martes, 26 de enero de 2016

A TRES PASOS: CAPITULO 5




Salió de la ducha y se envolvió con una enorme toalla rosa. 


Después de secarse, salió desnuda del baño y gritó cuando vio a Pedro mirando detrás de la puerta. Él se volvió sorprendido y sonrió al verla desnuda. 


Paula volvió a gritar y entró en el baño-¿Qué haces aquí?


-Buscando un ratón- respondió divertido.- Llamé al tipo que me los dio y al parecer había cinco.


Cogió la toalla y se la puso alrededor saliendo del baño fuera de sí, enfrentándose a él.- ¿Y te falta alguno?


-Oh, sólo uno- la comía con la mirada y ella entrecerró los ojos.


-¿Estás seguro?


-He encontrado tres y ayer le di uno para cenar.


Paula gimió mirando a su alrededor. –Estupendo.- después pensó en ello- ¿No se lo habrá comido la serpiente?


Pedro se encogió de hombros acercándose y mirándola fijamente.- ¿No esperarás que le haga la autopsia?


Paula puso cara de asco y después lo miró con odio- ¡Esto es culpa tuya! ¡Desde que he llegado me has amargado la vida!


-Paula…


Sus ojos se llenaron de lágrimas- Ahora ya no podré vivir tranquila.- pateó el suelo furiosa- Te odio.


-Estás cansada y te has asustado, pero no te pases.-dijo cogiéndola por el brazo –No es culpa mía que al salir la serpiente, tirara la caja de los ratones.


-¡Es culpa tuya que la serpiente estuviera allí!


-¡Tengo una sesión hoy y la necesitaba!- le gritó furioso- Sino fueras tan histérica…


-¿Histérica yo?-intentó soltar el brazo pero Pedro no la soltaba.- ¡Sal de mi casa!


-Escúchame.


Paula puso una mano en su pecho tirando de su brazo, provocando que su toalla cayera al suelo. Pedro miró hacia abajo y llevó una mano hasta su cintura cortándole el aliento. 


–Sí- susurró él pegándola a su cuerpo.


Paula jadeó al sentir su dura excitación a través de sus vaqueros.- ¿Qué haces?


-Relajarte- dijo antes de besarla robándole el aliento. Al sentir sus labios sobre los suyos, Paula perdió totalmente el norte y rodeó su cuello con sus brazos, respondiendo a sus besos de manera desesperada. Pedro llevó sus manos a su trasero elevándola y Paula levantó sus piernas enlazándolas en su cintura sin dejar de besarle. No era consciente de lo que hacía, sólo podía pensar en que besaba tan bien que no lo podía dejar, necesitando más a cada segundo que pasaba. Sintió la pared en su espalda y gimió al sentir su frialdad. Pedro dejó de besarla y la miró a los ojos- Nena…no tengo preservativo.


Esa frase fue como un jarro de agua fría, que la hizo volver a la realidad y dijo casi sin voz.- Suéltame, Pedro.


-Paula…


-¡Déjame en el suelo!


Él suspiro y la soltó lentamente sin dejar de mirar sus ojos azules- Es increíble que hagas esto- dijo visiblemente enfadado- Tiene un nombre bastante desagradable.


-Sólo tú podrías decir algo así.- respondió totalmente avergonzada.


-Preciosa, te aseguro que no sería el único.- dijo viéndola alejarse y coger la toalla del suelo.


-Vete de mi casa.- no podía ni mirarle


-Con mucho gusto. Aunque no sé porque me cabreo, cuando las tengo mucho más hermosas que tú sin salir de mi casa.- fue hacia la puerta sin darse cuenta del daño que había hecho a Paula con sus palabras, que palideció al escucharle. 


Reteniendo las lágrimas, se sobresaltó al escuchar el portazo al salir de su casa y lo volvió a escuchar al entrar en la suya. Dos minutos después escuchó la música a todo volumen y Paula suspiró pasándose una mano temblorosa por la frente, apartándose los mechones húmedos.



****


Después de ponerse una bata corta de seda rosa, fue hasta la cocina negándose a llorar por lo que le había dicho. Era un imbécil y la había pillado con la guardia baja. Eso no volvería a pasar. Nunca. El tema del preservativo había sido lo que la había salvado de cometer una locura. No podía acostarse con un hombre como él. Era totalmente opuesto a ella. Siempre se había llevado bien con todo el mundo, incluso con sus compañeros más competitivos. Había comprado ese piso con toda la ilusión del mundo, pero Pedro era imposible. Era grosero, egoísta y un salido. 


Nunca podría tener una relación con él, se dijo haciéndose un sándwich. Aunque besara mejor que ninguno de sus novios anteriores. Además él tampoco quería una relación, sólo quería sexo y ella nunca había tenido sexo por sexo. 


Siempre había querido a la persona con la que había compartido su cama. Tampoco habían sido tantos, sólo dos, pero les había querido.


Decidida cogió su sándwich y se sentó en la mesa de la cocina que era el único mueble de la casa que había colocado. De repente la música cambió y se escuchó heavy metal.- Genial. Vas a dormir mucho con tapones en los oídos, Paula.


Al terminar de comer se tumbó sobre el sofá después de quitar el plástico que lo cubría y se puso los tapones. Durmió inquieta y cuando se despertó se dio cuenta que era de tarde por el tono de la luz que entraba por la ventana. Después de mirar la hora, suspiró porque sólo le quedaban tres horas antes de su última noche en urgencias. Sonrió al recordar que era su última noche arreglando huesos y cosiendo heridas. A partir del día siguiente sería libre.


Contenta se vistió con una camiseta vieja y se puso a pintar. 


De pronto tenía muchas energías y lo hizo mientras tarareaba la canción de Bon Jovi que se oía al otro lado. 


Estaba en lo alto de la escalera intentando que la esquina con el techo no quedara hecha un desastre, cuando vio que algo cruzaba el suelo bajo la escalera a toda velocidad y gritó sin recordar donde estaba subida, dando un paso atrás del susto, cayendo de espaldas sobre el suelo y golpeándose el codo contra el canto de la mesa del comedor al caer. Se quedó sin aliento por el golpe y gimió mirando el techo que tenía en el borde con la pared un manchón gris perla.


-¿Paula?- la puerta se abrió de golpe y Leticia entró en el piso. Al verla tirada en el suelo, se acercó a toda prisa arrodillándose a su lado- ¿Estás bien?


Intentó incorporarse asintiendo- Joder, que golpe.


-Se ha oído desde la casa de mi tío. ¿Has caído a plomo?-la chica la miraba preocupada- Espera, que llamo a una ambulancia.


Se veía capaz de levantarse y Paula negó con la cabeza- Estoy bien- dijo sentándose en su dolorido trasero.


-No creo que debieras hacer eso.


-Soy médico ¿recuerdas?- preguntó divertida moviendo los brazos. El codo izquierdo le dolía y giró el brazo mirándolo. Lo podía doblar, así que no era algo importante, aunque le saldría un buen morado.


-¿Te ayudo a levantarte?


-Sí, por favor.


La cogió por el brazo y la ayudó a ponerse de pie. También le dolía el muslo e hizo una mueca al ver que había caído sobre el alargador del rodillo.- ¿Puedes andar?


Sonrió para que no se preocupara- Estoy bien.


-Esas caídas son muy peligrosas.


-Sí, las veo todos los días. Pero no ha pasado nada.


Leticia parecía no creerla y Paula recordó lo que la había sobresaltado.


¿Serían imaginaciones suyas? No, aquello era un ratón.


-Leticia ¿me haces un favor?


-Claro.


-¿Puedes ir a decirle al idiota de tu tío que su ratón perdido está bajo el mueble de la televisión?


Leticia hizo una mueca.-Vale- respondió viéndola ir hacia la habitación cojeando por el entumecimiento del golpe.


Pedro llegó dos minutos después y entró en su habitación sin pedir permiso.- ¿Estás bien?


Ella que estaba abrochándose unos pantalones cortos blancos asintió sin mirarlo.- ¿Puedes llevarte esa cosa, por favor?


-Paula, ¿estás bien?


-¡Te he dicho que sí!- le fulminó con la mirada- ¿Ahora puedes hacer lo que te digo o tengo que llamar a un exterminador?


Pedro apretó los labios y salió de la habitación furioso mientras Leticia los observaba preocupada. – ¿Necesitas algo?


Paula forzó una sonrisa y negó con la cabeza- Tengo que irme a trabajar.


-¿Quieres que te limpie las brochas?


-No tienes que hacerlo, de verdad.


-No es molestia- respondió la chica sonriendo.- Lo hago encantada. Lo hice ayer cuando volví de la cena porque no te diste cuenta.


Era cierto que no se había dado cuenta y sonrió agradeciéndoselo.


-¡Ya está!- gritó Pedro desde el salón.-Asunto arreglado.


Salieron hasta el salón y vio que lo tenía en la mano. El bicho sujetado por el rabo se movía de un lado a otro y Paula se cubrió los ojos- ¡Sácalo de aquí!


Leticia se echó a reír divertida- Es sólo un ratoncito.


-¡Sácalo de aquí!


-Ya voy.- dijo Pedro con voz cansada. Parecía harto del tema y no le extrañaba. Se estaba comportando como una loca.


Escuchó los pasos de Pedro saliendo del piso y abrió los dedos mirando hacia la salida. Suspiró apoyándose en el marco de la puerta.- Por fin.


Leticia estaba cerrando el bote de la pintura y se incorporó con los pinceles y el rodillo en la mano.-Sino te das prisa no vas a llegar a tiempo. Por cierto ¿qué tal tu cita de ayer?


-Espero que en este momento esté con mi mejor amiga.- dijo cogiendo su bolso para revisar su contenido.-Bien, preparada para el último día. -la chica la miró sin comprender- Es el último día que trabajo en urgencias.


-¿Ahora sólo te dedicarás a psiquiatría?


-Sí- sonrió radiante- Por fin.


Leticia sonrió- ¿Y no te dan miedo esos locos?


-No son locos, son enfermos mentales.


-Eso.


-No, no me dan miedo. Si no me da miedo tu tío, no me da miedo un esquizofrénico.


-Muy graciosa.


Miraron a la puerta y allí estaba Pedro mirándola con los ojos entrecerrados mientras se reían. Se colocó las asas del bolso sobre el hombro y fue hacia la puerta. –Me piro. Leticia, gracias.


-Estás cojeando- dijo Pedro mirándole las piernas.-¿Esos pantalones no son demasiado cortos?


-¿Esas dos frases tienen alguna relación?- pasó ante él y fue hasta el ascensor.


-No demasiada, aparte de tus piernas.


-No quiero discutir, Pedro. Me voy al trabajo.-dijo sin mirarle y dándole al botón.


Se abrieron las puertas y vio que dentro estaba su hermano Santiago. Gritó dejando caer su bolso al suelo y se tiró sobre él mientras su hermano se reía a carcajadas. Se abrazó con fuerza a su cuello y le cubrió de besos mientras salía del ascensor llevándosela encima.- ¿Qué haces aquí?


-Tengo un permiso y he venido a celebrar que has terminado.


Se miraron a los ojos que eran exactamente iguales- ¿Todo bien?


Su hermano la dejó en el suelo sonriendo y le acarició la mejilla- Claro pequeña, no pueden conmigo.


Un carraspeo tras ellos hizo que Paula se volviera. 


Pedro los miraba con los ojos entrecerrados, mientras que Leticia con la boca abierta se comía con los ojos a su hermano. Sonrió pues Santiago había hecho otra conquista- Es mi hermano Santiago.- dijo abrazando su fuerte brazo con cariño- Es marine.


Pedro asintió y alargó la mano- Pedro Alfonso.


-¿Alfonso?- Santiago perdió la sonrisa asombrado- ¿El corresponsal?


-Eso fue hace mucho tiempo.


-Puede, pero en el cuerpo no lo olvidan. –se dieron la mano firmemente.


-Gracias.


-¿De qué habláis?- preguntaron Leticia y Paula a la vez.


-De nada- Pedro advirtió con la mirada a Santiago y su hermano asintió antes de mirarla para volver a sonreír- Que bueno es verte- la cogió por los hombros y la besó en la frente.-Te he echado de menos, pesada.


Paula gimió abrazándole por la cintura- Te quiero.- levantó la vista y vio que se había olvidado de presentar a Leticia.-Y ella es mi maravillosa vecina temporal, Leticia.


La chica sonrió sonrojándose- Hola.- todavía tenía las brochas en la mano y Santiago arqueó una ceja.


-¿Estás pintando?


-Tengo que pintar el piso.- se alejó de su hermano a regañadientes- Que rabia. Tengo que irme.


-Te espero en casa.


-Podemos cenar juntos- dijo Pedro afable sorprendiéndola.


-Oh sí, estupendo. Me muero por una cerveza.


-Eso está hecho.


-Pasarlo bien- dijo ella yendo hacia el ascensor.


Su hermano la miró a los ojos y sonrió.-Hasta mañana.







A TRES PASOS: CAPITULO 4





Cuando salió del ascensor y atravesando el hall, se quitó los zapatos de tacón, colocándoselos bajo la axila para buscar las llaves en el bolso. Suspiró de alivio al no oír ninguna música en el piso de al lado. Al entrar en su piso, gimió al ver todos los muebles cubiertos, incluido el sofá. Fue hasta la habitación y se desvistió quedándose en ropa interior, cuando un grito de auténtico terror la sobresaltó. Miró hacia el tabique del piso de Pedro y volvió a oír otro grito. 


Descalza y casi desnuda, salió corriendo hacia el salón y vio el mango del bate de béisbol sobresalir de una de las cajas. 


A toda prisa salió del piso con él en la mano y corrió entrando en el piso de su vecino mientras los gritos continuaban. Siguiéndolos, entró en una habitación abriendo la puerta de golpe y se quedó de piedra con el bate en alto, al ver a una mujer desnuda tumbada en la cama gritando como una loca mientras miraba una serpiente, que colocada a su lado estaba totalmente estirada desde los pies hasta la cabeza de la chica. La serpiente no se movía mientras que la chica parecía paralizada de terror sin dejar de gritar.


-¡Deja de gritar!


Sorprendida la rubia la miró temblando de miedo y sus ojos azules reflejaban el pánico que sentía en ese momento.- Ayúdame-susurró alargando la mano.


Paula rodeó la cama lentamente para llegar hasta ella sin soltar el bate y siseó- Vas a salir de la cama de un salto ¿me oyes?


La mujer miró de reojo a la serpiente y asintió. Estaba totalmente pálida y Paula sin soltar el bate alargó la otra mano. La chica alargó la suya y se agarraron con fuerza- Bien, voy a tirar de ti.


-Sí- respondió ansiosa.


Paula tiró con fuerza y la chica saltó de la cama soltando un chillido, abrazándola con una fuerza increíble para su complexión-¡Gracias, gracias!- la chica estaba histérica, mientras que Paula no perdía de vista la serpiente que no se había movido del sitio. Estaba claro que la serpiente la estaba midiendo para comprobar si se podía enfrentar a ella. 


Lo había leído en algún sitio y tampoco sabía cómo reaccionaría si a ella le pasara eso.


-Vamos a alejarnos un poco ¿vale?


La chica no la soltaba pegada a ella como una lapa, mientras que Paula continuaba con el bate en alto. Dio un paso atrás y la chica la siguió. Así que se alejaron un poco más.


-¿Qué coño hacéis?


Gritaron del susto separándose y se volvieron hacia Pedro que las miraba de arriba abajo. Sobre todo a Paula- Ya lo entiendo todo- dijo divertido apoyándose en el marco de la puerta.


-Oh, Pedro…- dijo la rubia poniéndose a llorar.


Paula se enfureció al ver que encima le parecía divertido.- ¿Cómo se te ocurre tener una serpiente en el piso?


Pedro frunció el ceño y miró hacia la cama. Pareció sorprendido de verla allí- ¿Qué hace en la cama?


-¡Explícamelo tú! ¡La pobre chica se la encontró así a su lado!- fue hacia él bajando el bate.- ¡Eres la persona más irresponsable que conozco!


-¡Se ha debido escapar de la caja! ¡El tipo que me la dejó, me dijo que si le daba de comer no se movería de allí!


Paula no se lo podía creer. ¡Encima no era suya!- ¿Y le has dado de comer?


-¡Claro, un ratón vivo ayer por la noche!


-¡Un ratón!- gritó Paula palideciendo.- ¿Has metido ratones en el piso?


Pedro frunció los ojos- Sí.


De repente algo pasó por encima de los pies de Paula y miró hacia abajo. Un ratoncito blanco estaba al lado de sus pies y Paula gritó horrorizada. Empezó a dar saltitos y tirando el bate se dirigió hacia la puerta. Pedro levantó los brazos para detenerla pero Paula ni se daba cuenta de lo que hacía, empujándolo con fuerza y tirándolo al suelo. El la cogió por la cintura llevándola con él y gimió al caer, pero Paula sin dejar de chillar como una loca, lo hizo aún más fuerte cuando vio otro ratoncito blanco en el centro del salón. Se apoyó en sus hombros y se levantó, pisándolo en el estómago al salir mientras seguía gritando.


En su huida, cerró de un portazo volviendo a entrar en su piso y cerrando con llave. Temblando se quedó mirando la puerta y después miró a su alrededor. ¡Dios mío, ratones! ¡Ese idiota había dejado ratones sueltos por el piso! ¡Le mataría!


Intentaron abrir la puerta- Paula, abre- dijo Pedro divertido.


-¡Lárgate!


-Ya he atrapado a los ratones.


-¿A todos?- la inseguridad en su voz le hizo morderse el labio inferior.


Escuchó una risa al otro lado y furiosa abrió la puerta. Allí estaba Pedro intentando contener la risa- No tiene gracia.


-Tenías que haberte visto.


Deseó tener el bate en ese momento para estampárselo en la cabeza.- ¿Los tienes todos?- preguntó impaciente.


Se encogió de hombros- Creo que sí. No son muy listos y estaban a la vista.


-¡Serás idiota! ¡Los ratones son muy listos! ¡Se meten por cualquier parte!-Pedro levantó una ceja y volvió a mirarla de arriba abajo. Paula se escondió tras la puerta – ¡Revísalo otra vez!


-Paula, todo está bien.


En ese momento salió la rubia, que ya no estaba histérica, sino furiosa.- Pedro, cielo….- dijo con un ajustado vestido rosa chicle y unos tacones de vértigo.


-¿Si?- Pedro la miró indiferente y la rubia le metió un bofetón que le volvió la cara.


Paula hizo una mueca viendo como Pedro se volvía a mirar a la rubia.-Supongo que no te veré más.- respondió divertido. ¿Es que ese hombre no se tomaba nada en serio?


-¡No se te ocurra llamarme!- le gritó la rubia a la cara antes de ir hacia el ascensor.


Pedro se volvió hacia Paula que estaba con los ojos como platos y se encogió de hombros –Sobre lo de los ratones…


-¡Revísalo otra vez! ¡Y otra! ¡Te juro que como entre un ratón en mi casa, te mato!- gritó antes de cerrar de un portazo.


Dio un respingo y miró otra vez a su alrededor temblando por dentro. Entró en su habitación y decidió darse una ducha. No pasaría nada, pensó para sí mientras entraba bajo el chorro de agua. Eran ratoncitos. No era una rata. Las ratas eran distintas, eran listas y asquerosas. En su primer año de universidad para ahorrar, había alquilado un piso cochambroso en Chinatown. Al principio había estado a gusto. Incluso ignoraba el olor continuo a salsa agridulce, porque era la primera vez que vivía totalmente independiente y todo le parecía excitante. Hasta que un día se despertó en mitad de la noche y al abrir los ojos, vio sobre su pecho una rata asquerosa mirándola. Gritó sentándose sobre la cama y la rata huyó escondiéndose tras el armario. Tardó una semana en pegar ojo y sólo lo consiguió cuando un compañero de universidad consiguió atraparla. Después de un mes se mudó porque no podía quitárselo de la cabeza. 


Sabía que era irracional, que era un simple episodio que no debía haber tenido más consecuencias, pero había dejado que el pánico la dominara y ahora tenía una fobia en toda regla. Decía poco de lo buena psiquiatra que era. No podía ni curarse a sí misma.






lunes, 25 de enero de 2016

A TRES PASOS: CAPITULO 3




La música en el piso de al lado la despertó y gimió tapándose los oídos pues quería seguir durmiendo, pero cuando subieron el volumen se destapó la cabeza furiosa. 


Se levantó y descalza abrió la puerta de su casa caminando los tres pasos que llevaban hasta su puerta. La abrió fuera de sí y caminó sobre el parquet con grandes zancadas hasta la sala donde ese energúmeno trabajaba. Él estaba de espaldas a ella, mirando algo en la mesa con una lupa – ¿Estás loco?


Paula suspiró antes de apoyar la mano de la lupa sobre la mesa y volverse


- ¡Tengo que dormir!- le gritó histérica acercándose a él.


-No es culpa mía que hayas estado de juerga- se volvió ignorándola y Paula entrecerró los ojos mirando a su alrededor. Vio la cadena musical en una estantería y fue hasta allí- Ni se te ocurra.


Le dio al botón apagándola y Pedro se enderezó- Me vas a obligar a cerrar la puerta con llave y es un coñazo, porque tengo que ir a abrir cada cinco minutos.


-No me extraña con el tráfico que hay en este piso- fue hasta la puerta para largarse cuando la música volvió a sonar y escuchó como subía el volumen. Se volvió lentamente y vio a Pedro al lado de la cadena sonriendo. Se cruzó de brazos retándola y Paula lo vio todo rojo. 


–Te lo advierto. Tengo que dormir.- dio dos pasos hacia él, sin importarle que le sacara la cabeza.


Él levantó una ceja divertido- Te lo advierto. Sal de mi casa antes de que llame a la policía.


-¿Me estás amenazando?- preguntó indignada- No soy yo la que pone la música tan alta.


-Puedo poner la música en el volumen que yo quiera.


-¡No, no puedes! Esto es una convivencia.


-No, no lo es- dijo burlándose de ella.


Entonces Paula lo entendió todo. El piso había estado vacío tanto tiempo por su culpa. ¡Era el vecino del terror! Hacía lo que le daba la gana y cuando le daba la gana, sin importarle si molestaba a los demás- ¿Quieres guerra? ¡Porque te aseguro que la vas a tener! ¡Me acabo de gastar una fortuna en ese piso y me voy a quedar! Como si tengo que pasar por encima de tu cadáver.


-Y yo te aconsejo que lo vendas. Me gusta que no haya vecinos molestos a mi lado.-respondió con descaro.


-¡Maldito psicópata! ¡Te vas a enterar!- le gritó histérica.


-¿Qué pasa?- Leticia salió con un libro en las manos.


-¡Tu tío, es un chiflado que está sordo!


-Tío Pepe – dijo Leticia mirando a su tío con disgusto- Baja la música. Paula tiene que dormir.


-Que no hubiera estado de juerga.- dijo yendo hacia la mesa donde trabajaba.


-¡Tenía turno de noche, tío!


-Déjalo, Leticia. –dijo furiosa- No necesito que me haga favores.


Salió del piso y dio un portazo. Entró en el suyo y fue hasta el baño donde afortunadamente tenía tapones para los oídos. Se los puso y se volvió a tumbar en el sofá, tapándose con la manta hasta la cabeza. Pero aunque oía la música muy poco, ya se había desvelado del todo. Se iba a enterar. Puede que la hubiera pillado hecha polvo por culpa del trabajo y la mudanza, pero en cuanto se repusiera, el que no pegaría ojo sería él. Se vengaría, vaya si se vengaría.


Espabilada, se levantó de mal humor y se dio una ducha de agua fría. Después de prepararse la comida, pues ya era muy tarde para el desayuno, se puso manos a la obra. 


Cubrió bien los muebles nuevos y el suelo con papel para evitar que se mancharan. Tardó una hora en cubrir los enchufes con papel pero cuando estuvo listo decidió que le daba tiempo para echar una mano de pintura. Con la música que Paula tenía puesta, le bastaba para estar entretenida y se le pasó el tiempo volando. Estaba pintando subida a la escalera cuando se abrió la puerta y allí estaba Leticia.- Hola.


-Pasa – respondió con una sonrisa. Bajó de la escalera y vio que entraba tímidamente.- ¿Necesitas algo?


-Venía a disculparme por lo de mi tío.


-No tienes que disculparte por él. Ya es mayorcito.


-Es buena persona, de verdad. Pero desde que trabaja en eso ha cambiado mucho.


-Me lo imagino- respondió entre dientes pensando en todas a las modelos que se andaba tirando.- ¿Quieres beber algo?


-No. Vamos a cenar fuera.


Al oír la palabra cena chilló y cogió la muñeca de Leticia- ¡Mierda, Martin!


Salió corriendo hacia la habitación cogiendo la ropa del armario. – ¿Tienes una cita?- preguntó Leticia que la había seguido.


-Sí y se me había olvidado. Guárdame el secreto.


Al ver la ropa interior que sacaba del armario Leticia sonrió maliciosa- No te gusta.


Se detuvo en seco y la miró- ¿Por qué dices eso?


Leticia levantó las braguitas de algodón rosa- ¿En serio, Paula?


Hizo una mueca arrebatándoselas de la mano – ¿No eres muy joven para saber estas cosas?


-No tanto. Sobre todo porque las amiguitas de mi tío no son muy discretas que digamos. Y ese vestido es horrible.



-Vaya, gracias.- se quitó la camiseta y los pantalones cortos.- No tengo otro. Hace siglos que no voy de compras.


-Podemos ir juntas.-dijo ilusionada.


-¿Te dejará tu tío?- fue hasta el baño y arrimó la puerta.


-Claro. Lo de ayer lo hizo por fastidiarte.


-Es muy agradable.- dijo oliéndose la axila porque no le daba tiempo a ducharse. Leticia se echó a reír y más cuando la vio salir- ¿Qué?


-¿Ni siquiera te duchas? Pobre hombre.


-Eres casi tan agradable como tu tío.- dijo cogiendo el vestido negro. Se lo puso y se ajustó los tirantes. Era muy pegado al cuerpo marcando todas las curvas. Cogió unos zapatos de tacón negros y se los puso mirando a Leticia.- ¿Qué tal?


-¿Qué tal si te peinas?


Entrecerró sus ojos azules.- ¿No se lleva despeinado?


-No tanto. Además tienes pintura en la frente.


Gruñó entrando en el baño otra vez y vio que tenía razón. Se cepilló su melena rubia hasta que brillo y decidió maquillarse un poco pues Martin todavía no había llegado. Se echó rimel y se pintó los labios de rojo intenso como se llevaba. Al salir Leticia silbó y ella le guiñó un ojo- Bueno, me voy. Por cierto mi tío me ha dicho que piensa cerrar con llave.


-Dile que me bese el…


-¡Paula!- Leticia se echó a reír a carcajadas mientras salía de su habitación y Paula lo hizo también.


Al llegar al salón, allí estaba Pedro mirando a su alrededor. 


Cuando las vio reírse entrecerró los ojos mirando a Paula, que perdió la sonrisa y puso las manos en las caderas- ¿Sabes lo que es el allanamiento de morada? 


-Mira quien fue a hablar.


-Haya paz. –Leticia le cogió por el brazo y tiró de él hasta la puerta.- Hasta mañana, Paula. Pásatelo bien con Martin.


Pedro levantó una ceja- ¿Has conseguido una cita con el carácter que tienes?


-Muérete.


Su vecino sonrió mirándola de arriba abajo, mientras Leticia salía de la casa.


-Hola.


Paula se volvió hacia la puerta y sonrió a su cita- Hola Martin. Ya estoy lista. –cogió el enorme bolso que llevaría al hospital y se acercó a la puerta.


Pedro y Leticia incomprensiblemente no se iban. 


Pedro miraba a Martin fijamente y Paula no tenía más remedio que presentarlos.- Martin Davidson, ellos son mis vecinos. Leticia y el insoportable.


Martin levantó una ceja y alargó la mano hacia Pedro, que la fulminó con la mirada mientras Leticia reprimía una risita.- Que simpática, mi nueva vecina.


-Perdona pero como no te has presentado, no sé tu apellido.- cerró la puerta con llave y se volvió para mirar a Martin con una sonrisa radiante. – ¿Nos vamos?


-Sí, preciosa.- la cogió por la cintura y Paula no pudo evitar mirar a Pedro que parecía divertido.-Sólo tenemos dos horas antes de ir al hospital.


-¿Al hospital?- Pedro pulso el botón del ascensor.


-Somos médicos.- respondió Martin con esa arrogancia típica de los médicos.


Paula puso los ojos en blanco y Pedro levantó una ceja- Médicos.- miró a Paula y dijo –No te pega.


-¿Ah no?- preguntó a la defensiva.


-No.- dijo traspasándola con sus ojos verdes sin dar más explicaciones.


-Pues es muy buena. De las mejores con las que he trabajado.- dijo Martin mirándola con adoración que la incomodaba.


-Gracias, Martin.


-Es una pena que se vaya a psiquiatría.


Pedro soltó una carcajada y Leticia gimió. –Ahora lo entiendo todo. Es para sentirse en su ambiente.


Paula sintió unas ganas de matarlo….Afortunadamente las puertas se abrieron y cogió el brazo de su pareja para sacarlo del ascensor pues miraba confuso a su vecino.- Hasta mañana, vecina.- la burla en su voz le puso los pelos de punta y le fulminó con la mirada antes de sacar a Martin del edificio.



****


La cita fue un absoluto desastre porque entre que estaba cansada, de mal humor por culpa de Pedro y que quería decirle a Martin que aquello no podía ser, se pasó toda la cena incómoda. Al llegar al hospital Martin le dijo- Está claro que esto no funciona. No has dicho más de cuatro palabras en toda la noche.


Se sintió fatal por su amigo- Perdona. No ha sido buena idea.


Martin asintió apretando los labios mirando hacia las puertas del hospital.- En realidad ya lo sabía. No sé por qué me he empeñado tanto.


Esas palabras le llamaron la atención- ¿Por qué dejaste de pedirle salir a Malena?


Él la miró sorprendido- Pues…


-Te gustaba mucho.


-Sí, pero todo el mundo tiene su límite.-respondió molesto.


-Sin embargo conmigo has insistido más tiempo.


-¿Entramos? Tenemos trabajo que hacer.


Paula le cogió del brazo deteniéndolo- Espera un momento.- le miró a los ojos- Martin ¿qué ocurre?


Su amigo desvió la mirada y parecía avergonzado- De verdad, tengo que entrar. Dentro de veinte minutos tengo que visitar a un paciente de planta.


Martin se alejó y confundida lo siguió hacia la entrada- No sé por qué te pones así. ¿Estás enfadado conmigo?


Su amigo se detuvo y suspiró antes de girarse para mirarla a los ojos- Estaba loco por ella- a Paula se le cortó el aliento- Pero después de darme un millón de excusas para no salir conmigo, la vi con uno de los cirujanos en un bar del centro. Y se lo estaba pasando muy bien- dijo irónico.


-Entonces empezaste a pedirme de salir a mí. Para demostrarle que no te importaba.


Martin asintió mientras que Paula pensaba en ello- ¿Estás seguro que era una cita?


-Claro que era una cita- enfadado se volvió y empujó la puerta de cristal.


-No, en serio. Puede que no fuera una cita. Sé que le gustabas.


Se volvió lentamente y la miró con los ojos entrecerrados- ¿Ah, sí?


Paula sonrió con picardía- Y sé algo más pero no te lo diré yo.


-¿El qué?


A partir de ahí fue Martin quien la siguió por todo urgencias durante toda la noche. La volvía loca con sus preguntas lo que demostraba que seguía loco por Malena.


Justo antes de salir, se encontró con Malena que llegaba en ese momento- Mañana tienes que pintar.- canturreó saliendo del vestuario.


Malena sonrió- ¿Qué tal tu cita?


-Todo perfecto. Ahí te lo dejo- pasó a su lado y susurró- Ya me darás las gracias.


Su amiga la miró como si quisiera matarla- ¿Qué has hecho?- siseó.


Silbó mientras se iba.- ¡Paula!