martes, 31 de marzo de 2015

INEVITABLE: CAPITULO 25




Mientras Pedro y Paula estaban en la ducha, un par de golpes sonaron en la puerta del baño.


—¿Qué quieres, Mauricio? —gruñó él.


—Solo quería avisarte que llegó una entrega especial para tu acompañante. La dejé sobre tu cama…


Paula se sonrojó y cubrió su cara a pesar de que solo Pedro podía verla.


—Si eso era todo, lárgate de mi habitación.


—Pensé que el sexo haría que fueras menos gruñón —se burló su hermano—. No tienes remedio.


—¡Mauricio! —gritó Pedro a su hermano menor.


—Ya, lo tengo… largarme de tu habitación.


—Lo siento —Pedro presionó su frente contra la de Paula cuando sintió que la puerta de la habitación se cerraba—. Salí premiado en la lotería de los hermanos impertinentes.


—Tengo cuatro hermanos varones, sé a lo que te refieres —respondió ella tratando de quitarle el hierro al asunto.


Terminaron de asearse y salieron del baño. Pedro observó como ella se acercaba a una esquina de la cama, moviéndose con timidez. Atravesó el corto espacio que los separaba, enmarcó su rostro con las manos y la besó con todo lo que tenía. Cuando rompió el beso Paula sonrió mirándolo a los ojos.


—Creo que necesitaba eso.


—Cuando quieras —sonrió él de vuelta.


Paula tomó las prendas que reconoció como suyas y empezó a vestirse. Carolina va a tener bromas sobre esto por el resto de su vida, pensó mientras se ponía la ropa interior. Un conjunto de seda con transparencias que ella no habría comprado aunque la salvación de la humanidad dependiera de ello.


Cuando ella terminó de vestirse, Pedro trasteaba con su teléfono móvil.


—¿Desayunamos juntos? —preguntó él sonriendo cuando notó que Paula lo miraba.


—No puedo… yo… voy a desayunar con Carolina —mintió.


Realmente lo que quería era salir corriendo de allí. Su amiga se burlaría si supiera lo que estaba pensando justo después de haber tenido el mejor sexo de su vida, pero no podía racionalizarlo. Tenía miedo. Peor que eso… estaba aterrada.


Antes no había pensado demasiado, solo se había dejado llevar. El resultado había sido la mejor experiencia sexual de su corta vida. Pero de nuevo estaba la sombra de Sergio recordándole cuán decepcionada se sintió por alguien a quien conocía de toda la vida.Pedro en cambio era un desconocido. Uno muy sexy, pero desconocido al fin.


—No estás haciendo eso de salir corriendo y esconderte, ¿verdad? —preguntó Pedro en broma—. Paula, cuando te dije que me gustabas lo decía en serio.


—Pedro, yo…


—Entiendo que puedas tener dudas… sobre todo después de lo que pasó con tu ex. Pero yo no soy como ese idiota. Déjame demostrártelo.


Paula sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas y apartó la mirada para no avergonzarse frente a Pedro. Él lanzó su celular a la cama y caminó hacia ella, la atrajo a su cuerpo y la abrazó.


—No te escondas, por favor. Sé que apenas nos conocemos, pero realmente me gustas Paula… me gustaría que confiaras en mí.


—Es difícil —dijo ella con la voz quebrada cuando se atrevió a mirarlo—. Confiar es difícil.


—Ya me confiaste tu cuerpo, Paula... no fue tan difícil —ella se sonrojó y él besó la punta de su nariz—. También confiaste en mí cuando hablaste de tu familia… permíteme conocerte mejor… déjame demostrarte que no soy como él.


Paula asintió conteniendo las lágrimas y esbozó una tímida sonrisa. Pedro secó sus lágrimas con los pulgares y besó sus labios con suavidad


—Entonces… ¿desayunas conmigo? —volvió a preguntar. Y esta vez Paula aceptó.



*****


Pedro y Paula pasaron juntos el resto del día. Caminaron por la cubierta contándose historias… él sobre sus pacientes, ella sobre su trabajo. Hablaron sobre sus lugares favoritos, qué hacían en su tiempo libre, la música que escuchaban, las películas que preferían. Él supo que a Paula le gustaba el helado de vainilla, las películas de superhéroes y la música romántica. Ella supo que a Pedro le gustaban los deportes, y que incluso practicaba basquetbol cuando tenía tiempo, que era casi adicto a la cafeína y prefería las películas de acción.


Ambos coincidieron en que amaban sus trabajos y que no los cambiarían por nada. Paula se descubrió confesando nunca aprendió a montar bicicleta, y Pedro prometió enseñarla.


—Es vergonzoso —chilló ella—. Voy a ser como una niña grande tratando de andar en esa cosa.


—No es tan difícil —se carcajeó Pedro—. Prometo no dejarte caer.


Paula tuvo su primer intento de aprender a andar en bicicleta dos días después cuando el barco hizo parada en Costa Rica.


El grupo de guías llevó a los pasajeros a través de un parque nacional mientras iban relatando datos sobre el clima, la vegetación que los rodeaba y las especies de animales exóticos que podían encontrarse en el lugar.


Llegaron a una estación de observación desde donde apreciaron una variedad de coloridas aves a las que Paula no pudo evitar fotografiar.Pedro y ella rieron a carcajadas cuando Carolina intentó acercarse a una de las especies y ésta terminó picoteándole el brazo.


Cuando abandonaron la estación, los guías los animaron a tomar las bicicletas para atravesar la selva tropical por los senderos marcados. Insistieron que se trataba de un área segura y que los guarda parques estarían pendientes del recorrido.


Pedro no dejaba de sonreír mientras separaba la bicicleta que montaría Paula.


—¿Lista para tu primera lección?


—¿Si te digo que no me dejarás ir caminando?


—No


—Entonces no preguntes y hagámoslo.






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