sábado, 18 de junio de 2016
TU ME HACES FALTA: CAPITULO 13
La sábana que la cubría desapareció y ella gruñó dándose la vuelta. Un roce en el muslo la hizo sonreír y ronroneó como una gatita. La caricia subió hasta su cadera y sintió que el colchón cedía. La caricia subió hasta su cintura por debajo del camisón- Nena, tienes que levantarte.
-No- se abrazó a la almohada. –Un poco más. Hoy no trabajo.
Una risita le llamó la atención y ella frunció el ceño. Se volvió de repente y abrió los ojos como platos al ver a Pedro sentado en su cama. Se había duchado y afeitado. Se había puesto una camisa azul que resaltaba el color de sus ojos.- ¿Qué haces aquí?
-Despertarte.
-¿Y no sabes llamar a la puerta?- se dio cuenta que la mano que antes estaba en su cintura ahora estaba sobre su vientre.
Él la miró a los ojos con una sonrisa en los labios –Sí y he llamado, pero no me has hecho ni caso.
-Bien- dijo cogiendo su mano y levantándola lentamente para colocarla sobre el colchón- Ya estoy despierta, puedes irte.
-Muy bien- se levantó y fue hasta la puerta- Te doy veinte minutos y te espero abajo para llevarte al despacho.
-Vale.
En cuanto cerró la puerta, se giró y cogió la almohada entre sus brazos sonriendo porque se había librado de él. Tenía media hora más.
-¡Pau!- gritó Pedro desde la puerta sobresaltándola.
Gimió pues tenía unas ganas enormes de quedarse en la cama- Por favor- pidió como una niña.
-Nena, tienes que levantarte.- se acercó a ella y la cogió por las axilas incorporándola mientras ella seguía aferrada a la almohada.
-Es culpa tuya- dijo al borde de las lágrimas de frustración.
Estaba agotada y sólo quería dormir.
Pedro suspiró antes de levantarla colocándola de pie ante él- Mírame, Pau.
Con los ojos rojos de cansancio y llorosos le miró – Sé que estás cansada. Que has tenido unas horas horribles y que estás agotada.
-¡Pues déjame dormir!- una lágrima rodó por su mejilla.
-Si te dejo dormir, tardarás días en acostumbrarte al cambio de horario- le limpió su lágrima con el pulgar.- Sólo tienes que aguantar unas horas y mañana podrás levantarte a la hora que quieras.
-¿De veras?- le miró con desconfianza y Pedro se echó a reír antes de darle un beso rápido en los labios.
-Date prisa.
Cuando salió de la habitación, tiró la almohada sobre la cama enfadada ¿La había besado? Sonriendo fue hasta el baño.
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