viernes, 24 de septiembre de 2021

MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 4

 

En su despacho temporal, Pedro miró a la mujer a la que había requerido específicamente. Resultaba casi imposible creer que detrás de aquellas gafas de pasta oscura algo pasadas de moda y de aquel traje tan poco atractivo estuviera la sirena que había turbado sus sueños desde el baile de máscaras. Sin embargo, no había duda de que era ella. A pesar de que llevara el largo cabello negro bien apartado del rostro, recogido de una manera tan apretada que bastaba para darle dolor de cabeza, no se podía negar que la delicada mandíbula y la recta y fina nariz eran las de su Dama Española.


Sintió que se le hacía un nudo en el estómago al pensarlo. Había esperado mucho tiempo para revivir aquel beso. Localizarla no le había resultado fácil, pero la tenacidad había sido siempre una de sus virtudes. Ese rasgo de su personalidad lo había acompañado a lo largo de los años y le había dado la capacidad de tener éxito donde los otros fallaban. Y él tendría éxito con la encantadora señorita Chaves. De eso no le cabía la menor duda.


Se había escapado de él la noche del baile, pero no antes de atraerlo de un modo que no había conseguido ninguna otra mujer. Jamás. Él no era la clase de hombre al que se le negaba nada bajo ninguna circunstancia, y mucho menos cuando la reacción que él había tenido había sido un fiel reflejo de la del objeto de sus atenciones.


Y allí estaba. Pedro parpadeó. Resultaba muy difícil creer que las dos eran la misma mujer. Se mostraba inquieta en su silla, lo que le recordó que dependía de él hacer algo sobre el silencio que se extendía entre ellos.





jueves, 23 de septiembre de 2021

MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 3

 

¿Trabajar en otro lugar? Paula se temía que si le decía la verdad, Pedro Alfonso se reiría de ella. Desde que era una niña tenía un mapa del mundo clavado en la pared de su dormitorio. Sobre él, clavaba un alfiler rojo en cada ciudad o país que quería visitar. Por el momento, se contentaba con libros de viaje y DVD, pero un día llevaría a cabo sus sueños.


Paula Chaves estaba esperando una respuesta, pero, una vez más, ella había dejado que su pensamiento la apartara de la situación en la que se encontraba.


–En estos momentos, viajar no es una de mis prioridades –dijo ella firmemente.


Él le dedicó otra de aquellas sonrisas, un gesto que Paula sintió que la atravesaba por completo. Sería capaz de viajar a los confines del mundo con él.


–Podrías tener que viajar por el hecho de trabajar conmigo. ¿Crees que eso será un problema?


–No, no. En absoluto. No tengo a nadie que dependa de mí.


A pesar de que aquella afirmación era técnicamente cierta, Facundo y ella compartían la casa familiar y resultaba muy difícil romper las costumbres de diez años. Además, ella aún sentía una profunda responsabilidad hacia su hermano pequeño. Él lo había pasado muy mal cuando sus padres murieron. Convertirse en su guía había sido una reacción innata para ella, aunque sabía que, en ocasiones, su hermano se sentía molesto porque ella se interesara tanto por su paradero y sus amigos.


–Me alegra oírlo –replicó él mientras se metía las manos en los bolsillos y se apartaba del escritorio para dirigirse a uno de los enormes ventanales–. Dijiste que te sorprendió que te nombraran para este puesto. ¿Por qué?


–Bueno –respondió ella mientras se mordía el labio un instante–. Tal y como usted dijo, llevo aquí bastante tiempo. Supongo que pensé que nadie me vería capaz de ascender a un puesto como este. Eso no quiere decir que yo no me considere capaz, porque nada podría estar más lejos de la realidad. He trabajado en varios departamentos de esta empresa y creo que mi experiencia me convierte en una empleada valiosa para cualquiera de los ejecutivos.


Él se echó a reír.


–A mí no me tienes que convencer, Paula. Ya tienes el puesto.


Ella sintió que se sonrojaba. Trató de mantenerse tranquila y centrada a pesar del hecho de que él la había llamado Paula. Nadie la había llamado así. Desde que era una niña, todos la llamaban Pau, y a ella no le había importado. Sin embargo, escuchar su nombre completo de los labios de Pedro Alfonso hacía que sonara especial, en particular por el modo en el que él lo pronunciaba. Sí. Como ayudante personal del director financiero de Empresas Cameron, la llamarían Paula. Repasó las sílabas en su pensamiento y sonrió.


–Gracias. Ya lo sé. Sólo quiero que usted sepa que no se arrepentirá de haberme elegido a mí.


–No, no. Ya sé que no me voy a arrepentir –replicó él.



MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 2

 

El comportamiento de Paula aquella noche no había sido en absoluto propio de ella. Ni en un millón de años hubiera creído que era capaz de sentir en tan poco tiempo tanto por un hombre al que no había visto hasta aquella noche. Al recordar, sintió que una oleada de calor le recorría el cuerpo, una oleada que se detuvo en seco cuando se dio cuenta de que él esperaba respuesta a algo que, evidentemente, le había dicho.


Paula se aclaró la garganta con nerviosismo y fijó la mirada en un punto más allá de la cabeza de él.


–Lo siento, ¿me lo podría repetir, por favor?


Él sonrió suavemente, prácticamente sin mover los labios, lo que hizo que la temperatura externa del cuerpo de Paula subiera otro grado. Aquello era una locura. ¿Cómo iba a poder trabajar para él cuando ni siquiera podía pensar cuando estaba en su presencia? Si no era capaz de cumplir con sus funciones, la echarían en menos de un abrir y cerrar de ojos. Él tenía fama de ser un jefe muy duro. A eso, Paula podía enfrentarse. Estaba segura de que él no había llegado hasta donde estaba a la edad de treinta y un años sin ese rasgo en su carácter. Las personas centradas no la intimidaban. Al contrario, las admiraba. Sin embargo, en el caso de su jefe tenía que admitir que tal vez lo admiraba demasiado.


–¿Estás nerviosa?


–No, no exactamente. Tal vez algo sorprendida por mi nombramiento. Aunque no me queje.


–Simplemente estaba refiriéndome a los años que llevas trabajando para Industrias Worth. ¿Qué edad tienes? ¿Veintiocho más o menos y ya llevas trabajando ocho años para Worth?


Incluso su voz era una distracción. Masculina y profunda, con una textura que le provocaba un ligero escalofrío de anhelo por la espalda. Y su acento. Mitad neoyorquino mitad neozelandés. La combinación y las inflexiones del tono de su voz le provocaban alocadas sensaciones en lo más profundo de su ser.


–Sí, toda mi familia ha trabajado o trabaja para Worth.


–Ah, sí. Tu hermano. Facundo, ¿verdad?


–Sí. Y mis padres también trabajaron aquí antes de morir. Los dos estaban en la fábrica.


–Lo que estás demostrando es una gran lealtad.


Pau se encogió de hombros.


–En realidad no, en especial cuando Industrias Worth, es decir, Empresas Cameron, es la empresa más importante de Vista del Mar.


Aquel ascenso para convertirse en la asistente personal del señor Alfonso, aunque fuera algo temporal, dado que él sólo estaría en Vista del Mar un tiempo, hasta que completara los estudios de viabilidad financiera de la empresa, era muy inesperado, pero el aumento de sueldo sería muy bien recibido. Pagar los gastos de la educación universitaria de su hermano era un gasto constante para Facundo y para ella, un gasto del que estaban deseando deshacerse. A pesar de que Facundo llevara trabajando allí dos años y contribuyendo así a los gastos mensuales, que incluían los pagos de la pequeña casita que había sido su hogar desde la infancia, el crédito del colegio era una carga muy pesada sobre sus espaldas. Tal vez pronto, gracias al ascenso de Paula, se podrían permitir algunos lujos. Dentro de un límite, por supuesto.


–¿Has querido alguna vez trabajar en otro lugar por motivos de trabajo? –le preguntó él mientras se inclinaba sobre el escritorio.



MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 1

 

Era tan increíblemente guapo como la primera vez que lo vio. Y aquellos labios…


Paula Chaves entró en el despacho de Pedro Alfonso y no pudo apartar la mirada de la boca de su nuevo jefe mientras él se presentaba como el nuevo director financiero de Empresas Cameron, la empresa que había adquirido Industrias Worth. Había oído que era de Nueva Zelanda y se preguntó si ese hecho era lo que le proporcionaba aquella manera de hablar fría, sin emociones. Dios, ya estaba de nuevo fijándose en la boca. No era de extrañar. Aquella misma boca había reclamado la de ella en un beso que había abrasado sus sentidos y la había llenado de gozo tan sólo hacía seis semanas.


Paula recordaba incluso en aquellos momentos la presión de los labios contra los suyos, el modo en el que la sangre se le había caldeado y le había corrido por las venas. Había sido la sensación más excitante y embriagadora que había experimentado nunca. Había ansiado más en el pasado y ansiaba más en el presente, pero los hombres como Pedro Alfonso quedaban fuera del alcance de una chica como ella, en especial un hombre que probablemente pagaba más por un simple corte de pelo de lo que ella gastaba en peluquería en un año entero. En realidad, no parecía presumido. De hecho, distaba mucho de aparentarlo. Con un aire casual de elegancia de un hombre que probablemente no se pensaba dos veces lo que costaban las cosas, no tenía que hacerlo. Seguramente tampoco pensaba en el precio del traje hecho a medida que tan perfectamente encajaba en la hechura de sus hombros. En aquellos momentos llevaba la chaqueta abierta, lo que mostraba su liso abdomen y estrechas caderas. Incluso con los zapatos de tacón que llevaba puestos y que la hacían alcanzar un metro setenta y cinco, él era aún unos doce centímetros más alto que ella.


Cuando el señor Alfonso la invitó a tomar asiento, ella murmuró y asintió. Necesitaba centrarse y lo sabía, pero le resultaba imposible hacerlo. Todas las células de su cuerpo estaban en estado de alerta. ¿La reconocería a pesar de la elaborada máscara que ella había llevado puesta? Ciertamente, ella sí lo había reconocido a él, aunque aquella noche no había sabido quién era hasta después del beso.


En el momento en el que él había llegado al baile del día de San Valentín de la empresa, su presencia había sido algo casi tangible para ella. Había accedido a la sala en solitario y se había detenido durante un instante en la puerta, su cuerpo ceñido por un traje negro mientras que la capa aleteaba suavemente a su alrededor. Los ojos de Paula se habían visto inmediatamente atraídos por él. El disfraz del Zorro que él llevaba encajaba perfectamente con el de Dama Española con el que ella iba ataviada. No había tardado mucho en encontrarla y tomarla entre sus brazos para llevarla a la pista de baile. Habían estado bailando juntos hasta la medianoche. Entonces, él la había besado justo cuando empezaba la cuenta atrás para la retirada de caretas. En el momento en el que alguien lo llamó por su nombre y él interrumpió el beso, Paula se dio cuenta de quién era él exactamente.


MENTIRAS DE AMOR: SINOPSIS

 


¿Quieres fingir ser mi prometida? 


Pedro Alfonso, el nuevo jefe de Paula Chaves, le había ofrecido hacerse pasar por su futura esposa. Así, el magnate conservaría una granja que llevaba varias generaciones en la familia y Paula podría proteger a su hermano. Sin embargo, ¿qué ocurriría si Paula reconocía los sentimientos que tenía hacia su fingido prometido? Paula era justo lo que él necesitaba para completar su plan: una mujer soltera, sexy... y a su merced. Solo debía mantener la relación en un terreno estrictamente profesional, algo que estaba resultando ser más difícil de lo que había esperado...



miércoles, 22 de septiembre de 2021

NUESTRO CONTRATO: CAPÍTULO FINAL

 

Abrazándose a él con fuerza, le dio cabida en su interior al tiempo que lo besaba.


–Te amo, te amo, te amo –susurró.


Pedro dejó entonces que su cuerpo hablara, asiéndola con fuerza, meciéndose en su interior más y más profundamente. La felicidad que su total entrega le produjo la arrastró hacia la cima, con un estallido de luz blanca tras la que llegó la oscuridad.


Entrelazados, se quedaron adormecidos hasta que Paula se movió porque su mente no dejaba que su cuerpo llegara a dormirse completamente.


–¿De verdad que has comprado el bar?


–Sí.


–Porque crees en mí.


Daniel abrió los ojos con expresión alerta.


–No te habría dado el trabajo si no hubiera confiado en ti.


–Pensaba que me lo habías dado porque me encontrabas irresistible.


–Ya te dije que no eras mi tipo.


–Tú tampoco el mío.


Pedro retorció un pezón de Paula entre sus dedos.


–Lo sé.


A Paula se le pasó otra idea absurda por la cabeza.


–¿Vamos a celebrar la boda en el bar?


–Ni hablar. Si lo hacemos, Camilo romperá todos los vasos.


Paula rió.


–¿La bañera de fuera es bastante grande para dos?


–Eso me ha dicho el dueño.


–Quizá debiéramos probarla.


Pedro le tomó la mano y tiró de ella para que se levantara.


–Querida, por fin estamos de acuerdo en algo.





NUESTRO CONTRATO: CAPÍTULO 64

 

Sacando fuerzas de donde no le quedaban. Paula lo empujó hasta rodar sobre él y tomar la iniciativa. Lo miró fijamente con ojos ardientes y, agachándose, le succionó un pezón. Él se retorció y la asió por las caderas. Paula le deslizó un dedo por el abdomen. Continuó bajando la mano hasta rodear su sexo, luego se incorporó levemente para poder descender y tomarlo en su boca. El gemido de placer que arrancó de la garganta de Pedro la hizo sonreír, mientras él hundía los dedos en su cabello y le asía la cabeza.


–Paula… –susurró.


Ella alzó la cabeza y, con expresión pícara, dijo:

–Repite conmigo: Paula puede escuchar música country siempre que quiera.


Pedro dejó escapar lo que sonó entre la risa y el jadeo.


–Ni hablar.


Ella lo introdujo profundamente en su garganta antes de volver a alzar la cabeza.


–Repite conmigo Paula… –dijo, acompañando cada palabra con una caricia de su mano a un ritmo acelerado.


–Paula… –gimió Pedro–, te adoro.


Ella presionó su sexo con los dedos.


–Ya era hora de que lo dijeras –susurró, abandonando el tono de broma.


Pedro se sentó bruscamente, le tomó el rostro entre las manos y, tras mirarla fijamente, la besó con una pasión renovada.


–¿No lo sabías? Creía que era evidente –dijo tras separar sus labios de los de ella una fracción de segundo.


–¡Pero si es imposible adivinar lo que piensas! –dijo ella.


–No soporto estar sin ti.


Pedro cambió de nuevo el puesto con ella y le retiró el cabello de la cara.


–Cada acción, cada decisión de mi vida va a tener tu bienestar como objetivo. Me importas más que nada en el mundo, incluso más que mi trabajo.


–Tu entusiasmo por lo que haces es parte de tu atractivo, así que no quiero que lo dejes por mí.


–Pero a veces trabajo a horas intempestivas –dijo Pedro, sonriendo.


Ella sonrió y le besó.


–Igual que yo.


–Tendremos que pensar en coordinar nuestros horarios.


Paula sabía que Pedro pensaba en su padre y en su incapacidad para buscar tiempo para su madre.


–Y lo encontraremos –dijo.


Pedro deslizó la mirada hacia sus labios con ojos más dorados que nunca. Su sexo en erección presionaba el vientre de Paula. Ella separó las piernas y alzó las caderas.


–No llevo condón –dijo Pedro.


–Me da lo mismo –dijo ella, arrugando la nariz con coquetería.


–Nunca pensé que quisiera tener hijos –dijo él en tono solemne–. Pero si dentro de cinco años puedo tener uno con ojos verdes y cabello encrespado, quiero al menos uno.


–Haremos que sean dos… dentro de seis años.


–Ya discutiremos los detalles. Ahora sólo quiero amarte.


–Y yo a ti, Pedro. Te amo con todo mi ser.


Al ver la tensión expectante en la mirada de Pedro, fue consciente del poder que tenía para hacerlo feliz.