domingo, 28 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 61

 


Paula sintió su pecho tan vacío y viejo como las cavernas que a Pedro le gustaba explorar. Como si todo lo que había dentro hubiese quedado suspendido en el tiempo, esperando a que el hombre perfecto lo iluminase con su luz y revelase sus misterios. Aunque durase poco, había sido espectacular.


—¿Aun así quieres que me vaya?


—Sí.


—¿Porque he delatado a tu hermano?


—Porque tenías que hacerlo. No quiero colocarte en esa posición, Paula. Que tengas que elegir entre tus valores o yo. He estado en esa situación y sé lo mucho que puede llegar a afectar a largo plazo. No puedo garantizar que no volvamos a estar en esa posición. Los momentos cruciales de mi vida han estado basados en malas decisiones. Cuando Julian estuvo a punto de ahogarse. Cuando no evité que el teniente matara a aquel niño. Cuando lo denuncié. Cuando dejé que mi padre se marchara, solo…


—Tienes una estrella en tu pared, Pedro.


—¿Tienes idea de por qué la conseguí? Me dispararon tres veces cuando mi unidad salía de un pueblo en zona de guerra. Me até a la parte delantera del vehículo y seguí disparando mientras retrocedíamos a toda velocidad hacia el desierto.


—¿Y qué tiene eso de indigno? Suena extraordinario.


—Me até con las correas de los rifles de mis compañeros muertos para que no me dejaran atrás si me desmayaba. Morir a manos de… —se levantó de la mecedora y atravesó el porche—. Morir solo.


—Eso solo te hace humano, Pedro.


—Se supone que he de ser sobrehumano, Paula. Proteger a los demás. Debo cuidar de los otros, no de mí. Le fallé a Julián, le fallé a ese niño en el desierto y ahora te estoy fallando a ti.


—¿En qué?


—Tengo la oportunidad de ayudar a Julián. Compensarle por lo que le ocurrió cuando yo estaba demasiado ocupado ligando con unas adolescentes como para cuidar de él. Compensarle por los retrasos en su educación. Se lo debo.


—Julián ha tomado sus propias decisiones, Pedro. Como niño y como adulto. Todos tomamos decisiones y hemos de vivir con las consecuencias.


—Es mi hermano pequeño, Paula. Y está en apuros. Si fuera Lisandro, ¿no harías todo lo que estuviera en tu poder para ayudarlo? ¿Sin importar qué camino hubiera tomado?


—Sí, lo haría. Pero tú mismo me dijiste que parte del viaje de todo chico consiste en defenderse solo. En cometer sus propios errores. Me dijiste que no puedo proteger a Lisandro de todo.


—No es lo mismo.


—¿No? Tal vez sea hora de que Julian crezca.


Los ojos de Pedro se oscurecieron.


—Debería irme.


Allí estaba. Era la última vez que lo vería.


—¿Vas a advertir a Julián?


—Tengo que hacerlo, Paula. Por favor, compréndelo.


—Hablaba en serio, Pedro. No puedo mantener a Lisandro aquí, tan cerca del peligro.


—Yo también hablaba en serio.


—¿Al decir que debería irme?


—Los dos deberíais. Marchaos a un lugar donde podáis ser felices. Donde la oscuridad no os envuelva.


—¿Tanto quieres a Julián? ¿Tanto que es más fácil dejarnos ir a nosotros que a él?


Ninguno de los dos fingió que no hubiera nada entre ellos.


—Tiene que ser así. No se trata de mí.


—¿Y si él no merece el sacrificio?


—Es mi hermano.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario