lunes, 2 de septiembre de 2019

COMPLICADO: CAPITULO 20




Se fue. Todavía no puedo creer que se haya ido.


Ese pensamiento se reproduce en un bucle en mi cabeza todo el día. Anoche bajé a buscar a mis padres para ver una película y Pedro se había ido. Mamá me dijo que decidió salir después de todo y que yo había fingido descaradamente que necesitaba el teléfono de mi mamá para poder rastrearlo. Todos sabemos que nos sigue y mi corazón se hundió cuando vi que fue a la fiesta. No entiendo por qué y mi mente preocupada no puede dejar de pensar en todos los detalles.


Levanto la mano y toco los pendientes que me dio. Aunque estaba enfadada con Pedro, no me atreví a quitármelos anoche. Son tan bonitos y siento que una parte de él está conmigo cuando las llevo puestas. Disfruto de su peso y de la marca silenciosa que dejó. No quiero saber cuánto cuestan, pero he sabido desde muy joven que los Alfonso son más que ricos. Vivimos en lo que creí que era un castillo la primera vez que lo vi.


Cuando David me adoptó, me regalaron un fondo fiduciario junto con su apellido. No quería su dinero, pero me encanta cómo nos ha tratado siempre igual a Pedro y a mí. Esa es un área en la que nunca tuvimos problemas. Mamá era de la misma manera y creo que lo único que nos hace a mamá y a mí un poco más cercanos es el vínculo de la feminidad.


—Son impresionantes—, dice mamá.


Me está mirando en el espejo mientras toco los pendientes otra vez. No importa cuánto lo intente, no puedo dejar de jugar con ellos. Creo que es para asegurarme de que siguen. Y lo que Pedro y yo hicimos en su habitación no fue mi imaginación.


—Te quedan bien.— Mamá sonríe.


Planeaba llevar el pelo suelto, pero quería lucir mis pendientes, así que el peluquero se decidió por un look mitad arriba y mitad abajo. Mi masa de rizos está realmente bajo control esta noche mientras los largos y oscuros mechones cuelgan de mi espalda.


—También combinan con el vestido—, agrego.


—Cariño, esos pendientes van con todo.— Mamá me aprieta el brazo y yo me río con ella. —Corriendo, cocinando, limpiando, tumbado en pijama. Siempre coincidirán.


—Tienes razón—, estoy de acuerdo.


Se acerca a mi vestido y lo abre de la bolsa. 


—Vamos, quiero ver todo junto.


Cuando mamá me levantó temprano para nuestro día de spa, me preguntaba cómo podríamos pasar un día entero preparándonos. 


Pero no me llevó mucho tiempo aprender que puedes hacerlo. Ha sido divertido y me ayudó a olvidarme de Pedro por un tiempo, aunque siempre volvía a estar en primera línea de mi mente y me pregunté de nuevo por qué se fue anoche. ¿Por qué no entró en mi habitación como sugirió? Puede que haya cerrado la puerta, pero él sabe cómo abrirla. Me enseñó a hacerlo cuando tenía ocho años.


Me pongo el vestido y mamá me ayuda a subirme la cremallera. Sigue como un guante y los ojos de mamá empiezan a llover como en el vestuario. 


—Te ves tan hermosa.


—¡Mamá!— Intento hacerla callar, porque si llora, lloraré.


Pedro podría haber estado en mi mente mucho hoy, pero he disfrutado el tiempo de mi mamá, y fácilmente podría ponerme en modo de llorar ahora mismo. Papá Pedro nos dieron una vida que es más de lo que hubiéramos esperado. No se trata de dinero, sino de cuánto se preocupan por nosotros.


—Está bien, está bien. Me las arreglaré—. Se hace un severo asentimiento con la cabeza. —Date la vuelta y mira—. Me volví hacia el espejo alto de su dormitorio.


—Oh, Dios mío—, dije. Recuerdo que el vestido era impresionante antes, pero ahora lo estoy matando. Me siento como una princesa. Mamá tenía razón.


Necesitaba entrar en mi propia piel. Pedro pudo haber corrido anoche, pero me sentí sexy cuando me tocó. Él sacó a la luz por qué mi cuerpo anhelaba su toque.


—También es algo sexy—, dice mamá en voz baja. Quiere que la escuche decirlo, pero está tratando de jugar. —Hablando de...


—No, gracias—. Le corté el paso, sin querer tener esa charla.


—Tengo que hacerlo, Paula. Es un baile y...— Ella da una mirada de conocimiento.


—Voy a ir con Pedro—, le recuerdo.


No es que realmente importe por lo que hicimos anoche. Mi cara se calienta cuando una avalancha de imágenes de él con su cara entre los muslos invade mi mente. Cómo empujó sus dedos dentro de mí y tomó lo que quería. Él sabía lo que necesitaba sin que yo tuviera que pedirlo y no estoy segura de que lo hubiera hecho. Apestaba que no llegara a disfrutar de mi orgasmo antes de que nuestros padres casi nos atraparan.


Mamá agita su mano despectivamente como si eso no importara. No tiene ni idea de lo equivocada que está. Pero después de lo de anoche, estoy empezando a pensar que Pedro ha cambiado de opinión. Sé que se siente atraído por mí basado en el tamaño de su pene duro que sentí presionado en mi trasero.


También estuvo de acuerdo conmigo en que no deberíamos hacer lo que estábamos haciendo.


Entre casi ser atrapado y la emoción del día, podría haberse acobardado. Pero es difícil de creer que eso sea todo, porque Pedro nunca se acobarda. Siempre ha sido un tipo que hace todo o nada. Odio no poder pedírselo. Alguna vez pude haberle preguntado cualquier cosa. 


Era a él a quien le habría pedido consejo, y ahora mismo no tengo a nadie con quien hablar de esto. Podría decírselo a Laura, pero aún no estoy segura de querer compartirlo. No cuando no sé dónde está Pedro mentalmente con nosotros. Necesito hablar con él y la ira se enciende dentro de mí cuando pienso que ya se está yendo.


—No tienes idea de cómo será la noche. Así que, ten cuidado—, me dice mi mamá rápidamente, apretando mis brazos.


—Estoy a salvo—, me apresuro a decir. No quiero hablar de esto y afortunadamente Laura salva el día mientras entra.


—¿Están aquí?—, pregunta ella, abriendo la puerta sin esperar. —Mierda. No me dijiste que tu vestido estaba tan espectacular—. Entra en la habitación y sus ojos se abren de par en par.


—El tuyo también—, le dije. No va a perder el tiempo esta noche con su sexy vestido de dos piezas. Se encoge de hombros y sonríe. Me encanta su confianza.


—Ya tuve la charla de sexo.— Le tiende la mano a mi mamá para que la detenga antes de que pueda abrir la boca.


—Sólo me aseguraba—. Mamá se acerca a Laura y le da un abrazo y un beso en la mejilla.


—Iré a asegurarme de que los niños estén listos—, nos dice mamá y sale de la habitación.


—Luis no va a poder resistirse más—, le digo cuando la puerta se cierra.


—Deberías haber visto sus ojos cuando me recogió para venir aquí.— Ella mueve las cejas.


Me eché a reír, pero no me sorprende en lo más mínimo. 


—Él puede perseguirme ahora—, dice ella con ternura.


Sí, con ese vestido apretado creo que todo el mundo la va a perseguir. Juro que parece como si hubiera salido de una revista.


—¿Por qué no has estado respondiendo a mis mensajes?— Se vuelve para mirarnos en el espejo una al lado del otra. —Maldición, nos vemos bien.


—Mierda. Puse mi teléfono en el bolso que mi madre me dio esta mañana y lo olvidé—. Me acerco para cogerlo.


—¿Te ha visto Pedro ya?— Sacudo la cabeza y me aseguro de que tengo todo lo que necesito. Veo que tengo un montón de mensajes pero no los leo.


Probablemente todos sean de Laura.


Sus cejas se elevan en lo alto de su frente.


—¿Qué? ¿Por qué importa si Pedro me ha visto?


—Nada—. Me agarra de los brazos. —Quiero ver esto—. Me tira de la habitación y casi me tropiezo con mis talones. Está demasiado entusiasmada con esto. —Y que se joda la Brigada Rubia. Tienen que meterse en sus propios asuntos—, añade Laura. 


No tengo ni idea de lo que está hablando.






COMPLICADO: CAPITULO 19




Cuando terminamos de cenar, mamá y papá dicen que van a ir al cine, así que me ofrezco a llevar a Paula a casa. En el camino me acerco y pongo mi mano sobre su muslo desnudo y me siento tan natural y bien.


Ya le dieron a Paula sus regalos de cumpleaños esta mañana y le rogaron que fuera al cine con ellos. Le dije que yo también iría, pero ella dijo que estaba cansada después de un largo día y que necesitaba descansar para mañana. 


Cuando mamá y papá dijeron que vendrían a casa para pasar el resto de la noche con ella, ella insistió en que se fueran y se divirtieran. Me costó un poco de persuasión, pero fueron y Paula se subió al auto conmigo.


—Creo que rompiste el récord de costillas esta noche.— Le sonrío y se sonroja.


—Deberían haberme dado una camiseta o algo.— Se da palmaditas en la barriga —No podré caber en mi vestido mañana.


Estoy seguro de que te verás increíble.— Sostengo su mirada por un segundo mientras nos sentamos en la luz roja y mi pulgar traza la seda de su muslo.


Se aclara la garganta y mira hacia otro lado. 


—Gracias por hacer de mi día un día especial, aunque también fue tu día.


—Bueno, aún no ha terminado.— Se da la vuelta para mirarme y levanta una ceja.


—¿Qué?— Ella empieza a sonreír y yo sacudo la cabeza.


—Es una sorpresa.


Cuando llegamos a casa, entramos y tiro las llaves en el mostrador de la cocina y tomo a Paula de la mano.


—Ven conmigo—, le dije, arrastrándola conmigo a mi habitación.


—Está más limpio aquí que en mi habitación—, bromea mientras se sienta en el borde de la cama.


—Lo sé—, me burlo de ella y voy a mi escritorio a recoger la cajita. —No estaba seguro de cuándo darte esto, pero me pareció el momento adecuado. Feliz cumpleaños, Paula.


Ella me irradia mientras la toma en su mano y luego la abre. 


—Pedro—. Me mira con los ojos muy abiertos y luego mira la caja. —¿Son de verdad?


—Sí. ¿Te gustan?— De repente me siento inseguro, pero me sentí bien cuando los vi. Los diamantes rosas tallados Princesa me recordaron a ella y a cómo solíamos jugar a las Barbies durante horas. 


—Por supuesto que sí. Me encantan. Oh Dios, ¿y si los pierdo?— El pánico le golpea los ojos y tengo que reírme.


—Tengo seguro para ellos.— Le quito la caja y los saco. —Veamos cómo te quedan.


Ella saca sus aros y los coloca en mi mesita de noche, y yo me inclino hacia adelante para poner los diamantes por ella. Son casi tan grandes como sus lóbulos, pero quería que la gente los notara. Se merece toda la atención y no es que quiera que los chicos la vean.


Es demasiado buena para ellos, pero no es invisible.


—Hermosa—, digo mientras la miro y le meto el pelo detrás de la oreja. Hay una pausa entre nosotros y yo me levanto y tomo su mano. —Ven a ver.


La llevé a mi cómoda con el espejo grande delante. Me paro detrás de ella y veo su reflejo desde la parte superior de su cabeza hasta sus muslos. Lleva pantalones cortos y la camisa con mi número. Puedo sentir el calor que sale de su cuerpo mientras se sonríe en el espejo y gira su cabeza de un lado a otro para otro para ver los diamantes brillar.


Me acerco cada vez más hasta que mi frente está presionado contra su espalda.


Espero a que dé un paso adelante o se aleje, pero a medida que mi mano se acerca y toca su cadera, ella no se mueve. En vez de eso, sus ojos se fijan en los míos en el espejo y dejo que mis dedos se muevan por la parte delantera hasta el parche de piel que hay entre sus pantalones cortos y donde la camisa se ha subido.


Pedro—, susurra cuando mis dedos van al botón de sus pantalones cortos, pero no me dice que pare.


Con un toque de mis dedos se abren y presiono mi pene dolorido contra su trasero.


Se queda sin aliento cuando abro la parte delantera de sus pantalones cortos y sumerjo mis dedos en el calor de sus bragas.


—Esto está mal—, dice, con su voz tan suave, como si no quisiera que lo escuchara.


—Lo es—. Me inclino hacia adelante y presiono mis labios contra la delicada piel de su cuello.


Su boca se abre mientras empujo el material hacia un lado y luego paso las puntas de mis dedos a lo largo de sus labios inferiores. Son tan suaves y húmedos que cuando la acaricio, mis dedos ásperos bailan sobre su clítoris.


—Eres mi hermano, Pedro. ¿Qué van a decir mamá y papá? - pregunta mientras ensancha las piernas para que yo pueda meter los dedos dentro de ella.


—No tienen por qué saberlo. Todavía no, de todos modos.— La meto en su coño apretado sólo para sentirlo, para conocerla. Luego traigo mis dedos de vuelta a su clítoris y lo acaricio un poco más. Ella gime y mece sus caderas hacia adelante, sus ojos observando como mi mano desaparece una y otra vez en sus pantalones cortos.


—¿Podemos hacer esto?— Ahora está seria y mueve las caderas más rápido.


—No deberíamos, pero no puedo evitarlo. Eres tan guapa, Paula, y te deseo tanto.


Su culo me empuja la polla y siento que el bulto de mis pantalones amenaza con liberarse. Me duele y todo en lo que puedo pensar es en encontrar alivio dentro de su coño suave y rosado y aprieto mis dientes. Su clítoris es como una pequeña perla bajo mi tacto y froto el pico húmedo una y otra vez hasta que se mece conmigo.


—Tal vez esta noche, cuando mamá y papá se vayan a la cama, pueda entrar a tu cuarto y desearte un feliz cumpleaños—, le digo contra la oreja y ella cierra los ojos. Ella asiente con la cabeza mientras el rubor se desliza a través de su pecho y por su cuello. —Todavía estás tomado la pildora, ¿verdad?


Sus ojos se abren de par en par y por un segundo deja de moverse conmigo, pero luego asiente con la cabeza a regañadientes.


—No sé cuánto tiempo tenemos.— Me arrodillo en el suelo y le doy la vuelta mientras le tiro los pantalones cortos por los muslos.


Pedro, no deberíamos hacer esto—, dice mientras se quita las bragas.


—No tenemos que decírselo a nadie. Puede ser nuestro secreto—. Me inclino hacia adelante y le doy un beso en el muslo y ella me mira.


—Tal vez sólo un poquito—, se cierra mientras yo le beso el coño y luego lo toco con la lengua.


Antes de que tenga la oportunidad de cambiar de opinión, le meto la lengua en el coño y le chupo el clítoris. Ella agarra mi pelo y lo agarra con fuerza mientras me pasa el coño por encima de la cara. Está empapada de jugosa dulzura y yo me la bebo.


Un segundo ella está reteniendo su deseo y al siguiente se apoya en el vestidor con las piernas abiertas, con mis dedos follando con ella fuerte y rápido.


—¡Pedro!— grita cuando su orgasmo llega y su dulce crema me cubre los dedos.


En ese momento oigo la puerta principal abrirse y cerrarse abajo y mi mamá me llama.


—¡Hey chicos, estamos en casa!— Hacemos una pausa de medio segundo antes de que Paula se ponga frenéticamente los pantalones cortos. —La película estaba agotada. ¿Pueden creerlo?— Sus pasos golpean las escaleras y Paula va a la silla de mi escritorio y saca su
teléfono. Finge mirarlo, pero su cara está sonrojada y sus duros pezones presionan contra la camisa.


Salto en mi cama y pongo una almohada sobre mi regazo para esconder mi polla mientras saco mi teléfono y hago lo que ella está haciendo. Es entonces cuando veo una docena de mensajes perdidos de Luis y los abro.


—¿Quieren hacer palomitas de maíz y ver algo aquí esta noche?— Mamá dice que cuando entra en mi habitación.


—Claro—. Paula se levanta de la silla, todo sonríe. —Iré a ponerme el pijama—. Me echa un vistazo rápido y se sonroja antes de salir de mi habitación.


—¿Y tú, Pedro?— Mamá dice.


Reviso mis mensajes una vez más.


Courtney está en casa de Kira diciéndole a todo el mundo que te acuestas con tu hermana. Dijo que tiene fotos tuyas y sus besos en tu auto. ¿Dónde te encuentras?


—En realidad, creo que saldré un rato.



COMPLICADO: CAPITULO 18



Entonces es como si el sueño se rompiera cuando me suelta, se aleja y salta del auto. Mi cara se calienta y no puedo seguir el ritmo de lo que acaba de pasar.


¿Por qué no le devolví el beso? Me quedé sentada conmocionada. Probablemente piensa que yo no quería el beso y que quiero meterme en un agujero y desaparecer para siempre.


Mi puerta se abre un segundo después y Pedro me tiende la mano.


—No lo pienses demasiado—, dice mientras me mira dulcemente.


¿Cómo puedo no pensar demasiado en esto? 


Me besó y soy su hermanastra. Esto está mal en muchos niveles, pero de todo lo que estoy enojada conmiga misma por no haberle devuelto el beso. No me aferré al momento robado que se sentía tan bien.


Me rodea con su brazo mientras caminamos y no sé si tiene que ser casual o como si fuéramos una pareja.


—Lo estás pensando demasiado.


Oigo la risa en su voz y con ella se desvanece parte de la preocupación que estaba construyendo rápidamente. Me chupo los labios, tratando de ver si puedo saborearlo, pero necesito concentrarme en otra cosa.


Cuando llegamos al frente del restaurante me abre la puerta. 


—Haré que me devuelvas el beso—, dice al lado de mi oreja cuando me deslizo a su lado.


Su brazo se cae de mi hombro y no tengo tiempo para responder porque mamá y papá están allí saludándonos desde su mesa.


Pedro me pone la mano en la espalda mientras me guía y me saca la silla. Mamá y papá se ven tan felices como sus ojos rebotan entre nosotros. Puedo decir que están disfrutando que estemos saliendo porque vi sus caras iluminadas cuando Pedro me recogió para celebrarlo. Si supieran lo bien que nos llevamos, no estarían tan contentos.


—Es como en los viejos tiempos.— Mamá sonríe mientras me siento en mi asiento.


—¿Vas a partir las costillas conmigo?— Pedro me empuja de un lado antes de levantar su brazo y ponerlo causalmente en el respaldo de mi silla. Entonces lo siento enganchar su pie bajo mi silla mientras me acerca a él. Mamá resoplaba y papá se reía de un —Sí, claro.


—No comparto la comida.— El único momento que comparto es cuando hay algo que no quiero comer y a Pedro le gusta.


Le doy un empujón y me pregunto cómo está siendo tan juguetón ahora mismo.


No puedo evitar hacerlo yo misma porque es como en los viejos tiempos. Pero después de ese beso no quiero los viejos tiempos.


Quiero algo nuevo.