domingo, 19 de junio de 2016

TU ME HACES FALTA: CAPITULO 15





Paula no contestó mientras cogía una camiseta. Se limpió las mejillas, furiosa. Se iban a enterar. Se iban a tragar todos esas palabras, se dijo tirando la ropa sobre la cama. 


Se miró el vestido y gimió. Le daba la sensación que allí no se pondría mucho sus vestidos. Se encogió de hombros poniéndose a la tarea.


Cuando bajó por las escaleras, le sacó la lengua al antepasado de Pedro- Te he visto.- dijo divertido mirándola desde el hall.


Ya no pensaba cortarse puesto que él no se cortaba en absoluto con ella- Es un cuadro horrible y pone los pelos de punta.


-Vaya, gracias.


-De nada.


Pedro la miró de arriba abajo y entrecerró mirándole el pecho- Nena, ¿dónde está tu sujetador?


-En la maleta- dijo saliendo al exterior.


Él gruñó tras ella pero decidió ignorarlo. No tenía derecho a decirle lo que se tenía que poner.- ¿Dónde está el coche?


-Ven- siguieron un camino hacia el lateral izquierdo de la casa y vio allí un garaje. En él había de todo desde motos y quads, hasta un Mercedes último modelo. Le llamó la atención un cuatro por cuatro negro.- Vaya, ¿de quién es este?


Pedro sonrió- Es el mío.


-Es precioso.


-Es un BMW. Si te portas bien, te lo dejaré.


-Nunca he conducido por la izquierda.


-Aprenderás. –dijo convencido. Pedro se acercó a un quad rojo- Sube.


Ella sonrió emocionada- ¿Vamos en eso?


-Para ir por la finca es lo mejor- dijo él dándole un casco- Aunque tienes que tener cuidado. En las curvas a mucha velocidad pueden ser peligrosos.


-¿Puedo utilizarlo cuando quiera?- dijo poniéndose el casco.


Él la miró y le ajustó la correa. – ¿Tendrás cuidado?


-Sí.


-Vale, pero no te salgas de los caminos. Y de momento sólo podrás ir hasta el establo.


-¿Por qué?


Pedro la cogió por las correas del casco acercándola a su cara- Porque lo digo yo.- al ver su cara de indignación sonrió- Porque no quiero que te pierdas. La finca es muy grande y no la conoces.- La besó ligeramente en los labios y se apartó.


-¿Por qué haces eso?


-Porque quiero. – se subió en el quad sin ponerse el casco.


-¿Por qué tengo que ponerme esto y tú no?-Pedro suspiró mirándola sobre su hombro cuando levantó una ceja, se respondió ella misma – ¿Por qué lo dices tú?


-Exacto. –Arrancó el quad –Súbete de una vez.


Se subió tras él y agradeció que no la viera porque se sonrojó ligeramente. Ir pegada a su espalda era muy erótico. 


Al menos para ella.-Agárrate- dijo él cogiendo su mano y haciendo que rodeara su cintura.


-Lo que quieres es que te toque.


-Sí, eso también- dijo divertido mientras ella se abrazaba a él. Ahí sí que se arrepintió de no haberse puesto el sujetador. Cerró los ojos al sentir como se le endurecían los pezones por su contacto y sólo esperaba que él no se diera cuenta.


Pedro sacó el quad del garaje y aceleró pasando ante la casa. Bajó una senda y ella vio los establos –Vaya, no me había dado cuenta de que estaban tan cerca.


-En realidad son dos quilómetros – dijo él mirándola divertido sobre su hombro.- Nena…


-¿Sí?


-Me vas a ahogar.


Ella le miró indignada- Me dijiste que me agarrara.


-Sí, pero no hasta cortarme la respiración.


-Serás….-dijo soltándose de golpe.


Él cogió su mano con su brazo sano- No te sueltes.


-¡Aclárate!


Tiró de su brazo hasta recostarla sobre su espalda y llevó su mano a su torso. A Paula se le cortó el aliento cuando se la dejó bajo su pectoral. Se mordió el labio inferior pues era una tentación. Afortunadamente llegaron a su destino y Paula prácticamente saltó de aquel chisme para alejarse de él. Pedro la miró divertido mientras se quitaba el casco, pero ella decidió ignorarlo pues lo que quería era reírse de ella. 


Después de dejarlo colgado del manillar se volvió al establo sin esperarlo. Allí vio a Alvaro- ¿Cómo está nuestro campeón?


El hombre sonrió – Algo mejor.


-Eso es bueno.- se acercó alargando la mano- Soy Paula Chaves, pero todo el mundo me llama Pau.


El hombre sonrió y le apretó la mano- Yo soy Alvaro Baker, el capataz de la finca. ¿Es americana?


-Sí, de Boston.


Estuvieron hablando mientras iban hasta el box de Rufus y cuando llegaron ella miró hacia abajo. –Vaya, vaya- dijo sonriendo arrodillándose junto a la cabeza para acariciarlo. Tenía los ojos abiertos- Estás mejor ¿verdad amigo?


-¿Está mejor?- Pedro estaba tras ellos.


-Sí, respira algo mejor- dijo sin dejar de acariciarlo.- ¿Me pasas el estetoscopio?


En cuanto comprobó la respiración y el pulso, se dio cuenta que estaba mejor. –Sí, está mejorando pero todavía no está fuera de peligro. Veremos como responde a la medicación.- dijo levantándose- de todas maneras hasta dentro de unas tres horas no puedo adminístrale otra dosis.


Los hombres asintieron y ella sonrió divertida. De no hacerle ni caso, habían pasado a comportarse como corderitos.-Bueno, ya que estoy aquí y tengo que esperar ¿hay algún otro animal enfermo?


Pedro sonrió y miró a Alvaro de reojo que parecía que acababa de ver un ángel.- ¿Qué?- preguntó sorprendida.


Se pasó las siguientes tres horas poniendo vacunas, curando un par de heridas en las patas de los caballos y haciendo una revisión al resto. Al pasar seguida de los dos que no le quitaban ojo por uno de los box, se detuvo en seco al ver un potro totalmente blanco. – ¡Vaya!


-Nena, no te acerques- dijo Pedro cogiéndola del brazo para detenerla.


-¿Por qué?


-Ese potro no deja que se acerque nadie. Ha sido así desde que nació. Sólo se acercaba a su madre.


Ella frunció el ceño-Eso no puede ser. Tiene que haber una razón.


-Sólo le dejamos la comida y el agua. No podemos ni sacarlo de ahí sin que monte un espectáculo.- añadió Alvaro muy serio- Además le dio una coz a Jose, que por poco lo envía a Brisbane.


-Hasta hemos pensado en sacrificarlo


-¿Estáis hablando en serio?- miró al potro que parecía de lo más pacífico y extendió una mano sobre la puerta. El potro miró la mano.


-Nena…


-Shuss- dijo sin dejar de observar su comportamiento. Dio un paso hacia ella y Paula sonrió. Después de unos minutos sin presionarle dio otro paso hacia ella. Paula observó su pata trasera y frunció el ceño. Tenía una ligera cojera. Era algo muy leve pero había que revisarlo. Cuando el potro dio otro paso hacia ella estuvo atenta a su morro por si intentaba morderla.


-Paula, ten cuidado- susurró Pedro justo detrás de ella.


El potro levantó la cabeza y le dio con el morro en la mano suavemente.- Eso es- susurró ella –Ven tú.


Volvió a tocar su mano y ella ligeramente le acarició por encima del morro. Entonces él se acercó más a ella y pudo acariciarle el cuello ligeramente.-Buen chico.


-Increíble- susurró Alvaro sin salir de su asombro.


Ella le acarició el cuello sin presionarlo y se dejó hacer. – ¿Tenéis un terrón de azúcar?


Alvaro se alejó rápidamente y el caballo se sobresaltó alejándose algo de ellos.- No tengas miedo – susurró ella para que se familiarizada con su voz.- es Alvaro que es un torpe.


El potro se acercó lentamente a ella y Paula volvió a acariciarlo- Te gusta ¿eh? Eres un mimoso.


Sintió que Pedro se giraba haciendo un gesto y luego sintió en la espalda que la presionaba con algo. Llevándose la mano libre a la espalda tocó su mano y cogió el terrón de azúcar. Lentamente para no asustar al potro metió la otra mano cerrada dentro de box mostrándole el terrón. Miró la mano con desconfianza pero al final se acercó a ella. 


Entonces llevó el hocico a la mano para alegría de Paula que abrió lentamente la mano. El terrón no duró mucho en la mano –Muy bien. Hasta mañana, precioso.


Sacó lentamente las manos y se volvió. Pedro sonreía con las manos en las presillas de su vaquero- Bien doctora ¿cuál es el veredicto?


-El veredicto es que tiene una lesión en la pata trasera y que alguien lo forzó a correr. Se hizo daño y ahora se niega a hacernos caso.


-¿Estás de broma?


-Tengo que revisarlo. Pero no me va a dejar, si no lo dejo grogui. ¿Tenéis una pistola tranquilizante?


-Sí.


-Deberías hacernos una lista con todo lo que puedas necesitar, Pau- dijo Alvaro algo más alejado.


Ella los miró fijamente y se cruzó de brazos- Yo no soy la veterinaria de esta finca.


-No, eso es cierto- dijo Pedro tensándose- es la secretaria. Aunque todavía no has tocado un papel.


-Cuidado Pau, está sacando el morro.


Ella no se movió mirando los ojos de Pedro que estaba alerta. El hocico del potro la hociqueó en la espalda y ella sonrió girándose lentamente- Precioso ¿qué quieres?- levantó las manos suavemente y le acarició entre los ojos.- ¿Más azúcar?


Pedro le dio otro terrón y ella se lo tendió sonriendo- Ya no más. Al menos por hoy.- Le acarició la quijada y se volvió. –Voy a ponerle la medicación a Rufus. Por hoy ya está bien.


-Sobre la lista…


Fulminó con la mirada a Pedro- ¿Ya empiezas?


-No te estoy presionando- dijo molesto.


-Que te quede una cosa clara- dijo muy seria- haré lo que quiera y cuando me dé la gana. No tienes derecho a pedirme nada porque no soy la veterinaria de esta finca.


-¿Te has visto?


-Pedro- el tono de advertencia de Alvaro fue totalmente ignorado.


-Eres la mejor veterinaria que he visto. ¡No puedes desperdiciar tu talento de esa manera!


-Pedro


-¡Yo decido lo que quiero hacer con mi vida y si decido que no quiero oler a estiércol, ni meter la mano en el trasero de una vaca, es asunto mío!


Se volvió hacia el box de Rufus cogiendo los guantes de látex que ya tenía allí preparados. Pedro no la entendía. 


Había partes de ese trabajo que le gustaban, pero había otros que le repugnaban y no iba a dejar que él la convenciera. Era su secretaria. Si quería aceptarlo bien, si no se iba a llevar una sorpresa. No había ido hasta Australia para volver a hacer lo mismo que hacía en los Estados Unidos. ¡No señor!





sábado, 18 de junio de 2016

TU ME HACES FALTA: CAPITULO 14




Tardó media hora y cuando bajaba las escaleras llevaba un vestido de flores estilo años cincuenta sin mangas y unas sandalias azules a juego con las enormes flores del vestido.


-Cielo ¿qué llevas puesto?


Ella vio a Pedro salir de lo que supuso que era el despacho- Un vestido.


Él sonrió pero Paula se dio cuenta que se aguantaba la risa. Sujeta a la barandilla puso la otra mano en su cintura-¿Qué?


-Nada. Estás preciosa- se acercó a ella y la cogió por la cintura dejándola a su lado.- Pero no es lo ideal para un rancho. Sobre todo si luego vas a ver a Rufus.


-Me gusta vestir bien- dijo indignada dejándose llevar a la estancia de donde había salido. En cuanto entró jadeó mirando a su alrededor- ¡Dios mío, Pedro!


Había papeles en todos los sitios sin orden ni concierto.- Lo sé, no se me dan bien estas cosas. –dijo acercándose a la gran mesa cubierta de todo tipo de cosas. ¡Hasta había un martillo encima de lo que parecían libros de contabilidad!


-¿Y cómo sabes el dinero que tienes?


-Lo miró en los registros del banco.- le guiñó un ojo haciéndola reír.


Ella se acercó a la mesa y miró a su alrededor- ¿Dónde está el ordenador?


Pedro parecía estar buscando algo en uno de los cajones- Mi tía tiene un ordenador en su habitación pero aquí no hay.


-Estamos en el siglo veintiuno ¡Necesitas un ordenador!


-Haré que te traigan uno- dijo él como si fuera una molestia.


-Oh, por mí no lo hagas- la ironía de sus palabras le hicieron levantar la cabeza.- Era broma.


-Bien. Haz una lista con lo que necesitas y te lo traerán en el siguiente viaje para reponer provisiones. Puedes encargarlo por Internet y lo recogerán mis chicos.


Se cruzó de brazos mirando a su alrededor sin saber por dónde empezar. Se giró y fue hacia la puerta- ¿A dónde vas?


-A tomar un café


-Nena, así no vas a acabar nunca.


Gruñó saliendo de allí y cruzó el hall yendo hacía donde suponía que estaba la cocina. Al lado del comedor. Al ver el cuadro del antepasado de Pedro sintió un escalofrío y pasó de largo. Abrió una puerta y suspiró al ver la cocina. Era enorme pero viendo el tamaño de la casa no le extrañaba nada. Como el resto de la casa estaba anticuada y levantó una ceja al ver una cocina de carbón- ¿Necesita algo?


-Me gustaría tomar un café si puede ser- le dijo a Gwen que parecía estar preparando la cena.


-Claro que sí...- se acercó a la cocina de carbón y levantó una cafetera de encima de la piedra.-Siempre tengo preparado por si a alguien le apetece.


Cogió una taza de porcelana con un platillo y le sirvió el café- Siéntese aquí, señorita.


-Llámeme Pau- vio el azucarero y se echó dos cucharillas.- ¿Lleva mucho tiempo trabajando aquí?


-Veintisiete años- dijo pasándose las manos por el delantal- Los más felices de mi vida.


Sonrió viéndola tan feliz- ¿De veras?


-Oh sí. Estuve casada ¿sabe? Un mal hombre. –dijo frunciendo el ceño.


-Lo siento- bebió un poco del humeante café y tosió por lo fuerte que era- Guau. Esto me despejará de por vida.-Gwen se echó a reír asintiendo.


- ¿Y qué pasó?


-Pues que le dejé –dijo yendo hacia la cocina.- Una amiga me dijo que aquí buscaban ama de llaves y yo solicité el puesto. El señor Harry era un caballero como su hijo y en cuanto me vio la cara me dio el trabajo sin preguntarme si sabía cocinar siquiera.-Sonrió mientras cortaba unos tomates.-Y me quede.


-Y has vuelto a…


Gwen la miró con sus ojos azules- No, no he vuelto a enamorarme nunca más.- se encogió de hombros- aunque no creas que lo echo de menos.


-¿De qué habláis?- preguntó Cris entrando en la cocina y sirviéndose un café.


-De amores.-respondió divertida- ¿Y tú Cris? ¿Tienes novio?


Cristina se sonrojó hasta la raíz del pelo y Gwen se echó a reír a carcajadas.- Ella sí que tiene algo por ahí, pero no me quiere decir quién es.


-¿Es Billy?- Gwen se echó a reír a carcajadas al ver la cara de Cris.


-¿Cómo lo sabes? ¿Te lo ha dicho Pedro?


-No- se encogió de hombros- pero de todos los que he conocido es el único que coincide contigo en edad. –La observó atentamente sonriendo- parece un buen hombre.


-Lo es.


-¿Quién parece un buen hombre?- Pedro entró en la cocina y fue hasta la jarra del café. Gwen le acercó una taza enorme y con la boca abierta lo vio servirse el café casi hasta arriba.


-Billy- respondió distraída- ¿eso no es mucho café?


Todos rieron –Eso no es nada- dijo Cristina levantándose.


-Es mucha cafeína.


-Ah, se me olvidaba decirte- dijo a su tía señalándola –que es veterinaria.


-¿De verdad?- la miró como si fuera la llamada a sus plegarias y Paula frunció el ceño.


-Sí, pero no me gusta ese trabajo.-dijo con desconfianza.


-No se puede poner esos vestidos- añadió Pedro metiéndose con ella.


-Cierto.- no quería entrar al trapo porque terminarían a gritos.
Miró a su alrededor y se preguntó qué diría Sara de ese sitio. Abrió los ojos como platos- Mierda.


Salió corriendo dejándolos a todos atónitos y subió la escalera a toda prisa. En cuanto cogió el bolso, tiró su contenido sobre la cama buscando su móvil y gimió porque desde que lo había apagado en el avión no se había vuelto a acordar de él. En cuanto lo encendió, vio las llamadas perdidas de su amiga. Dieciocho. Gimió marcando y en cuanto contestaron dijo- Lo siento, lo siento, lo siento. ¿Me perdonas?


-¿Dónde coño estabas? ¡Me tenías preocupada!


-Es que ha sido un viaje eterno- dijo sin entrar en detalles porque si no esa llamada duraría diez horas.


-¿Entonces estás bien?- notó algo en la voz de su amiga que la puso alerta y se sentó en la cama.


-Sí ¿por qué?


-Lo siento pero…


Se llevó la mano al pecho- ¡No!


-¡No sabía que hacer! ¡Es culpa tuya!


-¿Has llamado a papá?


-¡Tenía que hacer algo! No sabía nada de ti o si te había pasado algo.


-¿Y tenías que llamarlo a él?


Pedro apareció en la puerta y apoyándose en el marco la miró muy serio.


-Pues prepárate porque va para allá.


-Le llamo ahora.


-Da igual. Se lo dije hace unas diez horas.


-¡Te voy a matar!


-Sí, como si me tuvieras a mano.


-Te llamo luego.


-Quiero verte, así que conéctate- dijo refiriéndose al Skype.


-Vale. Te quiero, adiós.


Colgó el teléfono y marcó el número de su padre a toda prisa. Cuando se puso el teléfono en la oreja, miró hacia Pedro que la observaba sin expresar nada. El teléfono de su padre estaba apagado y jurando por lo bajo llamó a su madre. Ella lo cogió a los tres tonos- ¿Dónde estás?- le preguntó histérica.


-Mamá, estoy bien.


-¡Te has ido a Australia!- los gritos los podría oír hasta sin el teléfono.


Hizo una mueca antes de responder.-Sí.


-¿Pero qué te hemos hecho para que te vayas del país y no nos digas nada?


Suspirando se pasó una mano por sus rizos rubios- No tiene nada que ver con vosotros. Necesitaba un cambio y me pagan muy bien.


-¿Y no nos dices nada?


-¡Porque sabía que me diríais que estaba loca!


-¡Es que estás loca! ¡Desde hace dos años no haces más que locuras! Dejas un trabajo buenísimo y te metes a secretaria. Estás haciendo cosas muy raras.


Paula enderezó la espalda- Tengo derecho a vivir mi vida como me da la gana.


-¡Estás tirando tu vida por la borda!


-¿Dónde está papá?- preguntó cambiando de tema.


-¿Qué dónde está? ¡Está de camino a Sydney!


Gimió pasándose la mano por la cara-¿Ya ha cogido el avión?


-¡Le dejé en el aeropuerto hace dos horas!


Miró a Pedro mordiéndose el labio inferior y él entrecerró los ojos- Pues llámale y dile que se vuelva.


-¡Ni hablar! ¡Hasta que no te vea no vuelve! Y te va a traer con él.


-No me voy a ir hasta que yo quiera.-dijo enfadándose.
Pedro se acercó a ella y le cogió el teléfono de su mano- ¿Qué haces?


Se lo puso al oído-Señora, soy Pedro Alfonso, el propietario del rancho- dijo sin dejar de mirarla a los ojos.- Estaremos encantados de recibir a su esposo y uno de mis hombres irá a recogerlo al aeropuerto.


Paula le miraba impaciente y él asintió- Sí, no se preocupe. La cuidaremos bien hasta que llegue su padre.


-¿Qué dices?- preguntó ella en voz baja queriendo matarlo.


-Muy bien. Hasta la próxima, señora Chaves.


Colgó el teléfono dejándola atónita- ¿Que...?


-Tu padre está de camino, así que es mejor aceptarlo.- dijo él tirando el teléfono sobre la cama. Se cruzó de brazos- ¿Me vas a explicar esto?


-Ya te había dicho que no sabían nada.


-¿Qué ocurre? ¿Por qué no se lo has dicho?


-¡Porque me iban a amargar hasta que me fuera!- le gritó ella.- ¡Nunca me dejan hacer lo que quiero! Tengo que pelear por cada cosa que me apetece.


-¿Fueron ellos los que te dijeron que estudiaras veterinaria?- preguntó empezando a entender.


-Les dije que no me gustaba. Yo quería estudiar periodismo, pero mi padre es comercial de medicamentos veterinarios y se empeñó en que todos estaban forrados. Además hay miles de periodistas sin ejercer.


-¿Y sacaste la carrera? Fue un milagro que la terminaras.- dijo sorprendido.


-En cuanto empecé tampoco es que me disgustara tanto. Pero sentía que lo hacía sin ilusión.


-¿Y por qué de secretaria?


-Ahí no tengo responsabilidades. ¡Si meto la pata no mato al gato de una niña!


-No te gustan las presiones.


Ella entrecerró los ojos –Te aseguro que puedo soportar la presión y en cuanto conozcas a mi padre lo entenderás.


-Por eso huyes de ellas. ¿Qué hicieron? ¿Te agobiaban porque tu novio te había dejado?


Que hubiera llegado a esa conclusión tan acertada cuando ni Sara se había dado cuenta la impactó tanto que palideció. –Métete en tus asuntos.


-¿No soportabas que se sintieran defraudados otra vez por ti y tu modo de vida?


-¡Cállate!- gritó al borde del llanto.- ¡No sabes lo que es sentir que los defraudas continuamente!


Él entrecerró los ojos- Esto sólo me da la razón en cuanto te des cuenta de la tontería que has hecho en un impulso, te volverás a Nueva York.


-¡No tienes ni idea de lo que pienso!


-El tiempo me dará la razón- dijo mirándola de arriba abajo- Sabía que eras totalmente inadecuada.


-Te estás comportando como mi padre- dijo ella entre dientes- esperando a que meta la pata para echármelo en cara.


Pedro la miró sorprendido e intentó cogerla del brazo- No es así…


-¡Claro que sí!- se giró y fue hasta su maleta sacando unos vaqueros.


-Pau, no quería…


-¿Puedes irte de mi habitación, por favor? Voy a cambiarme para ir a ver a Rufus.


Él apretó los labios y se acercó a la puerta –Te espero abajo.









TU ME HACES FALTA: CAPITULO 13







La sábana que la cubría desapareció y ella gruñó dándose la vuelta. Un roce en el muslo la hizo sonreír y ronroneó como una gatita. La caricia subió hasta su cadera y sintió que el colchón cedía. La caricia subió hasta su cintura por debajo del camisón- Nena, tienes que levantarte.


-No- se abrazó a la almohada. –Un poco más. Hoy no trabajo.


Una risita le llamó la atención y ella frunció el ceño. Se volvió de repente y abrió los ojos como platos al ver a Pedro sentado en su cama. Se había duchado y afeitado. Se había puesto una camisa azul que resaltaba el color de sus ojos.- ¿Qué haces aquí?


-Despertarte.


-¿Y no sabes llamar a la puerta?- se dio cuenta que la mano que antes estaba en su cintura ahora estaba sobre su vientre.


Él la miró a los ojos con una sonrisa en los labios –Sí y he llamado, pero no me has hecho ni caso.


-Bien- dijo cogiendo su mano y levantándola lentamente para colocarla sobre el colchón- Ya estoy despierta, puedes irte.


-Muy bien- se levantó y fue hasta la puerta- Te doy veinte minutos y te espero abajo para llevarte al despacho.


-Vale.


En cuanto cerró la puerta, se giró y cogió la almohada entre sus brazos sonriendo porque se había librado de él. Tenía media hora más.


-¡Pau!- gritó Pedro desde la puerta sobresaltándola.


Gimió pues tenía unas ganas enormes de quedarse en la cama- Por favor- pidió como una niña.


-Nena, tienes que levantarte.- se acercó a ella y la cogió por las axilas incorporándola mientras ella seguía aferrada a la almohada.


-Es culpa tuya- dijo al borde de las lágrimas de frustración. 


Estaba agotada y sólo quería dormir.


Pedro suspiró antes de levantarla colocándola de pie ante él- Mírame, Pau.


Con los ojos rojos de cansancio y llorosos le miró – Sé que estás cansada. Que has tenido unas horas horribles y que estás agotada.


-¡Pues déjame dormir!- una lágrima rodó por su mejilla.


-Si te dejo dormir, tardarás días en acostumbrarte al cambio de horario- le limpió su lágrima con el pulgar.- Sólo tienes que aguantar unas horas y mañana podrás levantarte a la hora que quieras.


-¿De veras?- le miró con desconfianza y Pedro se echó a reír antes de darle un beso rápido en los labios.


-Date prisa.


Cuando salió de la habitación, tiró la almohada sobre la cama enfadada ¿La había besado? Sonriendo fue hasta el baño.