En los últimos días Paula había pasado mucho tiempo junto a Pedro. Habían entrado en una cómoda convivencia que la sorprendió. Se reían, se besaban, veían películas en el cine al aire libre, salían a bailar… eso la llevó a preguntarse si todo seguiría siendo igual cuando el viaje llegara a su fin, o si solo se trataba de una aventura vacacional.
No queriendo darle demasiadas vueltas al asunto se concentró en su manuscrito. Empezó a leer lo que tenía escrito mientras hacía apuntes en su libreta. Corrigió algunas ideas que no le gustaban y sumó algunos párrafos nuevos… tantos que ya había completado 25 mil palabras. El logro la hizo sentir emocionada.
Durante toda la semana Paula no se había puesto en contacto con Victoria, su editora. Decidió enviarle un correo electrónico aprovechando el internet inalámbrico del barco para ponerla al tanto de su progreso.
En un extenso mensaje le contó que había estado trabajando en una idea, le esbozó a grandes rasgos la trama y adelantó la cantidad de palabras que tenía escritas.
Aprovechó para agradecerle por sugerirle aquel viaje y prometió tener más noticias tan pronto como pudiera.
Paula se sorprendió de lo rápido que llegó la respuesta de la editora. Ella se mostraba entusiasmada por las noticias, la animó a seguir escribiendo y a mantenerla informada.
El consejo editorial se reunirá a finales del mes. Espero tengas algo para entonces… pero no te sientas presionada.
Solo haz tu magia.
Besos,
Vicky.
Siguió trabajando un par de horas después del intercambio de correos, cuando sus ojos empezaron a sentirse cansados. Decidió tomarse un descanso y escuchar algo de música.
En una de las paradas del barco, Pedro había comprado un disco de música romántica con ritmos caribeños. Ella no entendía las palabras, pero la cadencia de las notas la hacía suspirar. Dejó sonar una canción mientras cerraba los ojos.
Rápidamente su mente se encontró reproduciendo imágenes que calentaron su sangre y la dejaron sin aliento.
*****
Sus labios sobre ella, la ardiente y húmeda caricia de su boca en los pechos y el sutil tirón en los pezones que pareció propagarse hasta alcanzar un lugar en su vientre, le provocaron unas nuevas sensaciones: deliciosas, adictivas…
El calor de las manos de Jake, de sus labios, le enviaba unos hormigueos por todo el cuerpo, que crecieron cada vez más hasta que pareció como si una corriente de deseo la
inundara. Debería huir. Después de todo él era su enemigo… pero cuando estaba con Jake se sentía confiada y segura. En completa libertad para explorar…
Cuando él se detuvo para observaría en medio de sus jadeos entrecortados, buscando su mirada, ella lo alentó a seguir.
Con los pechos ruborizados y húmedos, calientes, hinchados, tensos y puntiagudos, ardiendo hasta límites insospechados por sus expertas atenciones, ella respiró hondo y emitió un por favor con un doloroso jadeo.
Los labios de Jake regresaron a los suyos, capturándolos en un beso profundo, sumergiendo su mente en un torbellino de sensaciones. Cuando sintió que él aminoraba la intensidad del beso y notó su mano en su rodilla desnuda, se dio cuenta de que Jake había estado distrayéndola. Sintió que la palma subía lentamente por la sensible piel del interior del muslo, acariciándola implacablemente hasta más arriba, donde se unían el muslo y la cadera. Con la punta del dedo, Jake siguió el pliegue de piel hacia su sexo. Luego subió la mano todavía más para poder seguir el pliegue del otro lado hasta el interior.
Jake rompió el beso. Ella abrió los ojos y, entre las pestañas, lo vio bajar la mirada para observar cómo le acariciaba. Jena cerró los ojos y oyó sus jadeos entrecortados mientras se balanceaba contra su mano. Su excitación crecía y en todo lo que podía pensar era en el ardiente latido de la suave carne entre sus muslos. Y en qué podría aliviarlo.
Cuando Jake deslizó los dedos más abajo y rozó su entrada, Jena sintió que el mundo se estremecía a su alrededor. Él la acarició, tanteando, explorando una y otra vez los pliegues resbaladizos e hinchados. Tocándola con dedos hábiles y expertos, hasta que ella se mordió el labio inferior para contener un gemido, hasta que, impotente, movió las caderas desasosegadamente, separando todavía más los muslos, suplicando que continuara acariciándola. Jake volvió a cubrirle los labios con los suyos y le dio lo que pedía.
Capturando sus labios hambrientos, él jugó y se burló de ella antes de volver a conquistar su boca mientras, entre sus muslos, dibujaba círculos con uno de sus largos dedos antes de introducirlo dentro. Ella se tensó ante esa intrusión, pero Jake continuó penetrándola lenta e implacablemente con el dedo, hasta que este quedó profundamente enterrado en ella.
Jake levantó la vista y miró atentamente los ojos de Jena, que arqueaba la espalda cuando él deslizaba el dedo en su cálido interior. La exploró con él y ella se movió desasosegadamente, conteniendo el aliento, tanteando con las manos basta que logró aferrarse a la parte superior de los brazos de Jake.
Ella interrumpió el beso, respiró hondo y contuvo el aire al notar que él movía la mano, buscando y acariciando con el pulgar el brote sensible que se escondía entre sus pliegues.
Jena jadeó y se tensó, pero él continuó moviendo la mano en aquella íntima caricia, sin dejar de acariciarle el tenso brote con el pulgar. Entonces, Jake retiró el dedo con el que la llenaba, sólo para volver a sumergirlo en el interior de su resbaladiza funda. Levantó la cabeza y volvió a besarla, imitando con la lengua el movimiento de su dedo, llenándole la boca con ella una y otra vez. Conduciéndola a lo alto de un pico de creciente tensión.
Cada empuje del dedo en su funda, cada apremiante caricia de su pulgar, alimentaba ese fuego y la palpitante excitación que corría por sus venas, envolviéndola en unas intensas sensaciones que la hicieron arder.
—Vamos… —murmuró él contra sus labios, interrumpiendo el beso—. Déjate llevar.
Con los ojos entrecerrados, Jake observó cómo ella se balanceaba en la cima, al borde del orgasmo. Jena tenía la piel húmeda, los labios hinchados y separados, la
respiración jadeante...
Ella luchaba contra los estremecimientos sensuales, intentando contener las oleadas de placer que él le provocaba. Jake no imaginó que volvería estar así con ella.
La extrañaba… la deseaba… No iba a descansar hasta que se rindiera a él. Hasta que lo aceptara otra vez.
Se concentró en asegurarse de que Jena alcanzaba el éxtasis, en que deseara volver a sentir aquel intenso placer.
Movió la mano y presionó más profundamente en su apretada vaina; acariciándola con firmeza, entonces, la rozó con el pulgar y ella explotó.
Jake observó el goce que atravesó los rasgos de Jena mientras sus músculos internos ceñían el dedo invasor, mientras su vientre se tensaba y palpitaba. Las oleadas de su liberación empezaron a remitir, entonces Jake retiró su mano y se alzó sobre ella. Le hizo separar los muslos y se colocó entre ellos. La miró a la cara y observó cómo se mordía el labio inferior para contener un gemido, Jake la penetró con un largo y poderoso envite, y Jena supo que perdería la batalla.
El sonido de la jadeante respiración de la joven, su profundo gemido, lo impulsó hacia adelante.
Esta vez el acto fue mucho más descarado y provocador.
Jena respondió con ansiosa lujuria a cada movimiento de Jake, quien la montaba con un salvaje abandono que les sumergía en un placer mutuo.
La llevó más allá, sumergiéndose más profunda y poderosamente en su interior, y ella respondió sin condiciones, abrazándole, reteniéndole, aferrándose a él cuando explotó, acunándole cuando se unió a su éxtasis.
*****
—¿Puedo pasar? —preguntó después de tocar la puerta.
—Entra.
Carolina atravesó el umbral y la encontró sentada en la cama, concentrada en la pantalla de su computadora portátil.
—¿Con que engañas a Pedro con ese cacharro?
Ella prefería las computadoras de escritorio, ponerse horarios y dedicarse a disfrutar cuando decían “vacaciones”.
Pero claro, ella nunca había tenido un bloqueo como el de Paula. Suponía que debía aprovechar la inspiración cuando llegara. Paula arqueó una ceja ante el intento de broma.
—No me mires con esa cara —dijo Carolina—. Solo vine a asegurarme de que estuvieras viva.
—Lo estoy.
—¿Tienes hambre? Ya casi es hora de cenar.
—En un momento… déjame terminar con esta idea.
Paula siguió tecleando frenéticamente, alternando la atención entre la computadora y la pequeña libreta negra que tenía junto a ella. Con un suspiró arqueó su espalda para estirarse, cerró la computadora y miró a su amiga con los ojos brillantes.
—Ya podemos ir a comer —anunció sonriente.
—Ah, no… no hasta que me muestres lo que sea que te ha tenido encerrada en estas cuatro paredes.
Paula volvió a abrir su computadora, activó la pantalla y se deslizó a través del documento de texto. Puso el computador en dirección a Carolina y ella se sentó para leer lo que allí estaba escrito.
Tras unos minutos que parecieron eternos ella soltó expresiones de sorpresa y halagos para la escritora.
—Por dios, chica… tú sí que sabes pervertir un inocente encuentro en un café —le guiñó el ojo—. ¿Alguna experiencia reciente?
Paula le golpeó suavemente el brazo.
—Hablo en serio… y cómo pasan del amor al odio, y de regreso. Esa pasión… —suspiró—. Cuando se dejan llevar por la pasión son dinamita pura, como Pedro y tú —se carcajeó—. Victoria va a amar esto. Le encantan este tipo de historias.
—¿Quién dijo que esto tiene que ver con Pedro?
—Tiene la etiqueta “estoy teniendo sexo fantástico” por todas partes —se burló su amiga—. Pero hay algo que me preocupa. Por cada paso que dan, retrocedes dos. No entiendo por qué le tienes miedo a lo que pasa con ustedes… Pedro no es igual que Sergio.
—Él también ha dicho eso.
—Pues deberías empezar a hacerle caso al chico, ¿no? —la amonestó—. Pedro no te va a manipular, ni a utilizar.
—Tengo miedo.
—Ya sé eso, tonta… pero ¿de qué?
—De enamorarme y que me decepcione.
—Cariño, ¿has pensado que puede haber algo peor que eso?
—¿Y sería?
—No conocer verdaderamente de qué se trata el amor. Y es una perspectiva triste considerando que tu negocio es el romance.