sábado, 15 de septiembre de 2018

AÑOS ROBADOS: CAPITULO 14




Paula no era la clase de persona que se quedaría sentada esperando a que un hombre la llamara. Por eso, ¿qué más daba si no había sabido nada de Pedro desde el jueves? Las mujeres de su oficina le habían dicho que Pedro se marchó el viernes después del programa para ver a sus hijas. No había razones para sentirse incómoda.


Y aunque fuera lunes por la tarde, seguía sin tener motivos para preocuparse.


Pedro simplemente estaba siendo considerado. 


Sabía que ella trabajaba por las noches y que dormía hasta tarde.


De acuerdo, lo admitía, se había preguntado por qué Pedro no la había llamado, pero no volvería a hacerlo. Tenía un caso en el que trabajar. Un caso muy aburrido.


El teléfono sonó y Paula sonrió cuando vio que la pantalla reflejaba el número de la cadena de televisión.


—Hola, soy Nicole de la cadena de televisión. Paula, he pensado en ti toda la semana.


Bueno, al menos alguien había estado pensando en ella.


—Tengo una idea. Creo que sería genial que tuvieras tu propio bloque en el programa.


—Oh, yo no…


—Antes de que digas que no, escúchame. Te garantizo que no hay nadie que pueda aportar cosas tan interesantes como tú. ¿Quién podría saber que hay parejas que contratan a un detective privado para que les saque una fotografía jugueteando en un lugar público? Creo que podría darte tres bloques para que dieras tus ideas sobre aventuras y sobre cómo mantener fresca una relación. Los telespectadores nos han enviado unos comentarios excelentes y la página Web del programa está desbordada con gente que habla sobre el tema. Creo que juntas podríamos hacer algo genial.


—Yo aún no…


—¿Por qué no me paso por tu oficina y hablamos?


Estaba claro que Nicole no iba a aceptar un «no» por respuesta y por irritante que resultara, eso era algo que a Paula le gustaba de ella.


—Hoy tengo que hacer trabajo de investigación desde casa. Vivo en Grant Park.


—No hay problema. ¿Te va bien en hora y media?


Después de darle su dirección a Nicole, salió de la cama y fue hacia el cuarto de baño. Tendría tiempo para darse una ducha y arreglarse un poco antes de que Nicole llegara.


Tenía una pequeña oficina para reunirse con los clientes, pero la mayor parte del trabajo lo hacía desde casa. Después de ducharse, se vistió con su típica ropa de color negro. En esa ocasión, fueron unos pantalones largos y un jersey de manga corta. Se recogió el pelo en una cola de caballo y bajó las escaleras de dos en dos en dirección a la habitación que utilizaba como despacho. Una vez allí, encendió el ordenador y se puso a trabajar. De pronto pensó en Pedro… ¿y si lo buscaba en Google?


Se sobresaltó al oír el timbre de la puerta y rápidamente corrió a abrir. Nicole la saludó con una sonrisa.


—¡Me alegra tanto que vayas a hacer esto!


—¿Té helado?


—No, gracias —dijo Nicole mientras miraba a su alrededor—. Me encantan las casas de Grant Park.


—Tuve mucha suerte al encontrarla. Tiene ese toque a ciudad pequeña que me recuerda mucho al lugar donde nací, pero tengo fácil acceso al centro de Atlanta. Los anteriores propietarios vivieron aquí mucho tiempo, pero la habían reformado y el suelo estaba cubierto por una moqueta azul llena de polvo.


Nicole miró el suelo de madera noble que Paula tenía reluciente.


—Eso es un crimen. Estos suelos de madera son una maravilla.


—Gracias, lo he puesto yo.


La otra mujer se quedó impresionada.


—¿Cómo pudiste hacerlo mientras intentabas levantar tu propio negocio?


—La humillación y la rabia destrozaron mis hábitos de sueño.


Nicole enarcó una ceja.


—Encontré a mi novio en la cama con otra mujer. Era la que atendía el teléfono de la comisaría donde trabajábamos los dos. Lo dejé a él y mi trabajo en el mismo día, pero aunque no había encontrado al hombre de mis sueños, decidí que no iba a renunciar a la casa de mis sueños.


Kevin, el cretino que la había engañado, le había sugerido que la vendieran y se repartieran los beneficios. De ningún modo. Una amenaza a su miembro viril fue suficiente para convencerlo.


—Durante el día reformaba la casa y por la noche trabajaba en mis casos.


—¿Cómo te convertiste en detective privado?


—Mi novio —dijo tras un largo suspiro— me contó muchas historias y, si me hubiera detenido a mirar bajo la superficie… —tragó saliva e intentó tranquilizarse.


Ninguna mujer debería llegar a casa y encontrarse a su novio y a una mujer revolcándose en su cama. Por suerte, con su nuevo trabajo evitaría que otras mujeres presenciaran lo que tuvo que presenciar ella.


Miró hacia Nicole.


—Bueno, estuve a punto de cometer el mayor error de mi vida. Mi entrenamiento como policía me dio la habilidad para ayudar a otras mujeres a no ser tan tontas como lo era yo. Es fácil ignorar todas esas pequeñas pistas. Estaba enamorada. Quería que funcionara y todo eso, pero cuando un profesional te da todas las pruebas…


—Es más fácil creer —terminó Nicole.


—Exacto. Dejé mi trabajo el mismo día que le dije a mi ex prometido que me quedaba la casa y que me quedaría con su parte. Fue sensato y no dijo nada. Empeñé mi anillo de compromiso y utilicé el dinero para pagar mi licencia de investigadora privada.


Nicole se recostó contra el respaldo del sofá.


—Ahí tenemos un tema: «Reclama tu propia vida mientras dejas atrás a ese canalla». Cuánto me alegra que todo esto vaya a funcionar. Seguro que a Pedro le gustarán estas ideas. Hoy estaba de un humor de perros y él no es así, aunque claro, tú lo sabrás bien. Crecisteis juntos.


Por alguna razón, la idea de que Pedro hubiera estado de mal humor la hizo sonreír. ¿Habría sido ella la causante? ¿Había pasado él también una noche agitada y marcada por la frustración sexual? Le gustaba pensar que sí. Le gustaba mucho.


Nicole se inclinó hacia delante.


—¿Podrías contarme algún chisme jugoso sobre Pedro?


—No lo sé —se levantó.


—Vamos, ese chico es duro como una roca. Hasta que no salió ese artículo que decía que conocía muy bien a las mujeres de Atlanta no habíamos podido provocarlo con nada.


—Por desgracia, siempre ha sido muy tranquilo y frío —por un lado no quería traicionarlo, pero entonces recordó que no la había llamado—. Pero hay una cosa que lo avergonzó mucho.


—Cuéntame.


—No es gran cosa, pero cuando tenía dieciséis años suspendió el examen de conducir. Falló al aparcar en paralelo.


Nicole se rió y dio una palmada.


—¡Eso puedo usarlo!




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