sábado, 18 de junio de 2016
TU ME HACES FALTA: CAPITULO 12
El coche se detuvo ante la casa y una mujer que debía tener unos sesenta años salió limpiándose las manos en un trapo de cocina- Bienvenida al rancho Whight.
Paula sonrió bajando del jeep. La mujer iba con unos vaqueros anchos y una camiseta de manga larga roja. Su pelo negro estaba cortado a lo chico y Paula pudo ver el parecido con Pedro. Incluso sus ojos eran iguales.
La mujer se acercó mientras que Paula dijo –Gracias. Por fin hemos llegado.
Cris se echó a reír pero perdió la risa al ver el morado en su frente- Dios mío, niña ¿qué te ha pasado?
-Es una historia muy larga, Cris- dijo Pedro cogiendo a Paula de la mano y tirando de ella.
Su tía le miró a Pedro el brazo espantada- Pero ¿qué ha pasado? ¿Qué os ha pasado?
-Te lo cuento mientras comemos algo ¿vale? Pau está agotada y hambrienta.
Paula se soltó la mano fulminándolo con la mirada. Subió los escalones rápidamente para que dejara de cogerla y Cris sonrió. –Pasa, pasa Pau. –Gwen os servirá la comida inmediatamente.
-Gracias, señora Alfonso- Paula entró en la casa y se quedó con la boca abierta al ver una casa del siglo pasado.
Gimió mirando un horrible cuadro que había en la escalera.
Un hombre muy serio vestido de traje negro con un enorme bigote. El sorprendente parecido con Pedro la dejó sin habla.
-Llámame Cris- dijo la mujer entrando tras ella.-Es el bisabuelo de Pedro.
No hizo comentarios mirando a su alrededor. Una mesa central con un jarrón con rosas amarillas presidía el recibidor con un sofá de estilo francés pegado a una de las paredes. Pero lo que más llamaba la atención era la enorme escalera doble que llevaba al piso de arriba.- ¿Qué te parece?
A ella le gustaba la decoración clásica pero aquello era demasiado. Forzó una sonrisa pues al fin y al cabo no era su casa- Muy bonita.
Pedro entrecerró los ojos- No hace falta que mientas.
Se sonrojó intensamente y levantó la barbilla- ¡Hay cosas que cambiaría pero no es mi casa! Es una grosería decir que la decoración de una casa no te gusta. Cada uno la decora a su gusto.
Cris soltó una risita- ¿Y tú como la decorarías?
Ella suspiró agotada –No sé…
-Tía, sírvele la comida- dijo Pedro cogiéndola del brazo y llevándola a una puerta situada a la derecha- Aunque no deberías dormir para acostumbrarte al cambio de horario, pero te dejaré porque el viaje ha sido algo estresante.
-Vaya, gracias- dijo con ironía.
La sentó en una silla y miró distraída alrededor. Pedro se sentó en la cabecera –Así que no te gusta.
-¿Y qué más da?- alargó la mano para coger la jarra de agua pero él la cogió primero y le sirvió una copa- Gracias.
-¿Qué cambiarías?- volvió a preguntar Cris que en ese momento entraba con unos platos y unos cubiertos en la mano.
-Gracias- dijo sonriendo viendo como le ponía un mantelito de hilo con bordados azul pálido.-Es como estar en otro siglo.
Cris se echó a reír- Eso es verdad.
-Tía…
-¿Qué? Tu padre no me dejó cambiar nada de la casa y está anticuada. Lo sabes.
-Los baños serán modernos ¿no? Hay ducha.
-Muy graciosa- dijo Pedro entre dientes.
Cris se echó a reír sentándose frente a ella.-Va a ser divertido tenerte aquí.
-Pues por poco no llego- dijo indicando con la cabeza a Pedro. –Aquí el piloto nos ha estrellado. Por no hablar de que no quería traerme.
-Pau…
En ese momento apareció una oronda mujer con un delantal blanco. Tenía el pelo cano recogido en un moño alto y una cara tan agradable que sólo con mirarla una sonreía.- Pau ella es Gwen, nuestra ama de llaves.
-Encantada- se iba a levantar pero la mujer negó con la cabeza.
-No se levante, señorita. Coma. Hay que ponerle carne a esos huesos, está muy delgada.
Se quedó algo confundida por la crítica y Cris se echó a reír- Va a intentar cebarte como un pavo.
Cuando vio la fuente ante ella se quedó con la boca abierta.
Aquella era la comida de cinco personas. Miró a Pedro que cogió un filete y se lo echó en el plato-Come.
Cogió los cubiertos mientras los tres la miraban. Después de cortar el enorme filete se metió un trozo en la boca y asintió sonriendo. Ellos sonrieron y Gwen salió del comedor.
Suspiró de alivio porque parecía que había pasado la prueba.
Estuvieron hablando de la locura de viaje pero ella estaba agotada y ya no podía concentrarse en nada. Ni siquiera fue capaz de saborear la comida –Te enseñaré tu habitación antes de que te caigas sobre el filete- dijo Cris levantándose.
Pau la miró con agradecimiento levantándose de la silla –Gracias.
-Paula- dijo Pedro en tono de advertencia- Sólo dos horas.
Ella entendía que no podía pasarse durmiendo todo el día pues entonces en la noche no pegaría ojo- Sí, claro.
Siguió a Cris por la escalera y ella en lo único que podía fijarse era en donde estaba su habitación. La tercera de la derecha. Al abrir la puerta le sorprendió lo grande que era. –Es más grande que mi apartamento en Nueva York y lo compartía con Sara- dijo divertida.
-Espero que estés cómoda- dijo la mujer abriendo algo la ventana.- Así estarás más fresca.
-Gracias.
-Ahí tienes las maletas que ha traído Bill. Yo que tú me duchaba después- dijo irónica- Pedro hará que te despiertes en una hora y cincuenta minutos.
Sonrió viéndola salir. Se quitó las bailarinas que llevaba y las miró.-Estupendo, están para tirar. –las dejó caer al suelo y vio que tenía los pies sucios. No podía acostarse así.
Decidió darse una ducha rápida.
Estuvo diez minutos bajo el agua y gimió al tener que lavarse el cabello. Se tumbó sobre la cama después de ponerse un camisón blanco de hilo. Era corto y los tirantes tenían lacitos azules. Ni se había molestado en secarse sus rizos rubios.
Aspiró el aroma de las sábanas y sonrió al oler a lavanda. Ni se dio cuenta de que se quedaba dormida.
TU ME HACES FALTA: CAPITULO 11
Ella hizo una mueca entrando en el box y Rufus no se removió incómodo en ningún momento, lo que le indicó que estaba hecho polvo. Se acercó a los cuartos traseros y se agachó a su lado con cuidado de que no le diera una coz. Le levantó la cola y le introdujo el termómetro suavemente en el ano. Hubiera sido mejor hacerlo con vaselina pero no tenía y el pobre Rufus no se enteraba de nada.
Cuando el termómetro digital pitó, ella lo retiró lentamente y levantándose miró la temperatura-Pedro, más te vale que ese tipo le ponga antibióticos y antiinflamatorios para el dolor o tu caballo morirá antes de mañana por la mañana.
Levantó la vista y miró sus ojos azules- ¡Ahora!
-Ponle lo que dice- dijo mirando al veterinario.
-¡Ni hablar! ¡Esto es ridículo, tiene un cólico!
-Usted debe ser idiota o un inepto total. Tiene fiebre alta, la respiración agitada, secreciones nasales y está ido. Ni se ha dado cuenta que yo he entrado en el box.-Estaba furiosa- No tiene ningún síntoma de cólico. ¿Qué pruebas le ha hecho?
- ¡Es un cólico por comer tierra!
-No le ha hecho ninguna ¿verdad? –miró a Alvaro que negó con la cabeza- ¿Ni una ecografía?
Peter volvió a negar con la cabeza.-Estúpido irresponsable.- dijo furiosa. Vio el maletín del hombre y se acercó a él.
El veterinario la cogió por el brazo – ¡Ni se le ocurra administrarle nada!
-Claro que se los voy a administrar- dijo ella entre dientes- Suélteme el brazo.
-Suéltala Osvaldo- dijo Pedro amenazante- No la toques.
Paula ignorándoles buscó en el maletín y encontró un estetoscopio. Se lo colgó del cuello y se acercó a toda prisa a Rufus arrodillándose entre sus piernas. Alvaro no le quitaba ojo- Joder- dijo ella escuchando. Se levantó a toda prisa y buscó en el interior del maletín lo que necesitaba. Tenía que ponerle una inyección y revisó que lo tuviera todo- Menudo desastre de maletín- dijo entre dientes.
–Pedro ¿tienes suministros veterinarios?
-Algo hay allí atrás.
Ella miró hacia donde señalaba y salió corriendo. Él fue tras ella y en cuanto entró le señaló un armario. Paula lo abrió a toda prisa y suspiró de alivio al ver el antibiótico que necesitaba. Revisó rápidamente el prospecto para asegurarse de que se administraba por vía intravenosa y cuando se aseguró lo cogió pasando ante Pedro que no salía de su asombro.- ¿Guantes de látex?
-Aquí- dijo Alvaro señalando una caja al lado del maletín del inútil. Se acercó y miró al hombre con los ojos entrecerrados.
–Ni llevaba un antibiótico decente…
-No sé quién se cree que es pero le aseguro…
-¿Quiere saber quién soy? Soy licenciada en Medicina veterinaria por Cornell- Pedro entrecerró los ojos- Y usted no es un veterinario, sino un inútil de mierda que no sabe lo que hace.
-¿Cómo se atreve?
Ella le ignoró cogiendo la jeringa y frasco de antibiótico llenándola con la dosis que iba a suministrar a Rufus. No sabía si iba a funcionar. El caballo de Pedro estaba muy mal.
Se acercó al caballo –Pedro sujétale la cabeza con suavidad pero con firmeza.
Pedro se arrodilló ante el caballo y ella le palpó el cuello tocando la yugular. Miró a Pedro que asintió y ella administró el antibiótico de manera profesional. En cuanto lo hizo el tal Osvaldo se puso como loco- ¡No voy a volver más! ¡Esto es inaudito!
-Osvaldo, todos cometemos errores- dijo Pedro muy serio- pero es una irresponsabilidad seguir refrendando ese error para no perder la razón.
El hombre se sonrojó mientras que cogía su maletín –No me llames si me necesitas.
-No pensaba hacerlo.
Cuando se fue, Alvaro miró a Paula que estaba concentrada leyendo el prospecto de un antinflamatorio que había dejado el inútil.- ¿Seguro que sabe lo que hace?
Asintió y se dispuso a administrarle el antinflamatorio a Rufus. –Se levantó con la jeringuilla en la mano mirando a su alrededor.- Vendré a verlo más tarde- salió del box buscando una papelera. Pedro la miraba con los ojos entrecerrados y ella tiró la jeringa en un bote de hojalata que le señaló Alvaro. – Voy a ser clara porque no me gusta dar falsas esperanzas.- dijo mirándolo a los ojos- Está muy mal.
-¿Tiene posibilidades?
-Hasta que no se mueren siempre hay probabilidades. Si consigue llegar hasta mañana puede que lo consiga.- dijo quitándose los guantes de látex. –Debería beber pero no quiero obligarle. Él se la quedó mirando fijamente- ¿Qué?
-¿Me puedes explicar porque una veterinaria viene a Australia de secretaria?
-Pues porque no me gusta- dijo encogiéndose de hombros mirando a su alrededor- Me di cuenta al terminar la carrera. Huele mal y todo está sucio…-Alvaro se echó a reír- y cuando me mordió el caniche de una pija al ponerle la vacuna, me dije que no era lo mío.
Le guiñó un ojo a Alvaro y empezó a salir del establo- Y ahora sino te importa. Tengo hambre y sueño. Aparte de las ganas que tengo de darme una ducha.
-Nena…
-¡Es Pau!- se volvió mirándolo con los brazos en jarras- Vamos a dejar algo claro. Soy tu asistente, secretaria o lo que sea pero no soy tu nena.
Él levantó una ceja y Alvaro se echó a reír a carcajadas. Pedro lo miró como si quisiera matarlo y levantó las manos pidiendo paz. Cuando la volvió a mirar dijo entre dientes- No he dicho que seas mi nena ni nada por el estilo. ¡Tendría que estar loco!
-Pues ya que nos entendemos. ¡Quiero comer algo!-Se volvió dejándolo allí con la palabra en la boca y un gruñido le indicó que tenía ganas de seguir discutiendo. Al salir al exterior levantó el rostro para que le diera el sol en la cara. –Vamos, ya tendrás tiempo de tomar el sol- dijo Pedro cogiéndola por el brazo.
-Asegúrate que lo vigilan- dijo refiriéndose a Rufus.
-Alvaro se encargará.
Se acercaron al jeep y Jose estaba esperándolos sentado detrás del volante.- Llévanos a la casa.
-Sí, jefe. –se veía que el hombre estaba algo intimidado.
-No te preocupes Jose, no ha sido culpa tuya.- dijo apoyando la espalda en el respaldo del asiento.
-¿No, señorita?- la esperanza de su voz la hizo sonreír.
-No.
-Tiene neumonía- dijo Pedro mirándola por el espejo retrovisor. Ella cerró los ojos –Pau, no te duermas. Tienes que comer algo.
Suspiró abriendo los ojos y los abrió como platos al ver la casa. Una gran casa con tres tejados estaba ante ella. Era blanca, tenía balcones rodeando el primer piso como las casas del sur y la planta baja tenía columnas rodeando toda la casa. –Increíble- susurró ella mirando los rosales que la rodeaban. – ¿Quién cultiva las rosas?
-Mi tía Cris- dijo volviéndose y mirándola sonriendo- ¿Te gusta?
-Es preciosa- dijo admirada viendo los muebles de mimbre del porche con los almohadones de flores.
TU ME HACES FALTA: CAPITULO 10
La despertó una mano sobre su hombro y no la tocaba delicadamente –Carlos, paso de desayunar y me levantó más tarde.- dijo gimiendo mientras volvía la cara hacia el otro lado
.-¡Levántate de ahí antes de que te levante yo!
Sorprendida abrió los ojos como platos. Pedro la miraba como si quisiera matarla y ella se intentó levantar. Todavía dormida no se dio cuenta que tenía el cinturón puesto y cayó otra vez sobre el asiento.- Por el amor de Dios- dijo exasperado desabrochándole el cinturón y cogiéndola por el brazo para levantarla. – ¿Quieres darte prisa?
-Estás de muy mal humor –dijo cogiendo su bolso a toda prisa antes de que se lo dejara allí. Pedro gruñó llevándola a la puerta. – ¡Las maletas!
-Ya te las lleva Bill. Baja de una vez.
Ella miró al exterior y jadeó al ver donde estaban. ¡Estaba precioso y había hierba! Ella pensaba que casi toda Australia era árida. Sorprendida bajó las escalerillas mirando a su alrededor. Estaba amaneciendo y la luz era fantástica.- ¡Vaya!
Había dos jeep a unos cien metros y dos hombres que estaban hablando entre ellos se detuvieron mirándola.
Parecían sorprendidos.- Vamos- dijo él sin soltar su brazo.
Prácticamente iba arrastrándola.
-Puedo caminar sola, ¿sabes?
-Ahora no, nena.- la advirtió con la mirada y ella entendió que no podía discutir con él delante de sus hombres.
Los hombres se enderezaron cuando se acercaron. Los dos llevaban sombreros y camisas caquis con pantalones vaqueros. También llevaban botas y pensó que eran bastante guapos. No tanto como Pedro pero tenía amigas en Nueva York que les encantaría salir con hombres así. –Jose, llévanos a la casa- dijo Pedro con la cara tallada en piedra.
-¿No nos presenta, jefe?- preguntó el que debía ser Jose quitándose el sombrero. Era rubio y parecía simpático. Ella sonrió sin darse cuenta.
-¡No!- asombrados vieron como casi la metía a empujones dentro del jeep.
-Pero…-Pedro la miró a los ojos y ella cerró la boca. No estaba el horno para bollos. Sí que se había despertado con el pie izquierdo.
Mordiéndose la lengua le vio rodear el coche y sentarse en el asiento del copiloto. Jose se puso el sombrero y entró en el jeep de un salto. Arrancó el coche y Paula cayó hacia atrás de lo rápido que aceleró. – ¿Dónde está, Alvaro?- preguntó Pedro mientras ella se intentaba agarrar.
-Con el veterinario- miró a su jefe de reojo y ella se dio cuenta que algo iba mal.
-¿Qué ha pasado?
-Rufus no se encuentra bien.
-Perdona, ¿qué has dicho?- lo preguntó en un tono tan helado que hasta a ella se le pusieron los pelos de punta.
-Que…- Jose miró a la carretera nervioso- que Rufus…
-¡Suéltalo de una vez!
-Creen que es un cólico.
-¡Te dejé al cargo de Rufus!- le gritó furioso.
-Sí, jefe- Jose hasta estaba sudando y a Paula le dio pena.
-¿Quién es Rufus?- preguntó ella intentando aliviar la tensión aunque se imaginaba la respuesta.
-Es mi caballo- respondió sin dejar de mirar a Jose como si quisiera estrangularlo- Más te vale que se reponga porque si no…
-¿Y se ha puesto malito?
-¡Llévame al establo!- le gritó a su subordinado ignorándola.
Jose que iba a toda velocidad estaba pálido.
-Seguro que se pone bien. –dijo ella intentando darle ánimos. Le dio dos palmaditas en el hombro a Jose que parecía a punto de vomitar y Pedro le quitó la mano fulminándola con la mirada. Entonces se dio cuenta que el caballo era de Pedro y también necesitaba consuelo.- No te preocupes, Pedro.-dijo con una dulce sonrisa –Ya está allí el veterinario y le curará.
-Nena, cierra el pico.
Jadeó indignada hasta que vio las edificaciones. Eran enormes. Tres edificaciones de madera pintadas en rojo óxido con las molduras en blanco. – ¿Eso qué es?
-El establo, el pajar y donde se guardan las herramientas, los quad y esas cosas.- contestó Jose sonriendo como si fuera un guía turístico. Al acercarse vio que esas edificaciones debían medir cien metros de fondo y unos veinte metros de ancho. –Guau. ¿Pedro, eres rico?
-Nena, ¿qué te había dicho?
-Ah sí, que cerrara el pico
-Pues eso.- Pedro casi saltó del jeep en cuanto Jose frenó ante la primera edificación que tenía las enormes puertas correderas abiertas.
-¿Está mal?- preguntó preocupada por Pedro.
Jose la miró de reojo y asintió. Paula se bajó del coche y se acercó a la puerta. Vio varios hombres en la mitad del enorme pasillo. Se acercó lentamente mirando a su alrededor. Muchos de los espacios estaban vacíos y frunció su naricilla al sentir en sus fosas nasales el típico olor a establo. Al llegar hasta ellos ni se dieron cuenta de que estaba allí. Un hombre mayor hablaba con Pedro que estaba muy serio mirando hacia abajo. El hombre debía tener sesenta años o así y tenía el pelo totalmente blanco. –No sé cómo ha pasado, te lo juro.- le dijo el hombre mayor.
Pedro asintió y ella que no veía el caballo se acercó más metiendo la cabeza dentro de la caballeriza. Un hermoso caballo negro con el pelaje muy brillante estaba tumbado en el suelo de paja. Ella miró los envases de plástico donde tenía el agua y el grano. Entonces escuchó al otro hombre.- Es un cólico, Pedro –ella le miró y escuchó atentamente al que debía ser el veterinario.- Tenemos que esperar. Ya sabes cómo es esto.
Ella miró al caballo y escuchó su respiración. Frunció el ceño mirando la comida. Ella se agachó sin que la vieran y le acarició el morro que estaba goteando por las fosas nasales.-Pedro…
-Ahora no, Pau- dijo él muy serio.-Dile a Jose que te lleve a casa. Yo tardaré en ir.
-Pero…
Se volvió mirándola entre enfadado y preocupado- No es un cólico- susurró ella mirando sobre su hombro al hombre que decía que era el veterinario.
-¿Qué sabrás tú si es un cólico o no?
-Perdone ¿pero usted quién es?- preguntó el que debía ser Alvaro.
-Es Pau. Mi nueva secretaria- dijo Pedro con ironía.
-Es un cólico, señorita- dijo el veterinario en plan paternal.
Ella sonrió a los tres y dijo –No es un cólico. Tiene neumonía.
-¿En qué se basa para decir eso?- El veterinario la miraba divertido.
-Pues me baso en que su morro tiene secreciones, en que tiene fiebre y en su respiración agitada. En que no mira su vientre a menudo, ni se revuelve molesto por el dolor, sino todo lo contrario. Está apático.
Pedro miró a su veterinario- ¿Osvaldo?
El hombre se sonrojó-Es un cólico grave, Pedro. Estoy seguro. Y que dudes de mí por la palabra de una muchachita de ciudad es ofensivo.
Pedro entrecerró los ojos molesto- No intentaba ofenderte, sólo quiero lo mejor para Rufus.
El hombre levantó la barbilla muy serio y los tres miraron a Paula- Nena, vete a la casa.
-¿No me crees?- ahora la ofendida era ella.- Pues te diré que sé de lo que hablo.
-Sí, tanto que no sabías que un canguro puede atacarte.
-¡Son normalmente pacíficos!- protestó ella- ¡Sólo atacan si tienen hambre o sed extrema, y si se sienten amenazados pero no era el caso!
Pedro entrecerró los ojos- ¿Y tú cómo lo sabes?
-Fueron ellos los que se acercaron al avión y no al revés. Que te atacaran a ti es algo totalmente incomprensible. –Ella se cruzó de brazos- Tengo que pensar en ello. Seguro que hicimos algo mal.
-¡Vete a casa!
-¡Tiene neumonía!- gritó poniendo los brazos en jarras- Y estaría segura si le tomo la temperatura.
Eso sí que pareció divertirle- ¿Tú?
Entrecerró los ojos y miró a su alrededor. Vio un guante hasta el hombro y se lo colocó dejándolo atónito.- Pau, no te acerques a Rufus.
-Estás siendo muy cabezota, Pedro. –Se acercó cogiendo el termómetro rectal- Te voy a demostrar que tengo razón.
-Pau, me estás poniendo de los nervios.
-Pedro…- Alvaro lo cogió por el brazo sano mirándola con los ojos entrecerrados-Déjala que tome la temperatura.
-¡Esto es ridículo!- exclamó el veterinario indignado.
-Osvaldo si estás tan seguro de que tienes razón no sé de qué te preocupas tanto- dio Alvaro con una sonrisa en los labios como riéndose de él.
-Eso Osvaldo- dijo ella sonriendo señalándole con el termómetro.
-Acaba de una vez.- dijo Pedro furioso apartándose de la entrada
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