sábado, 18 de junio de 2016

TU ME HACES FALTA: CAPITULO 10




La despertó una mano sobre su hombro y no la tocaba delicadamente –Carlos, paso de desayunar y me levantó más tarde.- dijo gimiendo mientras volvía la cara hacia el otro lado


.-¡Levántate de ahí antes de que te levante yo!


Sorprendida abrió los ojos como platos. Pedro la miraba como si quisiera matarla y ella se intentó levantar. Todavía dormida no se dio cuenta que tenía el cinturón puesto y cayó otra vez sobre el asiento.- Por el amor de Dios- dijo exasperado desabrochándole el cinturón y cogiéndola por el brazo para levantarla. – ¿Quieres darte prisa?


-Estás de muy mal humor –dijo cogiendo su bolso a toda prisa antes de que se lo dejara allí. Pedro gruñó llevándola a la puerta. – ¡Las maletas!


-Ya te las lleva Bill. Baja de una vez.


Ella miró al exterior y jadeó al ver donde estaban. ¡Estaba precioso y había hierba! Ella pensaba que casi toda Australia era árida. Sorprendida bajó las escalerillas mirando a su alrededor. Estaba amaneciendo y la luz era fantástica.- ¡Vaya!


Había dos jeep a unos cien metros y dos hombres que estaban hablando entre ellos se detuvieron mirándola. 


Parecían sorprendidos.- Vamos- dijo él sin soltar su brazo. 


Prácticamente iba arrastrándola.


-Puedo caminar sola, ¿sabes?


-Ahora no, nena.- la advirtió con la mirada y ella entendió que no podía discutir con él delante de sus hombres.


Los hombres se enderezaron cuando se acercaron. Los dos llevaban sombreros y camisas caquis con pantalones vaqueros. También llevaban botas y pensó que eran bastante guapos. No tanto como Pedro pero tenía amigas en Nueva York que les encantaría salir con hombres así. –Jose, llévanos a la casa- dijo Pedro con la cara tallada en piedra.


-¿No nos presenta, jefe?- preguntó el que debía ser Jose quitándose el sombrero. Era rubio y parecía simpático. Ella sonrió sin darse cuenta.


-¡No!- asombrados vieron como casi la metía a empujones dentro del jeep.


-Pero…-Pedro la miró a los ojos y ella cerró la boca. No estaba el horno para bollos. Sí que se había despertado con el pie izquierdo.


Mordiéndose la lengua le vio rodear el coche y sentarse en el asiento del copiloto. Jose se puso el sombrero y entró en el jeep de un salto. Arrancó el coche y Paula cayó hacia atrás de lo rápido que aceleró. – ¿Dónde está, Alvaro?- preguntó Pedro mientras ella se intentaba agarrar.


-Con el veterinario- miró a su jefe de reojo y ella se dio cuenta que algo iba mal.


-¿Qué ha pasado?


-Rufus no se encuentra bien.


-Perdona, ¿qué has dicho?- lo preguntó en un tono tan helado que hasta a ella se le pusieron los pelos de punta.


-Que…- Jose miró a la carretera nervioso- que Rufus…


-¡Suéltalo de una vez!


-Creen que es un cólico.


-¡Te dejé al cargo de Rufus!- le gritó furioso.


-Sí, jefe- Jose hasta estaba sudando y a Paula le dio pena.


-¿Quién es Rufus?- preguntó ella intentando aliviar la tensión aunque se imaginaba la respuesta.


-Es mi caballo- respondió sin dejar de mirar a Jose como si quisiera estrangularlo- Más te vale que se reponga porque si no…


-¿Y se ha puesto malito?


-¡Llévame al establo!- le gritó a su subordinado ignorándola.
Jose que iba a toda velocidad estaba pálido.


-Seguro que se pone bien. –dijo ella intentando darle ánimos. Le dio dos palmaditas en el hombro a Jose que parecía a punto de vomitar y Pedro le quitó la mano fulminándola con la mirada. Entonces se dio cuenta que el caballo era de Pedro y también necesitaba consuelo.- No te preocupes, Pedro.-dijo con una dulce sonrisa –Ya está allí el veterinario y le curará.


-Nena, cierra el pico.


Jadeó indignada hasta que vio las edificaciones. Eran enormes. Tres edificaciones de madera pintadas en rojo óxido con las molduras en blanco. – ¿Eso qué es?


-El establo, el pajar y donde se guardan las herramientas, los quad y esas cosas.- contestó Jose sonriendo como si fuera un guía turístico. Al acercarse vio que esas edificaciones debían medir cien metros de fondo y unos veinte metros de ancho. –Guau. ¿Pedro, eres rico?


-Nena, ¿qué te había dicho?


-Ah sí, que cerrara el pico


-Pues eso.- Pedro casi saltó del jeep en cuanto Jose frenó ante la primera edificación que tenía las enormes puertas correderas abiertas.


-¿Está mal?- preguntó preocupada por Pedro.


Jose la miró de reojo y asintió. Paula se bajó del coche y se acercó a la puerta. Vio varios hombres en la mitad del enorme pasillo. Se acercó lentamente mirando a su alrededor. Muchos de los espacios estaban vacíos y frunció su naricilla al sentir en sus fosas nasales el típico olor a establo. Al llegar hasta ellos ni se dieron cuenta de que estaba allí. Un hombre mayor hablaba con Pedro que estaba muy serio mirando hacia abajo. El hombre debía tener sesenta años o así y tenía el pelo totalmente blanco. –No sé cómo ha pasado, te lo juro.- le dijo el hombre mayor.


Pedro asintió y ella que no veía el caballo se acercó más metiendo la cabeza dentro de la caballeriza. Un hermoso caballo negro con el pelaje muy brillante estaba tumbado en el suelo de paja. Ella miró los envases de plástico donde tenía el agua y el grano. Entonces escuchó al otro hombre.- Es un cólico, Pedro –ella le miró y escuchó atentamente al que debía ser el veterinario.- Tenemos que esperar. Ya sabes cómo es esto.


Ella miró al caballo y escuchó su respiración. Frunció el ceño mirando la comida. Ella se agachó sin que la vieran y le acarició el morro que estaba goteando por las fosas nasales.-Pedro…


-Ahora no, Pau- dijo él muy serio.-Dile a Jose que te lleve a casa. Yo tardaré en ir.


-Pero…


Se volvió mirándola entre enfadado y preocupado- No es un cólico- susurró ella mirando sobre su hombro al hombre que decía que era el veterinario.


-¿Qué sabrás tú si es un cólico o no?


-Perdone ¿pero usted quién es?- preguntó el que debía ser Alvaro.


-Es Pau. Mi nueva secretaria- dijo Pedro con ironía.


-Es un cólico, señorita- dijo el veterinario en plan paternal.


Ella sonrió a los tres y dijo –No es un cólico. Tiene neumonía.


-¿En qué se basa para decir eso?- El veterinario la miraba divertido.


-Pues me baso en que su morro tiene secreciones, en que tiene fiebre y en su respiración agitada. En que no mira su vientre a menudo, ni se revuelve molesto por el dolor, sino todo lo contrario. Está apático.


Pedro miró a su veterinario- ¿Osvaldo?


El hombre se sonrojó-Es un cólico grave, Pedro. Estoy seguro. Y que dudes de mí por la palabra de una muchachita de ciudad es ofensivo.


Pedro entrecerró los ojos molesto- No intentaba ofenderte, sólo quiero lo mejor para Rufus.


El hombre levantó la barbilla muy serio y los tres miraron a Paula- Nena, vete a la casa.


-¿No me crees?- ahora la ofendida era ella.- Pues te diré que sé de lo que hablo.


-Sí, tanto que no sabías que un canguro puede atacarte.


-¡Son normalmente pacíficos!- protestó ella- ¡Sólo atacan si tienen hambre o sed extrema, y si se sienten amenazados pero no era el caso!


Pedro entrecerró los ojos- ¿Y tú cómo lo sabes?


-Fueron ellos los que se acercaron al avión y no al revés. Que te atacaran a ti es algo totalmente incomprensible. –Ella se cruzó de brazos- Tengo que pensar en ello. Seguro que hicimos algo mal.


-¡Vete a casa!


-¡Tiene neumonía!- gritó poniendo los brazos en jarras- Y estaría segura si le tomo la temperatura.


Eso sí que pareció divertirle- ¿Tú?


Entrecerró los ojos y miró a su alrededor. Vio un guante hasta el hombro y se lo colocó dejándolo atónito.- Pau, no te acerques a Rufus.


-Estás siendo muy cabezota, Pedro. –Se acercó cogiendo el termómetro rectal- Te voy a demostrar que tengo razón.


-Pau, me estás poniendo de los nervios.


-Pedro…- Alvaro lo cogió por el brazo sano mirándola con los ojos entrecerrados-Déjala que tome la temperatura.


-¡Esto es ridículo!- exclamó el veterinario indignado.


-Osvaldo si estás tan seguro de que tienes razón no sé de qué te preocupas tanto- dio Alvaro con una sonrisa en los labios como riéndose de él.


-Eso Osvaldo- dijo ella sonriendo señalándole con el termómetro.


-Acaba de una vez.- dijo Pedro furioso apartándose de la entrada






viernes, 17 de junio de 2016

TU ME HACES FALTA: CAPITULO 9




En cuanto se metió en la cabina, ella se desabrochó el cinturón y se acercó a sus maletas. Cogió la más grande y la abrió arrodillándose en el suelo. Se agarró cuando despegaron para no deslizarse y cogió lo primero que pilló que era un vestido blanco por encima de las rodillas. Se quitó el vestido verde y miró el vientre tenía manchadas hasta las braguitas y se las quitó rápidamente. Se limpió los restos de sangre como pudo con la botella de agua y una camiseta vieja. Tendría que ser suficiente hasta llegar a un baño. Después de vestirse con ropa interior limpia, se puso el vestido blanco y cerró la maleta metiendo la ropa en una bolsa de plástico. Buscó un cubo de basura y como no lo encontró, metió la bolsa en la maleta en el compartimiento superior de la maleta. La cerró y se fue hasta su asiento dejándose caer. No sabía muy bien cómo se sentía. 


Decepción era el sentimiento que más le asaltaba, pero también la rabia y la pena. Le parecía mentira que una hora antes discutiera con él para quedarse y ahora mintiera para irse. Como podían cambiar las cosas en unos minutos.


Cuando aterrizaron se levantó rápidamente y se colocó la correa del bolso en el hombro. Fue hasta sus maletas y las cogió. Bill la miró sorprendido cuando la vio ya preparada.- ¿Hay algún sistema para ir a la Terminal?


El hombre frunció el ceño-Si quiere puedo acompañarla hasta allí.


-Gracias- sonrió y cuando el hombre abrió la puerta Paula se quedó de piedra al ver a Pedro. ¡Mierda, habían vuelto al mismo aeropuerto!


-¿Qué coño hace ella aquí?- preguntó subiendo la escalerilla con un vendaje que le cubría todo el antebrazo.


Bill la miró confundido- Me has pedido que la lleve a casa y me ha dicho que la dejara en la Terminal.


-¡Quería decir el rancho!- exclamó mirándola con los ojos entrecerrados. – ¿Creías que quería que te fueras?


-Sí- mintió descaradamente. No quería dar más explicaciones.


Él dio un paso hacia ella- ¿Y me hubieras hecho caso? 
¡Porque hasta ahora no ha funcionado!


Paula desvió la mirada para que evitara que la viera dolida.- Bill ¿por qué no te encargas de repostar? –preguntó suavemente sin dejar de mirarla.


El hombre los miró frunciendo el ceño antes de salir del avión.- Paula…-Se negó a mirarle y él la cogió de la barbilla para que lo mirara- Lo siento ¿vale?


-¿Qué parte?


-Siento haberte gritado cuando volví en mí. Nada desde que te subiste a ese avión fue fácil y te ocupaste de todo cuando yo no podía.


Le miró con desconfianza. Parecía sincero.- ¿Eso significa que si me caigo no me echarás?


Pedro se echó a reír y asintió –Está bien. Si te caes, no te echaré.


-Bien. –Dejó las maletas en su sitio y volvió a su asiento a sentarse.


-Nena…


Ella se volvió con el ceño fruncido- ¡Es Pau!


Puso los ojos en blanco antes de señalar la puerta-Tienes que bajar.


-¿Por qué?


-¡Porque lo digo yo!


-Que pesado- dijo levantándose y yendo hacia la puerta.


-¿Vas a discutir todo lo que te digo? ¡Te recuerdo que soy tu jefe!


-Va- se acercó a la puerta y bajó los escalones.


-¿Va?


Ella ya en el suelo se volvió hacia el –Todavía no hemos llegado al rancho y me lo estoy pensando.


Pedro la cogió del brazo y la apartó de la avioneta. Ella se fijó que su camisa blanca tenía sangre en la manga y en el pecho.- ¿Cómo que lo estás pensando?


-¡Pues eso! ¡Porque eres intratable! –Pedro la miraba como si le hubieran salido dos cabezas. Como ya se lo había dicho y se sentía mejor, suavizó el tono.- ¿Te duele?


-Estoy bien.-con la mano sana se la pasó por el cabello.-Me estás volviendo loco- la fulminó con la mirada – ¿Quieres quedarte o no?


-¿Me aceptas?- una sonrisa iluminó su rostro y Pedro recorrió con su mirada su rostro.- ¿No me gritarás? ¿No me culparás por cosas estúpidas?-La mirada de Pedro la puso nerviosa. La observaba concentrado en sus pensamientos y se sonrojó ligeramente por su silencio- ¿Quieres contestar de una maldita vez?


Pedro entrecerró los ojos- Ya te he dicho que te acepto ¿a qué viene esta tontería?


Decepcionada porque no le respondía lo que quería, se dio cuenta que ella quería oírle decir cosas que en realidad no tenía por qué decir. Le gustaría oírle decir que le gustaría mucho que se quedara con él y también le gustaría oírle que la necesitaba. Y eso no podía ser. Darse cuenta de eso la dejó en shock y cuando Pedro bufó, le miró a los ojos decidiendo escurrir el bulto- Sólo quería asegurarme que …


-Sí, sí…- él se volvió dejándola con la palabra en la boca.


Aliviada le vio alejarse y gimió girándose buscando algo de intimidad. Tenía un lío mental que no sabía qué hacer. Sus pensamientos iban de un lado a otro y se iba a volver loca como continuara así. –Aclárate, Paula.- dijo para sí llevándose las manos al diafragma y respirando profundamente- ¡Joder, que viaje más largo!-¡No podía enamorarse de un hombre así! ¡Y además del otro lado del mundo! ¡Sara la mataría! ¡Sus padres la matarían!


Nerviosa empezó a caminar de un lado al otro pensando en todo lo que había pasado. Era el estrés del viaje. En cuanto se pasara allí una semana todo cambiaría. En ese momento tenía los nervios a flor de piel, pero en cuanto se diera una ducha y descansara un poco todo iría bien. Contenta por sus resoluciones se volvió y se detuvo en seco cuando vio a Bill y a Pedro mirándola fijamente. Cada uno con una cara. Bill la miraba con preocupación, mientras que su jefe la miraba como si le faltara un tornillo. Tomó aire y forzó una sonrisa- ¿Ya nos vamos?


-Sí, mueve el culo hacia el avión.- dijo Pedro como si fuera una molestia.


Sonrió radiante esperando que siguiera hablándole así mucho tiempo. En cuanto ella estuviera en sus cabales pensaría que era un idiota y asunto arreglado. Caminó hasta la escalerilla y se subió rápidamente. Se sentó en su asiento y abrochó el cinturón. Pedro se sentó en el del otro lado del pasillo mientras que Bill entraba en cabina.- ¿No vas con él?


-Quiero descansar- dijo cortante indicándole que no quería conversación.


Ella asintió sonriendo y miró al frente. Decidida a distraerse, sacó su maltratada novela y empezó a leer. Estaban despegando y ella no se inmuto- Mira, no hay mal que por bien no venga. Nada como un accidente de avión para que ya no tengas miedo a volar.


Ella sonrió sin despegar la vista del libro. Al cabo de unos minutos le miró de reojo y le vio dormido. Aprovechó para observarle bien. Desde su espeso pelo negro pasando por su recta nariz y bajando por sus finos labios. Suspiró al llegar a su cuadrada barbilla que empezaba a tener la sombra de la barba que no se había afeitado ese día. Entrecerró los ojos al ver un morado en su cuello. Parecía….se acercó lo suficiente mirando su cuello ¡Parecía un chupetón! Se enderezó en su asiento fulminándolo con la mirada. ¿De cuándo sería? Se volvió a acercar. No tenía zonas amarillas, así que era muy reciente. Jadeó indignada y miró el libro que tenía entre las manos. ¿No se habría ido con Marisa al baño del aeropuerto en la escala, no? Negó con la cabeza, Marisa le habría dicho algo. Tenía que ser anterior. De Nueva York. 


¿Un rollete de una noche? Podía ser…


Estaba cavilando el tema y sin darse cuenta se quedó dormida








TU ME HACES FALTA: CAPITULO 8






Después de unos minutos frunció el ceño. ¿No tardaba mucho? Entrecerró los ojos pensando que como si le atropellaban una manada de canguros. Se cruzó de brazos moviendo los dedos sobre su antebrazo.- ¿Pedro?- gritó desde allí.


Como no respondía sí que se puso nerviosa y se levantó acercándose a la puerta. No veía a Pedro por ningún sitio y a los canguros tampoco, así que decidió salir. Al no ver las bengalas encendidas rodeó el avión por la cola y jadeó al ver aPedro tirado en el suelo.- ¡Pedro!


Se acercó corriendo y le volvió lentamente. Le sangraba el brazo izquierdo y estaba inconsciente. – ¡Pedro despierta!


El brazo sangraba bastante y se puso histérica. Miró alrededor intentando descubrir lo que había pasado hasta que vio una cola de canguro alejándose.- ¡Mierda, Pedro!


Tenía que sacarlo de allí por si volvían pero antes tenía que detener esa hemorragia. Pedro no llevaba cinturón, así que tenía que buscar otra cosa. Cogió la véngala y la encendió tirándola algo más lejos. Cogió la otra y corrió a la parte delantera del avión tirándola. Esperaba que eso evitara que se acercaran los animales. Entró en el avión a toda prisa y buscó un botiquín. En la caja donde Pedro había cogido las bengalas había un maletín de primeros auxilios y cargando con él fue hasta donde estaba Pedro. – ¿Y a ti quién te va a echar?- preguntó arrodillándose a su lado. Miró el antebrazo que en su interior tenía una herida abierta de arriba abajo- Estupendo- dijo ella entre dientes abriendo el maletín. Vio la cinta para practicar el torniquete y se la ajustó por encima del codo colocando delicadamente el antebrazo sobre su regazo. Gimiendo al ver el tamaño de la herida cogió un paquete de gasas y se lo cubrió procurando no tocar la herida para no infectarla más, presionando para evitar que sangrara. – ¡Pedro!- con la mano libre le dio unas palmaditas en la mejilla- ¡Pedro despierta! ¡Dijiste que me sacarías de aquí!- le gritó histérica.


El pánico comenzó a invadirla y miró la herida. Las gasas estaban empapadas y cogió más presionando la herida. Pedro gimió y ella suspiró de alivio. – ¡Pedro, abre los ojos!


Volvió a gemir intentando mover el brazo cuando Madeline oyó algo. – ¿Eso es un avión?


Nerviosa miró hacia arriba y casi llora de alivio cuando vio que se acercaba una avioneta.


-Pau…- susurró Pedro abriendo los ojos y llevándose la mano libre a la cabeza.


-¿Te duele?- preguntó de los nervios.- ¿Qué ha pasado?


-Me pilló desprevenido. Creo que ha sido un canguro pero no estoy seguro.- Intentó incorporarse pero ella le cogió del hombro.


-No te muevas- dijo nerviosa mirando hacia arriba. El avión estaba girando –Ya vienen a buscarnos, necesitas un médico.


No le hizo caso y se sentó apartando sus manos. Al hacerlo cayeron las gasas y pudo ver su herida- ¡Mierda!


-¿Te duele?


-¿Tú qué crees?- preguntó con burla.


-¡No me hables así! ¡Encima que te he salvado el pellejo!


La miró atónito- ¿Tú? ¿Y qué has hecho si puede saberse aparte de atraer a los canguros y de gafarme?


-¡Serás idiota!


Escuchó como aterrizaba el avión pero estaba tan aliviada de que se hubiera despertado y estaba tan furiosa por lo que le había dicho, que tenía ganas de arrearle. Se levantó dejando ver la mancha de su vestido. –Eres un desagradecido.


-Como si tú hubieras hecho algo- dijo cogiendo más gasas para cubrir la herida.- ¡Joder!


-Déjame ayudarte- dijo ella intentando tocar su brazo.


-¡Apártate de mí!- le gritó furioso.


Atónita le vio levantarse e ir hacia el avión que había aterrizado. Se abrió la puerta y un hombre bajó a toda prisa gritando por encima de los ruidos del motor- ¿Qué ha ocurrido?


-¡Llévame lo más cerca que puedas de un hospital!- el hombre que debía tener unos cincuenta años la miró y se acercó a ella que se había quedado clavada en el sitio.


-Señorita, ¿se encuentra bien?- le preguntó el hombre mirándola preocupado mientras Paula intentaba retener las lágrimas.


Asintió mientras él la cogía del brazo y la llevaba hasta el avión- Tenemos que irnos, señorita- dijo él sonriendo.


-Sí, claro- susurró ella dejando que la llevara hasta el avión.


Cuando subieron se dio cuenta que aquel avión no era igual que el anterior. Aquel tenía únicamente asientos. Entonces entendió que en el que habían volado antes era de carga. Se sentó donde le indicó el hombre e iba a abrocharse el cinturón de seguridad cuando vio la sangre en sus manos. 


Nerviosa intentó limpiarse en la pechera del vestido.-No se preocupe por eso- dijo el hombre amablemente.


Abrochó el cinturón con las manos temblorosas y al levantar la vista vio que Pedro salía de lo que parecía una cabina- Vámonos de una vez, Bill. ¡Me voy a desangrar!


-Sí, jefe.


Pedro la fulminó con la mirada antes de volver a entrar en la cabina y ella se quedó allí sola. Sabía que ese viaje iba a ser duro pero aquello era demasiado. Sumida en sus pensamientos ni se dio cuenta de que habían despegado. Se apretó las manos con la sangre de Pedro sin ser consciente de cuánto tiempo había pasado. Solo veía la mirada furiosa de Pedro y parecía que la odiaba.


Volvió a la realidad cuando sintió que las ruedas del avión tocaban el suelo y miró por la ventanilla. Se detuvieron y una ambulancia estaba esperándolos con las luces encendidas.


Pedro salió de la cabina y sin mirarla siquiera, pasó a su lado sujetándose el brazo. Bill que le seguía abrió la puerta a toda prisa. –Llévatela a casa y vuelve a buscarme.-ordenó a Bill antes de bajar.


Bill la miró de reojo. Paula sin moverse seguía mirando al frente y le escuchó decir –Está bien, jefe.


Oyó como se cerraba la puerta y Bill se acercó por el pasillo- ¿Se encuentra bien?


Todos los nervios del viaje, todo el estrés de ver a Pedro allí tirado y pensar que se moría salió en ese momento y Paula se cubrió la cara estallando en lágrimas.- Tranquilícese, todo está bien. Se pondrá bien, es una herida limpia- Una mano le acarició la espalda y ella asintió.


-¿Podemos irnos?- le miró limpiándose las lágrimas. Tenía el pelo rubio con canas en las sienes y sus ojos eran marrones. Su sonrisa era agradable y parecía muy buena persona- No tengo mis cosas- susurró dándose cuenta de que todo había quedado en el avión. Su cartera, su pasaporte, todo.


-No se preocupe. Mis chicos se encargarán de recogerlo todo.


En ese momento lo único que quería era irse a su casa y le dijo – ¿No puede llevarme de vuelta al avión?


La miró con el ceño fruncido -El jefe me ha dicho que la llevara a casa.


-Sí, pero se refería a mi casa- dijo mintiendo descaradamente.


Billy entrecerró los ojos- ¿Y dónde vive?


-Sólo tiene que llevarme a la ciudad con aeropuerto internacional más cercano.


El hombre asintió.-Así que tengo que volver para que recoja sus cosas y después llevarla al aeropuerto más cercano.


-Sí- susurró apretándose las manos.


-Está bien- sonrió amablemente- ¿Necesita algo? ¿Agua?


-Sí, gracias.


Le acercó una botella de agua de plástico y bebió. Simuló una sonrisa y Bill le correspondió.-Bien, entonces nos vamos


-Sí, por favor.


Se dio cuenta que donde habían dejado a Pedro no estaba muy lejos del avión y aterrizaron enseguida. Bill le dijo que no se moviera que él iría a recoger sus cosas. Cinco minutos después colocaba sus maletas y las de Pedro en la parte de atrás del avión. Le entregó su bolso y le dijo –La dejaré en Perth.


-Muy bien- dijo sonriendo.