jueves, 25 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 52

 


Paula mantuvo el brazo en alto, despidiéndose de Lisandro, hasta que al autobús desapareció en la distancia. Esa noche se lo compensaría. Le había prometido una sesión de cine madre e hijo con sorpresas y una película infantil de acción y aventura. Le encantaban.


Agachó la cabeza y caminó los cien metros que separaban la parada del autobús del centro de admisiones de WildSprings. Tenía algunas facturas que firmar y además enviarle a su contacto en la policía los datos del coche.


Terminó de escribir el tipo de vehículo y el número de matrícula y escribió la dirección de correo. Luego desvió la atención a la pila de facturas que yacían en su bandeja desde el viernes. Testigos de lo distraída que había estado aquel día por culpa de su gran noche con Pedro.


Resopló, se recostó en su silla y se quedó mirando al techo.


—¿Buscando brechas en la seguridad de los paneles del techo, Paula?






CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 51

 


Una parte de ella deseaba abofetear a Pedro por hablar del ejército delante del niño. Lo último que deseaba era que su precioso ángel empezase a interesarse por el estilo de vida que a ella le había marcado la infancia. Otra parte de ella sabía que su hijo era una persona independiente. No sería el primer niño que desarrollase una fijación por las pistolas y los soldados de juguete.


Se dio cuenta de que ya había demostrado antes ese interés. En el tercer curso, cuando le había hablado de apuntarse al equipo infantil de orientación, ella le había persuadido para que se apuntase al club de astronomía. Simplemente porque la orientación implicaba usar brújula y mapas, así como excursiones por el bosque.


Como un programa para cadetes.


Agarró las llaves del coche y salió por la puerta mientras su hijo bajaba corriendo las escaleras. ¿Cuánto tiempo habría estado alejándolo inconscientemente de cualquier interés remotamente relacionado con la actividad militar? Él lo había hecho, había renunciado a sus deseos por ella y se había apuntado a astronomía. ¿En qué tipo de madre la convertía eso?


¿En la hija del coronel?




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 50

 


Paula ya casi se había olvidado de cómo era el ceño fruncido de Lisandro. Pero aquél era exclusivamente para ella.


Había sido un niño distinto desde que llegara a WildSprings. Más feliz, más abierto, más cariñoso. Pero no aquel día. Aquel día la miraba con odio cada vez que sus miradas se encontraban.


—Lisandro, si has terminado con el desayuno, tira los huevos a la basura y pon el plato en el fregadero, por favor —dijo Paula.


—Sí, señora —murmuró el niño mientras se bajaba de su asiento.


—Para ti es «sí, mamá», caballero.


—Los soldados dicen «señora». Es educado.


—La última vez que lo comprobé, tú no eras un soldado.


—Pero lo seré.


—¿Y qué pasó con lo de ser un científico?


—La ciencia es para los empollones.


—¿De verdad?


—Voy a ser artillero.


—¿Quieres dedicarte a disparar armas?


—Todo soldado ha de ser bueno con una pistola. Es para sobrevivir. Pedro es un soldado.


—¿Quién te ha dicho eso?


—Y mi abuelo era soldado.


Paula se agarró con fuerza a la encimera. ¿Quién le había dicho eso?


—Y yo voy a ser soldado también —concluyó Lisandro con mirada desafiante.


—Al menos hasta dentro de diez años no lo serás. Hasta entonces, las únicas órdenes que recibirás serán las mías, jovencito.


—¡No! —exclamó el niño.


—¿Qué mosca te ha picado hoy, Lisandro Chaves? ¡Nunca le hablas así a nadie!


A Lisandro se le llenaron los ojos de lágrimas tras los cristales de sus gafas y se le puso la cara roja de ira.


—¿Por qué Pedro ya no viene nunca?


Eso la pilló por sorpresa. Se quedó mirándolo y su rabia se disolvió al instante.


—Solo han sido tres días, L. Probablemente esté… ocupado.


—Se suponía que iba a llevarme de excursión. Lo prometió. Pero ya no vendrá, y es por tu culpa.


—¿Quién dice que no vendrá?


—Tuvisteis una cita y ahora ya no viene.


—No. No tuvimos una cita. Fuimos juntos a una cosa de trabajo. Y no sé por qué no ha venido desde entonces. Es una coincidencia.


Genial, estaba mintiéndole a su propio hijo.


—Veré si puedo ponerme en contacto con él y preguntarle por la excursión. Tal vez ya la esté planeando. ¿De acuerdo, L? —preguntó mientras extendía los brazos.


—Gracias, mamá —murmuró el niño contra su hombro mientras la abrazaba.


—Ahora ve a por la mochila. Te dejaré en el autobús.



miércoles, 24 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 49

 


Dejar a Paula sola y lesionada en su porche la noche anterior había sido una de las cosas más difíciles que Pedro había hecho desde que llegara a WildSprings. Deseaba llevarla en brazos a la cama, vendarle el tobillo, cuidarla. En vez de eso, había aparcado su coche y había vuelto a casa caminando en la oscuridad para aliviar parte de su tensión.


Eso le había ayudado. Un poco.


El café de por la mañana estaba ayudándole más.


De pronto llamaron a la puerta y Pedro se dispuso inconscientemente a sacar la nueve milímetros que ya no llevaba encima. El hecho de que alguien hubiera llegado hasta su puerta sin ser detectado… Estaba perdiendo su toque.


—Hola, Clint —dijo Julián cuando le abrió la puerta—. ¿Puedo pasar?


Parecía distraído, y era la primera vez en meses que su hermano visitaba la casa del árbol. Algo pasaba. Pedro se echó a un lado y le dejó pasar.


—Necesito hablar contigo. Es sobre anoche.


—¿Quieres un café? —preguntó Pedro mientras regresaba a la cocina a por su taza.


—No. Aunque una cerveza para la resaca no me iría mal.


Pedro abrió la nevera para sacar una cerveza y después miró el reloj del microondas. Apenas eran las nueve de la mañana. Frunció el ceño, pero le pasó la botella a su hermano de todos modos antes de que salieran al balcón.


—Escúpelo —le dijo a Julián.


—Se trata de Paula…


—¿Qué le pasa?


—Yo… —Julián maldijo en voz baja y se sentó en el asiento más cercano antes de dar un trago a la cerveza—. Intenté ligar con ella. Estaba borracho. No pensaba.


Pedro optó por el silencio como respuesta. Si hablaba, diría demasiadas cosas. Así que Julián continuó.


—Estaba despampanante, Pedro. Coqueteaba con todos. Incluido tú.


—¿Qué hiciste exactamente?


—¿De verdad no te lo ha contado?


—No. ¿Esperabas que lo hiciera?


—Seguro que está esperando su momento.


—Yo creo que no. Le gusta librar sus propias batallas.


—Dímelo a mí. Casi me rompió el hombro cuando la toqué.


—¿Por qué me lo estás contando?


Julian suspiró y agitó las manos dramáticamente.


—Por las leyes de acoso. Ella es nuestra empleada.


—¿Entonces no deberías estar disculpándote con ella ahora mismo en vez de estar confesándome a mí tus pecados? —sugirió Pedro. Pero entonces se arrepintió. No. No quería que Julián se acercase a Paula.


—Es una mujer —respondió su hermano—. Encontrará alguna manera insidiosa de vengarse. Les dirá a todas las chicas del distrito que no se acerquen a mí. Pondrá sal en el azucarero. Comenzará a hacer circular rumores.


—Aún sigues teniendo dieciséis años, ¿verdad?


—Le doy dos días antes de que empiece a ponerlos a todos en mi contra.


Pedro estiró el brazo y le confiscó la botella de cerveza.


—Estás paranoico. No bebas durante el día. Si anoche intentaste ligar con ella, entonces tendrás que afrontar las consecuencias, aunque eso signifique beberte el café con sal. —Julián se puso en pie para irse, pero en la puerta Pedro lo detuvo.


—Por cierto, Julian. Vuelve a tocarla y yo haré algo mucho peor que romperte el hombro.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 48

 


Los últimos quince minutos explicaban muchas cosas. Era lógico que Pedro se hubiera aislado después de un incidente como el que había vivido en el ejército.


Pensó en su padre y en las cosas que habría visto durante su servicio, y cómo eso podía afectar a un hombre.


Debía de requerir mucha fuerza hacer las cosas que les pedían. ¿Su padre habría hecho algo de eso? Pensó en que no había arma suficientemente poderosa en el mundo capaz de combatir la infección que había matado a su madre, y en cómo se habría sentido el coronel por no poder hacer nada, y lo que habría pensado del bebé cuyo nacimiento había provocado la infección mortal.


El coronel tuvo que abandonar el servicio para cuidar de una niña huérfana de madre y después de eso solo le dieron papeles administrativos y de entrenamiento pasivo. Aquello no cambiaba la tristeza que ella había experimentado durante su infancia, pero le hacía comprender, aunque fuera un poco, lo que debía de haber sido la vida para el coronel veintiséis años atrás.


Y por qué tal vez la hubiera visto como al enemigo durante toda su vida.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 47


—Ellos lo consideran una especie de compensación. O eso o no querían a un soldado de élite suelto y llamando la atención. En cualquier caso, me dieron la baja médica hasta que concluya mi tiempo, entonces levantarán los cargos honorablemente. Todo ha acabado.


—¿Pero no para ti?


—Esa unidad era mi familia, Paula. Habría muerto por cualquiera de ellos y casi lo hice, varias veces. Así que ser entregado por los hombres por los que habría recibido un balazo… Que pusieran mi valor y mi honor en entredicho…


—¿El teniente sigue en la cárcel?


—Sí —contestó él mientras ponía el coche en marcha—. No verá la luz hasta dentro de diez años.


—Bien. Lo merece.


—Tal vez los dos lo merezcamos.


—Te culpas a ti mismo por el chico que murió.


—Podría haber sido Lisandro. Era un simple niño antes de que comenzara el conflicto. El único que quedaba para defender a su madre y a sus hermanas. Estaba aterrorizado.


—Tú no lo mataste.


—Tampoco lo salvé.


—No puedes responsabilizarte de cada niño. De cada pérdida.


—Una vez estuve a punto de matar a Julián —continuó él—. En el embalse que hay cerca de tu casa. Se suponía que tenía que vigilarlo. Estaba alardeando frente a unas chicas de la zona cuyos padres estaban de visita en mi casa. Eran chicas mayores. Chicas guapas.


—¿Tuvo problemas en el agua?


—Estaba ahogándose. Yo no me di cuenta durante casi un minuto. Una de las chicas era socorrista en la ciudad durante las vacaciones de verano. Hizo que volviera en sí después de que yo lo sacara del agua. Tenía solo cinco años.


Lo cual significaba que Pedro tenía trece. Aún un niño. Demasiado joven para cargar con esa culpa.


—Mencionaste que se lo debías.


—Se desarrolló despacio después de eso. Durante años pareció que nunca sería capaz de aprender como los demás. El hombre con el que mi madre se fue a Estados Unidos era el especialista en desarrollo de Julián.


—Ahora parece bastante normal —dijo Paula, y suprimió el recuerdo del desagradable brillo en la mirada de Julián durante el baile—. Si consiguió un puesto en un hotel importante, Julian no habrá tenido muchas secuelas.


—Pura suerte. Y habilidad por parte de Ricardo López, mi padrastro. Podría haber sido muy distinto.


—La verdad es que no habla mucho de eso —dijo Paula—. De su trabajo en Estados Unidos.


—Déjalo, Paula. Deja de buscar misterios donde no los hay.


—Solo siento curiosidad —porque el hotel Joliet Grosvenor no tenía constancia de que allí hubiese trabajado ningún Julian Lopez. Ni Julian Alfonso. Y ahí era donde Simone había dicho que había trabajado—. Me gustaría saber más sobre cómo dirigen los grandes hoteles de Estados Unidos.


—Entonces pregúntaselo a él.


—Puede que lo haga.





martes, 23 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 46

 

Finalmente llegó a su coche, prácticamente agotada. Pedro se puso frente a ella y vio las lágrimas acumulándose en sus ojos.


—¿Has terminado ya de imitar a Xena, la princesa guerrera?


—Si no hubieras estado aquí, tendría que haber llegado al coche yo sola. ¿Por qué iba a hacerlo de otro modo solo porque estés aquí?


—Si yo no hubiera estado aquí, no habrías salido a airearte.


Era cierto. Paula se sentó en el asiento del copiloto y levantó la pierna dañada con cuidado.


—¿Te importa conducir?


Su expresión fue respuesta suficiente.


Salieron del pueblo en absoluto silencio; sin ni siquiera el sonido de la radio para aliviar la tensión. Fijó la mirada en la oscuridad de fuera e intentó ignorar el enfado de Pedro.


Mientras avanzaban, Paula repasó mentalmente el beso en la puerta, revivió sus sentimientos. El poder y la seguridad de Pedro. El ancho de sus hombros. Su pelo corto. El modo en que la había protegido con su cuerpo de las miradas curiosas. Ella había respondido a todas las partes de él que eran típicamente militares.


De pronto se dio cuenta de que no había huido de esa parte de él, sino que había corrido hacia ella. Incluso con tacones. Su parte militar le resultaba atractiva de un modo primario.


—La última vez que me acosté con alguien me quedé embarazada — dijo tras tomar aliento.


—¿Perdón?


—También fue la primera vez que me acostaba con alguien. Lo que significa que ésa es la única vez que me he acostado con alguien.


—¿Has tenido solo una experiencia sexual en tu vida y te quedaste embarazada?


—Supongo que yo soy la razón por la que advierten a las jóvenes sobre la primera vez.


Pedro dio un frenazo, detuvo el coche en el arcén y la miró.


Ella le devolvió la mirada hasta que no pudo aguantar más.


—Durante dos años lo único que hice fue sobrevivir a mi padre y proteger a mi bebé. Después de eso, tenía un niño al que criar y comida que conseguir. Para cuando Lisandro empezó a ir a la escuela, yo ya me había olvidado de… los asuntos románticos.


—¿Solo una vez?


—¿Podemos pasar por alto ese tema, por favor?


—Prácticamente eres virgen.


—La verdad es que no cuento esa primera vez en absoluto. Así que sí.


—¿Por qué no cuenta?


—No estaba muy… implicada.


—¿Te forzó?


Ella negó con la cabeza.


—Quería rebelarme contra mi padre. El tío con el que me acosté solo fue el arma que elegí. Pero también elegí no participar… activamente —no podía. Por eso tenía veintiséis años y nunca la habían besado de manera apropiada. Y mucho menos con amor—. Obviamente no planeaba… No me di cuenta de que me quedaría embarazada.


Pedro profirió una obscenidad en voz baja.


—No me juzgues, Pedro.


—¿Juzgarte? Prácticamente eres virgen, Paula, y he estado a punto de poseerte contra una pared en un callejón. ¿Cómo crees que me hace sentir eso?


—Tampoco te juzgues a ti mismo. Solo quería que comprendieses por qué me he marchado de esa forma. Ha sido grosero y lo siento.


—No pareces sentirlo. Parece que estás enfadada.


—Si sigues provocándome, me enfadaré. Solo quería que supieras por qué me he ido.


—Supuse que era por todo el asunto militar.


—Yo también lo supuse, al principio.


—¿Pero ahora ya no?


—Aún me molesta, Pedro. Mentiría si dijera que no. Pero me doy cuenta de que es una gran parte de ti.


Pasaron segundos en silencio. Paula se quedó mirándose las manos.


Hasta que finalmente él habló.


—Voy a la ciudad. Unas cuatro veces al año…


Paula levantó la cabeza y lo miró. ¿Por fin iba a compartir algo con ella?


—… para reunirme con una mujer llamada Adriana Lucas. La doctora Adriana Lucas de las Fuerzas Especiales. Mi baja tiene como condición que la visite regularmente.


—¿Visitarla?


—Es psiquiatra, Paula. Ella me trata.


—¿Por qué estás de baja?


—Lo llaman baja médica. Yo lo llamo baja como último recurso. Era eso o abandonar el ejército por completo. Ellos querían que me quedara.


—¿Pero tú no querías?


Silencio.


—¿Qué ocurrió?


—Éramos uno de los escuadrones de élite de Australia. Significaba que nos destinaban a conflictos de todo el mundo. Veíamos cosas que nadie debería ver. Al final te acostumbras a ver esas cosas. Y a hacerlas.


Paula estiró la mano hacia él hasta rozarle el muslo con el meñique.


—Un día vi algo a lo que no pude acostumbrarme. Un miembro de mi patrulla hizo algo que… —negó con la cabeza y tomó aliento—. Un niño, no mucho mayor que Lisandro. Fue inaceptable. Se suponía que debíamos ayudar a la gente. Solo íbamos dos de reconocimiento. El teniente y yo. No quería reprobar a un mayor, a un amigo, pero no sabía qué hacer. Hablé con el teniente sobre el tema. Fue algo tenso. Parecía arrepentido, dijo que agradecía que hubiese acudido directamente a él, que lo hubiese llevado con discreción. Así que me dio un fin de semana de permiso. Pasé los dos días borracho en el desierto, intentando borrar de mi mente lo que había visto. Cuando regresé a la base, mi superior me echó un rapapolvo.


—¿Qué ocurrió?


—El teniente me acusó de abandonar durante la misión. Dijo que no tenía lo que hacía falta para el combate cuerpo a cuerpo. Era la palabra de mi superior contra la mía. Me vi obligado a justificarme, a decirles lo que había ocurrido con el niño, que solo estaba defendiendo a su familia con una vieja escopeta sin munición.


—Y no te creyeron —adivinó Paula.


—Había una razón por la que todos admirábamos al teniente. Era el mejor, un estratega con talento. Se encargó de socavar todo lo que yo decía. Me dibujó como un cobarde y se aseguró de que todo el pelotón se enterase.


—¿Y se creyeron eso? ¿Sobre un hombre que había ganado una condecoración al valor? —Pedro se quedó callado—. No lo desafiaste.


—Creí que podría soportarlo, vigilar al teniente, intentar que algo así volviera a ocurrir. Pero los otros miembros de mi unidad, hombres que me habían confiado sus vidas, de pronto no querían conocerme. Me enviaron solo a misiones de reconocimiento y el teniente siguió haciendo de las suyas.


—¿Cuándo te marchaste? —preguntó ella.


—Finalmente el teniente fue demasiado lejos. Lo denunciaron y todo salió a la superficie. Lo que yo había visto no era más que la punta del iceberg. Incluso ellos quedaron sorprendidos. Mi jefe se apresuró a enmendar el daño, pero ya nada se podía hacer por mí. Había empezado a sospechar de todo el mundo. No tenía fe en los hombres con los que trabajaba. No tenía fe en mí mismo. Empecé a creer que… —fuera lo que fuera lo que iba a decir, no pudo terminar la frase. Parecía consternado—. Pasé el resto de aquel año borracho cuando no estaba en una misión. Era la única manera de poder dormir por las noches.


—¿Así que pediste la baja?