Correr a oscuras por el bosque le resultaba extrañamente familiar. Le recordaba a las múltiples misiones secretas, como si no hubiera pasado el tiempo desde que estuviera en activo.
Una parte de él temía por Paula. No estaba acostumbrada a aquel bosque, y menos aún corriendo. Y no tenía el tobillo totalmente curado.
Existía la posibilidad de que se hiciera daño.
Se reprendió a sí mismo por preocuparse. Paula había delatado a su hermano sin dudarlo un instante…
La persecución continuó. Entonces, de la nada, un movimiento llamó su atención. Paula había dejado de correr y se acercó cojeando hacia él por la derecha.
—¡Así no voy a encontrar a Lisandro, Pedro! —exclamó con la respiración entrecortada.
—Deberíamos pedir refuerzos.
—Tú eres mi refuerzo, Alfonso. Ayúdame o apártate de mi camino.
Elegir. Julian o Lisandro.
Un hombre adulto que había tomado sus propias decisiones en la vida o un niño de ocho años que necesitaba ayuda.
Elegir entre la familia y…
El corazón comenzó a latirle con fuerza.
En las últimas semanas había empezado a pensar en Lisandro como familia. Pensaba en Paula como si fuera su familia. La idea de que madre e hijo pudieran perderse en el bosque y acabar heridos le resultaba insoportable. Paula sabía mucho sobre vigilancia, pero apostaría a que no sabía nada sobre rastreo.
Su expresión debió de responder por él, porque ella suspiró y dijo:
—Déjame ir. Déjame encontrar a Lisandro.
—No. No sin ayuda. Voy contigo.