martes, 1 de junio de 2021

EL TRATO: CAPÍTULO 59

 

Pedro los observó un poco incómodo; sus sentimientos todavía no estaban muy claros. Sabía que una rivalidad de toda la vida no se iba a transformar en amistad en cuestión de minutos. Y, a pesar de que su lado racional ahora aceptaba a Darío más como un amigo que como un rival, no podía evitar que se le revolviera un poco el estómago al ver a su esposa en brazos de ese hombre.


Mientras los miraba, un hecho irrefutable se le pasó por la cabeza. Sin ese trato que les había presentado Dario, Paula y él nunca hubieran podido estar casados realmente. Una sonrisa le cruzó el rostro. Suponía que, después de todo, también tenía un montón de cosas que agradecerle a Dario Carmichael.


Pedro se puso de pie mientras Darío se separaba de Paula. Los dos hombres se estuvieron mirando a los ojos durante un largo instante, en silencio. Pedro extendió su mano y Darío se apresuró a estrechársela.


—Lo siento —le dijo Pedro—. Lo siento por muchas cosas a lo largo de los años, pero, más que nada, por esto —le dijo señalándole la nota—. Puede que tarde mucho tiempo en poder considerarme tu amigo, Darío, pero me gustaría intentarlo si me dejas.


Dario sonrió de oreja a oreja.


—Disculpa aceptada. Creo que ahora Roberto nos debe de estar mirando y sonriendo.


—Yo también lo creo. Pero, vas a tener que permitirme que te invite a unas copas, a cenar, o a algo; sé que tenemos un montón de cosas de qué hablar.


—Tengo una idea —intervino Paula—. ¿Por qué no invitamos a Darío a cenar a la casa de la ciudad y yo cocinaré?


—¿Tú sabes cocinar? —le preguntó Pedro.


Paula se encogió de hombros.


—Siempre se puede encargar la cena.


—¡Hecho! —dijo Darío, riéndose y dándole una palmada en la espalda a Pedro.


Eduardo se les acercó y también se dieron las manos.


—Tú y yo tenemos muchas cosas de qué hablar. ¿Qué tal si nos vamos a mi despacho ahora y hacemos una reunión?


Paula se rió en alto cuando Darío gruñó. Suponía que había oído algo acerca de las infames reuniones de Eduardo.


—De acuerdo, Edu —dijo Darío—. Pero yo hago una pausa para comer.


Paula y Pedro los vieron desaparecer hacia el salón. Pedro hizo que ella le mirara.


—¿Nos podemos ir ahora a casa? —le dijo—. Creo que nosotros también tenemos un montón de cosas de qué hablar.


—Sí. Creo que podemos.




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