viernes, 27 de mayo de 2016

DURO DE AMAR: CAPITULO 21




Tener el cuerpo dispuesto de Paula así de cerca, casi me envió al borde. Ver su pequeña mano alrededor de mi eje envió un torrente de sangre a mi polla. ¿Estaba lo suficientemente loco como para creer que algo vendría de esto, algo que no sea una amistad en torno a Lily y los beneficios secundarios de adorar su dulce cuerpo una vez que baje el sol?


Seguramente ella se había dado cuenta que yo no encajaba en su vida, no a largo plazo. Pero tomaría lo que podía conseguir, por tanto tiempo como pudiera tenerlo.


Esa noche me quedé dormido con el recuerdo de la gentil voz de Paula leyendo el libro favorito de Lily y la manera en que animaba las voces de cada personaje distinto para hacerla reír. Con una somnolienta sonrisa plantada en mis labios, me di la vuelta y me dormí.


El sábado, Paula me llamó y me pregunto si podía pasar a recoger a Lily para un día de chicas. Después de que me recuperé de mi silencio estupefacto, estuve de acuerdo. Esta chica continuaba volviendo mí. Es como si conociera el camino a mi endurecido corazón —a través de Lily. Quizá nunca antes consideré una relación seria porque nadie parecía interesada en desarrollar una relación seria con Lily también. Una vez que se enteraban de ella, desaparecían.


Una hora después, Lily canturreó el nombre de Pau mientras miraba el pequeño SUV de BMW deteniéndose junto a la acera. —Así que, ¿cuáles son los planes para hoy, chicas?


—Bueno, pensaba dejárselo a la Señorita Lily. Podríamos tener un lindo día de spa, o podríamos ir a esta tienda donde eliges una figura de cerámica para pintar.


—¡Sí! —El rostro de Lily se iluminó.


—¿Cuál quieres, muñequita? Tienes que elegir. —La generosidad de Paula era demasiada.



El rostro de Lily se arrugó en concentración por un momento antes de que levantara la mirada. —¿Podemos hacer ambas?


Paula sonrió de esa manera torcida a la que le había agarrado cariño y asintió. —Claro que podemos, bomboncito.


Abroché a Lily en el asiento de atrás y puse su andador en el espacio de carga trasero, luego me reuní con Paula en la puerta del conductor. —¿Estás segura de que estás bien con esto?


—Absolutamente. Ve a disfrutar tu sábado. Sólo mantén la línea erótica al mínimo. —Me dio un golpe en el pecho.


—Lo haré.


Las vi alejarse. La pequeña niña a la que le pertenecía mi corazón y la hermosa Paula que lo empujaba en una dirección completamente nueva.


Aproveché la oportunidad poco común para una sesión de gimnasio extra con Ian, pero llegar a una casa vacía se sentía muy raro. Después de una hora de dar vueltas y matar el tiempo, decidí llamar a Paula y comprobar cómo estaban. Tal vez se estaba volviendo loca. 


Definitivamente era tiempo de comprobarla. Marqué su número y respondió en el primer timbre.


—Hola, Pedro. —Sonaba sin aliento—. Terminamos en el lugar de cerámica y tomamos un almuerzo. ¿Qué sucede?


Escuché fuertes risas de fondo. —¿Dónde están chicas?


—En el spa calle abajo. ¿Está bien si Lily se corta el cabello? Sólo será un corte.


—Ah, seguro. —Mi vecina usualmente se lo corta, pero qué diablos—. ¿Dónde están? Podría pasarme y ver a Lily.


—Claro. Le encantaría, estoy segura. —Me dio la dirección y salí en mi camioneta, necesitando salir de mi muy silenciosa casa.


Cuando entré al spa, fui recibido por los sonidos de la música de la Nueva Era mezclados con el canto de pájaros, el bullido del agua y el aroma de lavanda que era tan fuerte que me golpeó en la cara.


Giré una esquina y encontré a Paula y a Lily sentadas en largas sillas, sus pies apoyados frente a ellas.


—¡Pedro! —gritó Lily una vez que me vio.


Movieron sus rosadas uñas hacia mí. No estaba seguro de si se suponía que debía decir un cumplido. —Mira eso. Dos muy hermosas chicas.


Sonrieron ante mi cumplido, así que asumí que dije la cosa correcta e hicimos nuestros caminos hacia el frente.


—Aquí. —Paula me tendió su tarjeta de crédito—. ¿Puedes hacerte cargo? Quiero correr a la panadería de al lado. Sólo será un minuto.


—Claro. —Tomé la tarjeta, pero planeaba pagar con la mía una vez que Paula se fuera. Ella ya había hecho mucho por nosotros. Pero cuando la chica en el mostrado me dijo que la cuenta era trescientos dólares, de mala gana le entregué la tarjeta de Paula. ¿Trescientos dólares por pintarse las uñas de los pies y un par de cortes de pelo? Su cabello no lucía diferente para mí. Una cosa estaba clara: Paula llevaba un estilo de vida que nunca sería capaz de permitirme. Y estaba seguro que Lily no necesitaba acostumbrarse a este tipo de
tratamientos.


Paula regresó unos pocos minutos después llevando una pequeña caja de pastel rosa, viéndose satisfecha. Firmó el recibo de la tarjeta de crédito y tomó la misma del mostrador, luego se dirigió hacia su auto con Lily a su lado. —Nos vemos de nuevo en tu casa —gritó.


Me quedé parado inútilmente hasta que se alejaron, luego pisoteé todo el camino hacia mi camioneta. Me detuve de camino a casa para recoger la cena para nosotros tres, necesitando hacer algo para mantener las cosas bajo control.


Una vez que llegué a casa, pude escuchar a Lily cantando y jugando en su habitación y encontré a Paula sentada en el sillón, esperándome. Dejé las bolsas de comida en la mesa y me giré hacia ella. —No tenías que hacerlo todo el día. —Mi voz sonó más dura de lo que pretendía.


Ella se paró y puso las manos en su cadera. —Sé eso, Pedro. Quería hacerlo. Nunca tuve una hermana pequeña. ¿Ni siquiera se te ocurrió que me gusta pasar tiempo con ella?


Mierda. Soné como un verdadero idiota. Me froté la parte trasera de mi cuello. —Lo lamento, es sólo que esto es nuevo para mí. —No se podía negar que la manera en que Paula estaba con Lily complicaba las cosas entre nosotros.


Se retorcía en mis entrañas y sacaba mis instintos protectores.


Su expresión se suavizó. —Es nuevo para mí también. —Inclinó su cadera contra el mostrador, irguiéndose inconscientemente más cerca de mí.


Levanté mi mano para acariciar su mejilla, incapaz de resistir el tocar su suave piel. Pasé mi pulgar encallecido por su mandíbula. —Oye —Sus ojos se reunieron con los míos—, lo siento. Me pongo sensible con ella.


—Sip, lo noté. Esta es la última vez que intento hacer algo lindo. —Su tono era serio, pero levantó la mirada con una traviesa sonrisa torcida. Quise besar esa suficiencia en su hermoso rostro.


—Aw, no vayas por ese lado, pastelito. Vamos. Quédate a cenar.


Comprobó su reloj. —Eso probablemente podría arreglarse.


—¿Tienes que estar en algún lado? No me digas que es otra cita caliente con ese idiota consentido.


Se echó a reír. —No, de hecho Guillermo no ha llamado. Es sólo que mi mamá me ha estado acosándome para que vaya a cenar. Déjame llamarla y ver si puedo posponerlo hasta mañana por la noche.


—Seguro. Entra cuando hayas terminado.


Lily entró por el pasillo a mostrar sus uñas de color rosa a juego y de los pies y el hada rosa de cerámica que había pintado. Fue como si una explosión de color rosa hubiera invadido mi casa—infiernos, mi vida.


—Voy a poner esto en mi habitación —anunció, ya dirigiéndose por el pasillo.


Paula volvió y se dirigió directamente hacia mí, con una sonrisa en su rostro. Tiré de ella en un abrazo. —¿Y bien? ¿Puedes quedarte?


Acarició mi cuello e inhaló. —Sí, pero tuve que hacer un trato con mi madre.


Besé sus labios entonces retrocedí para mirarla. —¿Qué es eso?


—Le dije que estaba en donde mi amigo Pedro e insistió que te unieras a nosotros para la cena. ¿Estás libre mañana?


—¿Cena? ¿Con tus padres? —La sujeté a distancia, examinándola. No podía estar hablando en serio. Pensé que sólo estábamos divirtiéndonos, pero esto... conocer a los padres era algo más, ¿verdad?


Su labio inferior sobresalió. —¿Te parece bien?


—Ah, seguro. Probablemente puedo conseguir que Sofia venga.


Su sonrisa vaciló por un momento al mencionar el nombre de Sofia. — Bien.


Paula ayudó a Lily a lavarse sus manos mientras me sentaba en la mesa.


Me había detenido en la cafetería del vecindario y sin saber qué le gustaría a Paula, pasé por una hamburguesa y una ensalada con pollo a la parrilla para ella, acompañado con mi hamburguesa normal y el sándwich de queso de Lily.


Una vez que todos estuvimos sentados alrededor de la mesa, Paula escogió la ensalada con pollo a la parrilla para la cena y Lily anunció que quería ensalada también. Paula gentilmente compartió la ensalada, dividiéndola en dos platos mientras yo abarrotaba la comida extra en el refrigerador para la cena de otra noche.


Hicimos una pequeña plática mientras comíamos, Paula y Lily rememorando su día de chicas.


Una vez que terminamos con la cena, Paula se paró de un salto de su silla. —Oh, casi lo olvidaba. Conseguí postre. —Recuperó la caja rosa de la panadería de la encimera.


Sacudí mi cabeza lentamente. —Nos consientes. ¿Qué 
conseguiste?


—Pastelitos, ¿qué más? —Sonrió.


Reí entre dientes y Lily aplaudió, completamente ignorante del apodo de Paula. Me incliné, cubriendo un brazo a través del respaldo de la silla de Paula  mientras ella sacaba un pastelito de glaseado rosa de la caja y lo colocaba enfrente de Lily, quitando la envoltura de papel. Los ojos de Lily se ampliaron y no perdió tiempo en morder el enorme premio. 


Por su entusiasmo, pensarías que nunca he alimentado a la pobre niña.Paula se rió entre dientes y limpió glaseado rosa de la punta de la nariz de Lily.


Observamos a Lily comer su pastelito en relativo silencio. —
No tenías que hacer todo esto lo sabes.


—Quería hacerlo —devolvió.


Sabía que era inútil discutir con ella, pero algo sobre esto no estaba muy bien conmigo. ¿Ella estaba aquí cuidando de Lily y frecuentándome porque se sentía mal por nosotros?


No éramos un caso de jodida caridad para que sienta lástima.


Aparentando sentir mi estado de ánimo, Paula mojó su dedo índice en el glaseado de un pastelito y lo llevó a mi boca, sus ojos brillando con desafío.


Alcancé y sujeté su muñeca, mis ojos se encerraron en los de ella mientras arremolinaba mi lengua suavemente a través de la almohadilla de su dedo.


Paula dejó salir un gemido profundo. Lily soltó una risita con nuestro espectáculo, recordándonos el hecho de que teníamos una audiencia.


Aclaré mi garganta, tratando de recuperar algo de compostura y detener el palpitante dolor abajo en mis bolas. —¿Quieres mostrarle a Paula cómo abrir el agua de la tina mientras limpio la cocina?


Lily se paró de un salto y con una mano sujetando su andadera, agarró la mano de Paula con la otra. —Ven, Pau. Te mostraré donde guardo las burbujas.


Observándolas juntas me pregunté si Lily necesitaba un modelo a seguir femenino más estable en su vida. El pensamiento era aleccionador.


Limpié la cocina con el sonido de placenteras carcajadas femeninas y salpicaduras de agua viniendo del pasillo. Una vez que terminé, me asomé en el baño, encontrando a Lily cubierta de burbujas, jugando con sus juguetes de bañera y Paula arrodillada sobre el lado de la tina, contoneando ese pequeño trasero hacia mí. Me tomé un momento para inspeccionar su bien formado culo, la forma que sus jeans abrazaban sus curvas y la manera que su camisa se había
subido, exponiendo la curva de su espalda baja. Era tan sexy y ella ni siquiera lo sabía. Y ver su lado maternal con Lily—demonios, eso sólo desencadenó todas las clases de macho alfa en mí. La deseaba.


Me atraparon mirando y Paula se enderezó, jalando su camisa abajo para cubrir la piel desnuda de su espalda.


—Pau, puedes bañarte y usar mis burbujas cuando termine, si quieres —dijo Lily.


Los ojos de Paula se ampliaron, el rubor subiendo en sus mejillas. Le dio a la pequeña niña una sonrisa temblorosa. —Oh, no gracias, amor. Estoy bien así.


—Termina. Es la hora de dormir —gruñí.


Se giraron con la brusquedad de mi voz y los ojos de Paula se detuvieron en los míos. —Ven, vamos a enjuagarte —instruyó, su voz tan temblorosa como la mía.


Paula metió a Lily en la cama y me encontró en la sala de estar. Sin decir una palabra o un momento de duda, Paula cruzó la habitación y subió a mi regazo.


Ahuequé su culo, jalándola más cerca, y la besé. Sus suaves, dulces besos estaban jugando con mi cabeza. Esto ya no se sentía como si sólo estuviéramos haciendo el tonto. 


Se sentía como algo más. Mucho más.





jueves, 26 de mayo de 2016

DURO DE AMAR: CAPITULO 20




Pedro me levantó a su regazo, así que estaba a horcajadas sobre él, mi vestido se subió alrededor de mis piernas. 


Arrastró sus dedos a lo largo de mi muslo expuesto, trazando un patrón perezoso. — ¿Estás segura de que quieres esto? —susurró.


Mi corazón latía tan fuerte que pensé que estaba a punto de estallar a través de mi caja torácica. Podía sentir su erección presionando en el vértice de mis muslos. Quiero esto, ¿no? 


¿No era por eso que estaba aquí? Dios, estaba confundida.


—Lo dudaste —sopló sobre mi cuello antes de retroceder para mirarme a los ojos.


—Lo sé.


Enderezó el vestido a mí alrededor, asegurándose de que seguía presentable.


—Escucha, no tenemos que hacer nada que no tu no quieras —continuó seduciéndome, trazando un dedo más arriba de mi muslo, avanzando deliciosamente más cerca del borde de mis bragas.


Gemí.


—Te deseo. Como no tienes idea. Pero tú marcarás el ritmo, ¿de acuerdo?


Asentí con la cabeza. —Está bien —Al instante me sentí mejor, aliviada y segura de lo que quería y no quería—. Nada de sexo... pero ¿podemos hacer algunas, um, otras cosas?


Se echó a reír, con una risa gutural profunda retumbando en su pecho. — Todo lo que quieras, nena.


Mierda. Probablemente sonaba tan extraño. No sabía la mejor manera de abordar esto. Pero por suerte, Pedro tomó la delantera y no me hizo vocalizar lo que quería.



Su boca capturó la mía en un beso profundo, y mi lengua no tardó en seguir su ejemplo, acariciando y enredándose con la suya.


Traté de no comparar cada movimiento de Pedro a los de su video, pero era difícil. Las imágenes se repetían en mi cabeza, pero hasta ahora, este momento era únicamente nuestro. Sus dedos se deslizaron a lo largo de mis pantorrillas y subió hasta mis rodillas, separándolas ligeramente para que pudiera presionar más cerca de mí.


—¿Qué pasa con Lily? —le dije entre besos.


—Está dormida.


—¿Y si se despierta?


—La escucharemos —continuó besándome.


Supuse que tenía razón. Escucharíamos su andador moviéndose a través del piso de madera.


Él desabrochó mi vestido lentamente, tomándose su tiempo para besar y mordisquear mi labios, el cuello y la clavícula con cada botón liberado con éxito. Cuando levantó el vestido por encima de mi cabeza, subí mis brazos obedientemente, lo que le permitió llevarlo a cabo. Empujé mi amplio pecho hacia fuera para su inspección.


Sus ojos se inundaron con deseo mientras me miraba. —Maldita sea, pastelito —Miré hacia mi sujetador blanco, deseando haber escuchado los consejos de Martina en comprar ropa interior nueva, pero Pedro no parecía en lo más mínimo verse obstaculizado por mi sujetador y bragas de algodón blanco. Me alegré de haber tomado su consejo y afeitarme hoy.


Los pulgares de Pedro rozaron a través de mis pezones. 


Dejé escapar un gemido gutural. Continuó sus trazos tortuosos a lo largo de mis pechos, sus dedos se sumergieron en el corte y se deslizan través de las puntas endurecidas.


Me pregunté si me iba a quitar el sujetador, o si tal vez esperaba mi permiso.


—¿Dijiste que querías saber cómo complacerme? —Levantó barbilla para mirarlo a los ojos—. Considera esta lección la número uno. No tengas miedo de pedir lo que quieres. Escucharte decirlo me excita.


Tomé un respiro y lo contuve. De ningún modo sería buena en hablar sucio. Sería como pedirme que hable un idioma diferente. Ni siquiera podía vocalizar lo que quería en el simple español.


Sus manos cayeron de mi barbilla y apretó los dos senos, alrededor de las palmas de sus manos. —He estado soñando con tus tetas durante semanas. Verlas saltando sobre mí mientras montas mi polla.


Dejé escapar un quejido ante sus palabras, una inundación de calor humedeció mi sexo.


Pedro sonrió como si fuera una victoria. —Intentalo.


Mis nervios volvieron mientras trataba de pensar. Me retorcí en su regazo y sentí la carnosidad dura presionando contra mí. Antes de que me diera cuenta, lo había dicho impulsivamente. —Me encanta la sensación de tu polla dura—Dios sonó estúpido. Pero la cabeza de Pedro se dejó caer en el sofá y cerró los ojos, como saboreando mis palabras. 


Al instante me sentí orgullosa.


Me guio hasta su boca por la parte de atrás de mi cuello, enroscando sus dedos en mi cabello. —¿Quieres jugar con ella?


Asentí con la cabeza, incapaz de formar palabras.


Sonrió contra mis labios. —Buena chica. Pero todavía no. Primero necesito hacerte venir.


¿Necesita… qué? ¿Hacerme venir? Oh...


Metió la mano en torno a la parte trasera del broche de mi sujetador y lo liberó con un solo toque, y luego bajó las correas de mis hombros y lo tiró en el suelo al lado de nosotros.


Su boca se unió a sus manos en las caricias, lamiendo y chupando mis picos duros. Agarré su pelo y empujé mi pecho hacia su boca ansiosa, con ganas de más. —Oh Dios, eso se siente bien —gemí.


Antes de que tuviera tiempo para examinar lo que estaba pasando, me dio la vuelta para estar acostada de espaldas en el sofá y él estaba de rodillas en el suelo a mi lado, deslizando mis bragas por mis piernas.


—Quiero oírte gritar mi nombre... —susurró contra mi muslo interno.


Eso no iba a suceder. Estaba muy consciente de no querer despertar a Lily. Jesús. Al menos uno de nosotros pensaba con claridad.


Metió sus dedos entre mis muslos, ligeramente pasándolos a lo largo de mis pliegues. —Estás totalmente mojada, nena —su voz era áspera, apenas sin control.


Me mordí el labio y abrí los muslos más ampliamente, permitiéndole explorar, sintiendo mucho más inseguridad.


Relajó un largo dedo dentro de mí, y lo deslizó dentro y fuera con una suave presión. —¿Te gusta eso, pastelito? —Puso un suave beso justo debajo de mi ombligo.


Gemí en respuesta.


Sus ojos se quedaron fijos en los míos, y añadió un segundo dedo. —Es tan apretado, tan hermoso —murmuró.


—Más, por favor —le supliqué.


Gimió y movió sus dedos más fuerte, conduciéndolos hacia mí hasta que estuve jadeando y retorciéndome bajo su mano talentosa. Luego se acomodó hacia abajo, barriendo su lengua sobre mi sexo y se hizo añicos mi mundo. El calor húmedo de su boca estalló a mí alrededor, la sensación causo que arqueara mis caderas en el sofá. 


Pedro —jadeé. Mierda. Demasiado para no gritar. No me importaba. Levanté mis caderas para encontrarme con su boca y salí de la ola pulsante mientras un intenso orgasmo estalló a través de mi centro. Abrí los ojos y encontré los ojos de Pedro aún clavados en mí.


—Eres hermosa —susurró.


Tragué saliva y me levanté, de repente insegura acerca de mi desnudez.


Pedro estaba todavía completamente vestido.


Su mano en mi brazo me detuvo. —¿A dónde crees que vas?


Miré hacia su entrepierna y me alarmé al ver el bulto clamando su liberación. Me lamí los labios secos. —¿Puedo coger mis bragas?


Sus labios se curvaron en la más pequeña de las sonrisas, pero las recogió con cautela del piso. —Si eso te hace sentir más cómoda, pero la parte de arriba se queda así —Leyó la parte trasera de la ropa—. Domingo ¿eh?


Las arranqué de sus manos y me las puse sobre las temblorosas piernas.


—¿Vas a enseñarme… qué hacer…? —miré hacia su ingle.


Rió y se sentó a mi lado en el sofá, entrelazando sus dedos en la nuca. — Todo tuyo, querida.


Desabroché el cinturón con torpeza y luego el botón y la cremallera. Una sonrisa apareció en mi boca ante la pequeña victoria y Pedro se inclinó a besarme.


Alzó las caderas mientras tiraba de sus pantalones y calzoncillos. Su grueso y rígido pene se liberó y me saludó, inhalé profundamente. —Aún estás afeitado —murmuré. Me pregunté si protagonizaría otro video próximamente.


La idea me excitaba al mismo tiempo que me molestaba.


Una sonrisa cruzó sus labios. —Dime algo… viste el video, ¿cierto?


Bajé la mirada.


—Respóndeme —Levantó mi cabeza, recorriendo con sus dedos mi garganta.


Asentí.


—¿Cuántas veces? —Su voz era baja y áspera.


Me estremecí. Aun cuando pudiera encontrar mi voz, no sabía la respuesta a esa pregunta. Eran demasiadas para contarlas.


—¿Te tocaste?


Asentí nuevamente.


—Mierda, eso es sexi —su voz áspera envió una corriente húmeda a mis bragas—. Muéstrame —ordenó.


Reuniendo todo mi coraje, me quité las bragas y llevé una mano entre mis piernas, apretando su muslo con mi otra mano ya que aún estaba sobre mis rodillas. Pedro mantuvo sus ojos en los míos antes de bajarlos hacia donde estaba mi mano, frotando círculos sobre mi clítoris. Aspiró y contuvo el aliento.


—Maldición nena, eso es lo más hermoso que he visto antes.


Le dirigí una sonrisa torcida y dejé caer la mano, de pronto sintiéndome insegura. Algunas cosas se hacían solamente en privado. —Se siente mejor cuando lo haces tú —admití.


Se inclinó hacia adelante y me besó, su mano se movió con naturalidad entre mis piernas. —¿Sí? —su dedo anular se deslizó con facilidad dentro de mí.


—Seh… —gruñí ante la repentina plenitud.


Lo movió a lo largo de mi muro interior y casi me derrumbé sobre el suelo. Agarré sus piernas y me mantuve recta. —Mis dedos son más largos — susurró—. Puedo alcanzar tu punto G —Mordisqueó mis labios con un beso rápido, masajeando el punto una y otra vez. Clavé las uñas en sus piernas—. Solo espera a que esté dentro de ti —susurró.


Gemí.


—Esta noche no, pastelito.


Me quejé. —Pedro.


—Shh —Su dedo continuó la tortura—. No te voy a follar esta noche.


Me estremecí con el término. —Quieres decir ¿hacer el amor?


Su dedo se detuvo en mi interior. —No, quiero decir follar. Si quieres hacer el amor, ve a ver a tu chico del club de campo, si quieres que te follen apropiadamente, vienes a mí —Su voz era ruda—. Pero no hasta que estés lista. No hasta que me lo pidas.


Asentí, sabiendo que tenía razón. No estaba lista, pero eso no quería decir que quisiera que él se detuviera, especialmente cuando estaba tan cerca otra vez.


Pedro comenzó a trabajar su dedo nuevamente contra el punto sensible.


Sujeté sus piernas y apreté los ojos mientras una presión intensa crecía en mi interior, floreciendo eventualmente en un orgasmo digno de un terremoto. Dejó escapar un torturado gruñido por lo bajo, observándome con el deseo quemando sus ojos. Los míos se cerraron en puro éxtasis mientras remontaba las sensaciones.


De pronto no podía esperar más para tocarlo. Me incliné hacia adelante y recorrí un camino de besos húmedos a lo largo de su asta. Su esencia almizclada era decididamente masculina y quería más. Lo deseaba de una manera totalmente primitiva y era completamente nuevo para mí.


Puse la cabeza en mi boca y probé la suave piel. Dejó escapar el aliento siseando entre los dientes. Mis manos se sumaron a la diversión, moviéndose arriba y abajo mientras devoraba su longitud.



—Maldición, nena —gruñó, dejando caer la cabeza hacia atrás contra el sofá.



No tenía idea de que esto podía ser tan placentero, pero me encontré perdiéndome en el ritmo, chupando, lamiendo y recorriendo mis manos por su miembro.


—Justo así, ángel. Acarícialo —Observó mis manos trabajarlo y emitió un profundo gruñido. Mi corazón saltó. Escuchar esos sonidos salir de él era tan sexi—. Me voy a correr —jadeó.


Segundos después, calientes chorros de semen explotaron en mi garganta Pedro dejó escapar un gruñido final.


Una sonrisa de satisfacción cruzó sus labios y me miró maravillado. — Maldición nena, no tenías que tragártelo —Acarició mi mandíbula con el pulgar, estudiándome detenidamente.


No era como que tuviera un plan bien definido. Solo había hecho lo que necesitaba hacer. No iba a correr al baño, con mi trasero moviéndose en su rostro mientras trotaba alejándome. No, gracias. Además, no había sido tan malo.


Sonrió soñoliento. —En caso de que te preguntes… eso se sintió jodidamente increíble.


Dejé de darle vueltas a su manera demasiado entusiasta de usar la palabra “J”, solo lo hacía más especial para mí. Pedro era un hombre. No había cambios para él ni modo de atenuar sus costumbres. Tal vez era mi estricta crianza, pero algo en mi interior envidiaba eso.


Una calidez inundó mis mejillas con su cumplido y alcé la barbilla para encontrar sus ojos. Continuó trazando círculos perezosos a lo largo de mi mejilla, trabajando su mano en mi cabello para masajear mi nuca, sin molestarse en guardar su pene de vuelta en sus pantalones. Ya que no le importaba nuestro estado semi desnudo, me relajé en sus caricias, descansando la cabeza en su muslo.


—¿Eso se siente bien, pastelito? —susurró.


—Mmmm —murmuré, ladeando la cabeza para darle un mejor acceso.


Sus dedos alcanzaron casi todo el trayecto alrededor de mi cuello y empleó una relajante pero fuerte presión. Se lo haría cada día si eso significaba obtener un masaje como este después. Me relajé en el sofá y desfruté de la tierna atención.


Varios minutos después, en el límite de caer dormida, me levanté y me vestí. Pedro enderezó sus ropas, presionó un rápido beso en mis labios y se fue por el corredor, asumí que a chequear a Lily. Por encima de todo, era un buen hermano mayor y eso era todo lo que realmente importaba.


Insegura de qué hacer conmigo misma, recogí las botellas de cerveza vacías y las llevé a la cocina. Las puse en el mostrador del fregadero, preguntándome dónde tenía la papelera de reciclaje, o si tenía siquiera una.


Pedro entró a la cocina detrás de mí.


—Sólo déjalo. Limpiaré en la mañana —Presionó un beso en mi nuca y me volví para abrazarlo, reconfortada por su cálido abrazo—. Déjame acompañarte. Quiero asegurarme de que llegues sana y salva a tu coche.


No hice comentario alguno de que mi auto se encontraba a diez metros de distancia, simplemente asentí. Lo dejé poner su mano en la parte baja de mi espalda y me escoltó hacia la puerta. Tal vez tenía algo que ver con nosotros y eso de compartir alitas de pollo, fútbol y sexo oral. Lo que fuera que sacó su vena protectora, no me iba a quejar. Era agradable.