lunes, 2 de enero de 2017

CHANTAJE: CAPITULO 20




Paula miró el reloj y se dio cuenta de que tenían que empezar a cambiarse. Miró a Pedro, que leía relajadamente junto a la piscina, y fue hacia él.


-Tenemos que cambiamos -le dijo besándolo en el hombro-. Nos esperan dentro de media hora.


-Dúchate tú primero, yo tengo que hacer unas cuantas llamadas -contestó Pedro.


Cuando Paula salió de la ducha envuelta en su albornoz, Pedro estaba hablando por teléfono.


Paula se acercó al armario. eligió un conjunto de ropa interior, dejó caer el albornoz y comenzó a vestirse.


Mientras lo hacía, se dio cuenta de que Pedro había dejado de hablar. Se giró hacia él y se encontró mirándola con avidez.


-No te vuelvas a cambiar jamás delante de mí cuando esté hablando -le dijo en tono divertido--. No me he enterado de nada de lo que me ha dicho mi abogado -le dijo tras colgar.


-¿Te cuesta concentrarte cuando estás conmigo? -bromeó Paula.


-Sí -admitió Pedro-. Llevo tres semanas desconcentrado.


-Si te desconcentro, ¿por qué has querido que trabajara para ti?


-Porque me dijiste que no desde el principio y ya sabes que no me gustan las negativas.


-¿Sólo por eso?


Pedro dudó un momento.


-No, también porque entre tú y yo hay ciertos asuntos pendientes.


Paula lo miró con deseo.


-No me mires así porque hemos quedado dentro de un cuarto de hora y no podemos llegar tarde -le advirtió Pedro-. Hay un negocio muy importante en juego.


Aquello fue como un jarro de agua fría. Paula se apartó de él y se dirigió al tocador para maquillarse.


-Claro.


Pedro se metió en la ducha y, cuando salió, se sacó una cajita del bolsillo del albornoz y se la entregó de manera casual, pero la miró con intensidad.


-Te he comprado esto.


Paula miró la cajita y no pudo evitar hacerse ilusiones.


Pedro la abrió y Paula ahogó un grito de sorpresa al ver que se trataba de unos pendientes.


¿De verdad había creído que iba a ser un anillo de compromiso?


Nunca le había regalado uno porque se habían casado tan rápido que no había habido tiempo. Sólo tenía la alianza, que estaba en aquellos momentos en algún cajón de su casa.


-Son preciosos, Pedro -sonrió disimulando su decepción.


-Como tú.


Paula se sonrojó y los tomó en la palma de la mano.


-¿Por qué me los has comprado?


-Para demostrarte que puedo ser romántico -contestó Pedro apartándole el pelo de la cara-. Póntelos. Seguro que te quedan fenomenal.


Efectivamente, le quedaban de maravilla.


-Te quiero... dar las gracias -le dijo Paula mirándose en el espejo.


Pedro la miró a los ojos de manera extraña y, a continuación, se dirigió al armario y se puso una camisa limpia.


Cuando Paula vio que elegía unos pantalones, desvió la mirada antes de que se quitara la toalla que llevaba enrollada a la cintura.


-Te prometo que me portaré bien -le dijo desde la puerta-. Siempre y cuando tú te comportes, claro.


Pedro rió, se guardó el teléfono móvil en el bolsillo y se reunió con ella.


-¿Lista?


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