sábado, 18 de junio de 2016

TU ME HACES FALTA: CAPITULO 11




Ella hizo una mueca entrando en el box y Rufus no se removió incómodo en ningún momento, lo que le indicó que estaba hecho polvo. Se acercó a los cuartos traseros y se agachó a su lado con cuidado de que no le diera una coz. Le levantó la cola y le introdujo el termómetro suavemente en el ano. Hubiera sido mejor hacerlo con vaselina pero no tenía y el pobre Rufus no se enteraba de nada.


Cuando el termómetro digital pitó, ella lo retiró lentamente y levantándose miró la temperatura-Pedro, más te vale que ese tipo le ponga antibióticos y antiinflamatorios para el dolor o tu caballo morirá antes de mañana por la mañana.


Levantó la vista y miró sus ojos azules- ¡Ahora!


-Ponle lo que dice- dijo mirando al veterinario.


-¡Ni hablar! ¡Esto es ridículo, tiene un cólico!


-Usted debe ser idiota o un inepto total. Tiene fiebre alta, la respiración agitada, secreciones nasales y está ido. Ni se ha dado cuenta que yo he entrado en el box.-Estaba furiosa- No tiene ningún síntoma de cólico. ¿Qué pruebas le ha hecho?


- ¡Es un cólico por comer tierra!


-No le ha hecho ninguna ¿verdad? –miró a Alvaro que negó con la cabeza- ¿Ni una ecografía?


Peter volvió a negar con la cabeza.-Estúpido irresponsable.- dijo furiosa. Vio el maletín del hombre y se acercó a él.


El veterinario la cogió por el brazo – ¡Ni se le ocurra administrarle nada!


-Claro que se los voy a administrar- dijo ella entre dientes- Suélteme el brazo.


-Suéltala Osvaldo- dijo Pedro amenazante- No la toques.


Paula ignorándoles buscó en el maletín y encontró un estetoscopio. Se lo colgó del cuello y se acercó a toda prisa a Rufus arrodillándose entre sus piernas. Alvaro no le quitaba ojo- Joder- dijo ella escuchando. Se levantó a toda prisa y buscó en el interior del maletín lo que necesitaba. Tenía que ponerle una inyección y revisó que lo tuviera todo- Menudo desastre de maletín- dijo entre dientes. 


Pedro ¿tienes suministros veterinarios?


-Algo hay allí atrás.


Ella miró hacia donde señalaba y salió corriendo. Él fue tras ella y en cuanto entró le señaló un armario. Paula lo abrió a toda prisa y suspiró de alivio al ver el antibiótico que necesitaba. Revisó rápidamente el prospecto para asegurarse de que se administraba por vía intravenosa y cuando se aseguró lo cogió pasando ante Pedro que no salía de su asombro.- ¿Guantes de látex?


-Aquí- dijo Alvaro señalando una caja al lado del maletín del inútil. Se acercó y miró al hombre con los ojos entrecerrados. 


–Ni llevaba un antibiótico decente…


-No sé quién se cree que es pero le aseguro…


-¿Quiere saber quién soy? Soy licenciada en Medicina veterinaria por Cornell- Pedro entrecerró los ojos- Y usted no es un veterinario, sino un inútil de mierda que no sabe lo que hace.


-¿Cómo se atreve?


Ella le ignoró cogiendo la jeringa y frasco de antibiótico llenándola con la dosis que iba a suministrar a Rufus. No sabía si iba a funcionar. El caballo de Pedro estaba muy mal. 


Se acercó al caballo –Pedro sujétale la cabeza con suavidad pero con firmeza.


Pedro se arrodilló ante el caballo y ella le palpó el cuello tocando la yugular. Miró a Pedro que asintió y ella administró el antibiótico de manera profesional. En cuanto lo hizo el tal Osvaldo se puso como loco- ¡No voy a volver más! ¡Esto es inaudito!


-Osvaldo, todos cometemos errores- dijo Pedro muy serio- pero es una irresponsabilidad seguir refrendando ese error para no perder la razón.


El hombre se sonrojó mientras que cogía su maletín –No me llames si me necesitas.


-No pensaba hacerlo.


Cuando se fue, Alvaro miró a Paula que estaba concentrada leyendo el prospecto de un antinflamatorio que había dejado el inútil.- ¿Seguro que sabe lo que hace?


Asintió y se dispuso a administrarle el antinflamatorio a Rufus. –Se levantó con la jeringuilla en la mano mirando a su alrededor.- Vendré a verlo más tarde- salió del box buscando una papelera. Pedro la miraba con los ojos entrecerrados y ella tiró la jeringa en un bote de hojalata que le señaló Alvaro. – Voy a ser clara porque no me gusta dar falsas esperanzas.- dijo mirándolo a los ojos- Está muy mal.


-¿Tiene posibilidades?


-Hasta que no se mueren siempre hay probabilidades. Si consigue llegar hasta mañana puede que lo consiga.- dijo quitándose los guantes de látex. –Debería beber pero no quiero obligarle. Él se la quedó mirando fijamente- ¿Qué?


-¿Me puedes explicar porque una veterinaria viene a Australia de secretaria?


-Pues porque no me gusta- dijo encogiéndose de hombros mirando a su alrededor- Me di cuenta al terminar la carrera. Huele mal y todo está sucio…-Alvaro se echó a reír- y cuando me mordió el caniche de una pija al ponerle la vacuna, me dije que no era lo mío.


Le guiñó un ojo a Alvaro y empezó a salir del establo- Y ahora sino te importa. Tengo hambre y sueño. Aparte de las ganas que tengo de darme una ducha.


-Nena…


-¡Es Pau!- se volvió mirándolo con los brazos en jarras- Vamos a dejar algo claro. Soy tu asistente, secretaria o lo que sea pero no soy tu nena.


Él levantó una ceja y Alvaro se echó a reír a carcajadas. Pedro lo miró como si quisiera matarlo y levantó las manos pidiendo paz. Cuando la volvió a mirar dijo entre dientes- No he dicho que seas mi nena ni nada por el estilo. ¡Tendría que estar loco!


-Pues ya que nos entendemos. ¡Quiero comer algo!-Se volvió dejándolo allí con la palabra en la boca y un gruñido le indicó que tenía ganas de seguir discutiendo. Al salir al exterior levantó el rostro para que le diera el sol en la cara. –Vamos, ya tendrás tiempo de tomar el sol- dijo Pedro cogiéndola por el brazo.


-Asegúrate que lo vigilan- dijo refiriéndose a Rufus.


-Alvaro se encargará.


Se acercaron al jeep y Jose estaba esperándolos sentado detrás del volante.- Llévanos a la casa.


-Sí, jefe. –se veía que el hombre estaba algo intimidado.


-No te preocupes Jose, no ha sido culpa tuya.- dijo apoyando la espalda en el respaldo del asiento.


-¿No, señorita?- la esperanza de su voz la hizo sonreír.


-No.


-Tiene neumonía- dijo Pedro mirándola por el espejo retrovisor. Ella cerró los ojos –Pau, no te duermas. Tienes que comer algo.


Suspiró abriendo los ojos y los abrió como platos al ver la casa. Una gran casa con tres tejados estaba ante ella. Era blanca, tenía balcones rodeando el primer piso como las casas del sur y la planta baja tenía columnas rodeando toda la casa. –Increíble- susurró ella mirando los rosales que la rodeaban. – ¿Quién cultiva las rosas?


-Mi tía Cris- dijo volviéndose y mirándola sonriendo- ¿Te gusta?


-Es preciosa- dijo admirada viendo los muebles de mimbre del porche con los almohadones de flores.




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