sábado, 7 de mayo de 2016

CENICIENTA: CAPITULO 13





Le miró mientras avanzaban con la limusina de regreso a la ciudad. No pudo evitar pensar en cómo sería aquel momento si Pedro y ella fueran pareja.


Si pasaran un imposible fin de semana romántico en la finca de la montaña.


Seguro que pasarían muchas horas haciendo el amor, sin salir de la cama, excepto tal vez para bajar a comer algo de puntillas. Se acurrucarían frente a la chimenea y se dormirían abrazados.


Sería perfecto.


Pedro estaba hablando con su padre por teléfono de AlTel desde que habían aterrizado. Ella también había quedado para hablar con Roberto Alfonso al día siguiente por la mañana.


¿Le preguntaría si había pasado algo entre Pedro y ella? Y en ese caso, ¿qué contestaría ella? Había cruzado la línea.


La vergüenza de la escena del sofá el sábado por la noche todavía la reconcomía. ¿Cómo podía un hombre tener tanta influencia sobre ella, su mente y su cuerpo? Ni siquiera su ex había sido capaz de hacerle perder el pudor de aquel modo.


Pedro se despidió de su padre y empezó a pasar los contactos de su móvil.


–Estaba pensando en que debería lanzar la bola de la nueva novia. Ahora es un momento tan bueno como cualquiera.


–Novia falsa.


–Ya te dije que no se me da bien ser falso. Tengo que creérmelo un poco o no funcionará.


Paula contuvo un suspiro de frustración.


–Lo que tengas que hacer.


–Pero recuerda –Pedro alzó una ceja–. Si me enamoro será culpa tuya.


Paula sintió deseos de darle una bofetada. Ahora era culpable de perder la moralidad y dejar a Pedro con un bulto en los pantalones.


–Lo único que me importa es que sigas mis directrices.


–Aquí está –Pedro dio un toque rotundo en el móvil–. La adorable Julia.


A Paula se le puso el estómago del revés. ¿Julia? ¿Julia Keys? ¿De verdad iba Pedro a escoger a una exnovia y una de las mujeres más bella de la historia de la humanidad para que fuera su falsa novia?


–Julia, soy Pedro. ¿Qué tal estás, guapa?


Paula suspiró. Seguramente se merecía el castigo de escuchar aquella conversación. Desesperada por encontrar una distracción, sacó una revista de la bolsa y empezó a pasar las páginas.


–He oído que has vuelto a Nueva York, y pensé que podríamos vernos. Tengo algo que proponerte –Pedro se inclinó hacia atrás y acarició el asiento de cuero negro con la mano–. Esperaba poder decírtelo en persona. Digamos que tengo un nuevo papel para ti, y que implicará que pasemos mucho tiempo juntos.


Paula apretó los labios y se recordó que Pedro estaba haciendo exactamente lo que ella le había pedido.


Entonces, ¿por qué estaba tan enfadada?


Ah, sí. Porque confiaba en que Pedro escogiera a alguien adecuado y poco más. No contaba con que eligiera a una mujer que personificaba el ideal de belleza femenina, alguien de quien podría enamorarse.


–¿Te vendría bien cenar el martes por la noche? Le pediré a mi cocinera que prepare algo en mi casa para que podamos hablar en privado. Si estás de acuerdo con mi plan podemos salir a cenar otro día de la semana si tu agenda lo permite.


Pedro se rio ante algo que Julia dijo.


Estupendo. Así que era guapa, inteligente, soltera y al parecer graciosa.


Paula miró por la ventanilla. Solo estaban a una manzana del apartamento de Melanie en Gramercy, gracias a Dios.


El final estaba a la vista. No podía soportar un minuto más de la llamada telefónica de Pedro. Guardó la revista en la bolsa y se inclinó hacia delante para hablar con el conductor.


–Es aquí mismo, a la izquierda.


–Sí, señora –el conductor se detuvo a la entrada de su edificio.


Paula se giró hacia Pedro cuando el conductor abrió la puerta.


Pedro asentía y sonreía como un idiota. Le puso la mano al móvil para tapar el altavoz.


–¿Algo más?


Paula trató de recordar que aquel era al auténtico Pedro Alfonso, el playboy en el coche caro haciendo lo que le venía en gana. No estaba hecho para ser novio de nadie. Era su cliente, punto final.


–Eso es todo. Hablaremos mañana – Paula salió del coche antes de decir alguna tontería.


Buscó las llaves del portal. ¿Por qué seguía allí el coche? 


Sentía los ojos de Pedro clavados en la espalda.


Finalmente giró la llave en la cerradura, cruzó la puerta y la limusina se marchó.


Esperaba sentirse aliviada, pero solo se sintió confusa y decepcionada.


CENICIENTA: CAPITULO 12






Una hora y media más tarde estaban a bordo del avión los dos solos, el piloto y, por supuesto, Moro. Normalmente Moro se tumbaba en el suelo a los pies de Pedro. Aquel día se colocó al lado de Paula y le puso la cabeza en el regazo.


«Traidor».


Pedro, necesito hablar contigo de algo.


–Te escucho –Pedro estaba leyendo un correo en el móvil.


–Estaba pensando que parece que las mujeres son tu problema, pero también podrían ser tu salvación.


–A juzgar por lo sucedido anoche, me gustaría saber adónde quieres llegar.


–Pensé que estábamos de acuerdo en no hablar de anoche.


–Yo no he dicho que estuviera de acuerdo con nada.


Paula sacudió la cabeza como si no pudiera estar más frustrada.


–Una de las cosas que he aprendido de las relaciones públicas es que la mala imagen de una persona puede reemplazarse por otra más positiva y termina olvidándose la mala.


Pedro alzó la vista del móvil y entornó la mirada.


–¿A qué te refieres? ¿Imágenes de mí en un comedor para pobres?


–No. Estaba pensando en algo extremadamente creíble. Tú con una mujer. Ahora mismo, el mundo cree que solo eres capaz de tener aventuras sin importancia, la imagen que a tus padres y la junta de directores les cuesta trabajo aceptar.


Pedro tosió. Si hubiera querido podría haberse lanzado a la yugular y recordarle que ellos se habían conocido en una aventura de una noche. Por mucho que los eventos de la noche anterior le hubieran dejado el ego tocado, no podía hacerlo. Nunca la consideró una aventura de una noche aunque solo hubieran compartido unas cuantas horas juntos.


–Quieres que empiece a salir con mujeres de más clase.


–Con una mujer. En singular. Básicamente, necesitas una novia. Una novia en serio. Tienes que encontrar una mujer y que te vean con ella. A ser posible, durante las semanas previas a la gala de AlTel. Luego te la llevas a esa fiesta, tu padre hace su anuncio del plan de sucesión y para entonces ya habrás salido en revistas y en programas de televisión. Será el descubrimiento del nuevo Pedro Alfonso.


Pedro masculló entre dientes.


–Estupendo. Mi baile de debutante.


–Ya sabes a qué me refiero.


–¿Vas a buscarme una novia?


–Esa parte la tendrás que hacer tú. Pero tengo algunas ideas.


–Estoy deseando oírlas.


Paula se aclaró la garganta.


–Debe ser guapa, por supuesto. Eres Pedro Alfonso. Nadie creerá que estás con alguien que no sea impresionante.


Pedro alzó los ojos y le lanzó una mirada a Pedro, y luego volvió a colocar la cabeza entre las patas.


–También debe ser alguien conocida – continuó Paula–. Pero debe tener una reputación inmaculada. No más chicas juerguistas. También debería ser alguien acostumbrada al microscopio de los medio de comunicación. Ya sabes lo duro que es.


–¿Y qué tengo que hacer con esta persona?


–Salir a cenar. A tomar un café. A pasear a Moro. Solo tienes que decírmelo con tiempo para que pueda avisar a la prensa.


–No sé si esto va a funcionar. No soy bueno fingiendo. Los fotógrafos se darán cuenta si no es real.


Paula le miró con aquellos ojos azules suyos.


–Pues tendrás que ser bueno fingiendo


Eso no iba a pasar. Ya era bastante trabajo estar allí sentado y hablar de otra mujer.


–¿Y qué pasa si me enamoro? Después de todo estoy soltero, y a pesar de lo que pienses de mí, no tengo intención de quedarme así eternamente.


–Eso ya es cosa tuya.


–Por supuesto –¿era aquella la manera que tenía Paula de librarse de él? ¿Arrojarlo en brazos de otra mujer?


–¿Tienes a alguien en mente? –a Paula se le quebró un poco la voz al final, como si hubiera forzado el desinterés de la respuesta.


–La verdad es que sí. Creo que conozco a la mujer perfecta.


CENICIENTA: CAPITULO 11





Antes de la noche anterior, ¿cuándo fue la última vez que Pedro había sido rechazado? No lo recordaba. Pero el hecho de que viniera de Paula y que hubiera esperado un año entero para tener otra oportunidad empeoraba las cosas. ¿Tan equivocado estaba respecto a su química?


Cuando se apretó contra él en el sofá, Pedro solo tenía una cosa en mente: la electricidad había vuelto. La sentía en cada átomo de su cuerpo. ¿Cómo podía ser solo por su parte? ¿Cómo podían dos personas crear tanto calor si solo una persona lo sentía?


Paula bajó por las escaleras tirando de la bolsa.


–Te la podía haber bajado yo si me lo hubieras pedido –dijo Pedro sacando la chaqueta del ropero.


–Puedo hacerlo yo misma.


–Estoy seguro de ello –Pedro se cruzó de brazos.


Paula aspiró con fuerza el aire por la nariz y evitó cualquier contacto visual.


–Necesito pedirte un favor. Acabo de recibir una notificación de la línea aérea. Mi vuelo tiene overbooking. Me han dejado en tierra.


–¿Y? –se estaba imaginando lo que iba a venir. Pero quería oírselo decir.


–Me preguntaba si habría espacio en el jet de tu empresa.


–No lo sé. Moro prefiere ocupar dos sitios. Es un chico muy grande.


–¿Tan enfadado estás por lo de anoche? Tú sabes igual que yo que no es buena idea que suceda nada entre nosotros. Sería una tontería, un gran error.


Pedro deseó que dejara de utilizar la palabra «error».


–Sí, por supuesto que puedes venir conmigo en el avión de regreso a Nueva York.


–Ah, de acuerdo. Gracias.


–De nada, Suero de Leche.



CENICIENTA: CAPITULO 10




Dios Santo… su boca, sus manos, su cuerpo… era la tentación servida en bandeja de plata. Era el combustible para su fuego, los cuerpos pegados, su peso contra el suyo, los labios pidiendo más. El fuego de su interior finalmente tenía lo que necesitaba para ser alimentado. Los labios de Pedro eran increíblemente suaves aunque no quedaba duda de sus intenciones poderosamente viriles. La deseaba. Él estaba al mando. Paula lo sentía en cada roce de sus manos bajo el suéter, agarrándole la cintura, los fuertes brazos tumbándola sin esfuerzo. La besó en la mejilla, deslizándose hasta la mandíbula y el delicado punto detrás de la oreja, el punto que le provocaba escalofríos en la espina dorsal. Paula se arqueó contra él, cerró los ojos y dejó que su mente vagara entre el presente y el pasado.


La noche que había compartido con Pedro no había sido un sueño. No lo había construido todo en su mente, besarle no era comparable a besar a ningún otro hombre. Era un momento de placer sublime e interminable en el que poder hundirse. Pedro era real. El beso era real. Perfecto. No había pasado el último año sin rumbo. Lo había pasado echando de menos aquel beso. La pierna de Pedro apretaba las suyas, una fricción cálida en el sitio perfecto.


Pedro era el último hombre que la había tocado allí, que había colmado todos sus deseos. Era el último hombre al que había deseado de aquel modo. Era casi perfecto. ¿Podrían retomarlo donde lo habían dejado? ¿Olvidar el último año? ¿Borrarlo?


–He querido hacer esto desde que entraste anoche por la puerta –murmuró desabrochándole la blusa–. En cuanto volví a verte, tenía que poseerte.


Paula disfrutó de aquellas maravillosas y posesivas palabras, de su mano fuerte deslizándose por su vientre.


Ella también tenía que poseerle. Estaban en el mismo barco, aunque parecía que Pedro iba por delante. Todo lo que hacía era exactamente lo que ella deseaba. Le deslizó un dedo por el borde de encaje del sujetador, rozándole ligeramente la piel bajo la tela y devolviéndosela a la vida.


«No puedes hacer esto. Necesitas este trabajo». ¿No te pasaste todo el año pasado prometiendo que nunca permitirías que un hombre tuviera oportunidad de destrozarte el corazón y el trabajo de una tacada?


«Pero lo deseo. He esperado un año por él. Nadie tiene por qué saberlo».


«Pero tú lo sabrías».


Tenía la mano de Pedro en la espalda, en el tirante del sujetador.


–Para, Pedro. No podemos –esperaba que gimiera frustrado, incluso que la apartara de sí con disgusto. Pero no lo hizo.


–¿Estás bien? ¿Qué ocurre? –le sostuvo la cara y le deslizó el pulgar por la mejilla.


–Lo siento. Lo siento mucho, pero no podemos. No podemos hacer esto – Paula cerró los ojos. Necesitaba un respiro del encanto de su boca, sobre todo cuando la respiración de Pedro le rozaba los labios. Tenía que recomponerse–. No debía haber llegado tan lejos. Es solo que… 


Guardó silencio. 


Cuanto más se explicara, más estúpida sonaría. Y a la larga tendría que admitir que si sospechara que Pedro quería con ella algo más que una aventura, en aquel momento estarían arriba en la cama.


–¿Es solo qué? –preguntó él–. ¿He hecho algo mal?


¿Cómo podía estar tan calmado? Lo sentía contra la pierna, fuerte y preparado, y sin embargo le preocupaba haber hecho algo mal.


–Lo siento, es que no está bien.


–No lo entiendo. ¿Tienes novio? Porque de haberlo sabido no habría dado ni un paso.


–No, no tengo novio. Pero esto no está bien. Firmé un contrato. Sería un error.


–Un error –Pedro se incorporó y se apartó de ella, creando una distancia fría e insalvable. Tal vez fuera mejor así, aunque no se lo parecía–. Menuda forma tienes de decir las cosas cuando no está por medio tu trabajo de relaciones
públicas.


Paula se puso a la defensiva.


–Pensé que te merecías la verdad.


–No sé qué me merezco, pero ahora mismo siento que estoy siendo castigado por algo que no puedo evitar.


Paula se puso de pie y se abrochó la blusa. No podía creer que Pedro estuviera utilizando eso como excusa.


–Lo siento mucho –señaló hacia la entrepierna de Pedro–. Una ducha fría te podría ayudar. Mira, lo siento. Creo que deberíamos despedirnos por esta noche y olvidar que esto ha sucedido alguna vez. 


Pedro sacudió la cabeza sin mirarla.


–Lo que tú digas.


Paula se sintió como si no existiera. Lo único que quería era
esconderse. Corrió escaleras arriba y cerró la puerta del cuarto de invitados al entrar. Se acurrucó en la cama como un ovillo y se le llenaron los ojos de lágrimas.


¿Cómo iba a hacer su trabajo? ¿Cómo iba a salir bien aquello? No podía pasarse día tras día enseñando a Pedro a hacer entrevistas y sesiones de fotos.


Nunca lo conseguiría, le deseaba demasiado.


Se secó las lágrimas. Tenía que superar aquello, en caso contrario fracasaría y eso no podía pasar. Solo necesitaba encontrar la manera de quitarse a Pedro de la cabeza.


Necesitaba un plan