sábado, 27 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 58

 

Paula se acercó el portátil y abrió su correo. Los chicos de aduanas no lo verían hasta por la mañana, pero alertarlos sobre el tema era primordial.


Sería mejor que tuvieran WildSprings en su radar.


Se encontraba detallando el incidente cuando el ordenador pitó para avisarla de que había terminado de cargar el correo de entrada. Miró de quién eran los nuevos correos. Había dos. Daniel, de la policía; y Carla, de Chicago.


Abrió primero el de Daniel y se quedó perpleja contemplando la pantalla.


El cuatro por cuatro que había atropellado al canguro estaba registrado a nombre del hermano de Pedro. Julian. ¿Pero por qué no había dicho nada?


Tenían un sistema para informar sobre animales heridos en WildSprings. No era como si fuese una ofensa criminal.


Paula negó con la cabeza. Dentro de poco iba a empezar a ver terroristas en la sombra. Menos mal que no había enviado su correo lleno de teorías de conspiración. Eso habría resultado embarazoso.


Borró el correo que había estado media hora redactando, abrió el de Carla y comenzó a leer.


El estómago le dio un vuelco.





CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 57

 

Paula se retorció incómodamente por enésima vez. Las sillas de su cocina no estaban hechas para largos periodos de tiempo sentada. Flexionó la espalda dolorida e hizo un par de estiramientos rápidos para distraer su atención del portátil. Cuanto más miraba, menos sentido tenían las imágenes. Un batiburrillo de mapas y puntos de interés.


—¿Qué estás haciendo? —preguntó Lisandro al sentarse a su lado.


—Tratar de averiguar quién atropello a ese canguro —se lo había contado todo al niño, con la esperanza de que así recuperase el interés por los animales. No había funcionado. Seguía obsesionado con Pedro y con el ejército.


—¿Por qué? ¿No es demasiado tarde?


—Tal vez pueda evitar que vuelvan a hacerlo. La oportunidad de educar a alguien.


—¿Es un trabajo duro?


—Es solo que siento que algo se me escapa. Como si estuviera justo aquí… —se golpeó la frente y luego negó con la cabeza.


—¿Quieres leerlo en voz alta?


Ella siempre le hacía leer a Lisandro en voz alta las palabras que no comprendía, para ayudarle a comprender.


—¿Tienes unos minutos?


—Claro —contestó el niño—. Siempre es mejor que hacer los deberes de matemáticas.


—Muy bien. Esto es WildSprings —dijo ella mientras señalaba al oeste del mapa—. Ésta es la zona de admisiones donde yo trabajo. Ésta es nuestra casa… y la de Pedro… y por aquí paso mucho tiempo.


—¿Es ésa la verja que no dejas de arreglar?


—Ésa es. Sabiendo eso, ¿puedes decirme dónde está la charca de las ranas?


Lisandro señaló inmediatamente un punto al sur de su casa. Ella sonrió.


—¿Y cuál es el camino más rápido desde nuestra casa a la de Pedro?


—¿A pie o en coche?


—A pie.


El niño se quedó mirando el mapa.


—¿Ésta es la hondonada? ¿La que recorrimos para llegar al sitio donde duermen las aves? Lo que significa que la casa de Pedro está… ¿ahí?


Paula miró el mapa, sorprendida de que lo hubiera encontrado.


—Bien hecho. Sí, así es. Y aquí es donde encontramos al canguro — señaló un punto intermedio entre el lugar de las aves y la zona de la verja que estaba convirtiéndose en su segundo hogar. Nosotros nos dirigíamos hacia el este cuando encontramos al canguro. Así que, suponiendo que los culpables entraran por el agujero de la verja aquí —señaló al este de WildSprings—, entonces deberíamos habérnoslos cruzado después de que atropellaran al canguro. Pero no los vimos. ¿Así que dónde fueron?


—¿Podrían haberse escondido en alguna parte?


—Es improbable. Pedro y yo habríamos visto las huellas en la carretera.


—¿Tenían que entrar por el agujero de la verja? —preguntó Lisandro tras una larga pausa.


—Supongo que podrían haber entrado por la entrada principal de WildSprings…


—No. Quiero decir que si no podrían haber salido por la verja.


Paula se quedó de piedra contemplando a su brillante hijo. La solución era evidente.


No era un atajo para entrar; era un atajo para salir.


—¡Lisandro, eres un genio! Ahora es hora de irse a la cama.


—¡Pero si te he ayudado!


—Sí, así es. Pero hasta que no inventes una máquina para alargar el tiempo, siguen siendo las ocho. Hora de acostarse. Veinte minutos de lectura cuando tengas el pijama puesto. Luego luces fuera.


El niño se dirigió a regañadientes hacia las escaleras.


—Y, Lisandro—continuó ella—, gracias. Realmente me has ayudado.


El niño estiró la espalda con orgullo y desapareció escaleras arriba.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 56

 


La ruta hacia el lugar donde dormían las aves era más corta que el camino que Paula y él habían recorrido en coche. Aun así, la excursión estuvo a punto de matar a Pedro.


Aún seguía en forma, así que no fue la caminata al corazón de la hondonada lo que le dejó agotado. Fue el silencio, que fue haciéndose cada vez más insoportable. No se parecía nada al silencio que mantenía cuando estaba en una misión, ni al silencio cómodo que disfrutaba con Lisandro.


Era el silencio estresante de dos personas que se habían herido mutuamente.


Que Paula lo evitara se parecía demasiado a cuando los hombres de su unidad se apartaban de él después de haber acusado a su teniente. En su cabeza sabía que probablemente sería lo mejor, que no había futuro para ellos, sin importar la química arrolladora que compartían. Pero en su corazón…


Caminando entre ellos, Lisandro no paraba de hacer preguntas inocentes sobre el bosque, la vida salvaje y el parque. Pedro hacía todo lo posible por contestar mientras su madre mantenía el silencio. Pero a medida que el sol bajaba y se acercaba al horizonte, se dio cuenta de que las preguntas iban volviéndose cada vez más estratégicas. Cada vez trataban menos sobre el bosque y más sobre el ejército.


«¿Cómo te mueves tan sigilosamente entre los árboles?».


«¿Cómo puedes saber de dónde viene un ruido?».


«¿Qué colores son mejores para camuflarse en el bosque?».


«¿Y en el desierto?».


Y cada pregunta que formulaba hacía que Paula se estirase más, hasta que sus pasos por el bosque parecieron totalmente incómodos.


Pedro sabía lo que Lisandro estaba haciendo. Recordaba la relación de sus padres, intentando averiguar qué pasaba con las dos personas más importantes de su vida. Había hurgado y hurgado en la herida abierta de su matrimonio hasta que se había desangrado para que pudiera comprenderlo mejor.


Lisandro estaba haciendo también sus labores de reconocimiento; al estilo de un niño de ocho años. Intentaba provocar una reacción para poder estudiar la respuesta. Sería un gran científico. Y un mejor soldado.


Por encima del cadáver de su madre.


Observó la expresión de acero de Paula.


Probablemente también por encima de su propio cadáver.




viernes, 26 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 55

 


—¡Pedro está aquí! ¡Pedro está aquí!


Una bola de cañón humana bajó corriendo las escaleras de dos en dos.


Paula se quedó quieta donde estaba mientras encendía las velas del salón.


Las encendía cada noche para relajarse y olvidar las preocupaciones del día.


Esa noche había encendido el doble.


Aun así no era suficiente.


Lisandro abrió la puerta antes de que Pedro tuviera la oportunidad de llamar.


—Hola, colega, ¿cómo lo llevas?


—¿Has venido a llevarme de excursión? —preguntó Lisandro dando saltos—. Mamá dijo que iba a preguntártelo.


Pedro la miró y ella agachó la cabeza. Se había olvidado por completo de la promesa a su hijo.


—Claro que lo hizo —le dijo a Lisandro—. Y además puede venir con nosotros, si quiere.


—¿Ahora mismo? —preguntó ella.


—A no ser que tengas algo más importante que hacer.


—¡Sí! —exclamó Lisandro, y subió corriendo las escaleras.


—¿Y qué pasa con nuestra noche de película? —le preguntó su madre cuando regresó con las botas puestas.


—¿No podemos ver la película mañana por la noche, mamá?


—De acuerdo —dijo ella con un suspiro—. Deja que apague las velas y… Lisandro dio otro grito de emoción, salió corriendo por la puerta y dejó Pedro de pie en la cocina.


—Deja que te ayude con eso —dijo.


—No gracias. Ya casi he terminado —sus soplidos eran rápidos y eficientes, y extinguieron cada vela como si, con cada una, estuviera apagando uno de sus complejos sentimientos hacia el hombre que había en su cocina.


—Paula…


Ella se dio la vuelta de pronto y dijo:

—Imaginé que, al decirme que me mantuviese alejada de tu familia, tú te mantendrías alejado de la mía.


Él suspiró y miró al suelo.


—Es mi hermano, Paula. Lo investigaste basándote solo en una intuición.


—Una intuición muy certera.


—No es algo insignificante.


—Me contrataste para proteger WildSprings y tú eres WildSprings, Pedro. Estoy intentando protegerte.


—No necesito que me protejas de mi hermano, Paula.


—Eso no lo sabes.


—Sí lo sé —apretó los labios y negó con la cabeza—. Para ser alguien a quien no le gusta ser juzgada, se te da muy bien juzgar a los demás.


La rabia bullía entre ellos como un manantial. Pero, cuando abrió la boca para contestarle, Lisandro entró corriendo en la casa. Los miró a los dos y parte del brillo de sus mejillas desapareció. Parecía ansioso.


—¿Nos vamos?


—Sí, estamos listos para irnos —le contestó su madre con una sonrisa —. ¿Hacia dónde vamos?


—Pensaba llevaros a la próxima hondonada —contestó Pedro—. ¿Te gustaría ver dónde duermen las cacatúas, Lisandro?


—¡Sí! —Lisandro salió corriendo por la puerta otra vez.


Pedro se volvió para decir algo más, pero Paula fijó la mirada en algún punto por encima de su hombro y observó la pared de la cocina. Su voz sonó gélida.


—Vámonos.





CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 54

 


Paula podría haberse disculpado, pero sabía que sería mejor ir con cuidado. Había demasiado en juego. El corazón de Pedro.


—¿Por qué iba a mentirte?


—¿Ahora yo también soy parte de tu investigación?


—¿Por qué iba él a mentir, Pedro?


—¿Quién dice que miente?


—El gobierno de Estados Unidos. Mi contacto está en un departamento federal en Chicago.


—Algo exagerado, ¿no crees?


—Me puse en contacto con Carla como amiga, no como agente federal.


—¿Por qué?


—Porque hay algo en Julian que no cuadra…


—Ya te he dicho lo que es. Estuvo a punto de ahogarse…


Pedro, olvídate de que es tu hermano solo por un momento. ¿Por qué iba a mentir sobre su pasado?


—Desde luego no has tardado en llevar a cabo tu venganza.


—¿Venganza por qué?


—Por intentar ligar contigo.


—¿Crees que se trata de eso?


—Dímelo tú. Primero me dices que ligó contigo, luego me dices que es un mentiroso.


—Yo no te he dicho que ligara conmigo. Has sacado tú el tema.


—De hecho ha sido él quien lo ha sacado. Me lo dijo inmediatamente. Expresó su arrepentimiento.


—Bien por él —contestó ella con rabia—. ¿Y no se te ha ocurrido pensar por qué ha hecho eso? ¿Lo que podía ganar?


—Seguro que estás a punto de decírmelo.


Paula habló con la voz cargada de pena. Algo hermoso estaba muriendo. Podía sentir cómo se le escapaba entre los dedos.


—¿De verdad tengo que hablarte sobre las acciones preventivas? Julian sabía que lo harías pedazos cuando descubrieras que me había tocado, así que actuó primero. Fue pura estrategia, Pedro. Es listo.


—Decídete, Paula. Primero dices que tiene el cerebro dañado y al minuto dices que es Einstein. Hay algo que no comprendo. Si estás tan decidida a meterte entre nosotros, ¿por qué no me dijiste que había intentado algo contigo?


—¡Tal vez porque las suyas no fueron las únicas manos que me tocaron aquella noche!


Nada más ver su cara pálida supo cómo debían de haber sonado sus palabras. Sintió un vuelco en el estómago.


Pedro


Pero Pedro se alejó de ella en dirección a la puerta y lanzó el informe sobre la mesa.


—Mantente alejada de mi familia.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 53

 


Paula se tensó al momento e inmediatamente se puso en pie.


—Pedro…


—¿Cómo estás?


—Estoy bien, gracias. ¿Necesitas algo?


Pedro entró en su despacho y cerró la puerta.


—Necesito preguntarte por algo.


—De hecho yo también tenía que pedirte una cosa —«mantente alejado de mi hijo»—. ¿Por qué has estado hablando con Lisandro sobre el ejército?


—No lo he hecho.


—Sabe que eras soldado. Ahora quiere serlo también.


—Pues no es por mí. Y sabes que a mí no me parece una cosa tan terrible.


—¿A pesar de todo lo que has pasado?


—A pesar de eso. Pero eso no significa que hable con él del tema. Apenas puedo hablar con mi psiquiatra de ello. ¿Me imaginas descargándome con un niño de ocho años?


—A mí me hablaste del tema.


—Fue un impulso inapropiado.


—No quiero que te idolatre. Al menos no quiero que idolatre lo que eras.


—Sí, porque eso sería un crimen. Viendo que a tus ojos soy basura.


—Sabes que eso no es cierto.


—Sé que tu infancia fue difícil y entiendo que debe de haberte dejado una mala imagen del ejército, pero yo estoy muy orgulloso del trabajo que hice, de las vidas que salvé y de las cosas que cambié para mi país…


—Pedro…


—No puedo suprimir eso para ti, Paula. Es parte de lo que soy y ya estoy cansado de disculparme por ello. Soy miembro de las Fuerzas Armadas Australianas, estoy orgulloso de haber servido a mi país, orgulloso de mis acciones en los conflictos y orgulloso de pertenecer aún a los Taipán. Asúmelo.


—De acuerdo.


—¿De acuerdo? ¿Nada más?


—No deberías disculparte por hacer algo en lo que crees con todo tu corazón. Son tus valores. No te pediré que lo hagas.


—Me lo pides de mil maneras distintas, Paula. Lo noto cada vez que estoy contigo.


Paula se sintió avergonzada. Así era como solía sentirse con su padre.


Tomó aire e intentó apartarse del escritorio, pero no había muchos lugares a los que ir cuando él ocupaba gran parte del diminuto despacho.


—¿Para qué querías verme? —preguntó finalmente para volver a territorio seguro.


—¿Confías en mí, Paula?


—¿Por qué?


—No me contaste lo de mi hermano.


Paula frunció el ceño y miró la pantalla de su ordenador. ¿Cómo lo sabía?


—Antes de hoy tampoco había mucho que decir —antes de recibir esa mañana el correo electrónico de su contacto en Chicago.


—¿Creías que no te creería?


—Yo… —Paula negó con la cabeza para aclararse—. Es tu hermano… Yo no quería…


—Dímelo ahora. Quiero oírlo.


Paula sacó un archivo del cajón y le pasó la primera hoja a Pedro.


—Julian nunca trabajó en el Joliet Grosvenor. No consta en los archivos de la Asociación de Hoteles de Chicago. Tendría que estar para trabajar en la recepción de un hotel importante.


—¿Qué es esto? —preguntó él con voz de hielo.


—Julian nunca trabajó…


—Ya he oído lo que has dicho. ¿Has investigado a mi hermano?


—¿Pero de qué estabas hablando tú? —preguntó ella sin entender nada.


—De que Julián se comportó de manera inapropiada en el acto benéfico. ¿Y por qué diablos estás investigando a mi hermano?




jueves, 25 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 52

 


Paula mantuvo el brazo en alto, despidiéndose de Lisandro, hasta que al autobús desapareció en la distancia. Esa noche se lo compensaría. Le había prometido una sesión de cine madre e hijo con sorpresas y una película infantil de acción y aventura. Le encantaban.


Agachó la cabeza y caminó los cien metros que separaban la parada del autobús del centro de admisiones de WildSprings. Tenía algunas facturas que firmar y además enviarle a su contacto en la policía los datos del coche.


Terminó de escribir el tipo de vehículo y el número de matrícula y escribió la dirección de correo. Luego desvió la atención a la pila de facturas que yacían en su bandeja desde el viernes. Testigos de lo distraída que había estado aquel día por culpa de su gran noche con Pedro.


Resopló, se recostó en su silla y se quedó mirando al techo.


—¿Buscando brechas en la seguridad de los paneles del techo, Paula?