sábado, 18 de junio de 2016
TU ME HACES FALTA: CAPITULO 14
Tardó media hora y cuando bajaba las escaleras llevaba un vestido de flores estilo años cincuenta sin mangas y unas sandalias azules a juego con las enormes flores del vestido.
-Cielo ¿qué llevas puesto?
Ella vio a Pedro salir de lo que supuso que era el despacho- Un vestido.
Él sonrió pero Paula se dio cuenta que se aguantaba la risa. Sujeta a la barandilla puso la otra mano en su cintura-¿Qué?
-Nada. Estás preciosa- se acercó a ella y la cogió por la cintura dejándola a su lado.- Pero no es lo ideal para un rancho. Sobre todo si luego vas a ver a Rufus.
-Me gusta vestir bien- dijo indignada dejándose llevar a la estancia de donde había salido. En cuanto entró jadeó mirando a su alrededor- ¡Dios mío, Pedro!
Había papeles en todos los sitios sin orden ni concierto.- Lo sé, no se me dan bien estas cosas. –dijo acercándose a la gran mesa cubierta de todo tipo de cosas. ¡Hasta había un martillo encima de lo que parecían libros de contabilidad!
-¿Y cómo sabes el dinero que tienes?
-Lo miró en los registros del banco.- le guiñó un ojo haciéndola reír.
Ella se acercó a la mesa y miró a su alrededor- ¿Dónde está el ordenador?
Pedro parecía estar buscando algo en uno de los cajones- Mi tía tiene un ordenador en su habitación pero aquí no hay.
-Estamos en el siglo veintiuno ¡Necesitas un ordenador!
-Haré que te traigan uno- dijo él como si fuera una molestia.
-Oh, por mí no lo hagas- la ironía de sus palabras le hicieron levantar la cabeza.- Era broma.
-Bien. Haz una lista con lo que necesitas y te lo traerán en el siguiente viaje para reponer provisiones. Puedes encargarlo por Internet y lo recogerán mis chicos.
Se cruzó de brazos mirando a su alrededor sin saber por dónde empezar. Se giró y fue hacia la puerta- ¿A dónde vas?
-A tomar un café
-Nena, así no vas a acabar nunca.
Gruñó saliendo de allí y cruzó el hall yendo hacía donde suponía que estaba la cocina. Al lado del comedor. Al ver el cuadro del antepasado de Pedro sintió un escalofrío y pasó de largo. Abrió una puerta y suspiró al ver la cocina. Era enorme pero viendo el tamaño de la casa no le extrañaba nada. Como el resto de la casa estaba anticuada y levantó una ceja al ver una cocina de carbón- ¿Necesita algo?
-Me gustaría tomar un café si puede ser- le dijo a Gwen que parecía estar preparando la cena.
-Claro que sí...- se acercó a la cocina de carbón y levantó una cafetera de encima de la piedra.-Siempre tengo preparado por si a alguien le apetece.
Cogió una taza de porcelana con un platillo y le sirvió el café- Siéntese aquí, señorita.
-Llámeme Pau- vio el azucarero y se echó dos cucharillas.- ¿Lleva mucho tiempo trabajando aquí?
-Veintisiete años- dijo pasándose las manos por el delantal- Los más felices de mi vida.
Sonrió viéndola tan feliz- ¿De veras?
-Oh sí. Estuve casada ¿sabe? Un mal hombre. –dijo frunciendo el ceño.
-Lo siento- bebió un poco del humeante café y tosió por lo fuerte que era- Guau. Esto me despejará de por vida.-Gwen se echó a reír asintiendo.
- ¿Y qué pasó?
-Pues que le dejé –dijo yendo hacia la cocina.- Una amiga me dijo que aquí buscaban ama de llaves y yo solicité el puesto. El señor Harry era un caballero como su hijo y en cuanto me vio la cara me dio el trabajo sin preguntarme si sabía cocinar siquiera.-Sonrió mientras cortaba unos tomates.-Y me quede.
-Y has vuelto a…
Gwen la miró con sus ojos azules- No, no he vuelto a enamorarme nunca más.- se encogió de hombros- aunque no creas que lo echo de menos.
-¿De qué habláis?- preguntó Cris entrando en la cocina y sirviéndose un café.
-De amores.-respondió divertida- ¿Y tú Cris? ¿Tienes novio?
Cristina se sonrojó hasta la raíz del pelo y Gwen se echó a reír a carcajadas.- Ella sí que tiene algo por ahí, pero no me quiere decir quién es.
-¿Es Billy?- Gwen se echó a reír a carcajadas al ver la cara de Cris.
-¿Cómo lo sabes? ¿Te lo ha dicho Pedro?
-No- se encogió de hombros- pero de todos los que he conocido es el único que coincide contigo en edad. –La observó atentamente sonriendo- parece un buen hombre.
-Lo es.
-¿Quién parece un buen hombre?- Pedro entró en la cocina y fue hasta la jarra del café. Gwen le acercó una taza enorme y con la boca abierta lo vio servirse el café casi hasta arriba.
-Billy- respondió distraída- ¿eso no es mucho café?
Todos rieron –Eso no es nada- dijo Cristina levantándose.
-Es mucha cafeína.
-Ah, se me olvidaba decirte- dijo a su tía señalándola –que es veterinaria.
-¿De verdad?- la miró como si fuera la llamada a sus plegarias y Paula frunció el ceño.
-Sí, pero no me gusta ese trabajo.-dijo con desconfianza.
-No se puede poner esos vestidos- añadió Pedro metiéndose con ella.
-Cierto.- no quería entrar al trapo porque terminarían a gritos.
Miró a su alrededor y se preguntó qué diría Sara de ese sitio. Abrió los ojos como platos- Mierda.
Salió corriendo dejándolos a todos atónitos y subió la escalera a toda prisa. En cuanto cogió el bolso, tiró su contenido sobre la cama buscando su móvil y gimió porque desde que lo había apagado en el avión no se había vuelto a acordar de él. En cuanto lo encendió, vio las llamadas perdidas de su amiga. Dieciocho. Gimió marcando y en cuanto contestaron dijo- Lo siento, lo siento, lo siento. ¿Me perdonas?
-¿Dónde coño estabas? ¡Me tenías preocupada!
-Es que ha sido un viaje eterno- dijo sin entrar en detalles porque si no esa llamada duraría diez horas.
-¿Entonces estás bien?- notó algo en la voz de su amiga que la puso alerta y se sentó en la cama.
-Sí ¿por qué?
-Lo siento pero…
Se llevó la mano al pecho- ¡No!
-¡No sabía que hacer! ¡Es culpa tuya!
-¿Has llamado a papá?
-¡Tenía que hacer algo! No sabía nada de ti o si te había pasado algo.
-¿Y tenías que llamarlo a él?
Pedro apareció en la puerta y apoyándose en el marco la miró muy serio.
-Pues prepárate porque va para allá.
-Le llamo ahora.
-Da igual. Se lo dije hace unas diez horas.
-¡Te voy a matar!
-Sí, como si me tuvieras a mano.
-Te llamo luego.
-Quiero verte, así que conéctate- dijo refiriéndose al Skype.
-Vale. Te quiero, adiós.
Colgó el teléfono y marcó el número de su padre a toda prisa. Cuando se puso el teléfono en la oreja, miró hacia Pedro que la observaba sin expresar nada. El teléfono de su padre estaba apagado y jurando por lo bajo llamó a su madre. Ella lo cogió a los tres tonos- ¿Dónde estás?- le preguntó histérica.
-Mamá, estoy bien.
-¡Te has ido a Australia!- los gritos los podría oír hasta sin el teléfono.
Hizo una mueca antes de responder.-Sí.
-¿Pero qué te hemos hecho para que te vayas del país y no nos digas nada?
Suspirando se pasó una mano por sus rizos rubios- No tiene nada que ver con vosotros. Necesitaba un cambio y me pagan muy bien.
-¿Y no nos dices nada?
-¡Porque sabía que me diríais que estaba loca!
-¡Es que estás loca! ¡Desde hace dos años no haces más que locuras! Dejas un trabajo buenísimo y te metes a secretaria. Estás haciendo cosas muy raras.
Paula enderezó la espalda- Tengo derecho a vivir mi vida como me da la gana.
-¡Estás tirando tu vida por la borda!
-¿Dónde está papá?- preguntó cambiando de tema.
-¿Qué dónde está? ¡Está de camino a Sydney!
Gimió pasándose la mano por la cara-¿Ya ha cogido el avión?
-¡Le dejé en el aeropuerto hace dos horas!
Miró a Pedro mordiéndose el labio inferior y él entrecerró los ojos- Pues llámale y dile que se vuelva.
-¡Ni hablar! ¡Hasta que no te vea no vuelve! Y te va a traer con él.
-No me voy a ir hasta que yo quiera.-dijo enfadándose.
Pedro se acercó a ella y le cogió el teléfono de su mano- ¿Qué haces?
Se lo puso al oído-Señora, soy Pedro Alfonso, el propietario del rancho- dijo sin dejar de mirarla a los ojos.- Estaremos encantados de recibir a su esposo y uno de mis hombres irá a recogerlo al aeropuerto.
Paula le miraba impaciente y él asintió- Sí, no se preocupe. La cuidaremos bien hasta que llegue su padre.
-¿Qué dices?- preguntó ella en voz baja queriendo matarlo.
-Muy bien. Hasta la próxima, señora Chaves.
Colgó el teléfono dejándola atónita- ¿Que...?
-Tu padre está de camino, así que es mejor aceptarlo.- dijo él tirando el teléfono sobre la cama. Se cruzó de brazos- ¿Me vas a explicar esto?
-Ya te había dicho que no sabían nada.
-¿Qué ocurre? ¿Por qué no se lo has dicho?
-¡Porque me iban a amargar hasta que me fuera!- le gritó ella.- ¡Nunca me dejan hacer lo que quiero! Tengo que pelear por cada cosa que me apetece.
-¿Fueron ellos los que te dijeron que estudiaras veterinaria?- preguntó empezando a entender.
-Les dije que no me gustaba. Yo quería estudiar periodismo, pero mi padre es comercial de medicamentos veterinarios y se empeñó en que todos estaban forrados. Además hay miles de periodistas sin ejercer.
-¿Y sacaste la carrera? Fue un milagro que la terminaras.- dijo sorprendido.
-En cuanto empecé tampoco es que me disgustara tanto. Pero sentía que lo hacía sin ilusión.
-¿Y por qué de secretaria?
-Ahí no tengo responsabilidades. ¡Si meto la pata no mato al gato de una niña!
-No te gustan las presiones.
Ella entrecerró los ojos –Te aseguro que puedo soportar la presión y en cuanto conozcas a mi padre lo entenderás.
-Por eso huyes de ellas. ¿Qué hicieron? ¿Te agobiaban porque tu novio te había dejado?
Que hubiera llegado a esa conclusión tan acertada cuando ni Sara se había dado cuenta la impactó tanto que palideció. –Métete en tus asuntos.
-¿No soportabas que se sintieran defraudados otra vez por ti y tu modo de vida?
-¡Cállate!- gritó al borde del llanto.- ¡No sabes lo que es sentir que los defraudas continuamente!
Él entrecerró los ojos- Esto sólo me da la razón en cuanto te des cuenta de la tontería que has hecho en un impulso, te volverás a Nueva York.
-¡No tienes ni idea de lo que pienso!
-El tiempo me dará la razón- dijo mirándola de arriba abajo- Sabía que eras totalmente inadecuada.
-Te estás comportando como mi padre- dijo ella entre dientes- esperando a que meta la pata para echármelo en cara.
Pedro la miró sorprendido e intentó cogerla del brazo- No es así…
-¡Claro que sí!- se giró y fue hasta su maleta sacando unos vaqueros.
-Pau, no quería…
-¿Puedes irte de mi habitación, por favor? Voy a cambiarme para ir a ver a Rufus.
Él apretó los labios y se acercó a la puerta –Te espero abajo.
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Y se armó, no más, y la que se va a armar cuando llegue el padre. Ojalá se quede.
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