Terminó de vestirse y lo llamó. Le pusieron inmediatamente con él, lo que era habitual siempre que se llamaban. Había como una regla no escrita para no dejar que el otro esperara demasiado, incluso si uno de ellos tenía que dejar una reunión para contestar a la llamada. Casi era como si disfrutaran del conflicto.
—¡Pedro! ¿Cómo te ha ido en la noche de bodas? Nos sorprendiste a todos. Ella está por ahí, todavía ¿no?
Se refería evidentemente a la forma en que su primera esposa se marchó. Pedro decidió pasar por alto la observación. Él también había aprendido a controlarse con los años.
—¿Qué quieres, Carmichael? Eduardo me dijo que tenías que hablar conmigo. ¿Acerca de qué?
Dario suspiró.
—Siempre igual ¿No Pedro? Supongo que eso te viene de la cantidad de tiempo que llevas tomando lecciones de Eduardo.
Pedro apretó los dientes y se esforzó por no colgar.
—Al grano, Carmichael. Ve al grano.
—De acuerdo, al grano. No es ningún secreto que quiero un sitio en vuestro consejo de administración.
—Dime algo que no sepa ya.
—Lo que no sabes, Pedro es que tengo un trato para ti… un trato que os puede proporcionar un montón de dinero que necesitáis para vuestras empre…
—No lo necesitamos…
—Sí, lo necesitáis. Estuve hablando ayer con Patricio Bradly en tu boda. Ese hombre es toda una fuente de información —le dijo Dario haciendo una pausa para darle más dramatismo—. Sé toda la historia.
Pedro maldijo con el pensamiento y tomó nota de que tenía que llamar a Patricio para preguntarle qué demonios pensaba que estaba haciendo.
—Eso no cambia nada, y lo sabes. Las acciones están en la familia ahora que Paula y yo estamos casados. Así que olvídate de lo que hayas oído.
—Por una vez en tu vida, escúchame. Sé razonable. Necesitáis el dinero y yo lo tengo. También querría incluir en el trato Bradford Ltd.
—¿La compañía que le robaste a mi padre?
—Yo no le podría haber robado nunca nada a Roberto Alfonso, y tú lo sabes. Ese hombre fue como un padre para mí… me ayudó a empezar. Yo lo respetaba y le consultaba…
—Y lo mataste. Ahórrame los cumplidos. No estoy interesado en hacer negocios contigo. Ni ahora ni nunca.
—Estás equivocado acerca de tu padre y yo. Si me permites estar contigo una hora, con la mente abierta, te puedo explicar todo.
—Eduardo no estaría nunca de acuerdo en hablar siquiera contigo.
—No se lo estoy pidiendo a Eduardo, sino a ti.
Pedro respiró profundamente.
—Vamos a dejar esto claro. No me interesa. A Edu tampoco y, a Brian tampoco. ¿Entendido?
—¿Y tu mujer? —le preguntó Dario.
Pedro se quedó callado un momento y luego le contestó lentamente.
—Ella en particular tampoco está interesada.
—Ya lo veremos.
—Mantente apartado de ella, Dario.
—No me dejas otra opción. Ya que tú no quieres hablar conmigo, tal vez la señora sea más receptiva a tratar de dinero.
—No va a hablar contigo. Ya le he hablado de ti y de que sólo tienes interés en sus acciones.
—¿Quién ha dicho que esté sólo interesado en sus acciones?
Pedro casi pudo ver su sonrisa a través del teléfono. Se dijo a sí mismo que no tenía que ceder a la provocación pero, en lo que se refería a Paula, sus acciones ya no le pertenecían. Su silencio fue una respuesta suficiente para Dario.
—¿Preocupado, Pedro? ¿A que, después de todos estos años he descubierto tu talón de Aquiles? Hmmm… interesante… Tengo que pensar en esto —le dijo Dario haciendo una pausa—. Haz tú lo mismo.
El «clic» del teléfono le sonó en el oído como una explosión a Pedro. ¿Podría Dario convencer a Paula para que vendiera? Tenía que admitir que la posibilidad estaba allí, en especial si su reciente actitud hacia él era una indicación de sus verdaderos sentimientos.
Colgó lentamente. Tenía que acortar ese viaje y volver a casa.
Tenía que cortejar a su esposa.