sábado, 30 de enero de 2016

A TRES PASOS: CAPITULO 18





Diez días después, sin llamarla ni una sola vez, se dio cuenta que no sólo había tenido una sesión y cuando pasó un mes, se dijo a sí misma que aquello no tenía futuro. 


Malena no sabía qué decirle después de haberse desahogado, porque se veía a la legua que estaba totalmente enamorada de él.


Fueron unos días eternos y se pasaba casi todo su tiempo libre tumbada en el sofá totalmente deprimida. Contrató a alguien para que le anclara la estantería y al fin pudo colocar sus libros. También le cambiaron la lámpara de la cocina y le quitaron el agujero de la pared pero la mancha del sofá no se quitó. Aquel color anaranjado en el centro del cojín le recordaba que Pedro quería hacerle daño y lo estaba consiguiendo.


Un sábado estaba en la cama mirando al techo porque ese día no trabajaba y escuchó ruidos en el piso de al lado. 


Entrecerró los ojos mirando en esa dirección y salió lentamente de la cama. No podía ser que hubiera vuelto y no se hubiera acercado a saludar.


En pijama corto de verano, salió del piso y vio que la puerta estaba abierta. Al entrar se quedó de piedra al ver a varios hombres recogiendo cosas- ¿Qué hacen?


-La mudanza.


-¿La qué? –asombrada vio que metían los trastos de Pedro en cajas.


Un hombre de unos sesenta años con un bigote canoso enorme y una gran barriga, se acercó- La mudanza del señor Alfonso.


Sintió que su mundo se desmoronaba mientras aquel hombre la observaba preocupado por su palidez- ¿Se encuentra bien?


Asintió y susurró- ¿Y a dónde llevan los muebles? Soy su vecina, es por si llega alguna carta o algo.


-Ah –se alejó hasta una tablilla y levantó una hoja- A los Ángeles. Le escribiré la dirección por si ocurre algo.


-Gracias.


Se iba a los Ángeles y no le había dicho nada. Maldito cobarde. Se iba a enterar. Cogió el papel que le tendió el hombre y después de volver a agradecérselo volvió hasta su piso.


Lo primero que hizo fue coger su móvil y llamar a Carolina.- ¿Sabías que se iba a los Ángeles?


-Me lo dijo ayer por la noche.


-¿Sin decirme nada? ¿Se esfuma y ya está?


-Me ha dicho que necesita un cambio- su hermana estaba claramente preocupada –Ni yo he podido convencerle.


-Le voy a llamar.


-A ver si a ti te escucha.-dijo esperanzada.- Leticia se ha llevado un disgusto horrible y Roberto está a punto de subir al primer avión.


-¿Ya está allí?


-Está buscando apartamento. Ya ha puesto los pisos a la venta.


Cerró los ojos pasándose la mano por la frente- Esto es increíble.


-Quiere romper con todo y no sé qué hacer- dijo su hermana llorando.


-No te preocupes, lo arreglaré.


-Si te enteras de algo, llámame.


Después de colgar marcó el número de Pedro pero no se lo cogió. Descolgó después de la tercera llamada- ¿Diga?


-¿Qué estás haciendo, Pedro?


-Creo que está claro.


-No hace falta que te vayas de la ciudad para perderme de vista. Lo he cogido- dijo sintiendo que su vientre se desgarraba.- Lo que menos quiero es que te separes de tu familia por mi culpa. No hace falta que pongas el país por medio.
El silencio al otro lado de la línea, le hizo cerrar los ojos intentando retener las lágrimas.- Me iré yo. –susurró.-Buscaré otro piso.


-Paula….


Sorbió por la nariz antes de decir- No te preocupes ¿vale? Antes de que vuelvas ya no estaré aquí. Pero vuelve, por favor. Leticia tiene un disgusto enorme y no quiero que recaiga sobre mi conciencia que te separes de tu familia por mí.


-Yo te compro el piso por lo que pagaste, si quieres.


Asintió mordiéndose la lengua pensando que al final siempre se salía con la suya- Le diré a mi abogado que se ponga en contacto contigo. Adiós, Pedro.


-Paula…- colgó antes de escuchar nada más, porque un sollozo escapó de su garganta. Desgarrada se sentó en el sofá apretándose el estómago pensando que era una pena porque cuando estaban bien, era maravilloso. Miró a su alrededor y apretó los labios pensando que iba a echar de menos esa casa por todo lo que conllevaba, pero no podía obligarle a aceptarla en su vida.


Se levantó con las piernas temblorosas y fue hasta el armario. Sólo se llevaría su ropa. Todo lo demás lo dejaría allí porque no pensaba llevarse nada más. Le recordaría a Pedro y quería erradicarlo de su mente. Después de hacer las maletas vestida en vaqueros y camiseta, llamó a Carolina.- Dios mío, ¿al final te vas tú?


-Sí. Ya he hecho las maletas.


-No sé cómo agradecerte- Carolina se echó a llorar. –Gracias, Paula.


-No tienes que agradecerme nada. Además me han ofrecido un trabajo fuera de la ciudad y estoy pensando en aceptarlo.


-¿Un trabajo en otro estado?


Sonrió irónica- Sí, en otro estado.


-Siento no volver a verte.


-Son cosas que pasan. Adiós, Carolina. Dale un beso muy fuerte a Leticia de mi parte.


-Adiós, Paula. Suerte.



***


Cuando su amiga la vio con las maletas ante su puerta, solamente extendió los brazos para abrazarla con fuerza. Se pasaron todo el día y toda la noche hablando. Paula se dio cuenta que necesitaba un cambio y le dijo que estaba pensando aceptar el trabajo nuevo.


-No puedes salir huyendo.


-No huyo. Sólo es un cambio temporal. Volveré.


-No me gusta que te vayas. ¡Estoy embarazada, tienes que apoyarme!- dijo su amiga con tristeza.


-Todavía tengo que pensarlo bien.


Una semana después su abogado la llamó diciendo que tenía que firmar unos papeles. Después de hacerlo, recibió una transferencia con el dinero y sintió al ver el recibo que su vida había terminado. Ya no tenía ganas de nada. Su amiga la observaba preocupada y se dio cuenta que era una carga para ella, cuando estaba empezando a disfrutar de su nueva vida con su pareja. Así que se decidió. Habló con su jefe que le concedió la excedencia y una semana después tenía la mochila hecha para coger su vuelo a la mañana siguiente. – ¿Estás segura de lo que vas a hacer? ¿Lo has hablado con Santiago?


-No- respondió mirando su café- No le he comentado nada. No quería preocuparlo.


-¡Por Dios, te vas con médicos sin fronteras a una zona inhóspita de Siria! ¡Allí están en guerra!


-Necesitan médicos y la experiencia será enriquecedora.


-¡Eso sino te matan!- Malena tomó aire intentando tranquilizarse- Tienes que pensarlo más, hablarlo con tu hermano.


-Todo está bien- forzó una sonrisa mostrando la enormes ojeras que tenía desde que se había ido del piso. –Necesito hacer esto.


-¿Quieres castigarte por algo? Tú no has hecho nada malo.


-En este momento necesito saber que mi vida tiene sentido.-dijo al borde de las lágrimas- ¿Lo entiendes? Allí ayudaré a gente.


-¡Ayúdalos aquí!


-La decisión está tomada Malena y necesito que me apoyes en esto.


Su amiga la miró con sus ojos marrones y la abrazó- Como te pase algo, te mato.


Sonrió aferrándose a lo único fijo que tenía en su vida- Te quiero. Te voy a echar de menos.


-Quiero que me llames y me escribas mails todos los días.


-Lo haré.



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