sábado, 15 de septiembre de 2018

AÑOS ROBADOS: CAPITULO 15




Pedro no había logrado concentrarse el lunes. 


Eso era lo que los sueños eróticos podían hacerle a un hombre. El martes empezó sólo ligeramente mejor. Al menos Nicole había llevado buenas ideas a la reunión de producción, pero a costa de su bienestar mental, porque durante la mayor parte de la conversación se había estado mencionando a Paula Chaves. Era como si todo a su alrededor hubiera conspirado
para sacar a esa mujer de su subconsciente, del sitio donde tenía que estar.


La reunión había terminado y había dado paso a una charla animada. Él se levantó para marcharse, pero Eva le puso una mano en el brazo.


Pedro, hemos recibido unos e-mails muy interesantes sobre el modo en que están colocados en el plato los sillones y los sofás. Al parecer los telespectadores preferirían que estuvieran… vaya… ¿cómo es esa palabra? Ya sabes, cuando todo está colocado en dos líneas que están separadas a la misma distancia…


—¿Paralelo? —dijo él.


—Eso es. Gracias —un pícaro brillo iluminó sus ojos—. Me sorprende que conozcas esa palabra.


Eva pasó por delante de él para salir de la sala. ¿Desde cuándo tenía tiempo para preocuparse por el plato? Definitivamente, las mujeres eran muy raras.


Después de un almuerzo en el que no dejó de pensar en Paula, Nicole asomó la cabeza por la puerta de su despacho.


—Esperaba que pudieras hacerme un favor. Devon tiene su coche en el taller así que me ha dejado aquí y se ha llevado el mío. Esa imprenta del centro ya tiene el trabajo de publicidad que le encargamos. ¿Podrías llevarme?


—Claro —dijo él mientras miraba su agenda—. ¿Quieres ir ahora?


Nicole se mordió el labio como si estuviera preocupada.


—¿Sabes? Lo que pasa es que tendrás que aparcar en paralelo en la puerta de la tienda. Bueno, no importa. Se lo pediré a otro —y se giró para marcharse.


Pedro se puso de pie. Era imposible.


—Espera.


Nicole tenía los labios fruncidos, como si estuviera intentando no sonreír. ¿Qué estaba pasando? Y entonces lo recordó. Nicole había estado entrevistando a Paula.


Ella lo había vendido.


—Paula te lo ha contado —dijo con incredulidad.


—¿Cuántas veces fallaste el examen? —le preguntó y alzó primero dos dedos y después tres.


—Una vez —le costó no responder con los dientes apretados.


—Si te hace sentir mejor, es lo peor que pudo encontrar para contarme.


Pedro lo dudó.


La sonrisa de Nicole se desvaneció.


—Es una pena que lo hayas pillado tan pronto, porque Penny tenía guardadas unas bromas muy buenas al respecto.


—Estaba empezando a pensar que estaba en un episodio de The Office.


Nicole se volvió para marcharse.


—Oh, y recuérdale a todo el mundo que conduciré yo cuando todos salgamos de fiesta por la noche.


La oyó reírse por el pasillo.


Pedro se sentía con ganas de venganza. Miró el reloj. Probablemente Paula aún estaría dormida. Perfecto. Marcó su número.




AÑOS ROBADOS: CAPITULO 14




Paula no era la clase de persona que se quedaría sentada esperando a que un hombre la llamara. Por eso, ¿qué más daba si no había sabido nada de Pedro desde el jueves? Las mujeres de su oficina le habían dicho que Pedro se marchó el viernes después del programa para ver a sus hijas. No había razones para sentirse incómoda.


Y aunque fuera lunes por la tarde, seguía sin tener motivos para preocuparse.


Pedro simplemente estaba siendo considerado. 


Sabía que ella trabajaba por las noches y que dormía hasta tarde.


De acuerdo, lo admitía, se había preguntado por qué Pedro no la había llamado, pero no volvería a hacerlo. Tenía un caso en el que trabajar. Un caso muy aburrido.


El teléfono sonó y Paula sonrió cuando vio que la pantalla reflejaba el número de la cadena de televisión.


—Hola, soy Nicole de la cadena de televisión. Paula, he pensado en ti toda la semana.


Bueno, al menos alguien había estado pensando en ella.


—Tengo una idea. Creo que sería genial que tuvieras tu propio bloque en el programa.


—Oh, yo no…


—Antes de que digas que no, escúchame. Te garantizo que no hay nadie que pueda aportar cosas tan interesantes como tú. ¿Quién podría saber que hay parejas que contratan a un detective privado para que les saque una fotografía jugueteando en un lugar público? Creo que podría darte tres bloques para que dieras tus ideas sobre aventuras y sobre cómo mantener fresca una relación. Los telespectadores nos han enviado unos comentarios excelentes y la página Web del programa está desbordada con gente que habla sobre el tema. Creo que juntas podríamos hacer algo genial.


—Yo aún no…


—¿Por qué no me paso por tu oficina y hablamos?


Estaba claro que Nicole no iba a aceptar un «no» por respuesta y por irritante que resultara, eso era algo que a Paula le gustaba de ella.


—Hoy tengo que hacer trabajo de investigación desde casa. Vivo en Grant Park.


—No hay problema. ¿Te va bien en hora y media?


Después de darle su dirección a Nicole, salió de la cama y fue hacia el cuarto de baño. Tendría tiempo para darse una ducha y arreglarse un poco antes de que Nicole llegara.


Tenía una pequeña oficina para reunirse con los clientes, pero la mayor parte del trabajo lo hacía desde casa. Después de ducharse, se vistió con su típica ropa de color negro. En esa ocasión, fueron unos pantalones largos y un jersey de manga corta. Se recogió el pelo en una cola de caballo y bajó las escaleras de dos en dos en dirección a la habitación que utilizaba como despacho. Una vez allí, encendió el ordenador y se puso a trabajar. De pronto pensó en Pedro… ¿y si lo buscaba en Google?


Se sobresaltó al oír el timbre de la puerta y rápidamente corrió a abrir. Nicole la saludó con una sonrisa.


—¡Me alegra tanto que vayas a hacer esto!


—¿Té helado?


—No, gracias —dijo Nicole mientras miraba a su alrededor—. Me encantan las casas de Grant Park.


—Tuve mucha suerte al encontrarla. Tiene ese toque a ciudad pequeña que me recuerda mucho al lugar donde nací, pero tengo fácil acceso al centro de Atlanta. Los anteriores propietarios vivieron aquí mucho tiempo, pero la habían reformado y el suelo estaba cubierto por una moqueta azul llena de polvo.


Nicole miró el suelo de madera noble que Paula tenía reluciente.


—Eso es un crimen. Estos suelos de madera son una maravilla.


—Gracias, lo he puesto yo.


La otra mujer se quedó impresionada.


—¿Cómo pudiste hacerlo mientras intentabas levantar tu propio negocio?


—La humillación y la rabia destrozaron mis hábitos de sueño.


Nicole enarcó una ceja.


—Encontré a mi novio en la cama con otra mujer. Era la que atendía el teléfono de la comisaría donde trabajábamos los dos. Lo dejé a él y mi trabajo en el mismo día, pero aunque no había encontrado al hombre de mis sueños, decidí que no iba a renunciar a la casa de mis sueños.


Kevin, el cretino que la había engañado, le había sugerido que la vendieran y se repartieran los beneficios. De ningún modo. Una amenaza a su miembro viril fue suficiente para convencerlo.


—Durante el día reformaba la casa y por la noche trabajaba en mis casos.


—¿Cómo te convertiste en detective privado?


—Mi novio —dijo tras un largo suspiro— me contó muchas historias y, si me hubiera detenido a mirar bajo la superficie… —tragó saliva e intentó tranquilizarse.


Ninguna mujer debería llegar a casa y encontrarse a su novio y a una mujer revolcándose en su cama. Por suerte, con su nuevo trabajo evitaría que otras mujeres presenciaran lo que tuvo que presenciar ella.


Miró hacia Nicole.


—Bueno, estuve a punto de cometer el mayor error de mi vida. Mi entrenamiento como policía me dio la habilidad para ayudar a otras mujeres a no ser tan tontas como lo era yo. Es fácil ignorar todas esas pequeñas pistas. Estaba enamorada. Quería que funcionara y todo eso, pero cuando un profesional te da todas las pruebas…


—Es más fácil creer —terminó Nicole.


—Exacto. Dejé mi trabajo el mismo día que le dije a mi ex prometido que me quedaba la casa y que me quedaría con su parte. Fue sensato y no dijo nada. Empeñé mi anillo de compromiso y utilicé el dinero para pagar mi licencia de investigadora privada.


Nicole se recostó contra el respaldo del sofá.


—Ahí tenemos un tema: «Reclama tu propia vida mientras dejas atrás a ese canalla». Cuánto me alegra que todo esto vaya a funcionar. Seguro que a Pedro le gustarán estas ideas. Hoy estaba de un humor de perros y él no es así, aunque claro, tú lo sabrás bien. Crecisteis juntos.


Por alguna razón, la idea de que Pedro hubiera estado de mal humor la hizo sonreír. ¿Habría sido ella la causante? ¿Había pasado él también una noche agitada y marcada por la frustración sexual? Le gustaba pensar que sí. Le gustaba mucho.


Nicole se inclinó hacia delante.


—¿Podrías contarme algún chisme jugoso sobre Pedro?


—No lo sé —se levantó.


—Vamos, ese chico es duro como una roca. Hasta que no salió ese artículo que decía que conocía muy bien a las mujeres de Atlanta no habíamos podido provocarlo con nada.


—Por desgracia, siempre ha sido muy tranquilo y frío —por un lado no quería traicionarlo, pero entonces recordó que no la había llamado—. Pero hay una cosa que lo avergonzó mucho.


—Cuéntame.


—No es gran cosa, pero cuando tenía dieciséis años suspendió el examen de conducir. Falló al aparcar en paralelo.


Nicole se rió y dio una palmada.


—¡Eso puedo usarlo!




AÑOS ROBADOS: CAPITULO 13




La mañana del viernes llegó tras una noche en la que Pedro no había dejado de pensar en Paula, desnuda y en el asiento trasero de su coche.


Finalmente, apartó las sábanas y se levantó. 


Saldría hacia la casa de su hermana en Dunner, Georgia, justo cuando terminara el programa. Resultaba curioso que su hermana, que siempre había querido vivir en la gran ciudad, se hubiera instalado en un lugar más pequeño que Thrasher después de casarse. Pero lo cierto era que el amor podía cambiar la opinión de uno con respecto a muchas cosas.


Iba a llevar a las niñas de acampada y, aunque su cabaña estaba sólo a cuarenta y cinco minutos de Dunner, no habían ido allí desde que las gemelas habían empezado a jugar al fútbol. Pero ahora que estaba terminando la temporada, no había nada que pudiera impedir que recorriera esos altos pinares de Georgia, que asara malvaviscos bajo las estrellas y que aprovechara todo el tiempo que pudiera para estar con sus hijas.


Dejar a Solange y a Sofia, sus niñas de siete años, con su hermana y volver a Atlanta todos los lunes por la mañana era un triste recordatorio de quiénes dependían de él. La situación no era la ideal, pero las niñas eran felices con su tía y con su familia. Con su ajetreada agenda, cuidar de las niñas le había sido imposible.


Si lograran obtener el dinero de la lotería, entonces dejaría su trabajo y se dedicaría a cuidar de sus hijas.


Pedro se detuvo. No era un hombre dado a la especulación ni a fantasear. Aún no tenía el dinero y todo parecía indicar que pronto habría un juicio, ya que Liza no aceptaba la suma de dinero que le ofrecían. Y el problema era que hasta que todo se solucionara de una u otra forma, las tarifas de los abogados y las costas de los juicios acabarían comiéndose todos sus ingresos.


Eva, Nicole, Juana, Zach y él tenían una reunión a primera hora para hablar con su abogada, Julia Hamilton.


Entró en el aparcamiento y, como los empleados que trabajaban con las noticias de la mañana aún no se habían marchado, se vio obligado a aparcar en el lugar que la noche antes había ocupado el coche de Paula. El recuerdo de su respiración le atravesó los sentidos y, aunque hacía cinco segundos que había apagado el motor, encendió la radio.


Había pasado toda la noche excitado y no podía estar así durante el día. Su cuerpo lo atormentaba, su mente exploraba las posibilidades de lo que podría haber sucedido la noche antes. Fuera del coche. Dentro del coche. 


Ahora todo eso no le parecían tan malas ideas.


Respiró hondo y comenzó a pensar en que el director de la cadena le hiciera llamar para hablar sobre un incidente comunicado por los miembros de seguridad.


Había tenido mucha suerte de que no los hubieran descubierto. El guarda barría el perímetro del edificio y del aparcamiento al menos una vez cada dos horas.


Sacudió la cabeza, apagó la radio, agarró su maletín y fue hacia la sala de reuniones.


Juana, Nicole y el cámara, Zach, ya estaban sentados alrededor de la gran mesa de roble.


Juana y Nicole intercambiaron miradas y se rieron.


—Me alegra que por fin hayas llegado, Pedro. ¿Terminaste muy tarde anoche? — le preguntó Juana.


Él no entraría en ese juego, por eso se encogió de hombros y respondió con naturalidad:
—No especialmente.


Vio a Juana fruncir el ceño con gesto de decepción. Bien. Debería haber usado esa misma táctica después de que saliera a la luz ese embarazoso artículo. Tal vez entonces no habrían pasado las últimas semanas burlándose de él.


Eva entró en la sala, seguida de Julia Hamilton.


La abogada fue hacia la cabecera de la mesa, pero no se sentó.


—Acabo de saber que la señorita Skinner ha rechazado nuestra oferta de darle esa pequeña parte de las ganancias. Parece que tendremos que ir ajuicio.


Nicole se dejó caer en la silla.


—Esperaba que no llegáramos a ese extremo.


Por eso Pedro no se había permitido especular ni hacerse ilusiones con el premio.


No obstante, no podía negar que estuviera decepcionado. Aunque no pensaba que Liza mereciera el dinero, estaba dispuesto a ofrecerle una cantidad más alta con tal de obtener su parte cuanto antes.


—¿Y ahora qué? —preguntó él.


—Bueno, tenéis que decidir si queréis o no presentar una contrademanda.


—¿Basándonos en qué? —preguntó Eva.


—Por una parte, calumnia. Vuestra reputación ha quedado empañada en cierto modo. Y además, presentar una demanda retrasaría un juicio y eso iría en vuestro favor porque ella debe de estar perdiendo mucho dinero con todo este proceso.


—No tenía muchos ahorros. Me pregunto cuánto más podrá aguantar —dijo Juana.


Juana, Eva y Liza habían sido buenas amigas desde sexto curso. Pedro lo sabía porque en muchas ocasiones habían hablado de ello. Aún podía recordar sus conversaciones:
«¿Te acuerdas de cuando Greg Grimler te invitó a bailar?»


«He buscado en Google al ganso de Tommy Hardon. ¿Lo recordáis de la clase de la señorita Nease? ¡Oh, Dios mío! ¡Ahora está como un tren!»


Se conocían tanto que Juana podía predecir muy bien el comportamiento de la que había sido su amiga y, si ella pensaba que acabaría cediendo, entonces Liza probablemente se rendiría pronto.


—El problema —continuó Julia— es que aunque tendríais ventaja si el proceso se alarga y Liza acaba aceptando el acuerdo al ir quedándose sin dinero, estaríamos acercándonos a la fecha límite de ocho meses que ofrece la administración que gestiona los premios de la lotería. Estarías enfrentándoos a vuestra propia espada de Damocles.


Pedro no sabía qué era eso de la espada de Damocles o como se dijera, pero no parecía agradable. Debió de quedarse dormido en esa clase después de toda la noche trabajando en el taller. Pero los que estaban alrededor de la mesa dieron muestras de preocupación, así que tenía que ser algo malo.


—Además, como profesional, opino que una contrademanda podría haceros más daño. Ahora mismo estamos pisando suelo firme. El hecho de que le hayáis ofrecido un acuerdo a la señorita Skinner demuestra vuestra buena fe. Si presentáis una contrademanda, el jurado podría pensar que queréis venganza.


Pedro miró a su alrededor en busca de consenso. Todos asintieron.


—No creo que eso sea necesario —dijo Eva.


Julia asintió y sacó unos papeles de su maletín.


—Bien, entonces el siguiente paso serían los cuestionarios, que luego le entregaré a Kev… eh, al abogado de la señorita Skinner. No tenéis más que responder lo mejor que podáis y después los mecanografiaremos.


Mientras la reunión continuaba, Pedro pensaba que debería estar sintiéndose genial y no abatido. Había ganado la lotería, el dinero estaba retenido, pero con el tiempo recibiría sus ganancias. Liza no sería tan tonta como para alargarlo tanto que al final nadie consiguiera nada. Además, debería sentirse muy afortunado por haberse encontrado con Julia, con una mujer que sin duda lo deseaba.


Ocho horas después, estaba recorriendo la autopista de Georgia rodeado por altos árboles cubiertos de musgo. Se perdió en la belleza de las flores silvestres y en el indómito fluir de los ríos. Estando en la naturaleza era cuando verdaderamente se conocía a sí mismo y se sentía cómodo con sus defectos, pero también descubría su fortaleza.


Viajaba a Dunner cada viernes por la noche para estar con lo mejor que había hecho: sus hijas.




viernes, 14 de septiembre de 2018

AÑOS ROBADOS: CAPITULO 12





Pedro se quedó de pie en el aparcamiento, respirando entrecortadamente y no se movió hasta que no dejó de ver las luces traseras del coche de Paula, hasta que logró respirar con normalidad.


Había estado a punto de levantarle esa falda negra, de bajarle la ropa interior y de poseerla por detrás.


¿Pero qué demonios estaba haciendo?


Se cubrió la cara con las manos. ¿No se había recordado antes que tenía dos hijas pequeñas que confiaban en que no cometiera idioteces?


Hacerlo con Paula en el aparcamiento no habría sido la mejor elección.


Caminó hacia su coche sintiéndose frustrado consigo mismo, frustrado en general porque aún la deseaba.


Paula le había sorprendido. Sin duda, era la mujer más sexy que había visto nunca. Abrió la puerta del coche y metió la llave en el contacto. Al instante, volvió a pensar en lo que había estado a punto de hacer… ¡Maldita sea!


Estaba actuando como un insensato y eso lo odiaba porque había estado luchando contra ello toda su vida. Su padre le había dicho que nació siendo malo y casi había empezado a creerlo hasta que conoció a Paula.


Siempre había sospechado que había una ardiente atracción entre los dos y se había mantenido alejado después… después de aquella noche. Se pasó la mano por la cara. 


Después de que ella le hubiera salvado la vida, él le había prometido al padre de Paula que jamás volvería a relacionarse con ella. Había mantenido esa promesa, a pesar de haber visto dolor en sus ojos cuando, tras volver a casa para cursar su último año en el instituto, apenas le dirigió la palabra a su amiga.


Pero ahora eran adultos y él ya no era ese adolescente rebelde. Las promesas podían tener fecha de caducidad, pero de todos modos, no tenía nada que ofrecerle a Paula. Él la conocía. A pesar de lo que ella había dicho en el programa, sabía que querría una relación, un hombre que pudiera ofrecerle más que un buen rato entre las sábanas. Lo merecía. Merecía todas esas cosas que él también había deseado un día. Pero, ¿qué obtendría Paula estando a su lado? Nada más que unos momentos robados en un aparcamiento.


Con una gran fuerza de voluntad, dejó de pensar en Paula y en cuánto la deseaba.