—Hola a todo el mundo —saludó Pedro cuando entró en el comedor.
Los niños empezaron en seguida a hablar, cada uno exigiendo toda su atención para sí. Él les hizo caso mientras buscaba con la mirada a Paula.
—Te he echado de menos —le dijo al oído cuando se sentó a su lado.
Se puso colorada y miró al otro lado de la mesa, devolviendo la mueca y el guiño de complicidad a Brian. Se habían encontrado por primera vez en el jardín esa tarde y se habían caído muy bien. Todo lo que había oído acerca del menor de los hermanos era cierto… era un tipo muy simpático y divertido. No estaba mal que estuviera allí para apoyarla.
Miró a Pedro mientras éste jugueteaba con los niños. Era el centro de la atención y mientras lo miraba, una sonrisa tonta le afloró al rostro. De repente sintió la tremenda necesidad de tocarle de alguna manera, tal vez sólo la mano. Pero se contuvo. Pronto, cuando terminara la cena, podría hacer realidad sus deseos.
El día había sido eterno sin él y se había dedicado a repasar mentalmente todo lo que había sucedido en la posada. Incluso ahora le resultaba imposible olvidar su contacto, su sabor. La comida le resultaba algo mediocre en comparación. Esa noche tenía un hambre de otro tipo.
En un momento, durante la cena, sus miradas se cruzaron y el tenedor de Pedro se detuvo en medio camino cuando se percató del mensaje que ella le estaba enviando. Ella no se había dado cuenta nunca antes del poder de su sexualidad y el percatarse de ella fue a la vez estimulante y un poco estremecedor.
El sonido de su nombre la trajo de nuevo a la realidad.
—¿Paula? ¿Qué piensas de esto? ¿Te interesa? —le estaba preguntando Brian.
Ella lo miró.
—Lo… lo siento, Brian. No te he oído.
Brian sonrió.
—Estaba sugiriendo que, desde que soy el encargado de los asuntos nacionales necesitamos un nuevo administrador para la oficina. Tú has seguido algunos cursos de administración empresarial ¿no?
—Sí, pero…
—¿Y alguno de ellos no eran de administración de oficinas?
—Sí, pero…
—Entonces, propongo a la señora Paula Alfonso para el puesto de administrador de oficinas en la «Alfonso Corporation».
—¡Espera un momento, Brian! No hemos hablado nunca…
—¿De qué hay que hablar, Eduardo? Paula sería perfecta para el trabajo. Tiene los conocimientos necesarios y es miembro de la familia. Es una forma ideal de mantenerla ocupada y eso me ahorrará el tener que ponerme a entrevistar gente.
Paula miró a Brian incrédula. Eso era una sorpresa completa para ella. Se volvió para verle la cara a Pedro y saber su reacción, pero su expresión pensativa no le dijo nada.
El pensamiento de estar trabajando todos los días cerca de él la excitaba. La compañía significaba mucho para él. Tal vez si aprendía algo acerca de sus negocios podría aprender además algo acerca del hombre a la vez. Su trabajo en la universidad no supondría ningún problema, ya que ya había pedido una excedencia. ¿Qué podría haber de malo en intentar lo que le estaba sugiriendo Brian? Aunque fuera por poco tiempo.
Volvió a mirar a Pedro, tratando de averiguar lo que pensaba.
—Creo que es una buena idea —dijo Pedro, preguntándose cómo iba a poder trabajar teniéndola todo el día en la oficina—. ¿Qué piensas tú, Paula?
—No lo sé, me gustaría pensarlo.
—¿Por qué no te vienes mañana? —dijo Brian—. Así podrás ver cómo es la cosa.
—Un momento, vamos a hablar ahora mismo un poco más acerca de esto —los interrumpió Eduardo—. Hay muchas, muchas cosas de las que tenemos que discutir antes de tomar una decisión acerca…
—Déjalo, Eduardo —dijo Pedro—. Está decidido. Si es que Paula está de acuerdo puede empezar mañana mismo. Yo la llevaré a la oficina ¿de acuerdo?
—De acuerdo —le contestó ella.