jueves, 23 de septiembre de 2021

MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 1

 

Era tan increíblemente guapo como la primera vez que lo vio. Y aquellos labios…


Paula Chaves entró en el despacho de Pedro Alfonso y no pudo apartar la mirada de la boca de su nuevo jefe mientras él se presentaba como el nuevo director financiero de Empresas Cameron, la empresa que había adquirido Industrias Worth. Había oído que era de Nueva Zelanda y se preguntó si ese hecho era lo que le proporcionaba aquella manera de hablar fría, sin emociones. Dios, ya estaba de nuevo fijándose en la boca. No era de extrañar. Aquella misma boca había reclamado la de ella en un beso que había abrasado sus sentidos y la había llenado de gozo tan sólo hacía seis semanas.


Paula recordaba incluso en aquellos momentos la presión de los labios contra los suyos, el modo en el que la sangre se le había caldeado y le había corrido por las venas. Había sido la sensación más excitante y embriagadora que había experimentado nunca. Había ansiado más en el pasado y ansiaba más en el presente, pero los hombres como Pedro Alfonso quedaban fuera del alcance de una chica como ella, en especial un hombre que probablemente pagaba más por un simple corte de pelo de lo que ella gastaba en peluquería en un año entero. En realidad, no parecía presumido. De hecho, distaba mucho de aparentarlo. Con un aire casual de elegancia de un hombre que probablemente no se pensaba dos veces lo que costaban las cosas, no tenía que hacerlo. Seguramente tampoco pensaba en el precio del traje hecho a medida que tan perfectamente encajaba en la hechura de sus hombros. En aquellos momentos llevaba la chaqueta abierta, lo que mostraba su liso abdomen y estrechas caderas. Incluso con los zapatos de tacón que llevaba puestos y que la hacían alcanzar un metro setenta y cinco, él era aún unos doce centímetros más alto que ella.


Cuando el señor Alfonso la invitó a tomar asiento, ella murmuró y asintió. Necesitaba centrarse y lo sabía, pero le resultaba imposible hacerlo. Todas las células de su cuerpo estaban en estado de alerta. ¿La reconocería a pesar de la elaborada máscara que ella había llevado puesta? Ciertamente, ella sí lo había reconocido a él, aunque aquella noche no había sabido quién era hasta después del beso.


En el momento en el que él había llegado al baile del día de San Valentín de la empresa, su presencia había sido algo casi tangible para ella. Había accedido a la sala en solitario y se había detenido durante un instante en la puerta, su cuerpo ceñido por un traje negro mientras que la capa aleteaba suavemente a su alrededor. Los ojos de Paula se habían visto inmediatamente atraídos por él. El disfraz del Zorro que él llevaba encajaba perfectamente con el de Dama Española con el que ella iba ataviada. No había tardado mucho en encontrarla y tomarla entre sus brazos para llevarla a la pista de baile. Habían estado bailando juntos hasta la medianoche. Entonces, él la había besado justo cuando empezaba la cuenta atrás para la retirada de caretas. En el momento en el que alguien lo llamó por su nombre y él interrumpió el beso, Paula se dio cuenta de quién era él exactamente.


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