viernes, 15 de octubre de 2021

MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 70

 

Cuando se despertaron a la mañana siguiente, Pedro quiso aprovechar al máximo el tiempo que les quedaba. No tenían que estar en el aeropuerto hasta por la tarde para regresar a San Diego, por lo que la invitó a un brunch en la Russian Tea Room. Mientras degustaban huevos revueltos y salmón ahumado hablaron poco, aunque sus caricias y sus largas miradas expresaban perfectamente lo que necesitaban decirse el uno al otro.


Después del almuerzo, se dirigieron a Central Park, donde él contrató un coche de caballos para que los llevara por el parque. Tener a Paula acurrucada contra su cuerpo durante el paseo fue una sensación agridulce. No hacía mucho que se conocían, pero ella parecía la mujer adecuada para él. Cuando el paseo terminó y regresaron de mala gana al hotel para recoger su equipaje y tomar un taxi que los llevara al aeropuerto, Pedro experimentó la abrumadora sensación de que estaba cerrando una puerta sobre lo que, posiblemente, había sido una de los episodios más luminosos de su vida.


Aquella noche, Pedro tuvo mucho tiempo para pensar, solo, en su cama del club de tenis. Paula había insistido en regresar a su casa diciendo que su hermano la esperaba.


Pensó en Facundo Chaves. ¿Cuántos años tenía? ¿Veinticuatro? Sin embargo, parecía depender mucho de su hermana. Pedro podía entender que los hermanos se apoyaran, pero eso debía de ser algo mutuo y parecía que la relación entre Paula y su hermano era completamente unilateral. Pedro no dudaba de que Facundo había estado muy mimado por su hermana. No estaba bien que ella siguiera protegiéndolo a esa edad. Debería ser responsable de sus gastos y permitir que su hermana siguiera adelante con su vida.


Resultaba evidente que Paula había disfrutado mucho con el viaje a Nueva York. Le gustaba viajar y disfrutaba viendo lugares nuevos. Pedro pensó en cómo podía ayudarla a expandir sus horizontes, a mostrarle los lugares más emocionantes del mundo. Entonces, recordó que él mismo había decidido dejarla marchar.


Mientras trataba de dar forma a su almohada por centésima vez, tomó una decisión. No podía acompañar a Paula en los viajes que sabía que tanto ansiaba hacer, pero podía hacer algo para que le resultara más fácil. Liberarla y permitirle que hiciera todo lo que ella siempre había deseado hacer.


Podría tener una charla de hombre a hombre con Facundo y darle algunos consejos para que creciera. Satisfecho con su decisión, se quedó dormido por fin.




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