martes, 3 de enero de 2017
CHANTAJE: CAPITULO 21
RECUERDA, Pau, que estás tan enamorada de mí que te cuesta pensar con claridad -le dijo Pedro apretándole la mano mientras subían los escalones de la terraza.
A Paula le entraron ganas de reírse ante aquella ironía pues describía prácticamente lo que sentía en realidad.
Cuando llegaron bajo el emparrado y Kouropoulos salió a recibirlos seguido por una mujer, a Paula se le borró la sonrisa de la cara.
Era Marina, su antigua jefa.
¿Qué hacía allí?
-Buenas noches, espero que os lo hayáis pasado bien -los saludó su anfitrión-. Mi esposa y mi hija se han quedado en Atenas, pero os quiero presentar a Marina, mi directora de asuntos internos.
¿Marina trabajaba para Kouropoulos?
Paula no tuvo más remedio que estrecharle la mano e intentar sonreír.
-Paula y yo ya nos conocemos -dijo Marina con tanta frialdad en los ojos que Paula se estremeció.
-Marina trabajaba para mí -confirmó Pedro.
Paula se preguntó cómo podía estar tan tranquilo.
-Deberías haberla cuidado mejor para que no se fuera-bromeó Kouropoulos.
Paula apretó los dientes.
Pedro había cuidado demasiado bien de Marina.
Ignorándola completamente, Marina fue hacia él sonriéndole de manera casi indecente y le ofreció una copa de champán.
Paula tuvo que aguantar que Pedro sonriera agradecido y aceptara la copa como si no pasara nada.
¿Es que no tenía conciencia?
Habían hecho el amor desde que habían puesto un pie en la isla y ahora estaba flirteando con otra mujer.
Y no con una mujer cualquiera.
Marina era la mujer con la que Pedro se había acostado cinco años atrás.
La mujer que había destruido su matrimonio.
Por culpa de Paula había buscado consuelo en Tomas.
-¿Qué te parece la isla? -le preguntó Kouropoulos.
-Es preciosa -contestó Paula sinceramente-. Realmente preciosa.
Miró de reojo y comprobó que Marina y Pedro seguían hablando. Tenían las cabezas tan juntas que le dieron náuseas.
¿Cómo le podía hacer Pedro aquello?
¿Cómo podía ligar tan abiertamente con su antigua amante?
Por cómo lo miraba, ella estaba más que dispuesta a volver a serio.
De repente, a Paula se le ocurrió que, tal vez, el viaje a la isla no hubiera sido nunca un viaje de negocios sino una manera de estar con Marina.
¿Y entonces para qué la había llevado a ella? ¿Para distraerse?
-Espero que te lo estés pasando bien. Mañana, Pedro y yo tendremos que hablar de negocios, pero Marina se quedará contigo encantada.
-No quiero que se moleste por mí -contestó Paula tan enfadada que apenas podía hablar-. Prefiero quedarme tranquilamente en la piscina, gracias -añadió acercándose a Pedro para que Marina entendiera quién mandaba allí ahora-. La verdad es que estoy cansada porque no hemos parado en todo el día, ¿verdad, cariño?
Pedro se limitó a sonreír.
Confundida por su reacción, Paula se bebió la copa de champán de un trago y se sirvió otra. ¿Estaba utilizando a Marina para darle celos o sería al revés?
En cualquier caso, no estaba dispuesta a entrar en su juego.
Habló poco mientras se tomaban el champán, dispuesta a matar mientras observaba a Pedro y Marina, que no paraban de hablar.
¿Cómo podía haber sido tan boba? Pedro era incapaz de comprometerse con una sola mujer aunque sólo fuera en una relación sexual.
Pedro le había dicho que tenía que ser encantadora, pero realmente no le salía. Se pasó toda la cena sin apenas escuchar lo que se decía a su alrededor.
-Desde que dejaste Alfonso lndustries, te ha ido muy bien, ¿no? -le preguntó Kouropoulos mientras se tomaba el café--. He visto algunas de tus campañas y me parecen realmente increíbles.
-Gracias -contestó Paula.
-Es increíble lo bien que les va a algunos con el paso del tiempo -comentó Marina con frialdad-. Supongo que los innumerables errores que cometiste cuando trabajabas para mí te enseñaron mucho.
-El único error que cometí entonces fue enamorarme de Pedro -contestó Paula con la misma frialdad.
Era la primera vez que decía aquellas palabras en voz alta, pero sabía que Pedro no las iba a tornar en serio. Creería que eran parte del papel que le había tocado interpretar.
-Si estabas tan enamorada, ¿cómo duró tan poco vuestro matrimonio? -quiso saber Kouropoulos.
Aquella pregunta tan directa, tomó a Paula por sorpresa y no pudo dejar de mirar de reojo a Marina.
-Tuvimos algunas diferencias -contestó Pedro tomando la copa de vino y brindando por ella-, pero las hemos resuelto.
A Paula le estaba costando cada vez más seguir con aquella farsa, pero se dijo que era necesario.
-En aquel entonces, Pedro no quería comprometerse con nadie -comentó-. Le gustaba la variedad -añadió mirando a Marina de manera desafiante.
Vio cómo su antigua jefa palidecía de rabia y se preparó para la confrontación, recordándose que ya no era su empleada y que aquella mujer no podía hacerle absolutamente nada.
-Sí, a Pedro siempre le ha gustado tener muchas mujeres a su alrededor -comentó Kouropoulos-. Espero que eso haya cambiado ahora. ¿Cómo es que habéis vuelto juntos?
-Llevábamos varios meses hablando y viéndonos, pero no hemos vuelto hasta hace un par de semanas -les explicó Pedro.
-Realmente romántico.
-Sí, y muy largo ya, ¿no? -intervino Marina-. Me parece que ya va siendo hora de que sigas tu camino.
Paula miró a Pedro a los ojos y vio en ellos un brillo especial. Pedro le tomó la mano.
-No tengo intención de hacerlo.
Desde luego, era un maravilloso actor.
Paula tuvo que hacer un esfuerzo supremo para no retirar la mano y abofetearlo.
Ya habría tiempo cuando estuvieran a solas.
De repente, no pudo soportarlo más y se puso en pie.
-Lo siento, pero estoy muy cansada -se excusó mirando a Kouropoulos-. ¿Os importa que me retire?
-Por supuesto que no -contestó su anfitrión-. Pedro, vete con ella si quieres porque mañana hemos quedado pronto.
-¿Por qué no vuelves luego y nos tomamos una copa? -sugirió Marina-. Es muy pronto para irse a la cama.
-Bueno, eso depende... -rió Kouropoulos-. Me parece que nos veremos en la reunión de mañana.
Marina apretó los dientes, pero se forzó a sonreír.
-En ese caso, hasta mañana. Yo también voy a estar en la reunión.
Paula miró a Pedro, pero no percibió ninguna expresión en su rostro. Tras darse las buenas noches, tomaron el camino de regreso a la villa.
En cuanto llegaron, Paula dejó salir toda la rabia y la humillación.
-¿Cómo te atreves? ¿Cómo te atreves a llevarme a una cena en la que sabes que va a estar esa mujer? -le espetó sollozando y fuera de control
Pedro se quedó helado en el sitio, visiblemente sorprendido por su ataque.
-No sé de qué hablas. Como sigas comportándote como has hecho esta noche, vas a dar al traste con la venta.
-Me importa un bledo -mintió Paula con las lágrimas resbalándole por las mejillas-. Lo único que me importa es que has tenido la caradura de sentarme a la mesa con tu amante.
-¿Cómo dices?
-¡Un hombre jamás debe presentarle a su esposa a su amante! -insistió Paula.
-¿Pero de qué me estás hablando? ¿Crees que Marina es mi amante?
-Ahora no lo sé -contestó Paula enfadada-. Tú sabrás, Pedro. Sé que hace cinco años lo era.
-Ya basta. Lo que dices no tiene sentido. Yo creía que estabas enfadada porque Marina era tu jefa y te despedí delante de ella. Creí que estabas avergonzada y que por eso estabas tan callada.
- Yo no tengo nada de lo que avergonzarme -contestó Paula en actitud desafiante-. Yo no hice nada para que me despidieras, te equivocaste al hacerlo, y espero que te pese en la conciencia.
-Vamos a ir por partes. ¿Por qué crees que Marina es mi amante?
-Porque lo era entonces y esta noche parecías muy contento de volver a verla.
-Escúchame atentamente, Paula, porque no tengo costumbre de repetirme. Nunca he tenido una aventura con Marina -le dijo Pedro agarrándola con fuerza del brazo.
-¿Cómo puedes decir eso? -contestó Paula mirándolo dolida-. Estaba en tu oficina. Desnuda.
-¿Cuándo? -preguntó Pedro confundido-. ¿Cuándo viste a Marina desnuda en mi oficina?
-¡La noche en la que me encontraste con Tomas! ¿Qué te creías que iba a hacer? ¿Creías que iba comportarme como una esposa sumisa? -le espetó Paula zafándose de sus garras.
-Quiero que me cuentes exactamente qué ocurrió aquella noche -dijo Pedro con la respiración acelerada-. Quiero saberlo todo.
Paula cerró los ojos y dejó escapar una lágrima.
-Ya fue horrible entonces, por favor, no me pidas que lo reviva.
-Necesito que me lo cuentes todo -insistió Pedro.
Paula tomó aire.
lunes, 2 de enero de 2017
CHANTAJE: CAPITULO 20
Paula miró el reloj y se dio cuenta de que tenían que empezar a cambiarse. Miró a Pedro, que leía relajadamente junto a la piscina, y fue hacia él.
-Tenemos que cambiamos -le dijo besándolo en el hombro-. Nos esperan dentro de media hora.
-Dúchate tú primero, yo tengo que hacer unas cuantas llamadas -contestó Pedro.
Cuando Paula salió de la ducha envuelta en su albornoz, Pedro estaba hablando por teléfono.
Paula se acercó al armario. eligió un conjunto de ropa interior, dejó caer el albornoz y comenzó a vestirse.
Mientras lo hacía, se dio cuenta de que Pedro había dejado de hablar. Se giró hacia él y se encontró mirándola con avidez.
-No te vuelvas a cambiar jamás delante de mí cuando esté hablando -le dijo en tono divertido--. No me he enterado de nada de lo que me ha dicho mi abogado -le dijo tras colgar.
-¿Te cuesta concentrarte cuando estás conmigo? -bromeó Paula.
-Sí -admitió Pedro-. Llevo tres semanas desconcentrado.
-Si te desconcentro, ¿por qué has querido que trabajara para ti?
-Porque me dijiste que no desde el principio y ya sabes que no me gustan las negativas.
-¿Sólo por eso?
Pedro dudó un momento.
-No, también porque entre tú y yo hay ciertos asuntos pendientes.
Paula lo miró con deseo.
-No me mires así porque hemos quedado dentro de un cuarto de hora y no podemos llegar tarde -le advirtió Pedro-. Hay un negocio muy importante en juego.
Aquello fue como un jarro de agua fría. Paula se apartó de él y se dirigió al tocador para maquillarse.
-Claro.
Pedro se metió en la ducha y, cuando salió, se sacó una cajita del bolsillo del albornoz y se la entregó de manera casual, pero la miró con intensidad.
-Te he comprado esto.
Paula miró la cajita y no pudo evitar hacerse ilusiones.
Pedro la abrió y Paula ahogó un grito de sorpresa al ver que se trataba de unos pendientes.
¿De verdad había creído que iba a ser un anillo de compromiso?
Nunca le había regalado uno porque se habían casado tan rápido que no había habido tiempo. Sólo tenía la alianza, que estaba en aquellos momentos en algún cajón de su casa.
-Son preciosos, Pedro -sonrió disimulando su decepción.
-Como tú.
Paula se sonrojó y los tomó en la palma de la mano.
-¿Por qué me los has comprado?
-Para demostrarte que puedo ser romántico -contestó Pedro apartándole el pelo de la cara-. Póntelos. Seguro que te quedan fenomenal.
Efectivamente, le quedaban de maravilla.
-Te quiero... dar las gracias -le dijo Paula mirándose en el espejo.
Pedro la miró a los ojos de manera extraña y, a continuación, se dirigió al armario y se puso una camisa limpia.
Cuando Paula vio que elegía unos pantalones, desvió la mirada antes de que se quitara la toalla que llevaba enrollada a la cintura.
-Te prometo que me portaré bien -le dijo desde la puerta-. Siempre y cuando tú te comportes, claro.
Pedro rió, se guardó el teléfono móvil en el bolsillo y se reunió con ella.
-¿Lista?
CHANTAJE: CAPITULO 19
Aquella noche, cenaron en la terraza y se quedaron hablando con una copa de vino hasta que anocheció.
Paula se lo estaba pasando en grande.
Después de cenar, Pedro la condujo al dormitorio y allí la desnudó con manos amables, pero urgentes.
Los días siguientes transcurrieron poco más o menos igual.
Se levantaban tarde, desayunaban en el jardín y salían a recorrer la isla a pie o en barco. Cuando hacía mucho calor, volvían a casa y hacían el amor hasta que Paula quedaba exhausta.
Pedro no parecía cansarse nunca. Incluso tenía fuerzas para trabajar desde el ordenador portátil mientras ella descansaba.
Nunca se separaba de ella y a Paula eso le encantaba. Era como si no pudiera vivir sin ella. Claro que no era eso porque Pedro era la persona más independiente que conocía y, además, no la encontraba tan irresistible.
-¿No necesitas dormir un poco? -le preguntó un día.
-Acostarme contigo me da energías, agape mou -sonrió Pedro dándole un beso en la boca-. Aunque yo esté en este paraíso contigo, los negocios siguen su curso y tengo que atenderlos.
-Pero estás de vacaciones.
-Eso parece, pero te recuerdo que esto es un viaje de negocios.
Paula sintió una terrible punzada de dolor.
Ella que había estado viviendo como en una luna de miel, recordó el motivo de su viaje y por qué la había llevado con él.
La felicidad se evaporó.
El quinto día, la burbuja de felicidad se rompió definitivamente.
-Ha llamado Kouropoulos -anunció Pedro-. Ya ha vuelto y quiere que cenemos hoy con él.
-Ah -contestó Paula pensando que todo había acabado.
-¿Qué pasa? Cualquiera diría que se te acaba de morir el perro.
-No, nada, es que me gustaba estar a solas contigo.
Al ver que Pedro fruncía el ceño, se dijo que tal vez no tendría que haberle dicho la verdad.
-Yo también me lo estoy pasando muy bien y te aseguro que después de cenar te voy a traer aquí y te voy a devorar -sonrió.
A pesar de que había intentado bromear, Paula se dio cuenta de que había cambiado. Durante los últimos días se había relajado, pero ahora el hombre de negocios había vuelto y la luna de miel se había terminado.
CHANTAJE: CAPITULO 18
¿Qué demonios estaba pasando?
Pedro apretó los dientes irritado. Jamás le había contado aquello a nadie y ahora se lo acababa de contar a Paula.
Sentir sus dedos y ver la compasión de sus ojos habían derribado las barreras emocionales que había colocado entre el mundo y él.
Sorprendido por su comportamiento, ignoró la mirada de preocupación de Paula y se dirigió a la playa.
¿Qué le hacía aquella mujer?
¿Por qué siempre se comportaba de manera extraña cuando estaba con ella?
-¿Te apetece que nos bañemos antes de cenar? -le propuso Paula cambiando de tema.
-Pareces una niña pequeña -sonrió Pedro.
-Puede que tengas razón, pero no creo que eso tenga nada de malo -dijo Paula quitándose las sandalias y corriendo hacia el agua-. ¡Qué haces! -añadió cuando Pedro la tomó en brazos por la espalda.
-¿Qué me das si no te tiro al agua?
-Te voy a poner un ojo morado como me tires -contestó Paula-. Y a ver cómo le explicas eso a Kouropoulos.
-Empiezo a desear que Kouropoulos y todo este asunto se termine cuanto antes -murmuró Pedro-. Me gustaría hacer el amor contigo en la playa y preferiría que fuera sin público. ¿Recuerdas el Caribe?
Paula se estremeció entre sus brazos.
-¿Y me lo preguntas aquí delante de todo el mundo? ¿No tienes compasión? Sí, claro que me acuerdo. Estábamos solos tú y yo con el mar y las estrellas.
Pedro dijo algo en griego y la dejó caer en el agua.
Paula cayó de pie, rió y se agarró a su camisa.
-¿Qué haces?
-Refrescamos -sonrió Pedro echándole agua con el pie.
-¡Pedro! ¡Para! -rió a carcajadas.
Cuando lo miró a los ojos, vio que Pedro la estaba mirando con tanto deseo que se asustó. Acto seguido, la tomó de la muñeca, recogieron sus zapatos y corrieron hacia la villa.
****
Una vez dentro, hicieron el amor de manera tan desesperada y rápida que a Paula le costó creer que hubiera sucedido.
-Recuérdame que le comente a Kouropoulos que cambie el suelo de las villas. El mármol no es muy cómodo para hacer el amor -comentó Pedro.
-Si hubieras esperado, habríamos llegado al dormitorio --contestó Paula.
-Sí, pero ya no podía más -sonrió Pedro de manera seductora-. Creo que lo mejor será que pasemos la tarde en la piscina, a ver si así nos tranquilizamos.
Paula tenía serias dudas porque sabía que su acalorada reacción por él siempre que lo tenía cerca se debía a lo que sentía por Pedro.
Para colmo, se le estaba haciendo cada vez más difícil no hablarle de sus sentimientos.
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