viernes, 17 de junio de 2016

TU ME HACES FALTA: CAPITULO 8






Después de unos minutos frunció el ceño. ¿No tardaba mucho? Entrecerró los ojos pensando que como si le atropellaban una manada de canguros. Se cruzó de brazos moviendo los dedos sobre su antebrazo.- ¿Pedro?- gritó desde allí.


Como no respondía sí que se puso nerviosa y se levantó acercándose a la puerta. No veía a Pedro por ningún sitio y a los canguros tampoco, así que decidió salir. Al no ver las bengalas encendidas rodeó el avión por la cola y jadeó al ver aPedro tirado en el suelo.- ¡Pedro!


Se acercó corriendo y le volvió lentamente. Le sangraba el brazo izquierdo y estaba inconsciente. – ¡Pedro despierta!


El brazo sangraba bastante y se puso histérica. Miró alrededor intentando descubrir lo que había pasado hasta que vio una cola de canguro alejándose.- ¡Mierda, Pedro!


Tenía que sacarlo de allí por si volvían pero antes tenía que detener esa hemorragia. Pedro no llevaba cinturón, así que tenía que buscar otra cosa. Cogió la véngala y la encendió tirándola algo más lejos. Cogió la otra y corrió a la parte delantera del avión tirándola. Esperaba que eso evitara que se acercaran los animales. Entró en el avión a toda prisa y buscó un botiquín. En la caja donde Pedro había cogido las bengalas había un maletín de primeros auxilios y cargando con él fue hasta donde estaba Pedro. – ¿Y a ti quién te va a echar?- preguntó arrodillándose a su lado. Miró el antebrazo que en su interior tenía una herida abierta de arriba abajo- Estupendo- dijo ella entre dientes abriendo el maletín. Vio la cinta para practicar el torniquete y se la ajustó por encima del codo colocando delicadamente el antebrazo sobre su regazo. Gimiendo al ver el tamaño de la herida cogió un paquete de gasas y se lo cubrió procurando no tocar la herida para no infectarla más, presionando para evitar que sangrara. – ¡Pedro!- con la mano libre le dio unas palmaditas en la mejilla- ¡Pedro despierta! ¡Dijiste que me sacarías de aquí!- le gritó histérica.


El pánico comenzó a invadirla y miró la herida. Las gasas estaban empapadas y cogió más presionando la herida. Pedro gimió y ella suspiró de alivio. – ¡Pedro, abre los ojos!


Volvió a gemir intentando mover el brazo cuando Madeline oyó algo. – ¿Eso es un avión?


Nerviosa miró hacia arriba y casi llora de alivio cuando vio que se acercaba una avioneta.


-Pau…- susurró Pedro abriendo los ojos y llevándose la mano libre a la cabeza.


-¿Te duele?- preguntó de los nervios.- ¿Qué ha pasado?


-Me pilló desprevenido. Creo que ha sido un canguro pero no estoy seguro.- Intentó incorporarse pero ella le cogió del hombro.


-No te muevas- dijo nerviosa mirando hacia arriba. El avión estaba girando –Ya vienen a buscarnos, necesitas un médico.


No le hizo caso y se sentó apartando sus manos. Al hacerlo cayeron las gasas y pudo ver su herida- ¡Mierda!


-¿Te duele?


-¿Tú qué crees?- preguntó con burla.


-¡No me hables así! ¡Encima que te he salvado el pellejo!


La miró atónito- ¿Tú? ¿Y qué has hecho si puede saberse aparte de atraer a los canguros y de gafarme?


-¡Serás idiota!


Escuchó como aterrizaba el avión pero estaba tan aliviada de que se hubiera despertado y estaba tan furiosa por lo que le había dicho, que tenía ganas de arrearle. Se levantó dejando ver la mancha de su vestido. –Eres un desagradecido.


-Como si tú hubieras hecho algo- dijo cogiendo más gasas para cubrir la herida.- ¡Joder!


-Déjame ayudarte- dijo ella intentando tocar su brazo.


-¡Apártate de mí!- le gritó furioso.


Atónita le vio levantarse e ir hacia el avión que había aterrizado. Se abrió la puerta y un hombre bajó a toda prisa gritando por encima de los ruidos del motor- ¿Qué ha ocurrido?


-¡Llévame lo más cerca que puedas de un hospital!- el hombre que debía tener unos cincuenta años la miró y se acercó a ella que se había quedado clavada en el sitio.


-Señorita, ¿se encuentra bien?- le preguntó el hombre mirándola preocupado mientras Paula intentaba retener las lágrimas.


Asintió mientras él la cogía del brazo y la llevaba hasta el avión- Tenemos que irnos, señorita- dijo él sonriendo.


-Sí, claro- susurró ella dejando que la llevara hasta el avión.


Cuando subieron se dio cuenta que aquel avión no era igual que el anterior. Aquel tenía únicamente asientos. Entonces entendió que en el que habían volado antes era de carga. Se sentó donde le indicó el hombre e iba a abrocharse el cinturón de seguridad cuando vio la sangre en sus manos. 


Nerviosa intentó limpiarse en la pechera del vestido.-No se preocupe por eso- dijo el hombre amablemente.


Abrochó el cinturón con las manos temblorosas y al levantar la vista vio que Pedro salía de lo que parecía una cabina- Vámonos de una vez, Bill. ¡Me voy a desangrar!


-Sí, jefe.


Pedro la fulminó con la mirada antes de volver a entrar en la cabina y ella se quedó allí sola. Sabía que ese viaje iba a ser duro pero aquello era demasiado. Sumida en sus pensamientos ni se dio cuenta de que habían despegado. Se apretó las manos con la sangre de Pedro sin ser consciente de cuánto tiempo había pasado. Solo veía la mirada furiosa de Pedro y parecía que la odiaba.


Volvió a la realidad cuando sintió que las ruedas del avión tocaban el suelo y miró por la ventanilla. Se detuvieron y una ambulancia estaba esperándolos con las luces encendidas.


Pedro salió de la cabina y sin mirarla siquiera, pasó a su lado sujetándose el brazo. Bill que le seguía abrió la puerta a toda prisa. –Llévatela a casa y vuelve a buscarme.-ordenó a Bill antes de bajar.


Bill la miró de reojo. Paula sin moverse seguía mirando al frente y le escuchó decir –Está bien, jefe.


Oyó como se cerraba la puerta y Bill se acercó por el pasillo- ¿Se encuentra bien?


Todos los nervios del viaje, todo el estrés de ver a Pedro allí tirado y pensar que se moría salió en ese momento y Paula se cubrió la cara estallando en lágrimas.- Tranquilícese, todo está bien. Se pondrá bien, es una herida limpia- Una mano le acarició la espalda y ella asintió.


-¿Podemos irnos?- le miró limpiándose las lágrimas. Tenía el pelo rubio con canas en las sienes y sus ojos eran marrones. Su sonrisa era agradable y parecía muy buena persona- No tengo mis cosas- susurró dándose cuenta de que todo había quedado en el avión. Su cartera, su pasaporte, todo.


-No se preocupe. Mis chicos se encargarán de recogerlo todo.


En ese momento lo único que quería era irse a su casa y le dijo – ¿No puede llevarme de vuelta al avión?


La miró con el ceño fruncido -El jefe me ha dicho que la llevara a casa.


-Sí, pero se refería a mi casa- dijo mintiendo descaradamente.


Billy entrecerró los ojos- ¿Y dónde vive?


-Sólo tiene que llevarme a la ciudad con aeropuerto internacional más cercano.


El hombre asintió.-Así que tengo que volver para que recoja sus cosas y después llevarla al aeropuerto más cercano.


-Sí- susurró apretándose las manos.


-Está bien- sonrió amablemente- ¿Necesita algo? ¿Agua?


-Sí, gracias.


Le acercó una botella de agua de plástico y bebió. Simuló una sonrisa y Bill le correspondió.-Bien, entonces nos vamos


-Sí, por favor.


Se dio cuenta que donde habían dejado a Pedro no estaba muy lejos del avión y aterrizaron enseguida. Bill le dijo que no se moviera que él iría a recoger sus cosas. Cinco minutos después colocaba sus maletas y las de Pedro en la parte de atrás del avión. Le entregó su bolso y le dijo –La dejaré en Perth.


-Muy bien- dijo sonriendo.





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