sábado, 28 de mayo de 2016

DURO DE AMAR: CAPITULO 26




Eh, dormilona —Pedro presionó un beso en mi frente y una sonrisa perezosa cruzó mis labios, recordando dónde estaba, en la cálida y acogedora cama de Pedro. Abrí los ojos para encontrar su mirada soñolienta a centímetros de la mía.


Su alarma sonó en la cómoda y Pedro saltó de la cama, todavía completamente desnudo, para silenciarla.


Me estiré y me di la vuelta, tomando el calor de su lugar vacío. Olía a él, un toque de picante, colonia y el resto sólo su propia fragancia masculina. 


Él.


Estaba decididamente dolorida y vestida con una de las camisetas de Pedro que no recordaba haber tomado


—Mmm—Busqué por él—.Vuelve.


Pedro se volvió hacia mí, su erección mañanera saludándome mientras se sentaba al borde de la cama junto a mí. Me dio un rápido beso en la boca. — Anoche fue increíble—murmuró.


Me estiré seductora, tirando de la camiseta por encima de mi cabeza y dejándola caer en el suelo.


—Vuelve a la cama.


Sus ojos recorrían mi cuerpo, y sonrió ante lo que vio. Trazó un dedo a lo largo de mi vientre, rodeando mi cadera.—¿No estás adolorida, nena?


—Sólo un poco. Podrías besarlo todo y hacerlo sentir mejor. —Le sonreí seductoramente, intentando mi mejor esfuerzo en hablar sucio.


—Es mejor que no... tengo que trabajar hoy.


¿Qué tiene eso que ver con...? —¿En el sitio de la construcción?


Bajó la mirada, tomando el borde de la manta que me rodeaba. —Ah, no. En realidad tengo un rodaje hoy.


Salté de la cama, tirando de la sábana sobre mi pecho desnudo, todas las inhibiciones de la noche anterior habían regresado a la mención de... su trabajo.


Sobre todo cuando decía que su trabajo implicaba dormir con otra mujer. —No creí que siguieras haciendo eso. Y después de anoche... —Mierda. Iba a llorar.


Justo aquí, desnuda en su cama y todavía dolorida de nuestro amor. Tomé una bocanada de aire para tranquilizarme.


—No me mires así. Tú sabías lo que hacia la primera noche que nos conocimos. —Pedro se deslizó en un par de pantalones vaqueros, renunciando incluso a su bóxer. Odié la idea de que alguien que no fuera yo desenvolvería el paquete después. No podía compartir. Compartirlo con Lily era una cosa, una cosa muy diferente, pero ciertamente no algo como esto. Dios, ¿cómo había sido tan estúpida como para pensar tener una estrella porno como novio era una
buena idea?


—Pero después de anoche... —Las cosas cambiaron para mí.


Completamente. Pero si por la mañana después de haber estado dentro de mí podía salir y hacer lo mismo con otra mujer sin un pensamiento pasajero, claramente mis sentimientos eran más unilaterales de lo que había creído. El sexo no poseía la misma importancia para él que para mí. Y nunca podría estar con alguien que no entendiera y apreciara la intimidad que habíamos compartido.


Claro que podría haber bromeado al principio por la pérdida de mi virginidad, pero ambos sabíamos mejor. Me estaba enamorando de Pedro


Me había enamorado. 


Fuertemente. 


Y él había obtenido el regalo de mi virginidad sin entender que ahora sostenía mi corazón en sus manos.


—¿Pedro?


—Lo siento, pero tengo que hacer esto, pastelito.


Tiré las mantas y salté de la cama. No mas pasteles...


—Paula... habla conmigo. ¿Qué sucede?


Me di la vuelta, frente a él. —¿Preguntas qué sucede? ¿Enserio me estas preguntando qué sucede? —No tendría esta conversación estando desnuda.


Tiré de mi ropa, sintiéndome cerca de la violencia a tal punto que si él siquiera trataba de ponerme un dedo encima, lo aniquilaría. Si él no sabía lo que estaba mal, era inútil hablar con él en absoluto—. Así que sin más, te vas a... ¿irte y hacer eso hoy?


Bajó la cabeza, al parecer perdiendo las palabras.


—No me llames —Me precipité fuera de la habitación, agarrando mi bolso y las llaves en el camino, y arranqué de su casa en mi coche que estaba esperándome lo más rápido que pude. Dije una oración silenciosa de agradecimiento por haber recogido mi camioneta X5, la ley será condenada. Me gustaría ver a alguien intentando detenerme de nuevo. 


Castraría a un oficial antes de que dejar que nadie se interpusiera en mi camino hacia mi cama. Con lágrimas en los ojos, marqué a Martina.


—¿Hola? —gimió adormilada.


—Martu, te necesito. Ahora. —Respiré, secándome las mejillas con el dorso de la mano—. Y trae tragos de gelatina.


Ella vaciló, resortes de la cama crujiendo en el fondo. —Son las siete de la mañana.


—Lo sé. Pero es una emergencia—Me sequé las lágrimas fluyendo libremente por mis mejillas y respiré hondo—. Me acosté con Pedro anoche. Y las cosas se fueron a la mierda esta mañana.


—Oh, mierda. Bien, espérame allí, voy en camino. —Oí crujir en el fondo mientras Martina entraba en acción, como sabía que lo haría.


—Trae vodka, también.


—Cuenta con ello



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