sábado, 21 de mayo de 2016

DURO DE AMAR: CAPITULO 1





Maldición. Sabía que una erección de cuatro horas no era normal.


Me moví incómodo en la cabina de mi camión y debatí que
hacer. La clínica de emergencia estaba abierta las veinticuatro horas, por lo que ese no era problema.


Era la vergüenza por mi condición lo que me hacía quedarme en el estacionamiento. Pero, maldición, esto era jodidamente doloroso. Tiré de mis pantalones, intentando tener más espacio para mi entrepierna y acomodé mi erección una vez más.


Al diablo. Iba a entrar.


Atravesé el estacionamiento con poca luz, tratando de caminar lo más normal posible, pero cada paso probaba mi cordura.


Cuando llegué a la recepción, una anciana levantó la vista y preguntó si podía ayudarme con algo. Luché para mantener una cara seria mientras le expliqué mi problema. Me tendió un portapapeles de formas con una expresión adusta, sin querer oír ni una palabra. Me dirigí a la sala de espera, poniendo el portapapeles en frente de mi ingle.


Para empeorar las cosas, Leandro, el director con el que había estado trabajando en el set, llegó irrumpiendo en la sala de emergencias para unirse a mí en la sala de espera, diciendo que no iba a permitir que uno de sus actores pasara por esto solo. Carajo.


Una vez que entregué los papeles, me concentré en pensar en algo que pudiera domar a este monstruo de erección. Los Osos de Chicago, lo mucho que odiaba los hospitales, cualquier cosa no-sexual. Nada ayudó. Mi sangre corría acelerada en el momento en que me llamaron media hora más tarde.


Tenía la esperanza de un médico masculino, así podríamos manejar esto de hombre a hombre, pero cuando entré detrás de la sala con cortinas y vi a una joven enfermera esperándome, todas mis esperanzas se convirtieron en humo.


Leandro me siguió dentro de la pequeña habitación y se colocó en la esquina para observar. Estaba convencido de que estaba aquí con el único propósito de divertirse.


La enfermera me miró, y sus ojos se abrieron y contuvo su respiración.


Parecía joven, demasiado joven para ser una enfermera, y ella tenía una expresión inocente y dulce que ya no se encontraban en la vida.


—Hola. ¿Pedro Alfonso? —Preguntó. Su voz era suave y tenía una nota de preocupación.


Me tomó un segundo responder. —Pedro.


—Por favor, toma asiento. —Hizo un gesto a la mesa de examen cubierta de papel y empezó a hojear mi forma—. Mi nombre es Paula. Soy un estudiante de enfermería y estoy ayudando al médico esta noche. ¿Te importa si te hago
algunas preguntas simples antes de pasar a las cosas difíciles? —Desplazó sus ojos nerviosamente a mi regazo, y no pude evitar sonreír.


—Seguro.


Asintió con la cabeza astutamente. —Está bien, entonces. Empecemos. — Se sentó en el taburete rodante a mi lado y se acercó—. ¿Su peso?


—Noventa y cinco.


—¿Altura?


—Uno, ochenta y dos.


Lo garabateó en su archivo. —¿Y tu edad?


—Veintidos.


Ella reprimió una sonrisa, aunque no sabía muy bien por qué.


Tenía el pelo entre rubio y castaño y tenía grandes ojos azules que hacían juego con el color de un cielo cristalino. 


Era pequeña pero bien formada, rellenaba bien sus batas de hospital azules, con curvas en los lugares correctos.


Tenía la boca llena como capullo de rosa y una nariz pequeña respingada, e incluso su uniforme de trabajo se veía pulido y elaborado —daba la impresión de que fue criada para este trabajo. Muy lejos de cómo crecí.


Terminó las formas y se ocupó con el equipo médico para comprobar mis entrañas. A pesar de que su presencia era profesional, no hizo nada para ayudar a debilitar mi erección. 


De hecho, creo que mi polla se puso aún más malditamente dura sólo para burlarse de mí.


Colocó un estetoscopio sobre mi corazón y escuchó durante unos momentos antes de anotar algunas notas. La vi trabajar con una sonrisa tirando de mis labios.


—Así que, Pedro —Sonrió hacia mí con dientes rectos y blancos mientras enganchaba un manguito de presión sanguínea a mi bíceps—, ¿cuál parece ser el problema?


Mierda. Me iba hacer decirlo. —Lo anoté allí… —Toqué el portapapeles que ella sostenía—, en los formularios que rellené en la sala de espera…


Bajó la mirada, frunciendo el ceño y curvando los labios. —Sí. Ya lo veo. Pero si pudieras explicarme, por favor… um, cómo sucedió esto. ¿Esta es la primera vez, tienes, um… esta experiencia?


—Nunca he tomado sustancias dopantes antes, si es lo que estás preguntando. —Las palabras de los comerciales sobre la salud resonaron en mi cabeza. Si usted tiene una erección que dura más de cuatro horas, busque ayuda médica de inmediato.


Aparté la mirada de la fina tela tensada sobre el pecho, pero no antes de que ella me pillara mirándola. Bajó la mirada hacia su pecho para ver lo que yo miraba fijamente y frunció el ceño. Sacó un enorme hisopo que no me había dado cuenta que llevaba en el bolsillo sobre el pecho. —No te preocupes, no voy a usar esto en ti.


Parecía que eso es lo que quería hacerme por pillarme comiéndome sus senos con la mirada. Me sentí como un verdadero imbécil, sentado aquí y mirando las tetas de la enfermera. Con clase. Era como si mi polla pensara que estábamos aquí para buscar a una candidata dispuesta a aliviar su malestar. Lamentablemente, no, chico. Sentí su dolor. Me aclaré la garganta y bajé la mirada.


Paula trabajó de forma rápida y metódica, inflando el brazalete para el brazo y apretando sus dedos en mi muñeca para mi pulso mientras estudiaba su reloj de pulsera. 


Aproveché la oportunidad para estudiarla con más
detenimiento, notando la forma en que su rostro se fruncía en concentración absoluta mientras trabajaba. Intentaba no dejarse distraer por mí. No era el habitual efecto que yo tenía sobre las mujeres.


—Entonces, ¿puedes decirme más acerca de cuándo comenzó este problema? —Bajó la mirada a mis formas, las cuales rellené deliberadamente vagamente, anotando sólo los detalles más importantes como mi nombre, seguro médico, y, ¡oh, sí!, una erección dolorosa. Tenía la esperanza de poder hablar con un médico de sexo masculino que hubiera tenido casos como este anteriormente, no una enfermera joven y linda, maldición.


Dudé y Leandro se rió. —Comenzábamos nuestro rodaje y mi estrella aquí tuvo miedo escénico. Le di un par de las pastillitas azules que tenía a la mano por si acaso.


Su boca se frunció en una mueca enfurruñada mientras miraba de Leandro a mí. Bajé la mirada, haciendo un gesto con la erección tensa luchando contra mis pantalones.


—Oh, mi…. —Voló la mano a la boca e involuntariamente dio un paso atrás.


Su respuesta fue tan honesta, tan malditamente inocente, que casi me echo a reír. Casi. Pero la mayor parte de mi suministro de sangre estaba sentado al sur por el momento, lo que retrasó mis respuestas normales.


—Así que, espera… ¿en qué negocio están ustedes?


—Entretenimiento adulto —respondió Leandro y yo exactamente en el mismo momento.


—¿Quieres decir… porno? —preguntó Paula.


Hice una mueca.


Leandro se inclinó sobre Paula, entregándole una tarjeta de presentación. — La señora Entretenimiento X —dijo con orgullo.


No le expliqué que la compañía de cine trataba sus películas con un toque romántico y elegante, lo cual fue lo primero que me atrajo. Aunque francamente, nada de eso importaba. Era pornografía, y eso era todo lo que iba a ver.


Probablemente pensó que yo era una especie de mujeriego o un adicto al sexo. Lo vi en sus ojos, y no tenía sentido contradecirla. No era como si fuera a volver a encontrarme con esta chica nuevamente. Nunca sabría sobre la pequeña niña bajo mi custodia, y la hipoteca, alimentos, servicios públicos o las utilidades de las que yo era responsable.


Después de tomar un momento para recobrar la compostura, la enfermera entró en acción, tomando una bata de papel blanco y empujándola hacia mí. —Aquí. Desnúdate y ponte esto de forma en que se abra en la parte delantera y regresaré enseguida. —Huyó de la habitación sin decir una palabra.


Unos días atrás, cuando firmé para la cosa de entretenimiento para adultos, todo me pareció fácil. Me presenté y posé para unas fotos de modelos para el sitio web. Usando sólo unos bóxer. Me recosté en la cama con una hermosa chica llamada Desiree. Posamos en varias posiciones que se volvían cada vez más íntimas —Lamiendo su cuello, sus pezones, y luego su clítoris. No era sexual, como se podría pensar que sería. Tuvimos que permanecer quietos y mantener cada postura durante unos segundos mientras la cámara hacia clic en la distancia, así que no era como si estuviera realmente excitándome. Pero hoy no fue igual. Ha sido… diferente. Y cuando me pidieron que me quitara el bóxer, no me pareció difícil. Lo hice sin decir una palabra, luego Desiree se agachó y frotó sus largos y bien cuidados dedos por encima de mi paquete hasta que estuve erecto. Después pasé una hora posando con ella. Modelar fue la parte fácil. Fue la filmación la que me resultaría difícil.


DURO DE AMAR: SINOPSIS





Pedro siempre ha tomado riesgos…


Pedro cuida de su hermana pequeña enferma, haciendo lo
que mejor sabe hacer —participar en la lucha de jaulas y
protagonizar películas para adultos— su nuevo y descabellado plan para conseguir dinero y pagar los crecientes gastos médicos de su hermana. Pero cuando su última actuación lo hace terminar en la sala de emergencia con una enorme erección, gracias a la pequeña píldora que le dio el director, no puede sacarse de la cabeza a la linda enfermera que le atendió, incluso aunque sabe que ella está tan fuera de su liga que debería ser ilegal.


Paula siempre ha jugado a lo seguro…


Cansada de ser encasillada como la dulce, inocente y trabajadora estudiante de enfermería, Paula ha estado buscando maneras de salir de su imagen de niña buena. 


Cuando su amigo le sugiere la extravagante idea de perder su virginidad con la sexy y sin duda experta estrella del porno, Paula está mortificada. Pero cuando Pedro rechaza su proposición, se encuentra molesta y avergonzada. Cuando decide buscarle para recriminarle, no está preparada para lo que se encuentra. El verle cuidar
de su hermana pequeña hace que le dé un tirón el corazón, y de repente ya no se trata acerca de perder su virginidad, sino de ayudar a Pedro.


Porque que el Señor la ayude, podría enamorase de una estrella del porno…




viernes, 20 de mayo de 2016

SEDUCIENDO A MI EX: CAPITULO FINAL





Nevaba.


Paula estaba mirando por la ventana de su habitación. Los copos cubrían los árboles de Mattingley y se preguntó si iban a ser unas Navidades blancas.


-Te vas a enfriar -dijo Pedro tras ella.


Paula sonrió al sentir sus brazos en la cintura, que cada vez estaba más desdibujada pues estaba embarazada de seis meses. Pensaban que tenía que haber sido en el encuentro en la posada.


-Me estaba preguntando si serán Navidades blancas o no -dijo apoyándose contra su desnudez-. Además, tu hijo no quiere dormir. Lleva una hora dándome patadas como un loco.


-Sí, ya lo noto -dijo Pedro besándola en el cuello-. ¿Puedo hacer algo?


-Abrazarme -contestó Paula echando la cabeza hacia atrás y apoyándola en su hombro-. Qué paz. Como si estuviéramos solos. Qué bien que Santiago haya accedido a llevar la empresa.


-Pues no estamos solos, ya sabes. Por cierto, el otro día Emilia me dijo que quería invitar a Lucy Daniels para presentarle a los amigos de su nuevo colegio. En cuanto a tu madre, parece haber mejorado desde que puso la casa a tu nombre.


-Es cierto -dijo Paula encantada de haberse reconciliado con su madre-. ¿Crees que los médicos se pudieron equivocar con el diagnóstico?


-Oeo que tu madre ha encontrado algo por lo que vivir -contestó Pedro con ternura-. Yo, desde luego, lo he encontrado.


-Oh, Pedro... -dijo Paula girándose-. Te quiero mucho.


-Yo, también. Vamos a la cama.


-Sí, pero primero quiero darte las gracias -dijo Paula tomándole la cara entre las manos-. Has hecho tanto por nosotras.


-Paula...


-De verdad -insistió ella besándolo-. Has pagado la hipoteca y las deudas de Mattingley y has hecho de esta casa de nuevo un hogar.


-Lo he hecho porque es lo que me pedía el corazón.


-Lo sé, pero no tenías por qué haber trasladado tu oficina aquí ni tratar a mi madre con tanto cariño como la tratas.


-Eso es porque es la mejor jugando a Predators -bromeó Pedro.


-Es uno de ellos -sonrió Paula-. ¿No habías dicho que la mejor era Emilia?


-Tengo que tener a todas contentas, ¿no? -sonrió Pedro mirándole la boca-. ¿Nos volvemos a la cama?


-Hablando de Predators, empiezo a sospechar de dónde te sacaste el nombre...


SEDUCIENDO A MI EX: CAPITULO 17






Su madre estaba despierta.


Emilia debía de haber descorrido las cortinas y, a la luz de los primeros rayos de sol, Paula vio que su madre estaba mucho peor que cuando se había ido.


-Paula -murmuró-. Oh, Paula. Emilia me ha dicho que habías vuelto, pero no me lo podía creer -añadió tendiéndole una mano temblorosa-. Ven, cariño, por favor. Siento mucho que te fueras.


Paula se acercó a la cama de su madre intentando saber qué sentía exactamente por ella. Ira, rencor y decepción.


-¿Cómo te encuentras? -le preguntó sin tomarle la mano.


-¿A ti qué te parece? -preguntó la anciana con algo de arrogancia-. Todo lo bien que cabe esperar teniendo en cuenta que mi propia hija me abandonó cuando más la necesitaba.


Paula sacudió la cabeza.


-Nunca cambiarás, ¿eh, mamá? Te crees que el mundo gira a tu alrededor.


Lady Elena la miró con su viejo porte aristocrático, pero se derrumbó.


-¿Así me ves tú? Sé que me porté mal, pero lo hice por tu bien.


-¿Por mi bien? Sabías que no quería a Pablo Mallory sino a Pedro, pero no podías soportar la idea de que hubiera tomado una decisión por mí misma.


-Eso no es cierto.


-Sí lo es -dijo Paula dándose cuenta de que se estaba enfadando y decidiendo que debía controlarse-. Mamá, por una vez en tu vida, reconoce lo que has hecho. Querías controlar mi vida.


-Quería que te casaras con alguien que tuviera el dinero suficiente para... cuidar de ti.


-Querrás decir, para cuidar de Mattingley -dijo Paula con acritud-. Pues sí que te salió bien.


-Sí...


-Cuando te dije que estaba embarazada, no tuviste el valor de contarme la verdad, no admitiste que habías conspirado con Pablo para engañar a Pedro. Preferiste hacer todo lo posible para que siguiéramos separados. Así, jamás me enteraría de lo mala madre que eres.


-Si tú lo dices -suspiró lady Elena.


-¿No es cierto acaso?


-Sí, muy bien, muy bien. Lo hice mal, pero también pagué por ello.


-¿Ah, sí?


-¿Por qué crees que la finca ha ido menguando en estos años?


-¿No me dijiste que fue para pagar los derechos de sucesión del abuelo y de mi padre?


-Sí, también por eso, pero... Pablo se ha llevado buena parte. No creerás que ha mantenido la boca cerrada a cambio de nada.


Paula la miró horrorizada.


-¿Te ha estado chantajeando?


-No, no ha sido chantaje. Los Mallory siempre quisieron nuestras tierras, así que les he vendido varias parcelas a muy bajo precio.


Paula miró a su madre con pena y se acercó a ella.


-¿Por eso le pedías dinero a Pedro? ¿No tenías para mantener la casa?


-Más o menos -contestó lady Elena mirándola con angustia-. ¿Podrás perdonarme algún día?


Paula apretó los labios.


-Me parece que no voy a tener más remedio. Estoy empezando a entender lo que te ha hecho Pablo todos estos años.


-Lo quiere todo y, al final, veo que se va a salir con la suya cuando yo falte. He intentado cambiar el testamento para dejarle la casa a Pedro, pero no ha querido.


-¿Es que no lo entiendes? 


Paula miró hacia la puerta y vio a su marido.


-No quería que nada más pudiera interponerse entre nosotros. Esta casa puede ser tuya, Pau, si quieres -le aseguró-. No te preocupes por eso. Yo pagaré la hipoteca y todo lo que haga falta.


-Oh, Pedro...


-Deja que lo haga -imploró su madre agarrándole la mano-. Por ti y por Emilia. No dejes que Pablo se salga con la suya.


-Mamá...


-Ya veremos -dijo Pedro acercándose a su mujer-. Si Paula lo quiere así, así será. ¿Por qué no dejas que sea ella quien decida?




SEDUCIENDO A MI EX: CAPITULO 16








Pedro siguió besándola. El deseo mutuo era tan fuerte, que ambos se rindieron a los sentidos, pero no fue algo salvaje como en la posada sino un encuentro más pausado.


Aquella vez, no había vergüenzas ni arrepentimientos.


Paula nunca había dejado de querer a Pedro y estaba empezando a darse cuenta de que, quizás, él a ella tampoco.


Sentía el rápido latir de su corazón. Le metió las manos por la camiseta y le acarició la espalda haciéndolo estremecer.


-Te deseo -dijo Pedro mordiéndole el cuello-. Creo que nunca he dejado de desearte.


-Yo también te deseo -confesó Paula besándole la barbilla-. Mucho.


Pedro la tomó de las nalgas y la apretó contra su cuerpo. Sus bocas volvieron a encontrarse y durante unos minutos se concentraron única y exclusivamente el uno en el otro, sin importarles que la señora Edwards pudiera aparecer en cualquier momento para hacer el desayuno.


Paula cerró los ojos y sintió las manos de Pedro desabrochándole los vaqueros.


-¿Sabes cuánto te quiero? -sonrió.


Paula abrió los ojos, lo miró encantada y, justo en ese momento, vio por el rabillo del ojo qúe la puerta de la cocina se estaba abriendo.


-¿Con quién hablas, papá? -dijo Emilia entrando en pijama.


Al ver a su madre, corrió hacia ella.


-¡Mamá, mamá! ¡Has vuelto! -gritó mientras Paula la abrazaba.


-Hola, cariño -le dijo.


-¿Dónde has estado? -le reprochó-. Te hemos echado mucho de menos, ¿verdad, papá?


-¿Eh? Sí, claro -contestó Pedro resignado-. No te puedes imaginar cuánto.


-Me hago una idea -bromeó Paula mirándole la bragueta.


Pedro fue hacia ella y le pasó el brazo por los hombros. 


Luego, miró a Emilia e hizo lo mismo con ella.


-Mis dos amores -murmuró satisfecho-.¿Queréis que nos vayamos a desayunar fuera? Me parece que estaría bien para celebrarlo,¿no, Emi? Mamá ha vuelto y, a partir de ahora, vamos a ser una familia.


-¿De verdad? ¿Es verdad, mamá? ¿Papá se va a quedar a vivir con nosotras? -dijo la niña emocionada.


-Eso parece -contestó Paula mirando a Pedro-. ¿Estás contenta?


-Por supuesto. ¡Estoy encantada! -contestó Emilia extasiada-. Oh, mamá, ¿por qué has estado fuera tanto tiempo?


-Porque necesitaba tiempo para perdonarme -contestó Pedro cargándose la culpa-. Todo esto no tenía nada que ver contigo, Emi. Era algo entre tu madre y yo.


-¿Y ahora todo está bien?


-Sí, todo está bien -contestó Pedro abrazando a Paula-. Ya lo entenderás cuando seas mayor. A veces, los hombres somos unos completos idiotas.


-¿Cómo el señor Mallory?


-Exacto, como el señor Mallory -contestó Pedro-, pero ese ya no va a volver por aquí, ¿verdad, Emi?


-¿Qué le dijo a mi madre? -preguntó Paula preocupada.


-No le gustó cómo lo trataste y la amenazó con contarte todo. Tu madre no podía permitirlo.


-¿Por eso me lo contó ella? -preguntó Paula con amargura.


-No la juzgues con demasiada dureza, Pau -dijo Pedro-. Es mayor y está enferma. Se ha pasado la vida aferrada a un montón de ladrillos. Aunque sabe que nos ha destrozado la vida durante años por algo que, en el fondo, no merecía la pena, jamás lo admitirá. 


Paula suspiró.


-Supongo que tengo que subir a saludarla.


-Le va a hacer ilusión verte -le aseguró Pedro.


-¿Te crees que le importo?


-Sí, le importas, pero no le digas que te lo he dicho yo.


-¿Dónde has estado, mamá? -preguntó Emilia sintiendo que los mayores la dejaban de lado.


-Ya te lo contará durante el desayuno -contestó Pedro-. ¿Por qué no vas a cambiarte? No creo que en McDonalds estén equipados para hacer fiestas de pijama.


-¡McDonalds! ¡Yupi! -exclamó Emilia encantada saliendo de la cocina.


-No he terminado contigo -dijo Pedro al quedarse de nuevo a solas con su mujer-. Cuando volvamos de desayunar, ya me encargaré de celebrar tu regreso a mi manera.


-Promesas, promesas -bromeó Paula saliendo de la cocina también.