lunes, 2 de enero de 2017

CHANTAJE: CAPITULO 18




¿Qué demonios estaba pasando?


Pedro apretó los dientes irritado. Jamás le había contado aquello a nadie y ahora se lo acababa de contar a Paula.


Sentir sus dedos y ver la compasión de sus ojos habían derribado las barreras emocionales que había colocado entre el mundo y él.


Sorprendido por su comportamiento, ignoró la mirada de preocupación de Paula y se dirigió a la playa.


¿Qué le hacía aquella mujer?


¿Por qué siempre se comportaba de manera extraña cuando estaba con ella?


-¿Te apetece que nos bañemos antes de cenar? -le propuso Paula cambiando de tema.


-Pareces una niña pequeña -sonrió Pedro.


-Puede que tengas razón, pero no creo que eso tenga nada de malo -dijo Paula quitándose las sandalias y corriendo hacia el agua-. ¡Qué haces! -añadió cuando Pedro la tomó en brazos por la espalda.


-¿Qué me das si no te tiro al agua?


-Te voy a poner un ojo morado como me tires -contestó Paula-. Y a ver cómo le explicas eso a Kouropoulos.


-Empiezo a desear que Kouropoulos y todo este asunto se termine cuanto antes -murmuró Pedro-. Me gustaría hacer el amor contigo en la playa y preferiría que fuera sin público.  ¿Recuerdas el Caribe?


Paula se estremeció entre sus brazos.


-¿Y me lo preguntas aquí delante de todo el mundo? ¿No tienes compasión? Sí, claro que me acuerdo. Estábamos solos tú y yo con el mar y las estrellas.


Pedro dijo algo en griego y la dejó caer en el agua.


Paula cayó de pie, rió y se agarró a su camisa.


-¿Qué haces?


-Refrescamos -sonrió Pedro echándole agua con el pie.


Pedro! ¡Para! -rió a carcajadas.


Cuando lo miró a los ojos, vio que Pedro la estaba mirando con tanto deseo que se asustó. Acto seguido, la tomó de la muñeca, recogieron sus zapatos y corrieron hacia la villa.



****


Una vez dentro, hicieron el amor de manera tan desesperada y rápida que a Paula le costó creer que hubiera sucedido.


-Recuérdame que le comente a Kouropoulos que cambie el suelo de las villas. El mármol no es muy cómodo para hacer el amor -comentó Pedro.


-Si hubieras esperado, habríamos llegado al dormitorio --contestó Paula.


-Sí, pero ya no podía más -sonrió Pedro de manera seductora-. Creo que lo mejor será que pasemos la tarde en la piscina, a ver si así nos tranquilizamos.


Paula tenía serias dudas porque sabía que su acalorada reacción por él siempre que lo tenía cerca se debía a lo que sentía por Pedro.


Para colmo, se le estaba haciendo cada vez más difícil no hablarle de sus sentimientos.



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