martes, 3 de mayo de 2016

MI CANCION: CAPITULO 29





Pedro no podía creerse que Paula hubiera aceptado que Kenny Swan la llevara de vuelta a la casa de huéspedes en la que se alojaba. El hombre había resultado ser un donjuán engatusador que le doblaba la edad. ¿Pero qué se le había pasado por la cabeza para aceptar semejante ofrecimiento? 


Tras la actuación se había pegado a ella como una mosca y, si no hubiera sido por Raul, Pedro hubiera terminado haciendo una escena. Lo único positivo era que Swan les había ofrecido un jugoso contrato.


Pero Pedro no podía olvidar que el hombre tenía fama de no tener escrúpulos y, aunque Lisa les acompañaba, el productor podía ingeniárselas para deshacerse de ella fácilmente.


Los miembros de la banda le habían asaltado de repente, entusiasmados con la noticia del contrato, y no había podido sacar a Paula de la trampa de Swan. El viejo la había atrapado en la barra del bar y, la próxima vez que había mirado hacia allí, ya habían desaparecido.


Había salido al exterior a toda prisa, pero solo le había dado tiempo a ver cómo se alejaban los faros traseros del coche de Swan.



****

–He pensado que te vendría bien esto –Raul puso una taza de café cargado y caliente sobre la barra y acercó un taburete para sentarse junto a Pedro.


El local se estaba vaciando gradualmente y los empleados limpiaban las mesas y amontonaban las sillas.


–Gracias.


–Se lo pedí a una camarera preciosa… La engatusé con mis encantos irresistibles y mi ingenio agudo.


–Bueno, no esperaba otra cosa –comentó Pedro sin mucho entusiasmo.


Los dos guardaron silencio durante unos segundos.


–Seguramente Kenny la dejó en la pensión. Pau es una chica lista. Si intentó algo en algún momento, estoy seguro de que ella le puso en su lugar.


–¿Tú crees? Tampoco podría echarle la culpa si hubiera decidido irse con él, ¿no? –Pedro mantenía la vista fija en el contenido de la taza.


–Ella te importa de verdad, ¿no?


–¿Es tan difícil de creer?


–Lo siento, chico. Es que…


Pedro suspiró.


–Lo que sentía por Juliana hace años no era amor, Raul. Solo estaba cansado de estar solo y me engañé a mí mismo pensando que era importante para mí. Albergaba la esperanza de que mis sentimientos se hicieran más profundos con el tiempo. No hace falta que te diga que eso pasó a ser imposible en cuanto me di cuenta de que solo me quería por todo lo que podía conseguir a través de mí. Teniendo en cuenta cómo salió todo después… me alegro. Hubiera preferido que se llevara todo mi dinero y no que me rompiera el corazón. Ese es un dolor que no se puede superar tan fácilmente –Pedro hizo una mueca y sacudió la cabeza–. Pero lo que siento por Paula es… Bueno, no se puede comparar a nada que haya sentido antes. Sé que tiene el poder de romperme el corazón.


–A mí me parece que eso es amor, Pedro.


Pedro guardó silencio durante unos segundos y trató de asimilar lo que su amigo acababa de decirle.


–Mira, sé que la banda debería ir primero, pero, si te digo la verdad, he pensado en pedirte que seas el mánager de la banda a partir de ahora. He pensado que quizás sea mejor que salga ahora que van las cosas bien. Así no habrá posibilidad de decepción o de malestar en el grupo. Las cosas empiezan a despegar y tú sabes muy bien qué es lo que hay que hacer para sacarle el máximo partido a su potencial y llevarles a lo más alto. Ellos confían en ti, Raul. Estaréis muy bien sin mí.


–¿Por qué ibas a querer dejar tu puesto, Pedro? ¿Es porque tienes miedo de hacerle daño a Paula?


–Ella se merece tener esta oportunidad tanto como los demás. Lo que no se merece es que yo lo estropee todo porque haya tenido una relación con ella. No sé si seré capaz de mantener la distancia profesional a partir de ahora. Me siento como una casa de naipes que se ha venido abajo. No es propio de mí perder la cabeza por una mujer. Pero desde lo de Paula, he perdido el apetito, no puedo dormir y apenas soy capaz de concentrarme. A este paso no voy a serle útil a nadie, y mucho menos a mí mismo.


Pedro esbozó una sonrisa triste y se llevó la taza a los labios.


–Créeme cuando te digo que abandonar no es la solución. Pau no querría que lo hicieras, y los chicos tampoco. Y yo tampoco, ya que estamos. ¡Si la quieres, entonces ve a por ella, hombre! ¿A qué estás esperando? Si ha vuelto a la casa de Kenny…


–Te había entendido que eso era muy poco probable –Pedro dejó caer la taza sobre el platito, derramando algo de café.


De repente se vio invadido por una horrible duda. ¿Acaso Kenny habría logrado convencerla para que se fuera a casa con él?


–Oye, frena un poco. Claro que no es muy probable –dijo Raul–. Mira, lo siento si no te he apoyado todo lo que debía. Creo que soy demasiado sobreprotector cuando se trata del grupo. Simplemente tendré que aceptar el hecho de que Pau y tú estáis juntos ahora. La conozco un poco a ella, y a ti te conozco lo bastante bien como para saber que ninguno de los dos permitirá que esa relación afecte al grupo de alguna forma. Si te digo la verdad, me alegro de que por fin hayas encontrado a alguien que te importe. En mi opinión, no podrías haber encontrado a nadie mejor que Paula. Es una persona muy especial. Si realmente quieres saber si se encuentra bien, ¿por qué no vas al hotel e intentar hablar con ella?


Alentado por las palabras de su amigo, Pedro miró el reloj.


–Son las dos de la mañana. La alojé en esa casa de huéspedes porque me insistió en que no quería verse de nuevo en otro de esos hoteles impersonales y fríos. La pensión la lleva una señora que es igual de amigable que Atila. Cuando reservé la habitación, eso me tranquilizó un poco. La buena señora tiene horarios muy estrictos de llegada y le gusta que sus huéspedes lleguen antes de la medianoche. La idea de llamar a su puerta a esta hora de la noche solo para decirle a Paula que…


–¿Que la quieres? –Raul esbozó una sonrisa de oreja a oreja.


Pedro frunció el ceño.


–¿Se llama así cuando no dejas de pensar en ella y estás que te subes por las paredes cuando no puedes estar con ella?


Raul asintió.


Pedro soltó el aliento lentamente.


–Entonces, supongo que tienes razón. Pero, si ella piensa que eso significa que vamos a mudarnos a una casa adosada de estilo georgiano en las afueras, entonces vamos a tener nuestra primera pelea. Yo no podría. Es por eso que nunca me he establecido en ningún sitio. Soy un nómada por naturaleza. Me pongo muy impaciente cuando permanezco demasiado tiempo en un mismo sitio… Lo sabes.


–Sí, y también sé que ni siquiera le ha preguntado a ella qué es lo que quiere. Primero tienes que decirle que la quieres. Paula es una gran chica, Pedro. Es tan apasionada como tú, Pedro, y le encanta la banda. Le encanta cantar. ¿Crees que hubiera hecho la prueba si hubiera querido establecerse en las afueras? A mí no me lo parece.


Mirando a Raul, Pedro sintió que el rayo de esperanza que había surgido antes se hacía mucho más brillante de repente.


–Oye, si alguna vez te cansas de estar en la carretera, puedes ganarte la vida como psicólogo matrimonial.


–¿Tú crees?


–No, no lo creo –Pedro le dio un pequeño puñetazo en el hombro y se echó a reír–. Nunca jamás.


–Dejando eso a un lado, ¿qué vas a hacer con Pau? ¿Vas a intentar verla esta noche?


–No… Esta noche no. Hemos tenido unos días bastante difíciles y ella necesita descansar. Tendré que confiar en que regresó a la casa de huéspedes con Lisa e iré a verla por la mañana. Mientras tanto… –se sacó el móvil del bolsillo de atrás–. Le voy a mandar un mensaje de texto para asegurarme.


–A mí me parece un buen plan. Bueno, y ahora que hemos arreglado eso, ¿qué te parece si nos tomamos una copa de verdad?


Haciéndole señas a una de las camareras, Raul le dedicó una de sus sonrisas de ganador.





MI CANCION: CAPITULO 28




–Te he estado buscando.


Era Pedro.


Al oír esa voz profunda que tan familiar le resultaba, Paula empezó a sudar. Tras colgar su abrigo en el viejo perchero del vestuario, se volvió hacia él.


–Salí a respirar algo de aire fresco, pero llevo aquí una media hora.


La habitación del grupo, con su mobiliario de estilo francés y acabados dorados, tenía un glamour de otra época. Las paredes estaban llenas de fotografías y pósters de las bandas y los músicos que habían pasado por allí a lo largo de los años. Algunos de ellos eran muy conocidos, y Paula había pasado un buen rato contemplando aquellas imágenes y preguntándose cómo la había llevado allí el destino.


–Raul acaba de irse al bar para traerte algo de beber.


–Gracias –Paula retorció la pulsera rígida de plata que llevaba puesta y después se mesó el cabello–. Hace mucho calor aquí, ¿no crees?


Pedro sonreía con pillería, como siempre.


–Siempre hace calor cuando estamos juntos en una habitación, Paula.


–Sí, bueno…


–Por cierto, hoy estás fabulosa.


Pedro no pudo evitar mirarla de arriba abajo, admirando su escultural figura. Estaba vestida de negro de los pies a la cabeza, con unos vaqueros con corte de bota y una camisa ceñida de cintura alta.


–Espero que hayáis solucionado las cosas Raul y tú.


Pedro se encogió de hombros.


–Las solucionaremos. Siempre lo hacemos.


Un momento después, fue hacia ella y le tocó la mejilla. 


Paula sintió que le temblaban los labios y no pudo contener un suspiro.


Pedro deseaba besarla en ese momento. Quería probar su sabor, hacerla suya… Pero ella le negó ese placer. De pronto le agarró la mano y le hizo apartarla.


–Tengo que hablar contigo, Pedro.


–Después del concierto de esta noche. Entonces tendremos una conversación como debe ser.


–No. Tengo que decirte algo ahora. Alguien viene a verme esta noche, alguien de mi pueblo.


La decepción cayó sobre Pedro como una pesada losa.


–¿Alguien?


–Es Lisa –le dijo ella, encogiéndose de hombros–. La dueña de la tienda donde trabajaba.


–La recuerdo. ¿Era ella a la que le tenían que quitar una muela del juicio?


Pedro sonrió. Le levantó un mechón de pelo y se quedó contemplándolo durante unos segundos. Ella abrió los ojos.


Pedro, ¿todo va bien?


Mientras le hacía la pregunta, sintió que un nudo se formaba en su estómago. De alguna forma sabía que las cosas no iban bien. Él le ocultaba algo, algo que podía hacerle daño, algo que no quería saber hasta que fuera estrictamente necesario.


–Deja de preocuparte. Todo está bien.


Pedro acababa de inclinarse para darle un beso cuando Raul abrió la puerta. El asistente de producción dejó la bandeja de bebidas sobre una mesita de café y les miró con unos ojos acusadores.


–Ya veo que sigues cuidando muy bien del negocio, Pedro –comentó en un tono cáustico.


–No le eches la culpa a Pedro –levantando la barbilla, Paula se enfrentó a la mirada de Raul–. Es culpa mía. He sido yo quien…


–Ahórratelo, cielo –su sonrisa era de resignación, pero no era hostil–. No eres la primera que se encapricha de Pedro y, si no me equivoco, no serás la última.


–Si estuviera en tu lugar, lo dejaría ahí –dijo Pedro, lanzándole una afilada mirada a Raul.


–¿Por qué? –preguntó Raul–. ¿Porque no quieres que oiga la verdad?


–¿Qué verdad? –preguntó Paula. La boca se le había secado de repente como si hubiera comido arena.


Pedro no tiene un buen historial en lo que a mujeres se refiere. En este negocio muy pocos hombres lo tienen… las tentaciones a veces son demasiado grandes como para poder resistirse. Pero, si queremos ser justos… –Raul taladró a su amigo con la mirada–. Su ex le machacó y después de aquello juró que nunca más se comprometería con otra mujer. Me sorprendería mucho que hubiera cambiado de idea de la noche a la mañana. En cualquier caso, no obstante, sea lo que sea lo que te haya dicho, yo no me lo tomaría muy en serio, Pau.


Paula sintió que algo revoloteaba en su estómago. Un frío glaciar la invadió de repente. ¿Cómo había sido tan estúpida? ¿Cuándo iba a aprender la lección? Los hombres nunca daban nada. Solo tomaban aquello que querían una y otra vez… hasta cansarse.


–Muy bien, Pedro –aunque tuviera los ojos llenos de lágrimas, Paula se volvió hacia Pedro y le miró a los ojos–. Pienses lo que pienses, no soy tan ingenua como crees. Nos hemos acostado. Hicimos el amor… pero siempre he sabido que no tenías intención de llevar las cosas mucho más lejos. No te preocupes. No voy a hacerte una escena. Y, aunque puedas pensar otra cosa, Raul, no voy a romperme en mil pedazos porque las cosas hayan terminado entre Pedro y yo. Seguimos teniendo una relación profesional… una buena relación, espero. Y ahora que eso ha quedado claro, creo que voy a buscar a los demás –dio media vuelta.


–No. Así no, Paula.


Pedro se pasó una mano por el cabello, incapaz de ocultar su impotencia. Estaba furioso con Raul por haberle puesto en una situación tan difícil, pero también estaba furioso consigo mismo. De repente, era como si la hubiera utilizado, pero no había nada más lejos de la realidad. Estaba loco por ella. Lo que sentía por ella no se parecía a nada de lo que había experimentado en toda su vida, y el poder de ese sentimiento le quitaba la respiración. Tragó con dificultad. 


Los ojos color esmeralda de Paula brillaban, llenos de lágrimas.


–Nunca he querido hacerte daño –le dijo, deslizando la yema de un dedo sobre su mejilla para secarle las lágrimas.


Ella retrocedió inmediatamente.


–Olvídalo –miró a Raul un instante–. ¿Los chicos están en el bar? –le preguntó.


Raul asintió.


–Muy bien. Voy para allá.


Se dirigió hacia la puerta, pero justo antes de salir oyó lo que Raul estaba a punto de decir.


–Menos mal que estoy por aquí para recoger los pedazos –dijo.



MI CANCION: CAPITULO 27




Pedro tenía el peor dolor de cabeza que recordaba en mucho tiempo. El dolor era tan intenso que terminó recorriendo las estrechas calles de la ciudad a las cinco y media de la tarde en busca de una farmacia.


Unos minutos más tarde, ya con el paquete de analgésicos en la mano, sacó dos tabletas blancas y se las tragó con un trago de refresco de cola caliente. Haciendo una mueca tiró la bebida a una papelera cercana y se mordió el labio para aguantar el dolor que palpitaba en sus sienes.


Al llegar al hotel, cerró las cortinas para eliminar la poca luz que quedaba y se tiró en la cama por fin. Solo tenía una cosa clara. No podía seguir así. Solo sufría migrañas tan severas cuando se veía entre la espada y la pared y su cabeza le estaba dejando claro en ese momento que nunca se había visto tan acorralado.


No había duda de que deseaba a Paula con locura. La situación no hubiera tomado ese cariz si no la hubiera deseado tanto. Pero el deseo sexual no tenía nada que ver con… el amor.


Pedro contuvo el aliento y pensó en ello un momento.


¿Era amor lo que sentía por Paula? Si era así, ¿qué debía hacer a partir de ese momento? Para la mayor parte de la gente el amor significaba compromiso… pero él siempre había huido de eso. Además, para colmo de males, las cosas se habían complicado con la actitud de Raul y no podía negar que su amigo tenía motivos para enojarse. 


Había roto su propio código de normas y lo había puesto todo en peligro debido a su fascinación con Paula Chaves.


Intentaría arreglar las cosas en cuanto Kenny Swan viera actuar a la banda esa noche. Si conseguían un contrato, sería mucho más fácil tomar decisiones a partir de ese momento y a lo mejor así llegaría a tener la paz que tanto necesitaba.



****


–¿Puedes venir? Lisa, es fantástico.


Recostándose en la cama, Paula apretó el móvil contra la oreja. Su amiga acababa de decirle que iba a verla actuar con el grupo en el próximo concierto y esa era la mejor noticia que podían darle en ese momento, además de la posibilidad de conseguir un contrato discográfico a través de Kenny Swan.


No había sido capaz de dejar de preocuparse desde aquel desagradable encontronazo entre Raul y Pedro, no obstante, y las cosas no parecían haber mejorado mucho en ese sentido. Raul seguía de muy mal humor y la amistad entre ellos parecía deteriorarse sin remedio.


–A lo mejor llego un poco tarde si el tráfico es muy denso –le estaba diciendo Lisa–. Pero allí estaré. He alquilado una habitación en ese hotel en el que te hospedas, como me sugeriste, así que podremos charlar un rato después del concierto. ¡Estoy tan emocionada que estoy deseando ir para allá! Oye… ¿Y sabes qué?


–¿Qué?


Mirándose la mano izquierda, Paula frunció el ceño al ver lo estropeado que estaba su esmalte de uñas color morado. ¿Tendría tiempo de arreglárselo para esa noche?


–Hoy miré tu horóscopo. ¿Y sabes lo que ponía?


–Dime.


Lisa respiró profundamente.


–Bueno, Saturno se encuentra con Venus hoy, y sé que sabes que Venus es el planeta del amor y del dinero, ¿no? Es la conjunción perfecta. Saturno se encuentra con Venus bajo los auspicios de un encuentro entre Marte y Júpiter, así que, si anhelas algo que tenga que ver con el amor o con el dinero, hoy es el día para pedirlo. ¿Qué te parece?


Paula no pudo evitar concentrarse en el aspecto sentimental. 


¿Qué hacía falta para que Pedro se diera cuenta de que iba en serio, que quería pasar el resto de su vida con él?


–Bueno, acaban de pagarme, así que lo del dinero lo llevo bien por ahora. En cuanto al amor, yo… –se detuvo.


–¿Ha pasado algo?


–¿Qué quieres decir? –apoyándose contra las almohadas, Paula comenzó a enroscar un mechón de pelo alrededor de uno de sus dedos.


–¿Tienes algo con alguien del grupo? Espera un momento. Apuesto a que es con el mánager, Pedro Alfonso –Lisa parecía emocionada–. Es él, ¿no?


–Y ahora me dirás que eres adivina.


Riéndose de la broma mala que acababa de hacer, Paula guardó silencio.


Empezaba a dolerle la cabeza y lo último que necesitaba era recibir una lección de sabiduría. Además, ya era demasiado tarde para poner en práctica algún consejo en ese sentido.


–Esa no es una buena noticia precisamente. No sé si se lo merece o no, pero no tiene muy buena reputación después de aquel escándalo con su ex. ¿Es que quieres meterte en líos o qué? Estás en una situación muy vulnerable y ahora vas y haces lo peor que podías hacer. ¡Tener algo con él! Oh, Paula… ¿Cómo has podido hacerlo?


Paula cerró los ojos un instante y pensó en Pedro, en el daño que podía llegar a hacerle…


«¿Cómo podría no haberlo hecho?», pensó.


lunes, 2 de mayo de 2016

MI CANCION: CAPITULO 26





Sin darse cuenta, Pedro había cerrado los puños. Trataba de contener la furia, pero cada vez le costaba más.


Avergonzada y sonrojada, Paula avanzó hacia el borde del escenario.


–Estábamos ensayando, Pedro. He tenido un problema con una de las canciones y Raul me estaba ayudando.


–¿Ah, sí? ¿Desde cuándo Raul es el masajista del grupo? Es evidente que me he perdido algo.


–¡Por favor, la chica está cansada! Cansada y tensa… Solo la estaba ayudando a soltar la tensión antes de seguir con el ensayo. Los chicos han salido fuera un rato. Creo que voy a buscarles.


–No. Quédate ahí donde estás.


Pedro se dirigió hacia el escenario. Sus botas golpeaban el suelo sin piedad.


–No vamos a hacer nada más hasta que llegue al fondo de todo esto.


Paula metió las manos en los bolsillos de los vaqueros y respiró profundamente. ¿Acaso estaba celoso? ¿Era por eso que estaba tan enfadado?


El corazón se le aceleró. No podía evitar fijarse en lo guapo que estaba ese día. Llevaba unos vaqueros negros combinados con una camisa marrón y una chaqueta oscura de raya diplomática que le sentaba como un guante. Le recordaba a uno de esos modelos italianos que aparecían en las portadas de las revistas.


–¿De qué estás hablando, Pedro? –Raul bajó del escenario y se paró frente a él–. Será mejor que te expliques.


–¡Te estoy hablando de que te he visto besarla! –Pedro le fulminó con la mirada.


Raul estaba perplejo.


–Solo le estaba dando un masaje y me dio por coquetear un poco. Ya me conoces… Nunca he podido resistirme a una cara bonita.


–Esa no es excusa para ponerse a flirtear con mi…


–Sigue… ¿Tu qué, Pedro?


Pedro se dio cuenta de lo que había estado a punto de decir y guardó silencio.


–Te estás acostando con ella, ¿no, Pedro?


Paula montó en cólera. De repente parecía haberse vuelto invisible. Pedro levantó la vista en ese momento y la miró un instante.


–Simplemente no fuiste capaz de dejarla en paz, ¿no? –el tono de Raul era corrosivo.


–Bueno, ¿no se supone que ese es mi estilo?


–¡No te pongas así conmigo, Pedro! Contesta a la maldita pregunta y ya está.


Pedro se encogió de hombros y cruzó los brazos.


–Sí. Paula y yo tenemos una relación, pero no saques conclusiones precipitadas. Eso no significa que vaya a repercutir negativamente en la banda.


–¿Ah, no? Entonces, ¿cómo es que hemos llegado a este punto? Contéstame a eso. ¿Cuánto tiempo llevamos trabajando juntos? En todo ese tiempo no hemos discutido ni una sola vez, y eso es algo extraordinario en este negocio. Es una pena que tenga que pasar ahora. ¡Y todo por una mujer!


–¿Y qué significa eso? –bajando del escenario, Paula se frotó las manos y se las limpió en los vaqueros–. Por si no te habías dado cuenta, soy una persona, igual que tú. ¿Pero a ti qué te pasa con las mujeres, Raul? Te gustamos mucho cuando te conviene, pero algo me dice que desconfías mucho de nosotras. Solo para que te quede claro, te diré que yo no tengo ningún propósito oculto. No me traigo nada entre manos y no tengo intención de dejar el grupo. Por todo eso, no tienes motivos para dudar de mí. Cuando doy mi palabra, la mantengo.


–Ahora mismo, cielo, no es tu palabra lo que más me preocupa.


–Muy bien, Raul… Si quieres seguir discutiendo este tema, será mejor que nos reunamos en el hotel cuando terminemos aquí. No tengo ganas de perder tiempo de ensayo peleándome contigo. La banda tiene un concierto esta noche y esa es la prioridad.


Pedro miró el reloj y se volvió hacia Paula.


–Quiero que esta noche lo des todo, por favor. No te lo había dicho, pero esta noche va a venir un A&R de uno de los sellos más importantes. No te puedo prometer nada, pero, si le impresionáis, a lo mejor conseguimos un buen contrato discográfico. Kenny Swan sabe que yo no llevo a perdedores y hemos captado su interés gracias al material audiovisual que ya está circulando por las redes sociales. Cuento contigo, así que no me defraudes.


Paula asintió sin pensar. La posibilidad de conseguir un contrato discográfico de esa magnitud tan pronto era algo increíble. Sin embargo, en ese momento lo que más le importaba era volver a estar en los brazos de Pedro. No podía evitarlo.


Pedro sonrió.


–Trabajad duro, por favor. Os veo luego. Tengo un par de llamadas muy importantes que hacer.


–¿Pedro?


Paula le hizo detenerse un instante. Su mirada ansiosa se desvió hacia Raul un momento.


–No quiero que te pelees con Raul por todo esto. Mi compromiso fundamental es el de esta banda. Yo sé que eso ya lo sabes, pero solo quería recordártelo.


La expresión de Pedro fue tan implacable como siempre.


–Me alegra oírlo. Simplemente concéntrate en dar lo mejor de ti esta noche y, con un poco de suerte, las cosas despegarán a partir de ahora –dijo, y se alejó sin más.