A ella le gustaría saber si estaba haciendo las cosas bien. Paula estaba sentada en su coche, en el aparcamiento del Harry's Pub. Era mediodía, y ése era el sitio y la hora en que había quedado con Dario Carmichael. Cuando él llamó, ella no tuvo intención de aparecer en absoluto. Pero Pedro había cancelado sus planes de comer juntos ese día porque tenía una cita importante con su nuevo banquero. Eso la había dejado sin saber qué hacer. Le había parecido preocupado, sin ganas de hablar, así que no había insistido. ¿Es que los Alfonso estaban teniendo problemas serios de dinero, como había insinuado Dario? Impulsivamente, había tomado su bolso y se había ido al restaurante.
Pero ahora que estaba allí, todas sus dudas volvieron a la superficie. Pedro se podía poner furioso si se enteraba. Su mente estaba cerrada a todo lo que tuviera que ver con Dario Carmichael. Teniendo en cuenta lo que le había contado acerca de lo que le pasó a su padre, ella sentía que tenía toda la razón en estar disgustado con Dario… eso es, si es que era verdad. Su instinto le decía que Pedro no conocía toda la verdadera historia. ¿Podría ella llegar hasta el fondo de la cuestión?
El fin de semana pasado con Mateo había estado muy bien. Se habían quedado por la noche en la otra casa de Pedro y habían visto un partido de hockey. El domingo por la mañana, Pedro y Mateo la dejaron que se fuera de compras a la Quinta Avenida, mientras ellos se iban a Nueva Jersey a ver un partido de fútbol. Cuando volvieron, ya eran amigos, y le había alegrado el corazón oír lo bien que hablaba Mateo de Pedro.
Los Alfonso celebraron posteriormente un tranquilo y tradicional Día de Acción de Gracias. Pero ella y Pedro habían compartido una cierta incomodidad desde que se encontraron con Dario en el restaurante. Nadie se dio cuenta, excepto ella. Pedro era educado, agradable y, ciertamente, se había abierto camino con Mateo; pero también había como un alejamiento, un muro entre ellos. Sabía que se estaba protegiendo colocando barreras para sus sentimientos hacia ella. Su insensible comentario acerca de que su matrimonio fuera sólo temporal era la causa y, le habría gustado poder dar marcha atrás en el tiempo y haberse tragado la palabra antes de haberla pronunciado.
Tenía que hacer algo. Pero ¿No sería ese encuentro con Carmichael como añadir leña al fuego? Paula suspiró. Ya había hecho su elección en el mismo instante en que entró en el coche. Se sentía impulsada a hablar con él, a saber lo que él sabía acerca de los Alfonso, para ayudar, si era capaz, a terminar con el problema que había entre ese hombre y la familia. Cerró la puerta del coche un poco más fuerte de lo que era necesario y se dirigió a la entrada. El recepcionista le pidió su nombre y la acompañó inmediatamente a una mesa en lo más apartado del comedor.
—Gracias por venir.
Dario estaba impecablemente vestido. Su traje de tres piezas se notaba que era obra de un buen sastre. La camisa azul pálido y la corbata a rayas le sentaban bien a su cabello de color rojizo y fuerte complexión. Tenía todo el aspecto de un poderoso ejecutivo y, a juzgar por cómo le miraban las demás mujeres del restaurante, de un hombre tremendamente atractivo.
—Podría decir —continuó—, que me sorprende que esté usted aquí. Pensé que Alfonso se lo impediría.
—Él es mi marido, no mi dueño —le dijo ella mientras se sentaba delante de él—. Yo puedo hacer lo que quiera.
Lo que no le dijo era que Pedro no sabía nada de aquella cita.
—Espero que eso sea cierto, ya que es usted mi última esperanza. Necesito su ayuda, Paula.
—¿De qué se trata, Dario?
—No de las acciones, si es en eso en lo que está pensando. A pesar de que, gracias a ellas, está usted en posición de hacerme un gran favor.
Paula abrió la boca para hablar, pero él se lo impidió.
—Antes de que diga nada, deje que yo le cuente lo que sé acerca de las condiciones de su matrimonio. A pesar de… o mejor, a causa de ello, está usted en una situación única. Eso le da derecho a voto en el consejo de administración. Es por eso por lo que necesito su ayuda.
—¿Cómo ha sabido lo del acuerdo de mi matrimonio?
Dario se encogió de hombros.
—Cotilleos, rumores. Cuando los oí, me resultó fácil llegar hasta el fondo. Arrinconé a Patricio Bradly y él me puso al tanto de los detalles.
—No creo que me guste mucho la idea de ser blanco de esos rumores.
—No los desprecie —le dijo Dario sonriendo—. El cotilleo es un arma muy poderosa en los negocios. Se usa todo el tiempo.
—Pero los rumores no siempre son ciertos.
—Siempre hay un grano de verdad en ellos. Además, generalmente te llevan en la buena dirección.
—Entonces, tal vez me pueda aclarar algunos rumores que he oído acerca de usted.
Dario se rió.
—Adelante.
—¿Es verdad que traicionó al padre de Pedro?
Paula observó al hombre que tenía delante. Era muy grande pero no por ello perdía gracia en sus movimientos. La estaba estudiando como si estuviera bajo un microscopio y ella se dio cuenta de que estaba decidiendo cuánto debía revelarle. Se dio cuenta también de que sus ojos se entornaron un poco y su barbilla se levantó levemente.
—¿Ha sido pobre alguna vez, Paula?