jueves, 26 de mayo de 2016
DURO DE AMAR: CAPITULO 20
Pedro me levantó a su regazo, así que estaba a horcajadas sobre él, mi vestido se subió alrededor de mis piernas.
Arrastró sus dedos a lo largo de mi muslo expuesto, trazando un patrón perezoso. — ¿Estás segura de que quieres esto? —susurró.
Mi corazón latía tan fuerte que pensé que estaba a punto de estallar a través de mi caja torácica. Podía sentir su erección presionando en el vértice de mis muslos. Quiero esto, ¿no?
¿No era por eso que estaba aquí? Dios, estaba confundida.
—Lo dudaste —sopló sobre mi cuello antes de retroceder para mirarme a los ojos.
—Lo sé.
Enderezó el vestido a mí alrededor, asegurándose de que seguía presentable.
—Escucha, no tenemos que hacer nada que no tu no quieras —continuó seduciéndome, trazando un dedo más arriba de mi muslo, avanzando deliciosamente más cerca del borde de mis bragas.
Gemí.
—Te deseo. Como no tienes idea. Pero tú marcarás el ritmo, ¿de acuerdo?
Asentí con la cabeza. —Está bien —Al instante me sentí mejor, aliviada y segura de lo que quería y no quería—. Nada de sexo... pero ¿podemos hacer algunas, um, otras cosas?
Se echó a reír, con una risa gutural profunda retumbando en su pecho. — Todo lo que quieras, nena.
Mierda. Probablemente sonaba tan extraño. No sabía la mejor manera de abordar esto. Pero por suerte, Pedro tomó la delantera y no me hizo vocalizar lo que quería.
Su boca capturó la mía en un beso profundo, y mi lengua no tardó en seguir su ejemplo, acariciando y enredándose con la suya.
Traté de no comparar cada movimiento de Pedro a los de su video, pero era difícil. Las imágenes se repetían en mi cabeza, pero hasta ahora, este momento era únicamente nuestro. Sus dedos se deslizaron a lo largo de mis pantorrillas y subió hasta mis rodillas, separándolas ligeramente para que pudiera presionar más cerca de mí.
—¿Qué pasa con Lily? —le dije entre besos.
—Está dormida.
—¿Y si se despierta?
—La escucharemos —continuó besándome.
Supuse que tenía razón. Escucharíamos su andador moviéndose a través del piso de madera.
Él desabrochó mi vestido lentamente, tomándose su tiempo para besar y mordisquear mi labios, el cuello y la clavícula con cada botón liberado con éxito. Cuando levantó el vestido por encima de mi cabeza, subí mis brazos obedientemente, lo que le permitió llevarlo a cabo. Empujé mi amplio pecho hacia fuera para su inspección.
Sus ojos se inundaron con deseo mientras me miraba. —Maldita sea, pastelito —Miré hacia mi sujetador blanco, deseando haber escuchado los consejos de Martina en comprar ropa interior nueva, pero Pedro no parecía en lo más mínimo verse obstaculizado por mi sujetador y bragas de algodón blanco. Me alegré de haber tomado su consejo y afeitarme hoy.
Los pulgares de Pedro rozaron a través de mis pezones.
Dejé escapar un gemido gutural. Continuó sus trazos tortuosos a lo largo de mis pechos, sus dedos se sumergieron en el corte y se deslizan través de las puntas endurecidas.
Me pregunté si me iba a quitar el sujetador, o si tal vez esperaba mi permiso.
—¿Dijiste que querías saber cómo complacerme? —Levantó barbilla para mirarlo a los ojos—. Considera esta lección la número uno. No tengas miedo de pedir lo que quieres. Escucharte decirlo me excita.
Tomé un respiro y lo contuve. De ningún modo sería buena en hablar sucio. Sería como pedirme que hable un idioma diferente. Ni siquiera podía vocalizar lo que quería en el simple español.
Sus manos cayeron de mi barbilla y apretó los dos senos, alrededor de las palmas de sus manos. —He estado soñando con tus tetas durante semanas. Verlas saltando sobre mí mientras montas mi polla.
Dejé escapar un quejido ante sus palabras, una inundación de calor humedeció mi sexo.
Pedro sonrió como si fuera una victoria. —Intentalo.
Mis nervios volvieron mientras trataba de pensar. Me retorcí en su regazo y sentí la carnosidad dura presionando contra mí. Antes de que me diera cuenta, lo había dicho impulsivamente. —Me encanta la sensación de tu polla dura—Dios sonó estúpido. Pero la cabeza de Pedro se dejó caer en el sofá y cerró los ojos, como saboreando mis palabras.
Al instante me sentí orgullosa.
Me guio hasta su boca por la parte de atrás de mi cuello, enroscando sus dedos en mi cabello. —¿Quieres jugar con ella?
Asentí con la cabeza, incapaz de formar palabras.
Sonrió contra mis labios. —Buena chica. Pero todavía no. Primero necesito hacerte venir.
¿Necesita… qué? ¿Hacerme venir? Oh...
Metió la mano en torno a la parte trasera del broche de mi sujetador y lo liberó con un solo toque, y luego bajó las correas de mis hombros y lo tiró en el suelo al lado de nosotros.
Su boca se unió a sus manos en las caricias, lamiendo y chupando mis picos duros. Agarré su pelo y empujé mi pecho hacia su boca ansiosa, con ganas de más. —Oh Dios, eso se siente bien —gemí.
Antes de que tuviera tiempo para examinar lo que estaba pasando, me dio la vuelta para estar acostada de espaldas en el sofá y él estaba de rodillas en el suelo a mi lado, deslizando mis bragas por mis piernas.
—Quiero oírte gritar mi nombre... —susurró contra mi muslo interno.
Eso no iba a suceder. Estaba muy consciente de no querer despertar a Lily. Jesús. Al menos uno de nosotros pensaba con claridad.
Metió sus dedos entre mis muslos, ligeramente pasándolos a lo largo de mis pliegues. —Estás totalmente mojada, nena —su voz era áspera, apenas sin control.
Me mordí el labio y abrí los muslos más ampliamente, permitiéndole explorar, sintiendo mucho más inseguridad.
Relajó un largo dedo dentro de mí, y lo deslizó dentro y fuera con una suave presión. —¿Te gusta eso, pastelito? —Puso un suave beso justo debajo de mi ombligo.
Gemí en respuesta.
Sus ojos se quedaron fijos en los míos, y añadió un segundo dedo. —Es tan apretado, tan hermoso —murmuró.
—Más, por favor —le supliqué.
Gimió y movió sus dedos más fuerte, conduciéndolos hacia mí hasta que estuve jadeando y retorciéndome bajo su mano talentosa. Luego se acomodó hacia abajo, barriendo su lengua sobre mi sexo y se hizo añicos mi mundo. El calor húmedo de su boca estalló a mí alrededor, la sensación causo que arqueara mis caderas en el sofá.
—Pedro —jadeé. Mierda. Demasiado para no gritar. No me importaba. Levanté mis caderas para encontrarme con su boca y salí de la ola pulsante mientras un intenso orgasmo estalló a través de mi centro. Abrí los ojos y encontré los ojos de Pedro aún clavados en mí.
—Eres hermosa —susurró.
Tragué saliva y me levanté, de repente insegura acerca de mi desnudez.
Pedro estaba todavía completamente vestido.
Su mano en mi brazo me detuvo. —¿A dónde crees que vas?
Miré hacia su entrepierna y me alarmé al ver el bulto clamando su liberación. Me lamí los labios secos. —¿Puedo coger mis bragas?
Sus labios se curvaron en la más pequeña de las sonrisas, pero las recogió con cautela del piso. —Si eso te hace sentir más cómoda, pero la parte de arriba se queda así —Leyó la parte trasera de la ropa—. Domingo ¿eh?
Las arranqué de sus manos y me las puse sobre las temblorosas piernas.
—¿Vas a enseñarme… qué hacer…? —miré hacia su ingle.
Rió y se sentó a mi lado en el sofá, entrelazando sus dedos en la nuca. — Todo tuyo, querida.
Desabroché el cinturón con torpeza y luego el botón y la cremallera. Una sonrisa apareció en mi boca ante la pequeña victoria y Pedro se inclinó a besarme.
Alzó las caderas mientras tiraba de sus pantalones y calzoncillos. Su grueso y rígido pene se liberó y me saludó, inhalé profundamente. —Aún estás afeitado —murmuré. Me pregunté si protagonizaría otro video próximamente.
La idea me excitaba al mismo tiempo que me molestaba.
Una sonrisa cruzó sus labios. —Dime algo… viste el video, ¿cierto?
Bajé la mirada.
—Respóndeme —Levantó mi cabeza, recorriendo con sus dedos mi garganta.
Asentí.
—¿Cuántas veces? —Su voz era baja y áspera.
Me estremecí. Aun cuando pudiera encontrar mi voz, no sabía la respuesta a esa pregunta. Eran demasiadas para contarlas.
—¿Te tocaste?
Asentí nuevamente.
—Mierda, eso es sexi —su voz áspera envió una corriente húmeda a mis bragas—. Muéstrame —ordenó.
Reuniendo todo mi coraje, me quité las bragas y llevé una mano entre mis piernas, apretando su muslo con mi otra mano ya que aún estaba sobre mis rodillas. Pedro mantuvo sus ojos en los míos antes de bajarlos hacia donde estaba mi mano, frotando círculos sobre mi clítoris. Aspiró y contuvo el aliento.
—Maldición nena, eso es lo más hermoso que he visto antes.
Le dirigí una sonrisa torcida y dejé caer la mano, de pronto sintiéndome insegura. Algunas cosas se hacían solamente en privado. —Se siente mejor cuando lo haces tú —admití.
Se inclinó hacia adelante y me besó, su mano se movió con naturalidad entre mis piernas. —¿Sí? —su dedo anular se deslizó con facilidad dentro de mí.
—Seh… —gruñí ante la repentina plenitud.
Lo movió a lo largo de mi muro interior y casi me derrumbé sobre el suelo. Agarré sus piernas y me mantuve recta. —Mis dedos son más largos — susurró—. Puedo alcanzar tu punto G —Mordisqueó mis labios con un beso rápido, masajeando el punto una y otra vez. Clavé las uñas en sus piernas—. Solo espera a que esté dentro de ti —susurró.
Gemí.
—Esta noche no, pastelito.
Me quejé. —Pedro.
—Shh —Su dedo continuó la tortura—. No te voy a follar esta noche.
Me estremecí con el término. —Quieres decir ¿hacer el amor?
Su dedo se detuvo en mi interior. —No, quiero decir follar. Si quieres hacer el amor, ve a ver a tu chico del club de campo, si quieres que te follen apropiadamente, vienes a mí —Su voz era ruda—. Pero no hasta que estés lista. No hasta que me lo pidas.
Asentí, sabiendo que tenía razón. No estaba lista, pero eso no quería decir que quisiera que él se detuviera, especialmente cuando estaba tan cerca otra vez.
Pedro comenzó a trabajar su dedo nuevamente contra el punto sensible.
Sujeté sus piernas y apreté los ojos mientras una presión intensa crecía en mi interior, floreciendo eventualmente en un orgasmo digno de un terremoto. Dejó escapar un torturado gruñido por lo bajo, observándome con el deseo quemando sus ojos. Los míos se cerraron en puro éxtasis mientras remontaba las sensaciones.
De pronto no podía esperar más para tocarlo. Me incliné hacia adelante y recorrí un camino de besos húmedos a lo largo de su asta. Su esencia almizclada era decididamente masculina y quería más. Lo deseaba de una manera totalmente primitiva y era completamente nuevo para mí.
Puse la cabeza en mi boca y probé la suave piel. Dejó escapar el aliento siseando entre los dientes. Mis manos se sumaron a la diversión, moviéndose arriba y abajo mientras devoraba su longitud.
—Maldición, nena —gruñó, dejando caer la cabeza hacia atrás contra el sofá.
No tenía idea de que esto podía ser tan placentero, pero me encontré perdiéndome en el ritmo, chupando, lamiendo y recorriendo mis manos por su miembro.
—Justo así, ángel. Acarícialo —Observó mis manos trabajarlo y emitió un profundo gruñido. Mi corazón saltó. Escuchar esos sonidos salir de él era tan sexi—. Me voy a correr —jadeó.
Segundos después, calientes chorros de semen explotaron en mi garganta y Pedro dejó escapar un gruñido final.
Una sonrisa de satisfacción cruzó sus labios y me miró maravillado. — Maldición nena, no tenías que tragártelo —Acarició mi mandíbula con el pulgar, estudiándome detenidamente.
No era como que tuviera un plan bien definido. Solo había hecho lo que necesitaba hacer. No iba a correr al baño, con mi trasero moviéndose en su rostro mientras trotaba alejándome. No, gracias. Además, no había sido tan malo.
Sonrió soñoliento. —En caso de que te preguntes… eso se sintió jodidamente increíble.
Dejé de darle vueltas a su manera demasiado entusiasta de usar la palabra “J”, solo lo hacía más especial para mí. Pedro era un hombre. No había cambios para él ni modo de atenuar sus costumbres. Tal vez era mi estricta crianza, pero algo en mi interior envidiaba eso.
Una calidez inundó mis mejillas con su cumplido y alcé la barbilla para encontrar sus ojos. Continuó trazando círculos perezosos a lo largo de mi mejilla, trabajando su mano en mi cabello para masajear mi nuca, sin molestarse en guardar su pene de vuelta en sus pantalones. Ya que no le importaba nuestro estado semi desnudo, me relajé en sus caricias, descansando la cabeza en su muslo.
—¿Eso se siente bien, pastelito? —susurró.
—Mmmm —murmuré, ladeando la cabeza para darle un mejor acceso.
Sus dedos alcanzaron casi todo el trayecto alrededor de mi cuello y empleó una relajante pero fuerte presión. Se lo haría cada día si eso significaba obtener un masaje como este después. Me relajé en el sofá y desfruté de la tierna atención.
Varios minutos después, en el límite de caer dormida, me levanté y me vestí. Pedro enderezó sus ropas, presionó un rápido beso en mis labios y se fue por el corredor, asumí que a chequear a Lily. Por encima de todo, era un buen hermano mayor y eso era todo lo que realmente importaba.
Insegura de qué hacer conmigo misma, recogí las botellas de cerveza vacías y las llevé a la cocina. Las puse en el mostrador del fregadero, preguntándome dónde tenía la papelera de reciclaje, o si tenía siquiera una.
Pedro entró a la cocina detrás de mí.
—Sólo déjalo. Limpiaré en la mañana —Presionó un beso en mi nuca y me volví para abrazarlo, reconfortada por su cálido abrazo—. Déjame acompañarte. Quiero asegurarme de que llegues sana y salva a tu coche.
No hice comentario alguno de que mi auto se encontraba a diez metros de distancia, simplemente asentí. Lo dejé poner su mano en la parte baja de mi espalda y me escoltó hacia la puerta. Tal vez tenía algo que ver con nosotros y eso de compartir alitas de pollo, fútbol y sexo oral. Lo que fuera que sacó su vena protectora, no me iba a quejar. Era agradable.
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Excelentes los 3 caps, cada vez más linda esta historia.
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