ser felices. Donde la oscuridad no os envuelva.


—¿Tanto quieres a Julián? ¿Tanto que es más fácil dejarnos ir a nosotros que a él?


Ninguno de los dos fingió que no hubiera nada entre ellos.


—Tiene que ser así. No se trata de mí.


—¿Y si él no merece el sacrificio?


—Es mi hermano.




sábado, 27 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 60

 


Paula sintió un vuelco en el corazón. Creía que había desarrollado cierta inmunidad a los reproches después de una infancia como la suya.


—No estoy haciendo esto para atrapar a Julián. Estoy haciéndolo para protegerte.


—¿Por qué?


—Porque va a traicionarte. Y porque le quieres.


«Y porque te quiero».


Paula sintió un escalofrío al pensar en ello. Se agarró a la barandilla e intentó aparentar que lo único que estaba haciendo era ordenar sus ideas, cuando en realidad estaba luchando por respirar.


—¿Harías algo por mí, Paula? Si te lo pidiera, ¿dejarías la investigación? ¿Confiarías en mí para encargarme de esto a mi manera?


A Paula se le agolpaba la sangre en los oídos y tenía el estómago hecho una pelota. Todo aquello en lo que siempre había creído pendía de un hilo frente a ella, junto con todo lo que siempre había deseado. Y no podía tener ambas cosas. Una la convertiría en una traidora hacia sus principios.


La otra traicionaría a Pedro.


Vio la agonía en sus ojos y su corazón respondió por ella.


—Si estuviera en mi poder, sí, lo haría —contestó—. Pero no puedo quedarme si eso ocurre. Tengo que pensar en Lisandro. Él es todo lo que tengo.


Pedro cerró los ojos y asintió.


—Deberías irte. Alejarlo de aquí. De mí.


Ella asintió también, incapaz de articular palabra, sabiendo lo que venía después. Y lo que tenía que decirle.


—Sé lo que esto significará para ti y no te lo pediría a la ligera. Es mi hermano pequeño, Paula. Mi Lisandro —le agarró las manos—. Así que te lo estoy pidiendo. ¿Confiarás en mí para encargarme de esto a mi manera? ¿Lo dejarás pasar?


Si decía que sí, tendría que llevarse a Lisandro de WildSprings. Y si decía que no, Pedro nunca la perdonaría.


De cualquier manera, iba a perder a Pedro.


—Ya he escrito a los de aduanas.


Pedro cerró los ojos y dejó caer la cabeza como si ya no pudiera tolerar su peso un segundo más. Como si hubiera esperado su traición.


—Claro que lo has hecho.


—Tenía que hacer lo correcto…


—Lo sé.


—¿Qué quieres que haga? —preguntó ella en un susurro.


—Aun así deberías irte.