sábado, 7 de mayo de 2016

CENICIENTA: CAPITULO 12






Una hora y media más tarde estaban a bordo del avión los dos solos, el piloto y, por supuesto, Moro. Normalmente Moro se tumbaba en el suelo a los pies de Pedro. Aquel día se colocó al lado de Paula y le puso la cabeza en el regazo.


«Traidor».


Pedro, necesito hablar contigo de algo.


–Te escucho –Pedro estaba leyendo un correo en el móvil.


–Estaba pensando que parece que las mujeres son tu problema, pero también podrían ser tu salvación.


–A juzgar por lo sucedido anoche, me gustaría saber adónde quieres llegar.


–Pensé que estábamos de acuerdo en no hablar de anoche.


–Yo no he dicho que estuviera de acuerdo con nada.


Paula sacudió la cabeza como si no pudiera estar más frustrada.


–Una de las cosas que he aprendido de las relaciones públicas es que la mala imagen de una persona puede reemplazarse por otra más positiva y termina olvidándose la mala.


Pedro alzó la vista del móvil y entornó la mirada.


–¿A qué te refieres? ¿Imágenes de mí en un comedor para pobres?


–No. Estaba pensando en algo extremadamente creíble. Tú con una mujer. Ahora mismo, el mundo cree que solo eres capaz de tener aventuras sin importancia, la imagen que a tus padres y la junta de directores les cuesta trabajo aceptar.


Pedro tosió. Si hubiera querido podría haberse lanzado a la yugular y recordarle que ellos se habían conocido en una aventura de una noche. Por mucho que los eventos de la noche anterior le hubieran dejado el ego tocado, no podía hacerlo. Nunca la consideró una aventura de una noche aunque solo hubieran compartido unas cuantas horas juntos.


–Quieres que empiece a salir con mujeres de más clase.


–Con una mujer. En singular. Básicamente, necesitas una novia. Una novia en serio. Tienes que encontrar una mujer y que te vean con ella. A ser posible, durante las semanas previas a la gala de AlTel. Luego te la llevas a esa fiesta, tu padre hace su anuncio del plan de sucesión y para entonces ya habrás salido en revistas y en programas de televisión. Será el descubrimiento del nuevo Pedro Alfonso.


Pedro masculló entre dientes.


–Estupendo. Mi baile de debutante.


–Ya sabes a qué me refiero.


–¿Vas a buscarme una novia?


–Esa parte la tendrás que hacer tú. Pero tengo algunas ideas.


–Estoy deseando oírlas.


Paula se aclaró la garganta.


–Debe ser guapa, por supuesto. Eres Pedro Alfonso. Nadie creerá que estás con alguien que no sea impresionante.


Pedro alzó los ojos y le lanzó una mirada a Pedro, y luego volvió a colocar la cabeza entre las patas.


–También debe ser alguien conocida – continuó Paula–. Pero debe tener una reputación inmaculada. No más chicas juerguistas. También debería ser alguien acostumbrada al microscopio de los medio de comunicación. Ya sabes lo duro que es.


–¿Y qué tengo que hacer con esta persona?


–Salir a cenar. A tomar un café. A pasear a Moro. Solo tienes que decírmelo con tiempo para que pueda avisar a la prensa.


–No sé si esto va a funcionar. No soy bueno fingiendo. Los fotógrafos se darán cuenta si no es real.


Paula le miró con aquellos ojos azules suyos.


–Pues tendrás que ser bueno fingiendo


Eso no iba a pasar. Ya era bastante trabajo estar allí sentado y hablar de otra mujer.


–¿Y qué pasa si me enamoro? Después de todo estoy soltero, y a pesar de lo que pienses de mí, no tengo intención de quedarme así eternamente.


–Eso ya es cosa tuya.


–Por supuesto –¿era aquella la manera que tenía Paula de librarse de él? ¿Arrojarlo en brazos de otra mujer?


–¿Tienes a alguien en mente? –a Paula se le quebró un poco la voz al final, como si hubiera forzado el desinterés de la respuesta.


–La verdad es que sí. Creo que conozco a la mujer perfecta.


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