lunes, 25 de enero de 2016

A TRES PASOS: CAPITULO 2




Elegir la pintura fue más difícil de lo que pensaba. ¿Quién le iba a decir que había treinta y ocho tonos distintos de amarillo? Y los botes pesaban una barbaridad. Casi tiene que arrastrarlos hasta el ascensor y tuvo que dar tres viajes al coche para llevar a casa todos los bártulos. Cuando abrió la puerta de su casa se quedó con la boca abierta porque todos sus muebles estaban allí. ¿Cómo habían entrado? 


Entrecerró los ojos porque ahora tendría que moverlos ella, pues le habían dejado todo en el salón. Al escuchar la música en el piso de al lado, salió de su piso y llamó a la puerta. – ¡Adelante!- gritó su vecino. Estaba claro que ese hombre dejaba pasar a cualquiera a su casa.


Giró el pomo y abrió algo insegura – ¿Hola?


-¿Estás sorda? ¡Te he dicho que está abierta!


Guapo sin modales. Estaba claro que no era su estilo, pensó mirando el enorme hall. Con curiosidad entró en la casa que estaba hecha un auténtico desastre. Había fotos de Nueva York colgadas por las paredes. La verdad es que eran preciosas. En blanco y negro, había una del puente de Brooklyn nevado absolutamente maravillosa. Pero el resto del piso era una auténtica pocilga. Los muebles eran modernos y funcionales pero estaban cubiertos de basura. 


Pasó al lado de una caja de pizza abierta, que tenía un trozo tieso y mohoso que debía tener un mes. La caja, por supuesto estaba tirada en el suelo al lado de la mesa del comedor que estaba atestada de periódicos. Dios mío, ¿allí vivía Leticia? ¿Entre toda aquella pestilencia? Atónita se giró en el enorme salón que la verdad es que era dos veces el suyo. Incluso había unos vaqueros tirados en el sofá de cuero marrón. Con curiosidad fue hacia la música que salía de una de las tres puertas a la izquierda. Caminó hacia allí y vio a su vecino de espaldas a ella. Sin poder evitarlo miró su trasero cubierto por unos vaqueros azules desgastados y tragó saliva al ver como se agachaba de cuclillas. Entonces pudo ver a una de las chicas del ascensor. La morena que ya se había acostado con él. Estaba prácticamente desnuda. 


Llevaba un tanga rosa fucsia y un enorme abanico de plumas blancas ante sus pechos con una pose de lo más erótica. La chica la miró y frunció la naricilla.


-Joder, Brittany ¿qué coño haces?


-Hay una mirona.


Paula se indignó por su descripción y a punto estuvo de ponerla en su sitio, pero su vecino se volvió de golpe apoyando una de sus rodillas en el suelo. La traspasó con sus ojos verdes mirándola de arriba abajo. Cuando sus ojos volvieron a su cara levantó una ceja interrogante. – ¿Quién eres y qué quieres? Aunque desde ya te advierto que no das el perfil para ser modelo. Y eres demasiado vieja.


Paula abrió los ojos como platos por su descripción y se sonrojó porque no se acordaba de ella. Levantó la barbilla antes de decir fríamente. –Soy tu vecina y…


-¿Ya vienes a quejarte? ¡Sino he hecho nada!- se levantó furioso y dejó la cámara que tenía en la mano sobre una mesa llena de ellas y ordenadores. Se volvió hacia ella, se acercó con grandes zancadas y la cogió por el brazo. Paula sintió que se le ponía la carne de gallina al sentir su tacto, pero se dejó llevar confundida por su actitud- Mira cuando tengas algo por lo que protestar llamas al administrador ¡Pero a mí no me des más el coñazo!


Atónita vio como la sacaba del piso y le daba con la puerta en las narices. Se quedó ante la puerta con la boca abierta varios segundos, pensando que era el hombre más raro que había conocido en su vida.


La risa de la morena le llegó por encima de la música y Paula reaccionó furiosa. Volvió a abrir la puerta que no había cerrado con llave. Con paso ágil, fue hacia la sala donde lo había encontrado antes y vio que se había puesto a trabajar otra vez como si nada. –Perdona.


Sabía que la había oído pero la ignoraba a propósito- ¡He dicho perdona!


La morena puso los ojos en blanco y dejando caer los brazos enseñó sus pechos- ¿No ves que estamos trabajando? 


-¿Eso es trabajar? –preguntó haciéndose la tonta. –Yo pensaba que sólo enseñabas las tetas.


-¡Eh! ¡Seguro que gano más con esto que lo que ganas tú en seis meses!


-No lo pongo en duda. –ignorándola miró a su vecino que se había vuelto para mirarla con los brazos en jarras. – Y a ti sólo quería preguntarte si habías abierto mi piso para que metieran los muebles- alargó la mano y él entrecerró los ojos- El albarán de entrega- dijo como si fuera idiota.


-Yo no tengo nada de eso, porque no he abierto la puerta a nadie y menos la tuya- respondió en el mismo tono.


-Entonces ¿quién les ha abierto?


-Yo.


Se volvieron hacia Leticia que los miraba divertida con una hoja de papel en la mano.- Gracias – dijo ella acercándose y cogiendo el albarán. –Eres un amor.


-De nada. Suponía que te vendrían bien.- dijo divertida- Sobre todo la cama.


-No tenía que haber ido a por la pintura porque ahora tendré que mover los muebles sola.


-Yo te ayudo.


Un carraspeo las hizo mirar a su tío que no se había perdido detalle.-¿Puedo seguir trabajando?


-Oh, por supuesto- dijo ella como si fuera el trabajo más importante del mundo- No queremos entorpecer al genio.


Pedro entrecerró los ojos- Muy graciosa.


-Leticia ¿quieres un refresco en mi casa?


-Claro.


-Al menos mi casa está limpia. ¿Cómo puedes vivir aquí?- preguntó sin dejar de mirar a su tío que se estaba cabreando por momentos


-Es un desastre ¿verdad? Sus asistentas le duran poco.


-No me extraña nada.


-Mire, señora…-Pedro dio un paso hacia ellas.


-Señorita.


La morena se echó a reír mirándola con ironía.


-Señorita- dijo él con burla


- señorita métome en todo.


Paula entrecerró los ojos y alzó la barbilla.


-Lo que me duren a mí las asistentas es asunto mío. Y respecto a que mi sobrina la ayude, lo dudo mucho porque no me ha pedido permiso.


Leticia se sonrojó y metió las manos en los bolsillos de sus short vaqueros- Pero no tengo nada que hacer y si Paula necesita ayuda…


-¡Ya que te parece que el piso está hecho un desastre, podrías hacer algo para remediarlo mientras estoy trabajando!


-¡No la pague con ella!


Pedro la fulminó con la mirada- ¡Ahora fuera de mi casa!


-¡Encantada! ¡Saldré de esta pocilga con mucho gusto!- se volvió para irse pero volvió dos pasos después hecha un basilisco – ¿Y sabe qué?


-¿Qué?


-¡Es un grosero!


-Menuda novedad- dijo asombrado haciendo reír a la modelo- No me lo habían dicho nunca.


Con rabia se miraron a los ojos y Paula apretó sus gruesos labios antes de volverse furiosa, saliendo de la habitación a toda prisa. –Gracias, Leticia.


-De nada- dijo la chica con tristeza viéndola salir.


Cuando entró en su piso dio un portazo y gimió pasándose las manos por la cara.- Estupendo, Paula. Acabas de hacer de tu vecino, tu enemigo.-dijo para sí dejándose caer sobre el sofá cubierto de plástico.


No sabía lo que había pasado. Había ido a dar las gracias y se habían terminado gritando. Debía ser el agotamiento. Lo mejor era que durmiera un poco y hablarían en otra ocasión para aclarar el asunto. Eso sí, le diría que debía mantener el piso limpio sobre todo con una adolescente viviendo con él.


Suspirando se tumbó en el sofá y cubrió la cara con la mano. 


Estaba tan cansada que ni se dio cuenta que se quedaba dormida.


Una estridente música la sobresaltó sentándola de golpe en el sofá. Desorientada miró a su alrededor limpiándose la saliva que le había mojado la mejilla. Se volvió sobresaltada por la oscuridad y gimió al darse cuenta que se había dormido. Se levantó de un salto y cogió su móvil mirando la hora. Llegaba una hora tarde. Cogió su bolso sin molestarse en cambiarse y se puso las chanclas saliendo de la casa. 


Varias risas y conversaciones se oían en la casa de su vecino. Unas mujeres que entraban en ese momento, la miraron como si fuera una loca peligrosa, así que supuso que la morena había corrido la voz sobre la discusión de la tarde. Al entrar en el ascensor gimió quitándose la goma del pelo pues tenía la cola deshecha y se pasó la mano por los ojos para eliminar las legañas. Genial, ahora tendría que aguantar al jefe de residentes que le echaría la bronca sobre la responsabilidad de llegar a tiempo.


Cuando llegó al hospital, se puso el pijama a toda prisa y fue hacia la sala de urgencias que sorprendentemente estaba tranquila. Suspiró de alivio y al ver a su jefe en el mostrador central se hizo la loca y fue hacia Martin, uno de sus amigos que estaba atendiendo un paciente.- ¿Cómo va eso?


Martin le sonrió- Te he cubierto, así que no tienes que preocuparte.


-¿Y qué estaba haciendo?


El paciente al que le estaban cosiendo la ceja no se perdía detalle y ella sonrió guiñándole un ojo, provocando su risa. 


Martin dejó caer los brazos- ¿Quiere estarse quieto?


-Perdón.- respondieron Paula y el paciente a la vez.


-Estabas terminando unos informes.


-Genial, gracias. Tú sí que eres un amigo.


-Sobre eso…


-Sí ya, te debo una cena.- respondió indiferente.- ¿Italiano?


Martin se volvió con las tijeras y la aguja en la mano mirándola como sino la conociera- ¿Me estás diciendo que sí?


Paula se encogió de hombros sin entusiasmo- ¿Mañana?


-Paula, ¿estás bien?- su amigo dejó las cosas sobre la bandeja y la miró bien levantándole la barbilla.


-Claro ¿por qué?-Martin parecía que no se lo creía y la verdad es que ella tampoco. Cuatro años había tardado en decirle que sí porque le caía muy bien y no había demasiada atracción sexual por su parte, pero a lo mejor en una cita eso se animaba. Por probar no perdían nada. Eran adultos. 


Además Martin no estaba nada mal. Era rubio y muchas decían que era muy atractivo, aunque para ella tenía cara de niño con esos ojitos color miel y esa sonrisa de pillo.- ¿Tengo pinta de estar enferma?


-¿Me van a terminar de coser?


-¿Quiere que lo haga yo?- preguntó ella sonriendo al hombre.


-Ya termino yo- dijo Martin mirándola con el entrecejo fruncido- ¿Por qué no vas a acostarte un rato? Es una noche tranquila.


-Estoy bien.


-¡Doctora Chaves!


Puso los ojos en blanco antes de darse la vuelta y ver a su jefe señalándola con el dedo.-Doctor Tarner.


-Tiene un paciente en el box seis.


-Sí, doctor.-dijo entre dientes.


Después de una rotura de tabique nasal por un airbag y una apendicitis que envió a cirugía, se sentó en la sala de descanso para acabar en su portátil el artículo sobre la medicación a esquizofrénicos que estaba terminando.


-Una noche tranquila ¿eh?


Se volvió y vio a su amiga Malena. Sonrió y le guiñó un ojo- ¿No estabas de día?


-Una parturienta complicada. Acabo de salir pero me he pasado para ver como estabas.- su amiga puso un café al lado del ordenador y Paula gimió de agradecimiento


- Te quiero.


-Lo sé. –se sentó a su lado- ¿Qué tal va eso?


-Ya estoy terminando.- se apoyó en el respaldo de la silla y miró a su amiga mientras bebía su café- Mañana salgo con Martin.


-¿Qué ha pasado?- preguntó asombrada.


Se encogió de hombros- Me ha dado por ahí.


-Mierda, Paula. Está loco por ti…


-Ya- la miró a los ojos – ¿He metido la pata?


-¡Sí!


Gimió y miró hacia la puerta esperando que no les escuchara nadie.- Ya lo sé, pero no sé qué me pasa. Llevo un día muy raro.


Su amiga entrecerró los ojos- ¿Es por el piso nuevo?


-Más bien por el vecino nuevo- susurró acercándose a su amiga- Me pone…


-¿Qué?


-¡No sé!- se levantó furiosa y se puso a pasear por la sala - Male es muy atractivo.


-Ah.- dijo su amiga aliviada.


-No. Ah, no. Porque es un grosero y un déspota y un…


-Oh.


Paula se detuvo en seco- ¿Oh, qué? ¿Tú te has sacado una carrera, cuando no sabes decir más que interjecciones?


Malena se echó a reír a carcajadas.- Dios mío. Estás de los nervios.-gruñó volviendo a sentarse- ¡Acuéstate con él y ya está!


-Ese es el problema, que no se acostará conmigo. No sabes las mujeres con las que se acuesta. ¡Modelos! Altísimas y guapísimas. Con piernas kilométricas y pechos perfectos. No una doctora de uno sesenta y cinco que nunca se maquilla porque haciéndolo pierde el tiempo.


-Entiendo, así que te has buscado un sustituto.


-Te has equivocado de especialidad. En psiquiatría tenías futuro- dijo irónica.


-Martin no va a sustituir a ese tipo. Y va a ser un desastre.- la traspasó con la mirada


- Arréglalo antes de que pierdas un amigo.


Bufó cogiendo el vaso de café.-Tienes razón pero ahora me da vergüenza decirle que no.


-Pues sal con él y dile suavemente que sólo le ves como amigo. Lo entenderá. Pero no te acuestes con él.- la miró fijamente- Hablo en serio.


Entonces se dio cuenta que a su amiga le gustaba Martin. – ¡Malena! ¿Por qué no me lo habías dicho?


Su amiga se sonrojó intensamente- ¿De qué hablas?


-De que te gusta Martin.


-Uff, tengo que irme. Estoy agotada.


Antes de que se levantara la cogió del brazo deteniéndola- ¿Pero qué te pasa? ¿Eres idiota? Durante el primer año te pidió de salir mil veces.


-¡Sí, pero luego empezó contigo!


Miró a su amiga asombrada. – ¡Estás enamorada de él!


-No digas tonterías. –se levantó enfadada. – ¡En la vida saldría con él! ¡Es idiota!


-Por querer salir conmigo


-¡Sí!- respondió sin darse cuenta. Cuando cayó en lo que había dicho se sonrojó intensamente- Esas tretas de psiquiatría te las puedes meter por…


-¡Decidido, eres idiota!


Malena la miró asombrada- Te acabas de quedar sin pintora.


-¿Por qué no le dijiste que sí cuando te pidió salir?


-Porque sabes cómo fueron los dos primeros años y estaba tan agotada que sólo quería dormir cuando no estábamos en el hospital. ¡Pero me dejó de lado para pedírtelo a ti! ¡Y eso no se lo perdono, porque eres mi mejor amiga!


La dejó de piedra lo furiosa que estaba Malena. Sobre todo estaba dolida y sintió pena porque había dejado pasar la oportunidad de tener una relación con Martin por culpa del trabajo.- Está bien. Mañana saldremos a cenar y le diré que somos amigos. ¿O prefieres que se lo diga ahora?


Malena se pasó una mano por la frente apartando uno de sus rizos negros- No, díselo mañana. Ahora me voy antes de que monte un drama por una idiotez. –Se volvió hacia la puerta y dijo de espaldas- Lo siento.


Paula se acercó y la abrazó por la espalda haciéndola reír- Te quiero, idiota.


-Esto es para que pinte el sábado.


-Claro.


Se echaron a reír y se despidieron hasta el día siguiente.



***


A punto estuvo durante la noche de decirle a Martin que se suspendía la cena, pero tampoco quería tener esa conversación con compañeros alrededor y a última hora llegó un accidente de tráfico con tres miembros de una misma familia bastante graves. Desafortunadamente el padre falleció antes de llegar al quirófano, después de intentar estabilizarlo durante dos horas.


Agotada, deprimida y con la moral por los suelos, salió del ascensor a su piso. Ni miró a su vecino que salía de su casa en ese momento y se quedó observándola- ¿Una noche agitada?- preguntó divertido. Paula gruñó sacando la llave de su casa del bolso mientras el aroma de su after shave llegaba hasta ella. Y olía muy bien. – ¿Estás bien?


-Sí- respondió antes de cerrar la puerta.


Sin energías fue hasta la manta que había dejado en la bañera el día anterior y la cogió llevándola hasta el sofá arrastrándola por el suelo, mientras pensaba que su vida era una mierda. Odiaba el trabajo en urgencias y sólo deseaba que se acabara cuanto antes. Cuatro años de sangre y muerte, aparte de los años de estudio, le estaban pasando factura. Por no hablar de que no tenía ninguna vida social. 


Sus amigos eran médicos y no tenía tiempo libre. Estaba harta. Afortunadamente faltaba poco para terminar pero esos dos días que le quedaban en urgencias se le harían eternos.

Se tumbó sobre la improvisada cama agotada y aunque hacía calor, se tapó con la manta para que no la molestara la luz.




A TRES PASOS: CAPITULO 1





Paula levantó la caja de cartón del suelo del ascensor, gimiendo por lo que pesaba. Sopló sobre un mechón rubio que le cayó sobre la cara y salió del ascensor caminando rápidamente porque temía que la caja se rompiera. Tenía que haber contratado a una empresa de mudanzas, pero no es que le sobrara el dinero precisamente después de comprar su piso. Cuando llegó a la puerta, dejó la caja al lado de las otras y suspiró agotada. Oyó el clinck del ascensor y miró hacia atrás viendo como las puertas doradas se cerraban.-No, no, no…- echó a correr hasta el ascensor mientras las puertas se cerraban – ¡Mierda!- exclamó cuando se cerraron del todo justo cuando llegó. 


Había dejado dentro cuatro cajas.- mordiéndose el labio inferior, miró con sus ojos azules hacia las luces y se dio cuenta que bajaba al hall. Pulsó el botón impaciente y se estiró sus pantaloncitos cortos negros. –Venga….- el ascensor empezó a subir y sonrió.-Estupendo.


Escuchó que se habría la otra puerta de esa planta y se volvió distraída. Una chica con un top rojo y unos shorts del mismo color salió del piso. – ¡Hasta luego, cariño!- gritó antes de cerrar la puerta sin esperar respuesta. Paula sonrió y dijo mirando a la despampanante morena- Hola.


-Hola- respondió con cara de borde para luego ignorarla y volver a pulsar el botón.


-¿Vives aquí?- preguntó intentando ser amable.


La morena la miró de arriba abajo, desde su coleta pasando por su camiseta de tirantes rosa, hasta llegar a sus deportivas negras. Cuando volvió a subir la mirada, la taladró con sus ojos negros y preguntó- ¿Y a ti qué te importa?


Se sonrojó intensamente y farfulló- No, sino me importa


-¿Entonces para qué preguntas? –la mujer puso los ojos en blanco y volvió a mirar a la puerta- ¿Qué diablos le ocurre a este ascensor?


Justo en ese momento se abrió y esa antipática miró las cajas-Genial.


-¿Puedes sujetar la puerta un momento?


Cogió la primera caja y la sacó del ascensor. Cuando iba a por la siguiente, apretó los labios al ver que no había sujetado la puerta. Esa tía era una desagradable de primera. 


Pobre del novio. Sacó las cajas rápidamente y sonrió forzadamente antes de decir con ironía- Gracias.


La chica volvió a chasquear la lengua justo antes de que se cerraran las puertas del ascensor- Será estúpida.


Dos minutos después estaba metiendo las cajas en el piso, porque prefería ir guardándolas antes de buscar las siguientes a su antiguo piso, cuando llegó el ascensor a la planta y se bajó una pelirroja impresionante con un vestido ajustado verde. –Hola- dijo radiante antes de ir hacia la puerta de al lado.


-Hola- respondió con una sonrisa viéndola llamar a la puerta mientras recogía la última caja.


Desde el interior del piso la voz de un hombre gritó- ¡Está abierto!


La pelirroja soltó una risita antes de entrar diciéndole al hombre- Mi amor, no deberías dejar la puerta abierta. Puede entrar cualquiera.


Paula se quedó con la boca abierta mientras cerraba tras ella. Ese tío debía ser un hacha. En menos de quince minutos había visto salir a una y entrar a otra. Y las dos preciosas. Hizo una mueca entrando en la casa. Su hermano era un ligón pero aquello era demasiado.


Dos horas después llevaba un paragüero y un perchero en las manos, cuando salió del ascensor y casi le mete un brazo del perchero en el ojo a un hombre que entraba en ese momento- Oh , lo siento. –dijo apartando aquel trasto para verle la cara. El hombre la miró con aburrimiento, pero Paula se había quedado demasiado impresionada para que sus neuronas actuaran. Era el hombre más atractivo que había visto en su vida. Era el macizo más impresionante de su triste existencia. ¡Y ella con esas pintas!


-¿Sales del ascensor o me acompañas al hall?- preguntó él observando su paragüero.


-Oh, sí. – Salió del ascensor y él se tuvo que apartar para que no le volviera a golpear con el perchero.- Claro- soltó una risita estúpida que ni ella se creía y le observó entrar. Los vaqueros le sentaban de miedo. Dios mío, que trasero. –Por cierto, soy tu vecina.


El tío la miró de arriba abajo y dijo- Muy bien. Te veré por aquí…


-Paula. Me llamo Paula…- sonrió radiante mientras las puertas se cerraban esperando su nombre sin dejar de comérselo con los ojos.


-Eso. Hasta luego, Paola.


Frunció el ceño cuando se giró lentamente- ¿Paola? ¿Estará sordo? Le he dicho mi nombre dos veces.- dijo para sí preocupada yendo hacia su puerta. Estaba abriendo cuando una chica de unos quince años salió del piso. Tenía el pelo castaño cortado por la barbilla y un vestido de flores precioso con unas manoletinas blancas- Hola, ¿eres la nueva vecina?


-Sí- respondió confusa pensando que aquel piso parecía el camarote de los hermanos Marx.- ¿Tú vives aquí?


-Sí, soy Leticia. La sobrina de Pedro- extendió la mano con una agradable sonrisa.- Sólo estaré aquí el mes de julio porque mis padres están de vacaciones. Una vuelta al mundo.


-Yo soy Paula- dejó el paragüero en el suelo para estrecharle la mano- Encantada de tenerte por aquí. Si necesitas algo...


-Lo mismo digo. Bueno, me voy que he quedado con mis amigas para ir a dar una vuelta.


-Pásatelo bien- dijo sacando las llaves.


La chica la observó atentamente- Si quieres, luego puedo ayudarte con eso.


-Oh, gracias. Pero dentro de dos horas me voy a trabajar. Tengo turno de noche.


-¿En qué trabajas?


-Estoy en mi último año de residencia.


-¿Eres médico?- preguntó sorprendida


-Sí- metió la llave en la cerradura.


La chica se mordió el labio inferior- ¿No habrás comprado el piso?


Esa pregunta la extrañó un poco y se volvió – ¿Sí por? ¿No pasará algo raro, no?


Leticia se sonrojó- No, no pasa nada. Es que llevaba en venta un tiempo.


-¿Me estás ocultando algo?- se preocupó al verle la cara. Parecía que estaba mintiendo.


-No, que va. –Sonrió y le hizo un gesto con la mano sin darle importancia.- Me tengo que ir. Hasta mañana.


Entró en el piso pensando en ello. ¿No le pasaría algo raro a la casa? Con el salón lleno de cajas, empezó a revisar el piso como si fuera un arquitecto. Revisó cada pared, cada grifo y cada ventana. Abrió el enorme ventanal del salón que, daba a una pequeña terraza, que era la razón por la que había comprado la casa. Desde la terraza miró el salón, que era bastante grande para lo que estaba acostumbrada. Era el piso que siempre había querido tener. De dos habitaciones con un baño enorme estilo antiguo y una cocina que no parecía una caja de zapatos. Si hasta tenía una isleta de mármol en el centro. Tomó aire y miró hacia la calle. 


Estaba en frente de Whashigton Square Park. La casa le había costado un ojo de la cara y parte del fideicomiso que sus padres le habían dejado al morir, pero había merecido la pena.


Le había costado decidirse, pero después de cinco visitas y de acribillar a preguntas al agente inmobiliario, había comprado su primera casa. Y ahora llegaba esta niña y la empezaba a poner nerviosa.


Suspiró quitándose la goma del pelo y dejándolo caer por los hombros. –No pasa nada, Paula. Todo está bien.-dijo para sí yendo hacia la ducha.


Cuando llegó a su taquilla después de un turno de doce horas, suspiró abriendo la puerta metálica, pensando en todo lo que tenía que hacer en casa. Ni siquiera tenía cama. 


Tenía que ir a comprar una cuanto antes.


-¿Qué tal, Paula?


Se volvió para ver a su compañera Malena, que dejaba el bolso en el banco y se sentaba para quitarse la camiseta, quedándose en sujetador. La conocía desde que habían entrado juntas en su primer año de residencia y eran amigas desde entonces- Agotada. Sólo quiero dormir veinte horas seguidas.


-¿Sigues en urgencias? Te habían trasladado allí por una sustitución ¿no?- su amiga se recogió sus rizos morenos en una coleta mientras se levantaba para abrir su taquilla y coger el pijama azul.


-Sí. Lo odio. Odio ver huesos rotos todo el día y accidentes de tráfico. Además tengo que entregar el artículo a la revista médica y hay que pulirlo.


Malena la miró con sus ojos marrones y sonrió-Siempre lo consigues. Y urgencias es tu última parada antes de llegar a psiquiatría. El nirvana.


Paula se echó a reír- Lo dice la que quiere ser obstetra.


-Ese es mi nirvana. Una semana y podremos dedicarnos a lo nuestro para siempre.


-Uff, no sé si aguantaré una semana. –dijo divertida.- Por cierto, ya me he mudado.


-¿Vas a hacer fiesta?


-¿Para qué? Si todos los que conozco están aquí metidos todo el día.


-Exagerada.


-Además no tengo ni un mueble.


-El sábado tengo libre ¿y tú?


Salió disparada hasta el tablón de la sala adjunta y miró los turnos. Volvió corriendo- ¡Libre!


-Pues nos dedicaremos a tu casa. Estoy dispuesta a todo.


-¿A pintar?- preguntó maliciosa.


Malena gimió atándose el pantalón del pijama- Hecho, pero que haya comida.


-De eso me encargo yo. Y hasta te compraré una cerveza.


-Generosa.


Paula se puso el vestido verde que había llevado, cogió su enorme bolso tirando el pijama al cubo de lavado. –Te llamo luego ¿vale? Voy a ver si encuentro una cama antes de dormirme.


Su amiga se echó a reír. –Llévate una camilla.


-Muy graciosa.


Cuando llegó al aparcamiento pensó que quizás debería vender su coche. En Nueva York era mucho más cómodo ir en metro y antes vivía muy lejos, pero ahora que se había comprado la casa en el centro, ya no lo necesitaría. Miró su viejo Golf y suspiró. Llevaba con ella desde el instituto y lo había reparado mil veces negándose a comprar otro, pero ahora….


Se subió a su coche y fue hasta un centro comercial especializado en muebles y enseres de la casa. Se pasó tres horas eligiendo cosas, entre ellas una cama de latón que le había encantado en cuanto la vio. Le recordaba a una que tenía su abuela en su casa de campo y no pudo evitarlo. Era preciosa y mereció cada dólar.


Ya que estaba allí, eligió unos sofás blancos y una mesa de comedor con las sillas forradas en terciopelo rosa claro. La alfombra del salón tenía ese color, además de grises perla y violetas. Hasta se compró un televisor de cuarenta y dos pulgadas. Y eso que ella nunca veía la televisión, pero tenía que tener uno. Sábanas, toallas y un precioso edredón de seda beige con las alfombras a juego. Pero lo más importante eran las cortinas. Tenía que comprar cortinas para cuando dormía de día, porque la claridad no la dejaba pegar ojo. Después de repasar mentalmente todo lo que necesitaba, el chico que la ayudaba le preguntó amablemente- ¿Se lo llevamos a casa?


-Sí, por favor.


-Lo tendrá allí a las ocho como mucho.


Suspiró porque no podría dormir pero asintió, porque cuanto antes lo quitara del medio mucho mejor.


Cuando llegó a su piso oyó voces en el de al lado, pero se acabaron enseguida. Se duchó, se puso un pantalón corto y una camiseta de tirantes roja. Con el pelo húmedo y descalza, miró las paredes pensando qué color escoger. –Uff, gris perla para el salón y amarillo pálido para las habitaciones.- dijo harta del tema antes de ir hacia la cocina. 


Cuando entró fue hasta la nevera y abrió una de las puertas para coger una cola –Cafeína, cafeína.- dijo entre dientes tirando de la chapa.


Apoyada con la palma de la mano sobre la encimera de la cocina, mientras bebía medio refresco miró al techo y frunció el ceño al ver la lámpara. ¡Era horrible! ¿Por qué no se había fijado en eso antes?


Se dio cuenta que necesitaba descansar ya. No podía esperar sin dormir cuatro horas, hasta que llegaran los de los muebles. Decidida fue hasta una de las cajas que ponía dormitorio y buscó una manta. La tiró en el suelo y se tumbó encima. Gimió pues entre el turno de doce horas y la mudanza del día anterior estaba hecha polvo. Se tapó los ojos con la mano y al darse cuenta que la claridad la seguía molestando, recogió la manta y fue hasta el baño. Sonrió al cerrar la puerta y se metió en la bañera suspirando de gusto cuando se tumbó en ella poniéndose cómoda. Era lo bastante grande para no tener las piernas encogidas y aunque la espalda no estaba recta, estaba a gusto. Para alguien que había dormido en una silla, aquello estaba más que bien.


Bostezó y cuando se estaba quedando dormida se sobresaltó al escuchar música a todo volumen. ¿Cristina Aguilera? Podía dormir con eso, se dijo. Estaba acostumbrada a dormir en cualquier sitio. Decidió concentrarse en dormir y lo estaba consiguiendo con Katy Perry cuando escuchó los gritos de un hombre diciendo- ¡No! ¡Así no! ¿Qué coño te pasa? ¡Pareces una momia!


-Lo siento, cariño. No sé qué me pasa…


-¿Lo sientes? ¡Mueve ese culo de una vez o te vas!


Paula se sentó en la bañera, acercando rápidamente la oreja a la pared- Cariño, no te pongas así. Lo haré bien.


-¡Arriba y abajo! ¡No es tan difícil!


Uff, que hombre más exigente. Paula hizo una mueca alejándose de la pared – ¡Así, así!- grito él haciéndola pegar la oreja otra vez.


-¿Lo hago bien?


-¡Deja de hablar de una vez y mueve el culo!


-¡Vaya!- dijo ella indignada por cómo se comportaba con su amante.


-¡Sí! –A Paula se le cortó el aliento y escuchó- ¡Ya he terminado, puedes irte!


Paula se quedó con la boca abierta esperando lo que decía ella.- Cariño ¿no necesitas más?


-De ti ya he tenido suficiente. ¡La siguiente!


Paula jadeó apartándose de la pared como si le estuviera quemando- Será posible. Estará bueno, pero es un crápula.- se tumbó decidida a dormirse, pero al escuchar su voz cada cinco minutos dando órdenes de posturas se puso de los nervios. Seguramente porque hacía un año que no tenía sexo.- Necesitas un polvo- dijo entre dientes.


Ya que no podía dormir, lo mejor era que aprovechara el tiempo, así que salió de la bañera y miró el reloj. El chico le había dicho que le llevarían los muebles de cuatro a ocho como mucho, así que tenía tiempo de sobra para ir a comprar la pintura y todo lo que necesitaba para pintar. Se miró y se encogió de hombros porque no estaba dispuesta a cambiarse. Se puso unas chanclas y cogió el bolso. Salió de la casa revisando su móvil y estaba esperando el ascensor cuando salieron dos mujeres de la casa de su vecino.


Ella las miró de reojo cuando se pusieron a su lado, pero ni se molestó en saludarlas. No cabía duda que ese hombre tenía buen gusto porque eran guapísimas.


-Uff, cada día es más exigente- dijo una de ella apartándose el cabello negro.- Y nos queda toda la tarde.


-Pero es el mejor-dijo la otra entrando en el ascensor.- Te publicitará y sólo por eso merece la pena aguantarlo.


Paula frunció el ceño mirando su móvil sin verlo, empezando a pensar que su vecino no solo era un crápula, sino también un cerdo.


-¿Te ha dicho Courtney lo que hizo por ella? –la morena negó la cabeza- Pues le consiguió la portada del Vogue.


-No me digas. ¿Fue Pedro?


-Y a Shadow la pulió hasta ser lo que es ahora.- soltó una risita – Aunque ellos se pasaban en la cama más tiempo que trabajando.


-Es buen fotógrafo pero como amante es…- la morena sonrió con picardía.


Se abrieron las puertas y Paula entró sin perder detalle.- Ya lo sé, es increíble.


-¿Tú también?


-¿Y quién no? ¿Le has visto? Ese carácter y ese cuerpo…


Se echaron a reír a carcajadas mientras Paula no salía de su asombro. Así que era fotógrafo y era evidente que no se había acostado con ellas esa mañana. Aunque sí que lo había hecho antes, pero eso no tenía importancia. Las miró disimuladamente de arriba abajo y suspiró. Le sacaban una cabeza y eran preciosas. Estaba claro que su vecino no estaba a su alcance si tenía esas mujeres para divertirse. 


Hizo una mueca y salió tras ellas para ir a buscar su coche.







A TRES PASOS: SINOPSIS




Paula estaba ilusionada por la compra de su primer apartamento, sin saber que viviría al lado de Pedro Alfonso, un hombre de mal carácter y malos modales que la volvía loca en todos los sentidos...