sábado, 30 de enero de 2016
A TRES PASOS: CAPITULO 19
El vuelo a Alepo se le hizo eterno y cuando llegó al aeropuerto estaba agotada. Pero un hombre joven con un cartel con su nombre la esperaba a la salida y ella sonrió –Yo soy la doctora Chaves.
-Bienvenida- dijo extendiendo la mano. Se la estrechó y un hombre que había al lado los miró mal. –Aquí tenemos mucho trabajo y eres muy bienvenida.
Sonrió apartando la mano rápidamente y asintió- ¿Nos vamos? Estoy agotada.
-Sí, aunque tendrás que dormir en el coche, porque tenemos dos horas de viaje hasta nuestra ubicación. Por cierto, soy Wilson Patrick.
-Bien Wilson, pues vamos allá.- dijo poniéndose la mochila al hombro.
Al salir sintió el calor y empezó a sudar enseguida. – ¡Vaya!
-Te acostumbrarás.
Wilson tenía ganas de que le hablara de todo lo que pasaba en casa y ella que sabía que no iba a poder descansar, le habló de todo un poco. Al llegar vio el enorme campamento.- Sí que debe haber trabajo.
-Bastante, toda ayuda es poca. Ven, que te presentó al jefe.
Le cogió la mochila y la llevó hasta una tienda de campaña donde un hombre estaba pasando consulta. Debía tener sobre cuarenta años e intentaba que un niño tomara una medicina de una cuchara. Levantó la vista y sonrió al verlos- Enseguida estoy con vosotros.
Le hizo una mueca graciosa al niño y Paula sonrió al ver como distraído el niño se tragaba la medicina. Su madre con un traje que la cubría de arriba abajo mostrando únicamente los ojos, le dijo algo al niño y lo cogió en brazos. El idioma iba a ser un problema.
-Él es Christopher, el jefe- Paula se acercó con la mano extendida y él se la estrechó –Me alegro de estar aquí.
-¿Qué tal el viaje?
-Agotador.
-Pues vete a descansar y en cuanto te repongas, te pondré al día. Si lo hago ahora, no tendré toda tu atención.-le guiñó un ojo.- Wilson ¿te encargas tú?
-Claro. Ven por aquí, Paula.- la llevó a través de varias tiendas y le indicó una –Tendrás que compartirla con Julia, la enfermera jefe.
-No me importa- dijo entrando y viendo la litera vacía. No había mucho espacio, pero no iba a pasar dentro mucho tiempo.
-Te dejo para que duermas un poco. Seguramente dormirás hasta mañana, pero te dejaré un plato de comida sobre la mesa por si te despiertas con hambre.
-Gracias. Eres muy amable- susurró quitándose las botas.
Wilson la miró- Aquí no sólo cuidarás de los demás sino que cuidaremos de ti.-dijo antes de irse.
Cuando se tumbó vestida sobre la cama, miró la lona y pensó que allí tendría que acostumbrarse a dormir con luz.
A TRES PASOS: CAPITULO 18
Diez días después, sin llamarla ni una sola vez, se dio cuenta que no sólo había tenido una sesión y cuando pasó un mes, se dijo a sí misma que aquello no tenía futuro.
Malena no sabía qué decirle después de haberse desahogado, porque se veía a la legua que estaba totalmente enamorada de él.
Fueron unos días eternos y se pasaba casi todo su tiempo libre tumbada en el sofá totalmente deprimida. Contrató a alguien para que le anclara la estantería y al fin pudo colocar sus libros. También le cambiaron la lámpara de la cocina y le quitaron el agujero de la pared pero la mancha del sofá no se quitó. Aquel color anaranjado en el centro del cojín le recordaba que Pedro quería hacerle daño y lo estaba consiguiendo.
Un sábado estaba en la cama mirando al techo porque ese día no trabajaba y escuchó ruidos en el piso de al lado.
Entrecerró los ojos mirando en esa dirección y salió lentamente de la cama. No podía ser que hubiera vuelto y no se hubiera acercado a saludar.
En pijama corto de verano, salió del piso y vio que la puerta estaba abierta. Al entrar se quedó de piedra al ver a varios hombres recogiendo cosas- ¿Qué hacen?
-La mudanza.
-¿La qué? –asombrada vio que metían los trastos de Pedro en cajas.
Un hombre de unos sesenta años con un bigote canoso enorme y una gran barriga, se acercó- La mudanza del señor Alfonso.
Sintió que su mundo se desmoronaba mientras aquel hombre la observaba preocupado por su palidez- ¿Se encuentra bien?
Asintió y susurró- ¿Y a dónde llevan los muebles? Soy su vecina, es por si llega alguna carta o algo.
-Ah –se alejó hasta una tablilla y levantó una hoja- A los Ángeles. Le escribiré la dirección por si ocurre algo.
-Gracias.
Se iba a los Ángeles y no le había dicho nada. Maldito cobarde. Se iba a enterar. Cogió el papel que le tendió el hombre y después de volver a agradecérselo volvió hasta su piso.
Lo primero que hizo fue coger su móvil y llamar a Carolina.- ¿Sabías que se iba a los Ángeles?
-Me lo dijo ayer por la noche.
-¿Sin decirme nada? ¿Se esfuma y ya está?
-Me ha dicho que necesita un cambio- su hermana estaba claramente preocupada –Ni yo he podido convencerle.
-Le voy a llamar.
-A ver si a ti te escucha.-dijo esperanzada.- Leticia se ha llevado un disgusto horrible y Roberto está a punto de subir al primer avión.
-¿Ya está allí?
-Está buscando apartamento. Ya ha puesto los pisos a la venta.
Cerró los ojos pasándose la mano por la frente- Esto es increíble.
-Quiere romper con todo y no sé qué hacer- dijo su hermana llorando.
-No te preocupes, lo arreglaré.
-Si te enteras de algo, llámame.
Después de colgar marcó el número de Pedro pero no se lo cogió. Descolgó después de la tercera llamada- ¿Diga?
-¿Qué estás haciendo, Pedro?
-Creo que está claro.
-No hace falta que te vayas de la ciudad para perderme de vista. Lo he cogido- dijo sintiendo que su vientre se desgarraba.- Lo que menos quiero es que te separes de tu familia por mi culpa. No hace falta que pongas el país por medio.
El silencio al otro lado de la línea, le hizo cerrar los ojos intentando retener las lágrimas.- Me iré yo. –susurró.-Buscaré otro piso.
-Paula….
Sorbió por la nariz antes de decir- No te preocupes ¿vale? Antes de que vuelvas ya no estaré aquí. Pero vuelve, por favor. Leticia tiene un disgusto enorme y no quiero que recaiga sobre mi conciencia que te separes de tu familia por mí.
-Yo te compro el piso por lo que pagaste, si quieres.
Asintió mordiéndose la lengua pensando que al final siempre se salía con la suya- Le diré a mi abogado que se ponga en contacto contigo. Adiós, Pedro.
-Paula…- colgó antes de escuchar nada más, porque un sollozo escapó de su garganta. Desgarrada se sentó en el sofá apretándose el estómago pensando que era una pena porque cuando estaban bien, era maravilloso. Miró a su alrededor y apretó los labios pensando que iba a echar de menos esa casa por todo lo que conllevaba, pero no podía obligarle a aceptarla en su vida.
Se levantó con las piernas temblorosas y fue hasta el armario. Sólo se llevaría su ropa. Todo lo demás lo dejaría allí porque no pensaba llevarse nada más. Le recordaría a Pedro y quería erradicarlo de su mente. Después de hacer las maletas vestida en vaqueros y camiseta, llamó a Carolina.- Dios mío, ¿al final te vas tú?
-Sí. Ya he hecho las maletas.
-No sé cómo agradecerte- Carolina se echó a llorar. –Gracias, Paula.
-No tienes que agradecerme nada. Además me han ofrecido un trabajo fuera de la ciudad y estoy pensando en aceptarlo.
-¿Un trabajo en otro estado?
Sonrió irónica- Sí, en otro estado.
-Siento no volver a verte.
-Son cosas que pasan. Adiós, Carolina. Dale un beso muy fuerte a Leticia de mi parte.
-Adiós, Paula. Suerte.
***
Cuando su amiga la vio con las maletas ante su puerta, solamente extendió los brazos para abrazarla con fuerza. Se pasaron todo el día y toda la noche hablando. Paula se dio cuenta que necesitaba un cambio y le dijo que estaba pensando aceptar el trabajo nuevo.
-No puedes salir huyendo.
-No huyo. Sólo es un cambio temporal. Volveré.
-No me gusta que te vayas. ¡Estoy embarazada, tienes que apoyarme!- dijo su amiga con tristeza.
-Todavía tengo que pensarlo bien.
Una semana después su abogado la llamó diciendo que tenía que firmar unos papeles. Después de hacerlo, recibió una transferencia con el dinero y sintió al ver el recibo que su vida había terminado. Ya no tenía ganas de nada. Su amiga la observaba preocupada y se dio cuenta que era una carga para ella, cuando estaba empezando a disfrutar de su nueva vida con su pareja. Así que se decidió. Habló con su jefe que le concedió la excedencia y una semana después tenía la mochila hecha para coger su vuelo a la mañana siguiente. – ¿Estás segura de lo que vas a hacer? ¿Lo has hablado con Santiago?
-No- respondió mirando su café- No le he comentado nada. No quería preocuparlo.
-¡Por Dios, te vas con médicos sin fronteras a una zona inhóspita de Siria! ¡Allí están en guerra!
-Necesitan médicos y la experiencia será enriquecedora.
-¡Eso sino te matan!- Malena tomó aire intentando tranquilizarse- Tienes que pensarlo más, hablarlo con tu hermano.
-Todo está bien- forzó una sonrisa mostrando la enormes ojeras que tenía desde que se había ido del piso. –Necesito hacer esto.
-¿Quieres castigarte por algo? Tú no has hecho nada malo.
-En este momento necesito saber que mi vida tiene sentido.-dijo al borde de las lágrimas- ¿Lo entiendes? Allí ayudaré a gente.
-¡Ayúdalos aquí!
-La decisión está tomada Malena y necesito que me apoyes en esto.
Su amiga la miró con sus ojos marrones y la abrazó- Como te pase algo, te mato.
Sonrió aferrándose a lo único fijo que tenía en su vida- Te quiero. Te voy a echar de menos.
-Quiero que me llames y me escribas mails todos los días.
-Lo haré.
A TRES PASOS: CAPITULO 17
Esa noche hicieron el amor sin preocuparse por si los oían.
A Paula le pareció divertido y Pedro no la dejó en paz en toda la noche.
Al día siguiente notó algo distinto en Pedro. – ¿Has tenido una pesadilla?- preguntó al notar que estaba más taciturno de lo normal.
-No- se levantó de la mesa de la cocina y salió. Paula sorprendida de su reacción se quedó mirando el boquete del tabique que seguía sin arreglar. No lo había hecho ella porque esperaba que fuera él quien lo hiciera como había prometido. La estantería también seguía sin terminar de montar en el salón, esperando que la anclara en la pared como Brian había dicho. Paula apretó los labios y se levantó a limpiar la cocina.
Estaba terminando de poner el lavavajillas cuando oyó que cerraba la puerta de su casa con llave lo que significaba que se iba. Esperó limpiando la encimera a que pasara por su casa a despedirse, pero no lo hizo y se preguntó si lo estaba agobiando demasiado. Ahora que estaban solos notaba mucho más su cercanía y él se resistía.
Decidió pasarse por el hospital porque ya era hora de empezar a trabajar. Cuando llegó a la planta de psiquiatría se encontró con el jefe de departamento. – ¡Paula, por fin!- dijo el hombre de sesenta años con un montón de expedientes en la mano.- ¡Tienes que incorporarte ya!
-¿Hay desesperación en tu voz, Sebastian?
-¡Sí!
Paula se echó a reír- Todavía no tengo el alta.
-Pues corre a por ella. ¿A qué esperas?
-Empiezo mañana.
-¡No fastidies! ¡Es una orden!
Paula se echó a reír viéndolo alejarse. Siempre se habían llevado muy bien e iba a ser muy agradable trabajar con él continuamente. Fue a buscar a Orson que la miró de arriba abajo para después mirar un historial- ¿Molestias?
-Tengo el costado algo dolorido pero es normal. La musculatura todavía se está recuperando.
-¿Algo más?
-No, doctor.
-Enviaré tu alta a personal.
-¿Has visto a Malena?
-Estará vomitando por las esquinas.
-¿Está enferma?
Orson la miró levantando una ceja y Paula abrió la boca sorprendida- ¡No!
-No sé si lo sabe, pero es tan obvio que deberían retirarle el título.
-¿Martin lo sabe?
Su amigo le guiñó un ojo- Está tan acojonado que no sabe si decírselo o que se dé cuenta sola.
Paula se echó a reír a carcajadas y abrazó a Orson antes de salir a buscar a su amiga corriendo por el pasillo. Al llegar a maternidad, se encontró con Malena en el pasillo de las parturientas. – ¡Gracias a Dios que estás aquí!- dijo su amiga cogiéndola por la mano y metiéndola en el cuarto de la limpieza.- ¡Estoy metida en un lío!
-¿Cómo de gordo?- preguntó disimulando.
-Uno enorme dentro de nueve meses.
Paula sonrió radiante y Malena entrecerró los ojos- Reaccionas como si ya lo supieras.- al ver que no decía nada se llevó una mano al pecho- ¿Cómo lo sabías?
-¡Lo sabe todo el hospital!
-¿Y cómo se lo digo a Martin? ¡Acabamos de empezar!
Su amiga estaba aterrorizada y Paula se echó a reír porque se imaginaba que Martin estaba igual.- Cariño, él ya lo sabe.
-¿Si? ¡No!
-Sí y según se comenta, está aterrorizado porque no sabe cómo te lo vas a tomar.
Malena bufó y después sonrió maliciosa- ¿De veras?
-Pobre hombre. Le vas a torturar.
-¡Se lo tiene merecido por dejarme preñada!
-¿Tú no has tenido nada que ver?
-El cincuenta por ciento, pero da igual. ¿Sabes los días que he pasado?
-¿Y él?
-¡Va!
Paula se echó a reír y cuando salieron del cuarto de la limpieza, decidieron ir a tomar un refresco.
*****
Cuando volvió a casa no escuchó música y movió el pomo de la puerta de la casa de Pedro para ver que estaba cerrada, lo que significaba que no había vuelto. Suspiró y entró en su piso algo preocupada. Eran las seis de la tarde y no la había ni llamado al móvil para ver cómo estaba. Se sentó en el sofá y abrió una revista de cotilleos que había comprado de camino, al ver en la portada que Cristal Barms, la famosa actriz, había tenido gemelos. Cuando terminó de leer el reportaje dio la vuelta a la página y gritó soltando la revista como si quemara. Se quedó mirando la revista cerrada en el suelo –No puede ser…Por Dios que me haya equivocado, por favor.
Se agachó lentamente y cogió la revista para volver a abrirla.
Allí estaba su cara con el móvil en la oreja a toda página y gimió tapándose la cara con la revista. – ¡No, no, no!
-¿Nena?
Bajó la revista para ver a Pedro entrando en el piso con una caja de pizza en la mano.- ¿Tienes hambre?
-¿Qué es esto, Pedro?- preguntó furiosa levantándose del sofá y mostrándole el anuncio.
-¿A qué estás guapa? ¡Soy un genio!
En sus ojos vio que lo había hecho a propósito para cabrearla y no pensaba defraudarle. Le tiró la revista a la cara- No entiendo porque lo has hecho. ¡Yo nunca jugaría con tu carrera como tú lo has hecho con la mía! ¡Dijiste que sólo era un catálogo!
-Al ver las fotos decidieron ampliar la campaña.
Le miró sorprendida- No sé cómo tienes el descaro de mentirme a la cara.
Pedro apretó los labios dejando la caja sobre la mesa de café.- Está bien. Era una campaña a nivel nacional y no quería perderla.
-¿Sabes el cachondeo que va a haber en el hospital?- le gritó fuera de sí. – ¡Mañana empiezo a trabajar otra vez!
-¿Y?- preguntó indiferente cogiendo un trozo de pizza. Al metérsela en la boca le cayó un trozo de peperonni sobre el sofá blanco entre las piernas. –Vaya.
Ella miró ese trozo de peperonni y sintió que los ojos se llenaban de lágrimas de la impotencia al ver como extendía la mancha sobre el tapizado blanco. Él levantó la vista aparentando culpa y se quedó helado- Paula…
-Voy a darme un baño- susurró girándose- No tengo hambre.
-Nena…
Él no fue tras ella y cuando salió del baño no escuchó la televisión, así que supuso que se había ido a su casa. Se acostó y se negó a llorar. Le había hecho daño su actitud de indiferencia a su dolor, pero era lo que quería, así que no le extrañaba que no la hubiera seguido para consolarla.
Después de dos horas, como suponía fue a acostarse y ella simuló estar dormida- ¿Paula?- susurró cuando se tumbó a su lado.
Ella no contestó y él suspiró a su lado.
Al día siguiente se levantó muy temprano y él se despertó-¿Qué haces?
-Entro a las ocho- respondió cogiendo su ropa del armario- Sigue durmiendo.
Pedro la observó desde la cama sin decir nada y cuando estuvo vestida, ella forzó una sonrisa y se acercó a darle un beso- Hasta luego.
-No me beses sino lo sientes-dijo molesto.
-Bien- se enderezó y fue hasta la puerta.- Te veo luego.
-Salgo de viaje.
Se volvió sorprendida- ¿A dónde?
-Tengo que ir a París para una sesión.
-¿Y cuando vuelves?
Él se encogió de hombros como si no lo supiera y ella apretó los labios-Bien, pues te veré cuando vuelvas.-dijo antes de salir con ganas de pegarle cuatro gritos.
A TRES PASOS: CAPITULO 16
Los días siguientes fueron mucho más agradables, incluso felices. Paula terminó de decorar la casa, aprovechando el tiempo libre y empezó a organizar su nuevo trabajo en el hospital al que se incorporaría dentro de poco. Mientras tanto, Pedro parecía que se estaba adaptando a tenerla consigo y ella pudo relajarse.
La noche antes de que volvieran los padres de Leticia salieron a cenar los tres juntos y se divirtieron mucho. Esa misma tarde habían ido a visitar a Brian al hospital y ya estaba casi recuperado. Los chicos habían quedado en salir otra vez en cuanto pudiera.
Al día siguiente Paula se acercó a la habitación de Leticia y vio que estaba intentando guardar su ropa. Pero con una mano no podía doblarla bien. –Espera, que te ayudo.
-Estoy tan contenta, pero os voy a echar de menos. Espero que todo os vaya bien sin mí. Soy el pilar que une esta familia.
Paula se echó a reír a carcajadas y asintió- Muy cierto. No sé qué haremos sin ti.
-¡Ya estamos aquí!- gritó una voz femenina.
Leticia chilló de alegría, saliendo de la habitación y Paula la siguió sonriendo. El parecido entre madre e hija era impresionante y vio cómo se abrazaban. El padre las observaba sonriendo. Era un hombre muy alto con el cabello castaño. –Hola, soy Roberto Mathews.
-Paula Chaves.- dijo estrechándole la mano.-Tienen una hija maravillosa.
-Gracias. Nosotros pensamos lo mismo.-respondió orgulloso.
-Carolina – dijo la madre extendiendo la mano. –Leticia no ha parado de hablar de ti.
Pedro entró en casa en ese momento- ¡Vaya, ya habéis llegado!
Su hermana lo abrazó mientras Roberto le daba la mano con efusividad. Se notaba que la relación entre los cuatro era muy estrecha, así que las esperanzas de Paula en que pudiera tener una relación con ella, aumentaron exponencialmente.
Al final pasaron el día juntos. Los invitaron a comer y después fueron a Central Park donde se tumbaron a tomar el sol. Estaban Carolina y ella tumbadas mientras los demás habían ido por unos helados cuando la hermana de Pedro le dijo- Me alegro de que te hayas mudado al piso de al lado.
Volvió la cabeza para mirarla- ¿De veras?
-Y de que no seas asustadiza- añadió a punto de reírse.- Todos los demás salieron corriendo.
-Es que la primera impresión no es muy buena.
Carolina asintió y después perdió la sonrisa- Lo sabes ¿verdad?
-Sé lo que me ha contado mi hermano, que no es mucho. Es marine.
-Yo tampoco lo sé. No se lo ha contado a nadie.- miró al cielo pensativa- Cuando volvió me di cuenta que no era el mismo y después dejó su trabajo.
-Es lógico.
La volvió a mirar- Adoraba su trabajo. Lo era todo para él. Y después intentó alejarse de mí.-sonrió con tristeza –Pero soy demasiado pesada para que me deje de lado.
-¿Así que tengo que insistir?
-No te des por vencida. Eres buena para él y no quiero que te aleje. – la miró fijamente- Y lo hará.
-Estaré alerta.
-Si me necesitas, llámame.
-Lo haré.
-¡Aquí están los helados!- las advirtió Leticia que debió ver que hablaban muy serias.
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