martes, 1 de junio de 2021

EL TRATO: CAPÍTULO 60

 


Volvieron a la casa en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos, en lo que había pasado esa mañana, pero ella sentía que el humor de Pedro no era tan jubiloso como el suyo propio. Parecía demasiado tranquilo y cerrado. Debería de estar feliz y contento, tanto como ella. Todo había terminado. Con esa fusión, los Alfonso podrían comprarle sus acciones y éstas no estarían ya más entre los dos. Carmichael ya no sería nunca más un enemigo. Todos eran libres.


A Paula le hubiera sorprendido el saber que los pensamientos de Pedro eran casi los mismos; pero su interpretación era levemente diferente. Eran libres, de acuerdo, pero ¿para hacer qué? ¿Qué haría ella ahora? ¿Quedarse? ¿O marcharse? Ahora se podía permitir mantener a Mateo por sí misma. No había nada que la mantuviera con él, excepto, quizás, su amor por él.


Entraron en la casa y se dirigieron directamente a sus habitaciones. Pedro se puso a juguetear con las llaves mientras Paula dejaba la chaqueta sobre una silla. Lo miró. Parecía nervioso, preocupado. Se le acercó y le tomó de la mano.


Pedro se rió nerviosamente.


—¿Sabes algo? Tengo la cabeza flotando ahora mismo. Esta mañana he hecho algo que iba contra todo en lo que creía. Luego tú sacaste esa carta y casi me muero. ¡Mi propio padre era el espía! ¡Qué suyo era eso! Todo entonces cobró sentido. Él siempre estaba tomando decisiones por nosotros. ¿Por qué no vimos lo que estaba haciendo con Darío? ¿Por qué no lo supimos?


—Porque estabais ciegos…


—Por los celos. Continúa, dilo. Es cierto. Todos estábamos celosos por cómo trataba papá a Darío. Era como si alguien estuviera usurpándonos su atención y amor. Es por eso por lo que yo me porté como un bastardo con Darío cuando éramos jóvenes. Ahora lo sé.


—No te culpes, Pedro. Tú no podías saber lo que estaba haciendo tu padre. Y, bajo esas circunstancias, el echarle la culpa a Darío no estaba muy descaminado.


Él se pasó una mano por el cabello.


—Lo sé, lo sé. Pero eso no me hace sentirme mejor. Me siento como una anguila. ¿Qué pensará de nosotros Dario?


—Él hizo las paces con todos vosotros hace ya años. Él ya tiene lo que quería.


—¿Y tú? —le preguntó él—. ¿Tienes lo que quieres, Paula?


—No lo sé.


—Bueno, ya tienes tu dinero. Eso es un principio.


—Es cierto. Me resulta todo más fácil al saber que puedo ocuparme de Mateo.


—Entonces ¿ahora qué? ¿Qué va a pasar con nosotros?


—Bueno, supongo que vamos a tener que decidir lo que queremos. Si queremos seguir casados y todo eso —le dijo ella mirándole a los ojos—. Esto es, si es que me quieres.


Pedro la tomó en sus brazos y enterró el rostro en su cabello.


—¡Oh, querida! Eso es lo único de lo que he estado seguro siempre. Nada me parece más importante que eso… no sé por qué.


—¿Ah, no? Yo sí lo sé —le dijo ella poniéndose de puntillas y rozando levemente sus labios con los de él—. Porque me amas —susurró—, y porque yo te amo a ti.




EL TRATO: CAPÍTULO 59

 

Pedro los observó un poco incómodo; sus sentimientos todavía no estaban muy claros. Sabía que una rivalidad de toda la vida no se iba a transformar en amistad en cuestión de minutos. Y, a pesar de que su lado racional ahora aceptaba a Darío más como un amigo que como un rival, no podía evitar que se le revolviera un poco el estómago al ver a su esposa en brazos de ese hombre.


Mientras los miraba, un hecho irrefutable se le pasó por la cabeza. Sin ese trato que les había presentado Dario, Paula y él nunca hubieran podido estar casados realmente. Una sonrisa le cruzó el rostro. Suponía que, después de todo, también tenía un montón de cosas que agradecerle a Dario Carmichael.


Pedro se puso de pie mientras Darío se separaba de Paula. Los dos hombres se estuvieron mirando a los ojos durante un largo instante, en silencio. Pedro extendió su mano y Darío se apresuró a estrechársela.


—Lo siento —le dijo Pedro—. Lo siento por muchas cosas a lo largo de los años, pero, más que nada, por esto —le dijo señalándole la nota—. Puede que tarde mucho tiempo en poder considerarme tu amigo, Darío, pero me gustaría intentarlo si me dejas.


Dario sonrió de oreja a oreja.


—Disculpa aceptada. Creo que ahora Roberto nos debe de estar mirando y sonriendo.


—Yo también lo creo. Pero, vas a tener que permitirme que te invite a unas copas, a cenar, o a algo; sé que tenemos un montón de cosas de qué hablar.


—Tengo una idea —intervino Paula—. ¿Por qué no invitamos a Darío a cenar a la casa de la ciudad y yo cocinaré?


—¿Tú sabes cocinar? —le preguntó Pedro.


Paula se encogió de hombros.


—Siempre se puede encargar la cena.


—¡Hecho! —dijo Darío, riéndose y dándole una palmada en la espalda a Pedro.


Eduardo se les acercó y también se dieron las manos.


—Tú y yo tenemos muchas cosas de qué hablar. ¿Qué tal si nos vamos a mi despacho ahora y hacemos una reunión?


Paula se rió en alto cuando Darío gruñó. Suponía que había oído algo acerca de las infames reuniones de Eduardo.


—De acuerdo, Edu —dijo Darío—. Pero yo hago una pausa para comer.


Paula y Pedro los vieron desaparecer hacia el salón. Pedro hizo que ella le mirara.


—¿Nos podemos ir ahora a casa? —le dijo—. Creo que nosotros también tenemos un montón de cosas de qué hablar.


—Sí. Creo que podemos.




EL TRATO: CAPÍTULO 58

 


Los tres hermanos se miraron entre sí, los dolorosos recuerdos afloraron a la superficie y una oleada de comprensión reemplazó la hostilidad que sentían desde hacía tanto tiempo.


Eduardo estudió el papel, sujetándolo como si fuera una reliquia de su padre, al que tanto había amado y respetado.


—¿Por qué no nos lo dijo?


—Creo que él quería que pareciera un simple trato de negocios, sin que se viera ningún favoritismo por su parte hacia Darío —le dijo Paula—. Quería a Darío como si fuera un hijo y, para vuestro padre, traer a Darío a la compañía completaría el círculo. También quería salvar la cara con vosotros. Hacía tanto tiempo que estaba diciendo eso de que la compañía era sólo para la familia que se vio atrapado. Quería que Darío estuviera en el consejo de administración, pero su orgullo le impedía admitirlo. Así que la fusión con Bradford era su forma de hacerlo parecer como un buen negocio sin que se necesitaran más explicaciones.


Eduardo se quedó mirándola por un momento, sumido en sus pensamientos, luego asintió ante la sabiduría que había en sus palabras.


—Supongo que le debemos al señor Carmichael una disculpa muy larga —dijo suavemente—. Todos nosotros. Y tú, jovencita, lo que has hecho hoy ha sido algo muy valiente. Creo que también voy a tener que cambiar de forma de pensar con respecto a ti —le dijo tomándola de la mano y sonriendo.


Paula le devolvió la sonrisa y le apretó la mano.


—Eso me gusta, Eduardo.


Brian se le acercó desde el otro lado de la mesa y la abrazó.


—¡Eres sorprendente! ¿Por qué no me dijiste nada de la nota?


—No supe lo que decía hasta la otra noche. Y le prometí a Darío que no la utilizaría a no ser que fuera absolutamente necesario. La reacción de Eduardo lo ha justificado ¿no crees?


Brian se rió.


—Sí, creo que se le podría llamar muy bien una necesidad —luego se dirigió a sus hermanos—. Si no me necesitáis más, tengo que irme corriendo.


—Vete —le dijo Eduardo amontonando las carpetas.


Pedro se acercó a Paula.


—Has ganado —le dijo con una evidente mezcla de emociones en la voz.


—Todos lo hemos hecho —le dijo ella y, en voz más baja añadió—: Gracias.


La puerta se abrió y apareció la cabeza de la secretaria.


—Perdón —les dijo—. Aquí hay alguien que quiere verlos.


La puerta se abrió de par en par y Darío Carmichael apareció en el umbral.


—¡Dario! —dijo Paula casi echando a correr hacia él. Él abrió los brazos y la abrazó.


—Espero que no te importe. Tenía que venir. ¡No podía esperar una llamada telefónica!


—¡Lo logramos! —le dijo ella sonriendo ampliamente.


—Ya lo sé. Brian me lo ha contado todo cuando salía. ¡Eres una chica fantástica! —le dijo él volviendo a abrazarla.




lunes, 31 de mayo de 2021

EL TRATO: CAPÍTULO 57

 


Paula dio un salto en su silla, recorrida por una mezcla de emociones; orgullo por la capacidad de Pedro de sobreponerse a sus prejuicios y gratitud por su apoyo frente a su hermano… además de amor, un completo amor por ese hombre que era realmente su compañero, su amigo, su marido.


Sus miradas se encontraron, comunicándose el millón de cosas que no se podían decir en voz alta, diciéndose lo único que nunca antes se habían dicho: «Te amo».


—Así que estoy en minoría ¿no? —dijo Eduardo mientras el color le volvía a su tono normal—. ¡No me lo puedo creer! ¡Mi propia sangre en contra mía junto a un hombre que fue el instrumento de la muerte de nuestro padre, un hombre que nos ha espiado, robado…


—Él no ha hecho nada de eso —dijo Paula.


—Paula, no me digas lo que ha hecho o dejado de hacer. Tú no estabas aquí para saberlo, para ver…


—Y no tenía por qué estar aquí para saber la verdad —dijo ella volviéndose hacia Pedro—. ¿Te acuerdas de lo que pasó entre Mateo y yo? ¿Cómo yo no le conté la verdad acerca de nuestro estado económico y los desastrosos resultados que tuvo?


Pedro asintió, sin ver qué tenía que ver una cosa con la otra.


—¿Te acuerdas de cómo me sentí cuando tu interviniste a mis espaldas, tratando de ayudarme? ¿Y de lo que hablamos luego? Decidimos que estaba mal actuar a espaldas de alguien a quien se ama, estaba mal pensar por él, incluso si era por su propio bien —ella respiró profundamente y los miró a cada uno por turno—, bueno, pues eso es lo que ha pasado aquí.


—Sé lo que estás haciendo pero ¿qué tiene que ver con lo que pasa entre Carmichael y nosotros? —le preguntó Pedro.


Paula sacó entonces un sobre. El mismo que le había dado Dario la noche de la fiesta. Su seguro. Ya que Pedro había aceptado el plan, ella sabía que la batalla estaba ganada, pero estaba segura de que Darío no se iba a enfadar si ella les enseñaba ahora la carta que contenía.


—¿Qué es eso, Paula? —le preguntó Pedro.


Ella le pasó el sobre y se lo quedó mirando mientras él leía la corta nota, escrita a mano. Su rostro pareció reflejar el aturdimiento que lo embargó, también aceptación y un poco de remordimientos.


—¿Por qué Darío no nos ha enseñado esto antes?


—Le había dado su palabra a vuestro padre. Era importante para él mantener esa promesa.


—¿Qué es eso? —preguntó Brian—. ¿Qué dice?


Pedro suspiró.


—Es una carta de papá.


Eduardo dio un salto en su silla.


—¿Qué? ¡No puede ser!


—Lo es, Edu. Reconozco su letra. Voy a leerla.


Dario:

Ya casi está todo. Lo has hecho muy bien con la oferta, exactamente como te dije. Tan pronto como se haya hecho ya todo el papeleo tendremos la pelota en movimiento para el plan B, fusionar las dos compañías. Los chicos no lo saben, por supuesto, pero es mejor así… menos problemas y todo eso. Pronto, chico, estaremos todos juntos. Estate seguro de que eso es lo que siempre he querido. Hablaremos la semana que viene.


—Está firmada —dijo Pedro pasándole la nota a Eduardo—. Lleva la fecha de dos días antes de que muriera.




EL TRATO: CAPÍTULO 56

 


Observó a su hermano mayor. Paula lo estaba haciendo muy bien. Tenía a Eduardo haciéndosele la boca agua ante la perspectiva que le estaba presentando. El hecho de verse como presidente de una compañía gigante de la industria era demasiado tentador, incluso para Eduardo con su fuerte sentimiento de que la compañía era sólo para la familia como para resistirlo. De todas formas, era sólo cuestión de tiempo el que se mencionara el nombre de Carmichael y entonces, lo sabía, Eduardo podía explotar.


—Así que ya ves, Eduardo. Ésta es una oportunidad entre un millón, una que no va a volver a presentarse, estoy segura. ¿Qué me decís?


Eduardo levantó la mirada de los papeles que tenía delante.


—Tendría que ser un idiota para decir que no estoy interesado, Paula. Incluso mi padre, que nunca quiso extraños en la compañía, podría ver seriamente esta oferta. Pero todavía no tengo muy clara la fusión. Los datos están todos aquí, pero ¿de qué compañía estamos hablando? No veo que se mencione su nombre por ninguna parte.


Paula sintió cómo el sudor le corría por el escote. La hora de la verdad había llegado. Miró a Brian y se dio cuenta del leve gesto de asentimiento que le hizo con la cabeza. Tomó el siguiente montón de folios y los fue pasando a todos.


—Esto responderá a todas tus preguntas, Eduardo.


Eduardo se puso a leer la primera página y todo el mundo contuvo la respiración cuando su redondo rostro se puso blanco, luego de un rojo brillante desde el cuello hasta el cabello. De repente el cuello de su camisa pareció quedarle más pequeño. Paula se quedó helada cuando él empezó a despotricar.


—¿Br… Bradford Ltd? ¡Dios! ¡Dario Carmichael! ¡No me puedo creer que hayas hecho esto! ¿Tienes idea de lo que este hombre nos ha podido hacer?


—Tráigale un vaso de agua a Edu, por favor —le dijo Pedro a la secretaria.


La mujer salió rápidamente de la habitación mientras Edu los apuntaba a todos con un dedo acusador.


—¿Todos vosotros lo sabíais? —dijo dándole un puñetazo a la mesa—. ¿No es así?


—Cálmate —le dijo Brian—. No dejes que tus emociones se sobrepongan a tu buen sentido. Mira los hechos. Hace dos minutos, estabas diciendo que era un buen trato y estabas a punto de morder el anzuelo. Pues bien, el trato no ha cambiado.


—¡Oh, sí, sí lo ha hecho! —rugió Eduardo—. Supongo que te has olvidado de lo que él ha hecho ahora que estás tan deseoso de hacer negocios con él. ¿No es así, Brian? ¡Estás con ella en esto! ¡Bueno, pues yo no! ¡No quiero hacer negocios con un ladrón y un truhán!


—Dario Carmichael no es nada de eso —dijo Paula.


—¡Tú no sabes nada de esto, jovencita! ¡Todo lo que has hecho ha sido causarme problemas a mí y a mi familia! ¿Cómo te atreves a defender a ese hombre?


—Tómatelo con calma, Eduardo —le dijo Pedro indicándole el vaso de agua que tenía delante—. Bebe un poco, antes de que te dé algo.


Eduardo le hizo caso y le dio un trago al agua, mirando a sus hermanos y a Paula por encima del borde del vaso.


—¿Y de qué lado estás tú, Pedro?


Todas las miradas se volvieron hacia Pedro. Él sintió más que ninguna la de Paula. Respiró profundamente y rezó porque lo que iba a hacer estuviera bien.


—Es un buen trato, Edu. Necesitamos el dinero. Y, tenías razón, hasta papá estaría de acuerdo en esto. Creo que deberíamos aceptarlo.



EL TRATO: CAPÍTULO 55

 


El lunes llegó demasiado pronto, por lo menos para Paula. Miró el reloj. Era casi la hora de empezar la reunión. Juntó todas las notas que había tomado y se las puso delante. Pedro se había ido a trabajar muy temprano por la mañana para una reunión especial con Eduardo, de modo que ella se fue a la oficina con Brian. Agradecía ese descanso, ya que con los nervios que tenía, no hubiera podido enfrentarse ni por un momento con Pedro. Había practicado con Brian la presentación de la propuesta y él le había ayudado extraordinariamente coordinando la reunión y revisando la propuesta. Todo estaba listo… tan listo como era posible.


Paula respiró profundamente y se puso de pie cuando Brian asomó la cabeza por la puerta.


—¿Todo listo? —le preguntó.


—Sí —le contestó ella—. ¿Pedro y Eduardo están de acuerdo?


—No hay problema. Les he dicho que tenemos que hacer una reunión imprevista para que tú presentes algo. Probablemente pensarán que es algo referente al personal de la oficina.


Paula hizo girar los ojos en sus órbitas.


—¡No voy a poder hacerlo!


—Deja de preocuparte. Lo harás bien. Estás bien preparada. Como te dije antes, el truco consiste en convencer a Eduardo «antes» de que menciones a Bradford. No se trata sólo de dinero; Edu va más por el prestigio. Si nos ganamos a Edu, no importará lo que haga Pedro. Ellos dos controlan la mayoría de las acciones, pero si no los podemos convencer, ya nos podemos ir buscando un refugio.


—Ya lo sé.


Ella tomó sus papeles y salió del despacho con Brian a su lado. Se detuvo en la puerta de la sala de juntas y le puso una mano en el brazo.


—Es un buen trato ¿no es así, Brian?


—Lo es. Me gustas, Paula, pero no estaría a tu lado si esto no fuera bueno para la compañía —le dijo él apretándole el brazo.


Paula abrió la puerta y entró en la habitación. Eduardo, Pedro y una secretaria ya estaban allí, sentados alrededor de una mesa rectangular. Brian se sentó delante de Paula y le hizo una señal de ánimo. Eduardo presidía la mesa con la secretaria preparada para tomar notas a su derecha. Pedro estaba sentado al otro extremo, con un cuaderno y un lápiz delante suyo; parecía abstraído dibujando figuritas. Levantó la mirada rápidamente y se encontró con la mirada de Paula. Ella le sonrió dudosamente, pero él le devolvió sólo una mueca.


Pedro se levantó de la mesa y se acercó a ella. Se inclinó y ella levantó el rostro. Por un momento, ella pensó que iba a besarla, antes de darse cuenta de lo fuera de lugar que estaría eso en el sitio donde se hallaban. En vez de eso, le susurró al oído:

—¿De qué se trata todo esto?


—Me… me han hecho una propuesta de negocios. Creí que era adecuado convocar una reunión.


—¿Quién te la ha hecho? —le preguntó él.


No tuvo tiempo de contestar porque Eduardo los llamó al orden. Pedro la miró confundido y se volvió a su asiento de mala gana. Eduardo hizo algunas puntualizaciones que consideraba necesarias y, poco después, le preguntó a Paula.


—Ahora ¿a qué demonios se debe todo esto, Paula? ¿Para qué ha tenido que ser convocada la reunión del consejo de administración?


—Quería hablaros a todos juntos acerca de una propuesta que me han presentado para la «Alfonso Corporation».


—¿Y no podríamos hablar de esto en casa, a la hora de cenar?


—No. Necesitaba algo más oficial y, dentro de un momento veréis la razón —les dijo, respirando profundamente y poniéndose de pie—. Caballeros, tengo una proposición de un tercero que desea hacer una inversión muy sustancial en «Alfonso Corporation».


Eduardo miró a Pedro.


—Esto puede tener algo que ver con esos rumores que oí en la fiesta el sábado pasado. Tal vez ahora podamos llegar al fondo de la cuestión.


Pedro sólo asintió como respuesta, mirando con curiosidad a Paula, mirada que ella procuró no ver mientras continuaba:

—Aquí tenéis copias de la propuesta escrita, que me gustaría fuerais leyendo mientras yo voy a los puntos más importantes —les dijo pasándoles unos folios.


—Somos una compañía familiar, Paula. Ya sabes eso. No tenemos interés en terceros inversores. De todas formas ¿quién es esa persona?—le preguntó Eduardo.


Paula le pasó unos folios e ignoró su pregunta.


—Como podéis ver los números que se expresan, estamos hablando de una gran cantidad de capital —dijo ella, dándose cuenta de la mirada de Brian y cambiando de táctica—. Aceptar esta oferta puede significar que, virtualmente, se doblen los activos de Alfonso, transformándola en una de las mayores compañías de la industria.


Eduardo estudió la primera página.


—Muy impresionante —dijo mientras leía su contenido—. Es una oferta muy interesante y lucrativa. De todas formas, siento curiosidad de saber por qué no se han puesto en contacto conmigo, Pedro o Brian. ¿Por qué han ido a ti, Paula?


—Era la más accesible.


Pedro sonrió, dejando caer la cara sobre el pecho, de forma que nadie lo pudiera ver. Desde el primer momento en que vio la propuesta, se había dado cuenta de quién estaba detrás. La mano de Darío Carmichael le resultaba tan familiar como la suya propia. Había sentido cómo la ira le borboteaba bajo la superficie y estaba a punto de explotar y decírselo, cuando se contuvo y se lo pensó mejor. Quería saber cómo intentaba ella seguir con eso.


Eso sí, tenía que concedérselo, la propuesta era profesional, detallada y muy ajustada a la situación real de la empresa. Se estremeció al pensar en cómo ella o Dario podían estar tan bien informados de sus finanzas.


Paula estaba jugando con su hermano hábilmente. No podía evitar que parte de él estuviera orgulloso de ella. Tenía que admitir que tenía agallas suficientes como para enfrentarse con todos ellos en esto. Su hermano era un duro e inteligente hombre de negocios, pero ella estaba haciendo con él lo que quería. Sus datos eran claros, concisos y puntuales.


También se dio cuenta de algo más, mientras escuchaba atentamente cómo ella le vendía el producto a Eduardo. Tenía razón. Era una oferta sólida y podía ser buena para la compañía. Se obligó a sí mismo a leer los folios que tenía delante. Eso tenía sentido. Podría resolver muchos de sus problemas tanto a corto como a largo plazo. Aún más, se parecía extraordinariamente al plan original de su padre. La entrada de dinero podría permitirles llevar a cabo programas que llevaban años siendo sólo teorías. Estarían locos de no aceptar aquello.


Si no estuviera mezclado Dario Carmichael…


Necesitaba pensar seriamente en eso. ¿Y qué pasaría si realmente Darío no hubiera tenido nada que ver con la muerte de su padre? ¿Era él el que estaba actuando mal al no perdonarlo? ¿Es que simplemente era un cabezota? Deseaba con toda su alma que nunca se hubiera producido esa confrontación.


Pero eso ya no tenía sentido. Pedro necesitaba aclararse la mente y, rápidamente, para ver si le daba a Darío el beneficio de la duda y apoyar en esto a Paula. No importaba lo buena que fuera su presentación, ya que sabía que, una vez que Eduardo supiera que el autor de la propuesta era Darío, se acabaría el juego. Ella lo necesitaba a su lado o se caería con todo el equipo





domingo, 30 de mayo de 2021

EL TRATO: CAPÍTULO 54

 


Eduardo se marchó y Pedro se volvió hacia Paula, llevándola de nuevo a la pista de baile.


—Me pregunto a qué viene esto. Aunque sería como un don de Dios si fuera cierto.


Paula se encogió de hombros y dejó de bailar.


—¿Qué has dicho?


Él la miró fijamente.


—Entre tú y yo, querida —susurró—. Necesitamos ese dinero.


Paula sonrió ampliamente.


—¿Crees que es divertido? —le preguntó Pedro sorprendido por su reacción.


—¡No! ¡Por supuesto que no! —le contestó ella con demasiada solemnidad.


La música dejó de sonar y ellos salieron de la pista de baile. Paula estaba sorprendida por la reacción de Pedro ante el rumor. Su plan estaba funcionando. Eduardo correteaba de grupo en grupo, buscando información. Vio cómo le brillaban los ojos de interés y sabía que se lo había metido en el bolsillo. Tal vez tuviera realmente una oportunidad.


Dario Carmichael entró en el local. Paula sintió cómo Pedro se ponía tenso y lo miró. Luego siguió su mirada hasta el hombre que se les acercaba. Pedro se dio media vuelta y se alejó en la otra dirección.


Pedro, por favor… —le dijo Paula tratando de detenerlo—. Esto es algo infantil. ¿Es que no podemos ni siquiera ser civilizados con él?


—Adelante, Paula, sé lo civilizada que quieras. De todas formas, estoy seguro de que lo vas a ser —le dijo él marchándose.


Paula suspiró y dejó caer los hombros. Por algunos minutos, pensó que Pedro debería de haberse quedado con ella…


—Hola.


Paula se dio la vuelta y miró a Darío con aire de preocupación.


—Hola, Dario.


—No deje que eso la preocupe —le dijo él señalándole a Pedro.


—¡No sé cómo puede usted soportarlo!


Dario se rió.


—¡Oh! Estoy acostumbrado. Pero tengo fe en usted. Usted va a cambiar todo esto.


—No se fíe tanto de mí. ¡No tengo ni la más remota idea de lo que estoy haciendo!


—De momento, ya ha tomado una decisión.


Paula arqueó las cejas.


—Ya he oído el rumor —le dijo él sonriendo—. ¡Está muy bien! ¿A quién se lo ha comentado?


—A Sara Wooley.


—¡Ja! ¡Eso es mejor que decirlo por los altavoces! ¡Buena chica!


—Supongo que ya estoy demasiado metida en esto como para salirme ahora.


Dario la tomó de la mano.


—Convoque la reunión el lunes, antes de que cambie de opinión. Si necesita alguna ayuda, esté en contacto conmigo mañana. Y aquí tiene —le dijo, pasándole un sobre—. Léalo mañana, después de que piense cómo va a hacer la presentación de la oferta. Le recomiendo que no lo utilice a no ser que esté con la espada en la pared. Deje que el trato los convenza por sí solo. Si eso no funciona… —le dijo agitando el sobre—. Úselo.


Ella lo tomó y se lo metió en el bolso.


—¿Qué es?


—Mañana.


Ella asintió y se dio la vuelta, viendo cómo Pedro se les acercaba con cara de enfado. Se dirigió hacia él para evitar cualquier confrontación.


—Y, Paula…


Ella volvió a mirar a Dario.


—Gracias.


Paula le sonrió y le hizo una seña de ánimo levantando el pulgar. Para bien o para mal, estaba metida en el lío.