domingo, 29 de mayo de 2016

DURO DE AMAR: CAPITULO 29





Martina y yo estábamos sentadas en mi sala de estar con dos copas de vino sobre la mesa de café y una botella de Merlot entre nosotras. Había sido una larga semana. Me despertaba cada mañana con pensamientos de Pedro y Lily dando vueltas en mi cabeza y me iba a la cama cada noche con lágrimas en los ojos. Les echaba de menos con fiereza, aunque nunca admitiría eso ante Pedro. Lo que había hecho era imperdonable. Me había decepcionado, pretendiendo ser ese fantástico chico — había conocido a mis padres, por amor de Dios— pero lo peor de todo, había tomado mi corazón. Era exactamente lo que Martina me había advertido.


Gracias a Dios no escuché un: te lo dije. Simplemente me escuchaba cuando necesitaba desahogarme y se mantenía en silencio cuando yo no quería hablar y vino todas las noches de la semana pasada para distraerme.


Después de unas pocas copas de vino, Martina intentó sonsacarme información sobre cómo era Pedro en la cama.


No le conté nada.


Ella tomó otro sorbo de vino, apoyando una mano sobre su cadera. — Demonios, podría estar embarazada de siete meses del bebé de otro hombre y todavía querría un pedazo de él.


—No estás ayudando. —Le fruncí el ceño.


Alzó las manos. —Perdón, pero es la verdad. Escucha, cariño, tuviste tu diversión. Quizás solo deberías aprender de la situación, y dejar ir el resto.


Lo que ella no entendía era que no era tan sencillo. No era solo el hecho de que Pedro robó mi corazón, también lo había hecho la dulce Lily. 


Eran un paquete en mi mente.


Oí un golpe en la puerta, y luego la llave girando. Tenía que ser Ivan entrando.



Martina se animó al oír el sonido. —¡Es mejor que traigas pizza! — gritó.


Los dos se rieron. Le habíamos llamado hace media hora pidiéndole que nos trajera una pizza. Extra de queso, extra de pepperoni.


Ivan entró en la sala de estar, una caja de pizza en equilibrio sobre la mano. —Mis señoras. —La puso sobre la mesa de café entre nosotros.


—Ivan, eres el mejor —Le dije, extendiéndome hacia él para darle un abrazo con un solo brazo.


—No hay problema. Voy a buscar algunos platos y servilletas. —Se dirigió a la cocina mientras Martina y yo abríamos la tapa y aspirábamos el increíble aroma que emana de la caja. Me alegré de ver que no había ninguna incomodidad persistente entre Ivan y yo. Sabía que todavía estaba enfadado por el tema de mi pequeña aventura con Pedro, pero por ahora, estaba siendo civilizado al respecto.


—Hazte con un vaso —Le dije a Ivan.


—¡Y trae otra botella de vino! —añadió Martina.


Sin esperar por los platos, Martina y yo cogimos un trozo cada una.


Después de acabar una pizza grande y tres botellas de vino, decidimos terminar la noche. Les acompañé hasta la puerta y cogí mi cartera para pagarle a Ivan por la pizza.


Le tendía a Ivan unos cuantos billetes antes de abrazarlos y darles las buenas noches.


Cuando devolví a mi billetera a mi bolso, mi mano tropezó con algo frío y firme. ¿Qué…?


Saqué el bote negro de mi bolso y lo levanté para inspeccionarlo. —¿El guardián? —Leí el lateral—. ¿Qué demonios es esto?


Parecía ser un spray de pimienta. ¿Cómo...? Oh, Dios mío. Pedro. Él había metido algo en mi bolso esa noche, diciendo que me había conseguido un regalo. 


Me olvidé de ello.


Dejé el objeto que me había dado sobre la isla de la cocina y me paseé por la habitación. ¿Por qué me consiguió eso? ¿Por qué intentó actuar como si le importara cuando obviamente no lo hacía?


Sin esperar a que la lógica se asentara, agarré mi móvil y marqué su número.


Había pasado más de una semana desde el incidente, pero mi reciente consumido valor líquido me había proporcionado el combustible necesario para realizar la llamada.


A pesar de lo tardío de la hora, contestó al primer timbrazo.


—¿Qué demonios crees que estás haciendo?


Su risa baja se apoderó de mí, haciendo temblar mi interior.


—¿Estás borracha, pastelito?


Oh, ¿así que era pastelito otra vez? —¡No! —Sí.


—Entonces, tendrás que explicarme a qué demonios te refieres. Estoy perdido aquí, muñeca.


Tenía que acabar con los apodos dulces. No tenía ningún derecho de llamarme así. —Este spray que colaste en mi bolso.


—Es solo un spray anti-violadores. No quería preocuparme por ti andando sola y desamparada por su cuenta. Considéralo un regalo.


Me tomé una respiración profunda. —Bueno, para tu información, ya tengo un spray. Mi padre me dio un bote de hace unos años. Está en algún lugar en mi cocina. Y no estoy sola. He empezado a ver a Guillermo otra vez. —O por lo menos lo haría, cuando me devolviera la llamada.


Pedro vaciló un momento, el silencio alzó un muro entre nosotros. —Eso fue rápido. Bien por ti. Sin embargo, tu spray no va a ser de mucha ayuda metido en el interior del cajón y si es de hace un par de años, probablemente haya caducado. Además, el que te di es el mejor que hay en el mercado. Guárdalo en tu bolso, pastelito.


Puse los ojos en blanco y metí el bote de nuevo dentro de mi bolso. Sacar el nombre de Guillermo no había tenido tenía la respuesta que esperaba. —Me tengo que ir. —Pulsé la tecla de fin en mi móvil, pero no antes de escuchar su rica risa vibrar a través del altavoz. 


Bastardo.


Enterré mi cara entre mis manos, luchando por contener las lágrimas.


Dios, superar a Pedro iba a ser mucho más difícil de lo que jamás imaginé.


A la mañana siguiente, un terrible dolor de cabeza y el dolor de escuchar su voz fueron mis únicos recordatorios de las actividades de la noche anterior.


Había sido una estupidez llamarlo, pero era evidente que no cambió nada entre nosotros. Por otra parte, ¿qué había esperado que sucediera? ¿Qué él me suplicara para volver? No lo creo. Pero ahora que había comenzado el contacto, no podía apartar mi mente de Pedro, no importaba lo que lo intentara. Una larga carrera por mi barrio con música sonando lo suficientemente fuerte como para sacudir los pensamientos de mi cráneo seguida de una larga ducha caliente, y luego consentirme a mí misma yendo a mi lugar favorito de sushi para el almuerzo. 


Nada de eso funcionó. 


Cuando llegué a casa de mi cita para almorzar, estaba aún más deprimida que antes. Tal vez siempre habría alguna extraña conexión con Pedro que siempre sentiría por haber sido el primer chico que realmente me importaba, y el chico al que le había dado mi virginidad. Tal vez solo tenía que acostumbrarme a vivir siempre con la sensación de dolor presente en el pecho. 


Dios, era un pensamiento deprimente.


Cogí el teléfono y llamé a Guillermo, a regañadientes acordé otra cita solo para dejar de pensar en Pedro, y luego me dejé caer contra el sofá.


Mi portátil apoyado a mi lado me dio una idea. 


Una idea muy, muy mala.


Hice clic en un enlace titulado Sebastián y Britney. Mientras esperaba aque el video se cargara, mariposas echaron a volar dentro de mi estómago.


La muchacha era bonita. Ella parecía dulce y normal. Vi el último video de Pedro —probablemente el que había hecho después de despertarse en la cama conmigo— con lágrimas descendiendo por mis mejillas. Lo que hizo no fue una simple follada. Fue un error imperdonable que estaba en Internet para que todo el mundo lo viera. Y no se podía negar que era él, sobre todo con ese tatuaje único arrastrándose por su hombro.


Vi con horror como la colocaba en el centro de la cama y comenzaba a besarla. Cuando se movió entre sus muslos para saborearla, se me formó un nudo en el estómago y me obligué a cerrar los ojos. Sabía que era una mala idea ver esto, verlo con mis propios ojos, sabiendo que probablemente ardería en mi cerebro para siempre, pero de algún modo no podía parar. Aceleré el vídeo hasta que estuvieron completamente entrelazados, necesitando ver si su forma de hacer el amor con ella era algo como lo que hizo conmigo.


Lo que vi hizo que mi mandíbula golpeara el suelo. Sus movimientos dentro de ella eran duros y rápidos. Él había estado conteniendo parte de sí mismo conmigo, eso estaba claro. No podía creer que alguna vez me hubiera encendido viendo el video de Pedro —ahora solo me enfadaba. El primer plano de él entrando y saliendo de ella casi me hizo vomitar. Cerré el portátil de golpe y salí corriendo de la habitación. Me dejé caer en el centro de mi cama y sollocé, abrazando una almohada contra mi pecho, pidiendo que el dolor desapareciera.


Pero todo lo que vi cuando cerré los ojos fue la expresión lujuriosa Pedro mientras la penetraba.



sábado, 28 de mayo de 2016

DURO DE AMAR: CAPITULO 28






Ian llegó justo cuando el juego estaba a punto de comenzar.


Echó un vistazo a mi mesa de café e hizo un gesto a los seis paquetes de cerveza y la caja de pizza para llevar con el ceño fruncido. —Oye, ¿dónde están las alas?


Negué con la cabeza. —No estoy de humor. —Eso me recordaría demasiado a Paula. Maldita sea, ver su boca dulce desgarrar la carne del hueso y su lengua rosada lanzándose a atrapar una gota de salsa de barbacoa... no, no habría alas esta noche.


Se dejó caer en el sofá, tomando una cerveza.


—¿Has estado trabajando mucho? —Ambos sabíamos que no preguntaba acerca de la construcción. Normalmente manteníamos la política no preguntes, no me cuentes cuando se me ocurrió incursionar en el porno, pero había hablado de más acerca de que Paula me había dejado por ello, y que por eso había estado tan miserable.


—Nop. He pagado las facturas que necesitaba, y ahora me estoy manteniendo fuera de toda esa mierda.


Asintió, bebiendo su cerveza. —¿Y Paula?


Mantuve mi boca en una línea apretada y sacudí la cabeza.


—¿Aún? Maldita sea, eres terco.


Vacié mi botella y agarré una cerveza fresca, manteniendo mis ojos pegados en el juego.


—¿Cómo soy terco?


—Porque me estás diciendo que ya no estás haciendo porno... y la razón de que Paula te dejó era porque estabas haciendo porno...


—Sí, supongo que sí —gruñí, recogiendo mi botella.


—¿Y no ves lo estúpida que es esa lógica? —Ian negó con la cabeza—. Ve tras ella, hermano. Deja de ser un jodido maricón.


—Déjalo, hombre. Nunca funcionaría entre nosotros, de todos modos. — ¿Funcionaría?





DURO DE AMAR: CAPITULO 27





Me moví a través de mi mañana en una bruma, todavía aturdido por el giro de los acontecimientos. ¿Por qué Paula no comprendía que lo que ocurrió entre nosotros era real, y que esto se trataba de mi trabajo? Era evidente que no confiaba en mí como yo lo necesitaría si íbamos a tener algo juntos.


Paula ni siquiera me dio la oportunidad de explicar, saltó a las conclusiones y salió furiosa. No me molesté en detenerla. 


El asco y la sentencia escrita en su cara me dijo lo que había sabido en el fondo todo este tiempo, yo nunca sería lo suficientemente bueno para ella. Ella nunca sería capaz de comprender que a veces hay cosas en la vida que uno no quiere hacer, pero tiene que hacerlas para cuidar de su familia. Y Lily era mi familia. Haría cualquier cosa por ella. La vida no era un jodido sol y arco iris. La vida real era difícil. Estaba haciendo lo que tenía que hacer. Punto. Ella dijo que entendía mis responsabilidades en relación al cuidado de Lily, pero cuando las cosas se complicaron, se largó. 


Fin de la historia.


Después de llevar a Lily a la escuela, me di una ducha larga, me afeité el pecho y la ingle, y luego me vestí y me aseguré de estirar. Recordé que mi sesión anterior de tres horas de sexo me dejo adolorido hasta en los lugares más extraños.


Cuando llegué al set, la modelo con la que iba a trabajar ya estaba allí, con el peinado y el maquillaje ya hecho. Desde luego no se ajustaba a la imagen de estrella porno. Sus miradas eran el epítome de la dulce chica de al lado.


Tenía el pelo castaño ondulado y largo hasta los hombros, ojos marrones grandes y era más linda que sexy.


Me acerqué para presentarme.


—Hola, soy Pedro, er, quiero decir Sebastián.


Sonrió cálidamente.


—Hola. Soy Jill, pero me puedes llamar a Britney.



—Lo tengo. Encantado de conocerte —repliqué su sonrisa. 


Al menos parecía alguien con quien fuera fácil trabajar, lo cual era agradable. No necesitaba más drama hoy. Se volvió hacia el artista de maquillaje para terminar, y fui a buscar a Leandro.


La sesión de hoy era relativamente sencilla. Empezábamos en el baño principal opulento, donde me iba a encontrar a Britney tomando un baño de burbujas, y después de pasar unos minutos besándonos y ayudándola a lavarse, la levantaría de la bañera y la llevaría al dormitorio donde nos terminaríamos la escena.


Una vez que supe la organización, me pasé el bronceador, y luego esperé por mi señal de Leandro. Una vez que Britney se relajaba en el jacuzzi, me paseé dentro, descalzo, vestido con sólo un par de jeans. Compartimos unos pocos besos tiernos, y froté sus hombros y cuello, antes de pasar a sus pechos. Luego capturaron una toma de mí ayudándola a salir de la bañera antes de que cortaran.


Retomamos las cosas una vez que estábamos en la cama, y pronto estaba enterrado profundamente dentro de Britney. 


Pero una vez dentro de ella, no podía escapar de mis pensamientos acerca de anoche con Paula. Ella era tan suave, tan confiada que yo no le haría daño. Estar con Britney era todo lo contrario. Empujó sus caderas para que coincidiera con mi ritmo y me rogó que la follara más rápido. 


Un sentimiento profundo y persistente hervía, instándome y cedí, conduciendo dentro de ella fuerte y rápido, la persecución del alivio voraz incendiando dentro de mí.


Al darme cuenta de que no tenía que tener cuidado con Britney, no me contuve. Choqué contra ella hasta que dejó de pedir más duro y comenzó una letanía de pequeños gemidos. El sonido de los gemidos de Britney me recordó a Paula. 


Y sosteniendo la imagen del rostro de Paula en mi mente, terminé. Pero a pesar de mi liberación, el alivio no llegó.





DURO DE AMAR: CAPITULO 26




Eh, dormilona —Pedro presionó un beso en mi frente y una sonrisa perezosa cruzó mis labios, recordando dónde estaba, en la cálida y acogedora cama de Pedro. Abrí los ojos para encontrar su mirada soñolienta a centímetros de la mía.


Su alarma sonó en la cómoda y Pedro saltó de la cama, todavía completamente desnudo, para silenciarla.


Me estiré y me di la vuelta, tomando el calor de su lugar vacío. Olía a él, un toque de picante, colonia y el resto sólo su propia fragancia masculina. 


Él.


Estaba decididamente dolorida y vestida con una de las camisetas de Pedro que no recordaba haber tomado


—Mmm—Busqué por él—.Vuelve.


Pedro se volvió hacia mí, su erección mañanera saludándome mientras se sentaba al borde de la cama junto a mí. Me dio un rápido beso en la boca. — Anoche fue increíble—murmuró.


Me estiré seductora, tirando de la camiseta por encima de mi cabeza y dejándola caer en el suelo.


—Vuelve a la cama.


Sus ojos recorrían mi cuerpo, y sonrió ante lo que vio. Trazó un dedo a lo largo de mi vientre, rodeando mi cadera.—¿No estás adolorida, nena?


—Sólo un poco. Podrías besarlo todo y hacerlo sentir mejor. —Le sonreí seductoramente, intentando mi mejor esfuerzo en hablar sucio.


—Es mejor que no... tengo que trabajar hoy.


¿Qué tiene eso que ver con...? —¿En el sitio de la construcción?


Bajó la mirada, tomando el borde de la manta que me rodeaba. —Ah, no. En realidad tengo un rodaje hoy.


Salté de la cama, tirando de la sábana sobre mi pecho desnudo, todas las inhibiciones de la noche anterior habían regresado a la mención de... su trabajo.


Sobre todo cuando decía que su trabajo implicaba dormir con otra mujer. —No creí que siguieras haciendo eso. Y después de anoche... —Mierda. Iba a llorar.


Justo aquí, desnuda en su cama y todavía dolorida de nuestro amor. Tomé una bocanada de aire para tranquilizarme.


—No me mires así. Tú sabías lo que hacia la primera noche que nos conocimos. —Pedro se deslizó en un par de pantalones vaqueros, renunciando incluso a su bóxer. Odié la idea de que alguien que no fuera yo desenvolvería el paquete después. No podía compartir. Compartirlo con Lily era una cosa, una cosa muy diferente, pero ciertamente no algo como esto. Dios, ¿cómo había sido tan estúpida como para pensar tener una estrella porno como novio era una
buena idea?


—Pero después de anoche... —Las cosas cambiaron para mí.


Completamente. Pero si por la mañana después de haber estado dentro de mí podía salir y hacer lo mismo con otra mujer sin un pensamiento pasajero, claramente mis sentimientos eran más unilaterales de lo que había creído. El sexo no poseía la misma importancia para él que para mí. Y nunca podría estar con alguien que no entendiera y apreciara la intimidad que habíamos compartido.


Claro que podría haber bromeado al principio por la pérdida de mi virginidad, pero ambos sabíamos mejor. Me estaba enamorando de Pedro


Me había enamorado. 


Fuertemente. 


Y él había obtenido el regalo de mi virginidad sin entender que ahora sostenía mi corazón en sus manos.


—¿Pedro?


—Lo siento, pero tengo que hacer esto, pastelito.


Tiré las mantas y salté de la cama. No mas pasteles...


—Paula... habla conmigo. ¿Qué sucede?


Me di la vuelta, frente a él. —¿Preguntas qué sucede? ¿Enserio me estas preguntando qué sucede? —No tendría esta conversación estando desnuda.


Tiré de mi ropa, sintiéndome cerca de la violencia a tal punto que si él siquiera trataba de ponerme un dedo encima, lo aniquilaría. Si él no sabía lo que estaba mal, era inútil hablar con él en absoluto—. Así que sin más, te vas a... ¿irte y hacer eso hoy?


Bajó la cabeza, al parecer perdiendo las palabras.


—No me llames —Me precipité fuera de la habitación, agarrando mi bolso y las llaves en el camino, y arranqué de su casa en mi coche que estaba esperándome lo más rápido que pude. Dije una oración silenciosa de agradecimiento por haber recogido mi camioneta X5, la ley será condenada. Me gustaría ver a alguien intentando detenerme de nuevo. 


Castraría a un oficial antes de que dejar que nadie se interpusiera en mi camino hacia mi cama. Con lágrimas en los ojos, marqué a Martina.


—¿Hola? —gimió adormilada.


—Martu, te necesito. Ahora. —Respiré, secándome las mejillas con el dorso de la mano—. Y trae tragos de gelatina.


Ella vaciló, resortes de la cama crujiendo en el fondo. —Son las siete de la mañana.


—Lo sé. Pero es una emergencia—Me sequé las lágrimas fluyendo libremente por mis mejillas y respiré hondo—. Me acosté con Pedro anoche. Y las cosas se fueron a la mierda esta mañana.


—Oh, mierda. Bien, espérame allí, voy en camino. —Oí crujir en el fondo mientras Martina entraba en acción, como sabía que lo haría.


—Trae vodka, también.


—Cuenta con ello