Desde que regresaron de Nueva York, había habido mucho trabajo en la oficina, pero Paula había empezado a sentir una distancia en Pedro que no era capaz de definir. En el despacho, él era el mismo jefe centrado y exigente que ya conocía. Aunque no hubieran sido amantes, ella habría disfrutado trabajando para él. Pedro la desafiaba en muchos sentidos y acrecentaba sus habilidades, de modo que ella ya era capaz de afrontar tareas con una seguridad que no había conocido antes.
Sin embargo, en lo que se refería a su tiempo como pareja, las cosas eran muy diferentes. Ya no salían tanto como lo hacían al principio. Pedro parecía satisfecho con cocinar para ella en la suite o en pedir comida de uno de los restaurantes del club de tenis. En muchos sentidos, le parecía que él estaba dejando pasar el tiempo y eso le preocupaba.
Apartó aquellos molestos pensamientos y se centró en el paquete que acababa de llegar del despacho de Pedro en Nueva York hacía unos minutos. Mientras archivaba y daba prioridad a cada carta, su atención se vio atraída por un informe encuadernado. La fecha coincidía con el fin de semana que los dos habían pasado en Nueva York. ¿Estaría relacionado con las horas que la había dejado sola en el hotel? Llena de curiosidad, comenzó a hojear las páginas.
Su curiosidad no duró mucho tiempo y se vio reemplazada por el miedo. El informe estaba relacionado con una empresa de Nueva Jersey, algo que no era tan inusual. Lo que sí era extraño era la comparativa de productividad y gastos con la sucursal de Empresas Cameron en Vista del Mar. Ella examinó las cifras y sintió pánico. Sin embargo, fue el testimonio que Pedro había escrito lo que la horrorizó aún más.
El informe parecía una recomendación para cerrar las instalaciones de Vista del Mar y trasladar la fábrica a Nueva Jersey. Paula cerró el informe con manos temblorosas. No era de extrañar que Pedro no hubiera querido que ella lo acompañara a Nueva Jersey. Desde el principio, sus planes eran otros.
Sin pensárselo dos veces, se levantó y llevó el informe al despacho de Pedro. Entró sin llamar a la puerta.
–¿Me podrías explicar esto? –le preguntó después de dar un portazo.
–Ah, ya ha llegado –comentó Pedro.
–Sí, ya ha llegado. ¿Cómo has podido hacer esto?
–Paula, es sólo un informe. Tranquilízate.
–¿Que me tranquilice? No, no puedo tranquilizarme. ¿Tienes idea de lo que esto supondrá para las personas que trabajan aquí cuando tú le recomiendes al señor Cameron que cierre la fábrica? No sólo destruirá las vidas de todos los que trabajan aquí, sino que destruirá también Vista del Mar.
Pedro se levantó y se acercó a Paula. Le quitó el informe de las manos y lo arrojó sobre la mesa antes de atrapar las manos de ella entre las suyas.
–Tu reacción es exagerada.
–No lo es. Pensé que eras mejor que esto, Pedro. Pensaba que habías empezado a interesarte por proteger a las personas que trabajan aquí, algunas de ellas desde hace generaciones. Si tú haces esto, no sólo destruirás los corazones de cientos de personas, sino que destruirás la esperanza de los jóvenes que viven aquí. Empresas Cameron es la mayor empresa de la zona. Si cerramos, esta zona morirá porque todo el mundo tendrá que marcharse para buscar trabajo.
–La gente tiene que mudarse constantemente –dijo Pedro. Su voz sonaba muy tranquila.
–Aquí no. En Vista del Mar no. Estamos chapados a la antigua. Cuidamos de lo nuestro. Creemos en la familia. No todo tiene que ver con el poderoso dólar.
–Industrias Worth lleva años perdiendo dinero. ¿Por qué si no lo hubiera comprado Cameron? ¿Te lo has preguntado alguna vez?
–En ese caso, debe de haber otro modo. Un modo mejor. Tú eres el cerebro en esto. Encuentra una solución.
–Esta es la solución más sencilla. La más sencilla y la más eficaz. Está todo ahí en blanco y negro.
Paula negó con la cabeza.
–Sé lo que hay en el informe, Pedro. Lo he leído y lo he comprendido, pero tiene que haber otro modo.
Cuando él no respondió, Paula apartó las manos de las suyas.
–No me puedo creer que me haya equivocado tanto contigo –dijo amargamente–. Tú no eres el hombre que yo había creído que eras. Pensaba que valorabas la lealtad.
–Así es.
–Entonces, ¿por qué esto?
–Los sentimientos no forman parte de la ecuación.
–Los sentimientos lo son todo en esta ecuación. Los sentimientos aluden a personas. Personas de verdad y no números. Si sigues adelante con esta recomendación, no serás nada más que un ejecutivo de sangre fría y sin corazón, como Rafael Cameron. Tú viniste aquí, no comprendiste nada del corazón de Vista del Mar y ahora estás a punto de regresar a tu estructurado mundo en Nueva York. ¿Dónde está tu compasión? ¿Acaso las has tenido alguna vez?