viernes, 21 de mayo de 2021

EL TRATO: CAPÍTULO 21

 


Eran casi las ocho, hora del Pacífico cuando Pedro se metió en la suite del hotel Hyatt de San Francisco que compartía con su hermano. Estaba absolutamente agotado, pero antes de dejarse dominar por el sueño, tenía que hablar con Paula, aunque fuera sólo un minuto.


No había tenido tiempo en todo el día de llamarla. Había estado siempre rodeado de gente y lo que le tenía que decir no podía hacerlo en público. La había tenido constantemente en la cabeza, a veces casi en el subconsciente, otras casi interrumpiéndole los pensamientos. Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que había preguntado «¿Qué era eso?» o le había pedido a alguien que le repitiera lo que se había dicho. Brian le había dicho a todo el mundo en broma que la preocupación de Pedro se debía a su reciente matrimonio. Su reputación de astuto hombre de negocios estaba todavía intacta, a pesar de que se había comportado un poco raro delante de la gente a la que respetaba, por el ansia que había mostrado por irse a dormir tan temprano.


Y ése era el problema. Porque no había nada en el mundo que pudiera añorar tanto en ese momento como el estar en la cama con Paula, haciendo el amor. Había tantas cosas que quería mostrarle, enseñarle. Había sido una temeridad ese asunto de la virginidad. Las posibilidades eran infinitas. Las ideas le daban vueltas en la cabeza, fascinándolo y excitándolo. Quería hablar con ella, estar con ella, tocar su cuerpo, hacer el amor hasta quedar completamente agotado. Quería dormir con ella todas las noches, tenerla en sus brazos hasta que los despertara la aurora. Y luego quería volver a empezar.


Pero él más que nadie comprendía la imposibilidad de hacer esas cosas. Tenía que controlarse más que nunca. Lo que no tenía ni idea era de cómo iba a lograrlo, ya que el mero hecho de llamarla por teléfono lo estaba excitando. ¿Qué demonios iba a hacer cuando estuvieran juntos?


Pedro tomó el teléfono. Respiró profundamente y cerró los cansados ojos. Se preparó para oír su voz. «Oh, Dios», pensó. «¿Por qué me has dado una mujer que deseo más que a nada en el mundo, sólo para que sea la única mujer del mundo que no puedo tener?» No le parecía un juego limpio.


—¿Hola?


—¿Eduardo? Soy Pedro.


—¡Pedro! Esperaba saber de ti antes.


—Sí, bueno, es una larga historia. Acabo de terminar. ¿Cómo va todo por allí?


—Bien, bien. ¿Cómo te ha ido en la reunión? ¿Vuelve ya a casa Brian?


—La reunión fue muy bien. Mejor de lo que esperábamos y Brian va a tomar un avión de vuelta más tarde. Ahora está en la ciudad con una gente.


—Siempre igual. Cuando quiero algo de él, siempre está de bares.


—Eduardo, por favor, no empieces. He tenido un día muy duro y se me está haciendo cada vez más largo.


—Bueno, antes de que cuelgues, Dario Carmichael le dejó un mensaje a Eleonora para nosotros, quiere que lo llames.


—¿Para qué?


—No tengo ni idea. Pero tenemos que averiguar qué es lo que sabe.


Pedro suspiró; no se encontraba en condiciones para pensar en Carmichael en ese momento.


—De acuerdo, le llamaré por la mañana. Hazme un favor, Edu. Dile a Paula que se ponga, tengo que hablar con ella.


Eduardo dudó un momento.


—No puede ponerse ahora.


—¿Dónde está?


—Se ha ido a la cama. Dijo algo acerca de un dolor de cabeza durante la cena y desapareció. Probablemente ya esté dormida.


—Eduardo, allí son sólo las once. Di que la llamen. Estoy seguro de que querrá hablar conmigo.


Pedro, ella, bueno, dejó muy claro que no quería que la molestaran por ninguna razón.


—¿Va algo mal?


—No, no creo. Hoy recibió un telegrama y parecía muy preocupada por su hijastro, pero no creo que sea nada serio.


—Entonces llámala, Eduardo.


—Muy bien.


Pedro cerró los ojos mientras esperaba lo que le parecía una eternidad. Sabía que Eduardo estaba tremendamente intrigado por lo que estaba pasando entre Paula y él; lo podía adivinar en su voz. Pero ¿cómo iba a poder explicarle algo que no podía comprender ni él mismo.


—¿Pedro?


—Sí, Eduardo. ¿Dónde está Paula?


—Dice que no quiere hablar contigo.


—¿Qué?


—Que dice que está ocupada.


—¡Ocupada! —dijo Pedro furioso. ¿Demasiado ocupada para hablar con él?


—Sí, bueno, eso es lo que ha dicho. A lo mejor está… en mitad de algo. ¿Le dejas un mensaje?


—Sí, le puedes decir que… No, olvídalo. Ya se lo diré yo mismo cuando la vea. Cuando pueda.


Pedro colgó con fuerza. ¡Ocupada! ¿Qué podría ser más importante que hablar con él? Especialmente después de lo que habían compartido la noche anterior.


Pero tal vez no habían compartido nada. Tal vez era solamente un experimento por parte de ella, mientras que para él había sido… hacer el amor, de verdad. Se tumbó en la cama y se quedó mirando al techo. Le hubiera gustado saber qué era lo que le pasaba por la cabeza a Paula, que estuviera en ese momento allí para poder preguntárselo, para estar cerca de ella, para acariciarla. Cerró los ojos y trató de dormirse.


Quería tantas cosas…





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