Su madre la estaba mirando y sonriendo justo cuando Rafael Alfonso se les acercó, le besó la mano a ella y se la estrechó a Rhys.
No, era imposible que se estuviera imaginando todo eso.
Pero entonces, ¿cómo demonios se habían enterado…?
¡Pedro! Tenía que haber sido él. ¿Y por qué? ¿Por qué había generado una situación tan potencialmente destructiva en una noche tan importante para la galería? ¿Es que quería vengarse de las dos aun a costa del éxito de Arcángel y de semanas de duro trabajo? No. No podía creerlo. No podía pensar eso del hombre al que amaba y al que había llegado a conocer tan bien durante esas dos semanas. Tenía que haber otra razón, una razón inocente, para que los hubiera invitado deliberadamente a la exposición.
Pero entonces, ¿cómo demonios se habían enterado…?
¡Pedro! Tenía que haber sido él. ¿Y por qué? ¿Por qué había generado una situación tan potencialmente destructiva en una noche tan importante para la galería? ¿Es que quería vengarse de las dos aun a costa del éxito de Arcángel y de semanas de duro trabajo? No. No podía creerlo. No podía pensar eso del hombre al que amaba y al que había llegado a conocer tan bien durante esas dos semanas. Tenía que haber otra razón, una razón inocente, para que los hubiera invitado deliberadamente a la exposición.
–¿Paula? ¡Paula!
Se giró ante el sonido de la voz de Pedro intentando centrar la mirada a pesar de los puntos negros que veía por todas partes.
–¿Por qué? –fue lo único que alcanzó a decir antes de que esos puntos negros se unieran en un enorme agujero por el que se precipitó.
No fue consciente de caer en los brazos de Pedro, ni de los gritos de preocupación de los invitados, ni de la angustia de su madre mientras los seguía a los dos hasta el depacho