martes, 30 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 69

 


Esteban agarró una y rompió la caja. De pronto un puñado de plumas negras quedó libre y Paula se dio cuenta de lo que era.


Cacatúas jóvenes. Los hombres no iban tras Lisandro cuando perseguían al coche. Querían la mercancía robada que llevaban en el maletero.


Volvió a revivir su huida. El hombre que había agarrado a Lisandro no quería sacarlo del coche, quería meterse él. Y el hermano de Pedro lo había derribado, a pesar de la preciada mercancía, porque también pensaba que Lisandro era su objetivo.


Oh, Julian…


—Quédate aquí, Paula—dijo Esteban.


Ambos agentes se subieron a sus vehículos y se alejaron a toda velocidad. Paula se apoyó en el sedán, aliviada de saber que iban a ayudar Pedro.


—¿Cómo podía haberlo dejado allí?


—Paula.


El corazón le dio un vuelco y Paula se giró hacia la voz justo cuando Pedro salía de entre los árboles, sudando y respirando entrecortadamente.


Llegó hasta ella y la abrazó con fuerza.


—¿Estás bien? ¿Lisandro?


—Está bien. Está en el coche.


—¿Paula, qué ha ocurrido?




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 68

 


Ninguno de los dos habló mientras el sedán blanco se alejaba del peligro. Paula no levantó el pie del acelerador hasta que no estuvieron a casi un kilómetro de distancia.


Entonces miró por el espejo retrovisor.


—¿Estás bien, cariño?


Lisandro comenzó a llorar.


—Shh… no pasa nada, L. Todo ha acabado. Estás a salvo.


—Lo siento, mamá —dijo el niño entre sollozos—. Lo siento…


Paula aminoró la velocidad y lo miró a través del espejo. No se atrevía a parar. Se lo había prometido a Pedro.


—Hablaremos de ello más tarde. Voy a llevarte a casa.


El niño se fijó en algo que había en la carretera frente a ellos y gritó.


Paula pisó el freno y se detuvo a pocos metros de donde los vehículos de la policía del parque formaban un control.


Apagó el motor y salió del coche. Corrió hacia Esteban Lawson y un desconocido de uniforme, que parecían tensos y alerta, con las armas preparadas mientras ella corría.


—¡Pedro! —gritó ella sin darse cuenta de aquel hecho—. Está en…


—¡Paula, para! —exclamó Esteban Lawson con una voz severa apenas reconocible. Paula frenó en seco. Justo entonces su compañero vio al niño de ocho años asomar la cabeza por el asiento trasero de sedán y, sin mirarse el uno al otro, ambos agentes bajaron las armas—. ¿Qué diablos está pasando, Paula? —preguntó Esteban—. Recibí una llamada de aduanas; sus agentes llegarán aquí en cualquier minuto. ¿De quién es ese coche y por qué conducías como si estuvieras en un rally?


Pedro necesita ayuda, Esteban —Paula mantuvo las manos quietas, de pronto insegura por el tono poco familiar de la voz de su amigo, su voz de policía, pero aún así dio otro paso hacia él—. Ellos son más. Su hermano…


Le llevó más tiempo del que quería contar la historia, porque se le trababa la lengua con la adrenalina. Pero finalmente dio la información necesaria, incluyendo que Pedro se había metido en una situación peligrosa y sin arma.


Y sin saber que ella lo amaba.


—¿Sargento? —dijo el compañero de Esteban asomando la cabeza por encima del capó del sedán—. Tiene que ver esto.


Paula siguió a Esteban a la parte trasera del coche para ver lo que estaban mirando. Casi veinte cajas de bombillas alineadas en un compartimento especialmente creado y que encajaba en fondo del maletero. Había otras cuarenta cajas vacías apiladas allí.


¿Bombillas?






CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 67

 


Paula tragó saliva para intentar hacer desaparecer el nudo que sentía en la garganta. Por lo que ella sabía, Pedro estaba a punto de enfrentarse a tres hombres potencialmente armados solo con sus manos.


«Te quiero», deseaba decirle, pero sabía que nunca podría. En vez de eso, se inclinó hacia delante y le dio un beso en la comisura de los labios.


Después sonrió, miró hacia donde estaba su hijo y comenzó a moverse.


«No mires atrás». Por supuesto, eso no iba a funcionar; pero, cuando lo hizo, cuando miró hacia la linde del claro, Pedro ya había desaparecido. Se arrastró brazo sobre brazo por la tierra hasta encontrarse a la sombra del sedán blanco. Tomó aire y se incorporó lentamente hasta estar en cuclillas y poder ver el interior del vehículo. Su hijo estaba sentado en el asiento, abrazado a su mochila, mirando a los hombres, situados al otro lado.


Paula golpeó suavemente el cristal que los separaba. Lisandro la miró y ella se llevó inmediatamente un dedo a los labios para que no hiciese ningún ruido. El niño asintió y miró nervioso a los tres hombres. Ella hizo lo mismo.


Después levantó dos dedos y los hizo caminar por el borde de la ventanilla para preguntarle si podía correr.


Lisandro negó con la cabeza y levantó los pies. Se los habían atado.


Paula tragó saliva para controlar la rabia y levantó los pulgares para hacerle saber que lo había entendido. Luego buscó a Pedro con la mirada. Era como si hubiera dejado de existir.


Plan B.


Hizo entonces el gesto de girar una llave y Lisandro señaló entusiasmado el asiento delantero. Ella se estiró y vio que del contacto colgaban las llaves del coche.


Le hizo gestos a Lisandro para que se pusiera el cinturón y abrió lentamente la puerta del conductor. Se deslizó tras el volante y giró la llave en el mismo movimiento. El motor hizo un ruido, pero no arrancó a la primera. Al oír el ruido, los hombres se dieron la vuelta y empezaron a correr hacia ella. Le temblaban tanto las manos que casi no pudo girar la llave una segunda vez, pero en el último momento lo consiguió y el coche se puso en marcha.


Cientos de figuras negras salieron volando de los árboles, donde las cacatúas estaban durmiendo. Paula pisó el acelerador justo cuando el primer hombre abría la puerta trasera del coche. Lisandro gritó y comenzó a patalear con los pies atados cuando el hombre lo agarró por los tobillos.


Paula frenó en seco antes de arriesgarse a que Lisandro fuese arrastrado fuera del coche en movimiento.


De la nada surgió una figura familiar que se lanzó contra el desconocido y cayeron los dos al suelo.


Julian.


Por el espejo retrovisor, vio al tercer hombre desaparecer entre los árboles como si le hubiera cortado las piernas un fantasma silencioso.


Pedro.


—Aguanta, cariño —le dijo a Lisandro mientras pisaba el acelerador de nuevo. Dio la vuelta con el coche y se alejó a toda velocidad hacia el centro de administración de WildSprings




lunes, 29 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 66

 


Quince minutos más tarde, Paula comprobó que su instinto no le había fallado. Estaban los dos tendidos en la hierba, observando el claro donde dormían las cacatúas, viendo a tres hombres y dos vehículos. El GPS indicaba que estaban justo encima de su hijo, ¿pero dónde estaba Lisandro?


La puerta del utilitario azul estaba abierta, lo que le permitía ver el interior.


Allí no estaba. O estaba en el sedán blanco o no estaba allí, y solo se trataba de su mochila.


Intentó no pensar en eso.


—Lisandro está en el sedán blanco —le susurró él al oído. Paula miró hacia el vehículo y distinguió una coronilla despeinada asomando por el asiento trasero. El corazón le dio un vuelco—. Yo los distraeré, tú sacarás a Lisandro del coche y te marcharás de aquí.


—No creo que pueda…


—Puedes hacer cualquier cosa. Puedes hacer esto. Yo estaré justo detrás de ti. No permitiré que os pase nada.


—De acuerdo.


Pedro siguió hablándole suavemente al oído.


—Cuando te alejes, no quiero que mires atrás. Sigue andando hasta que llegues a casa. Luego enciérrate dentro hasta que llegue la ayuda. Confío en tu promesa, Paula. Sé que soy la última persona del planeta en la que quieres confiar, y después de las cosas que he dicho antes, me lo merezco. Pero eso también significa que soy la última persona por la que deberías arriesgar la seguridad de tu hijo.


¿Acaso no sabía que era el único hombre por el que alguna vez arriesgaría la seguridad de su hijo?


Pedro apretó la mandíbula y Paula se dio cuenta de lo mucho que le costaba controlar su miedo. Recordó algo que había dicho su padre una vez sobre el coraje. Que no era la ausencia de miedo, sino actuar a pesar del miedo.


Jamás había conocido a un hombre más valiente.


Asintió con la cabeza, decidida a ser valiente. Por él.


—Estaremos bien —dijo.


—Lo sé. No se me ocurre nadie en quien tenga más fe. Creo en ti, Paula. Cuento contigo para llevar a Lisandro a casa sano y salvo. Da miedo, pero hazlo por mí.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 65

 

EL GPS los condujo directamente a los problemas.


La señal provenía de más adelante, pero un enorme montículo de granito les cortaba el paso. Paula sabía que el pánico no iba a ayudar en esa situación, pero le costaba contener su miedo.


—Esta montaña solo tiene unos cientos de metros de ancho, pero marca el comienzo de una hondonada muy profunda al otro lado. Si elegimos el mal camino, tendremos que retroceder. Perderíamos mucho tiempo…


—No sé si tenemos tanto tiempo, Pedro.


—Nos separaremos. Es la única manera.


Su determinación era tranquilizadora, pero la idea de continuar sola resultaba terrorífica. Se sentía mucho más segura con él a su lado.


—¿Podemos permanecer juntos, Pedro? No creo que pueda hacer esto sola. Te necesito conmigo.


Era una admisión trascendente y ambos lo sabían. Sin importar lo que les deparase el mañana, sin importar lo que acababa de ocurrir entre ellos, en aquel momento necesitaba a Pedro junto a ella. Decírselo no le parecía tanto una admisión de debilidad como una demostración de fuerza. Frunció el ceño. En sus ojos vio el triunfo mezclado con la pasión y algo más.


Pedro le pasó el brazo por la cintura y la besó. Fue como un chorro de aire bajo el agua, y aquello la llenó de fuerza y de determinación.


Continuarían… juntos.


Miró a su izquierda cuando la soltó.


—¿Qué hay por ese camino?


—Los embalses. Pero es un camino complicado en esa dirección. Tomemos el camino de la derecha. Acaba en un lugar más alto, cerca de donde duermen las cacatúas. Probablemente haya…


—¡Las cacatúas! Oh, Pedro, ha ido tras las cacatúas —le informó sobre la pequeña labor detectivesca que habían llevado a cabo aquel día—. Últimamente ha estado hablando de vigilancia encubierta. ¿Y si ha ido a investigar? Podría encontrarse con cualquier…


—Entonces nos enfrentaremos a lo que venga. Cuando lo encontremos… tú ya has estado allí, así que deberías poder encontrar el camino hacia la carretera y de vuelta a casa.


—¿Sola? ¿Dónde estarás tú?


—Paula, no sabemos en qué tipo de situación encontraremos a Lisandro. Cuando llegue el momento, no quiero que empieces a dudar de mis órdenes. Eso solo nos hará perder tiempo y le pondrá en peligro. Ya te pregunté una vez si confiabas en mí. Ahora te lo vuelvo a preguntar. Has de hacer todo lo que te pida, sin hacer preguntas. ¿Puedes hacer eso?


Ella asintió.


—Dilo en voz alta, Paula. Tienes que decirlo en serio.


—Pienses lo que pienses de mi habilidad, yo nunca he dudado de la tuya, Pedro. Haré todo lo que me pidas.


La mirada que le dirigió podría haber hecho pedazos la montaña de granito que les cortaba el paso, pero no hubo tiempo más que para unas pocas palabras.


—Vamos a encontrar a nuestro chico.


Paula tenía un nudo en la garganta y no podía hablar, así que solo asintió y parpadeó para no derramar las lágrimas.


Se volvió hacia la derecha y siguió a Pedro bosque adentro.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 64

 


Correr a oscuras por el bosque le resultaba extrañamente familiar. Le recordaba a las múltiples misiones secretas, como si no hubiera pasado el tiempo desde que estuviera en activo.


Una parte de él temía por Paula. No estaba acostumbrada a aquel bosque, y menos aún corriendo. Y no tenía el tobillo totalmente curado.


Existía la posibilidad de que se hiciera daño.


Se reprendió a sí mismo por preocuparse. Paula había delatado a su hermano sin dudarlo un instante…


La persecución continuó. Entonces, de la nada, un movimiento llamó su atención. Paula había dejado de correr y se acercó cojeando hacia él por la derecha.


—¡Así no voy a encontrar a Lisandro, Pedro! —exclamó con la respiración entrecortada.


—Deberíamos pedir refuerzos.


—Tú eres mi refuerzo, Alfonso. Ayúdame o apártate de mi camino.


Elegir. Julian o Lisandro.


Un hombre adulto que había tomado sus propias decisiones en la vida o un niño de ocho años que necesitaba ayuda.


Elegir entre la familia y…


El corazón comenzó a latirle con fuerza.


En las últimas semanas había empezado a pensar en Lisandro como familia. Pensaba en Paula como si fuera su familia. La idea de que madre e hijo pudieran perderse en el bosque y acabar heridos le resultaba insoportable. Paula sabía mucho sobre vigilancia, pero apostaría a que no sabía nada sobre rastreo.


Su expresión debió de responder por él, porque ella suspiró y dijo:

—Déjame ir. Déjame encontrar a Lisandro.


—No. No sin ayuda. Voy contigo.



domingo, 28 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 63

 


—¡No está! Su cama está vacía.


Paula salió corriendo de la casa y prácticamente cayó entre sus brazos con el cuerpo tembloroso.


—¿Cómo va a haberse marchado? Estábamos sentados en el porche — dijo él.


—La ventana. Habrá bajado por la pared —se giró hacia la oscuridad y gritó el nombre de su hijo en el silencio de la noche—. Dios, ¿y si nos ha oído discutir?


—Entonces se habrá ido hace pocos minutos.


—Tengo que encontrarlo —se dio la vuelta y regresó a la casa seguida de Pedro. Los niños pequeños y la maleza australiana por la noche no eran una buena combinación. Su corazón estableció un ritmo familiar. El ritmo del combate, el ritmo para el que su mente estaba entrenada. Latidos que dirigían sus pensamientos y que evitaban que perdiera el control.


No podía permitírselo con Paula desestabilizada.


Pero no iba a quedarse parado sin hacer nada mientras otro niño estaba en peligro. Su hermano tendría que esperar.


Se puso tras Paula mientras ella vaciaba el contenido de su mochila sobre la mesa de la cocina. Agarró el GPS, lo encendió, miró hacia el techo y cerró los ojos. Finalmente el aparato le devolvió la señal.


—¿Es para localizar a Lisandro?


—No tengo tiempo para otro sermón sobre el exceso de protección. Tengo que encontrar a mi hijo.


El aparato comenzó a pitar con fuerza. Paula lo dirigió hacia la puerta y el pitido se intensificó.


—¿Cuál es la fuente?


—Su mochila —Paula volvió a guardar todo en su mochila, se la colgó al hombro y salió corriendo hacia la puerta.


—¡Paula, espera! —apenas tuvo tiempo de agarrarle el brazo cuando pasó frente a él.


—Vete a buscar a Julián —dijo ella—. Déjame ir a buscar a mi hijo.


—También es peligroso para ti ir ahí fuera, Paula.


Ella lo miró fijamente, se zafó de su mano y salió corriendo. Era rápida cuando se lo proponía. Ya estaba a medio camino hacia los árboles antes de que pudiera alcanzarla. ¿Acaso sabía hacia dónde ir? Mantuvo la vista fija en el azul de su jersey. En pocos segundos, desapareció en la oscuridad.





CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 62

 


Y allí estaba. Ella llevaba en su vida solo unas semanas. ¿Qué posibilidades tenía contra el chico al que Pedro había pasado una vida entera intentando defender?


Se echó a un lado y lo dejó marchar.


Pedro odiaba que aquél fuese el recuerdo que se llevaría consigo para el resto de su vida. El dolor en el rostro de Paula. La confusión, la traición.


En el último momento se dio la vuelta y le dio un beso en el pelo. Sabía que no habría más besos. Ella ni siquiera deseaba eso, pues se apartó violentamente y se dirigió hacia la puerta.


Y entonces desapareció. Volvió dentro, con su familia.


Él se dio la vuelta para ir a buscar a la suya. La que le quedaba.


Mientras caminaba hacia su coche, intentó empujar aquella sombra oscura hacia el fondo de su alma, donde habitaban las demás. ¿Qué más daba un poco más de dolor en su vida? Intentar recuperar su vida era una fantasía absurda. Los hombres como él no tenían finales felices. No se lo había ganado.


Justo cuando se disponía a abrir la puerta del coche, un grito agudo rompió el silencio de la noche.


—¡Lisandro!


Pedro se dio la vuelta y salió corriendo hacia la casa, y hacia la mujer que gritaba en su interior.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 61

 


Paula sintió su pecho tan vacío y viejo como las cavernas que a Pedro le gustaba explorar. Como si todo lo que había dentro hubiese quedado suspendido en el tiempo, esperando a que el hombre perfecto lo iluminase con su luz y revelase sus misterios. Aunque durase poco, había sido espectacular.


—¿Aun así quieres que me vaya?


—Sí.


—¿Porque he delatado a tu hermano?


—Porque tenías que hacerlo. No quiero colocarte en esa posición, Paula. Que tengas que elegir entre tus valores o yo. He estado en esa situación y sé lo mucho que puede llegar a afectar a largo plazo. No puedo garantizar que no volvamos a estar en esa posición. Los momentos cruciales de mi vida han estado basados en malas decisiones. Cuando Julian estuvo a punto de ahogarse. Cuando no evité que el teniente matara a aquel niño. Cuando lo denuncié. Cuando dejé que mi padre se marchara, solo…


—Tienes una estrella en tu pared, Pedro.


—¿Tienes idea de por qué la conseguí? Me dispararon tres veces cuando mi unidad salía de un pueblo en zona de guerra. Me até a la parte delantera del vehículo y seguí disparando mientras retrocedíamos a toda velocidad hacia el desierto.


—¿Y qué tiene eso de indigno? Suena extraordinario.


—Me até con las correas de los rifles de mis compañeros muertos para que no me dejaran atrás si me desmayaba. Morir a manos de… —se levantó de la mecedora y atravesó el porche—. Morir solo.


—Eso solo te hace humano, Pedro.


—Se supone que he de ser sobrehumano, Paula. Proteger a los demás. Debo cuidar de los otros, no de mí. Le fallé a Julián, le fallé a ese niño en el desierto y ahora te estoy fallando a ti.


—¿En qué?


—Tengo la oportunidad de ayudar a Julián. Compensarle por lo que le ocurrió cuando yo estaba demasiado ocupado ligando con unas adolescentes como para cuidar de él. Compensarle por los retrasos en su educación. Se lo debo.


—Julián ha tomado sus propias decisiones, Pedro. Como niño y como adulto. Todos tomamos decisiones y hemos de vivir con las consecuencias.


—Es mi hermano pequeño, Paula. Y está en apuros. Si fuera Lisandro, ¿no harías todo lo que estuviera en tu poder para ayudarlo? ¿Sin importar qué camino hubiera tomado?


—Sí, lo haría. Pero tú mismo me dijiste que parte del viaje de todo chico consiste en defenderse solo. En cometer sus propios errores. Me dijiste que no puedo proteger a Lisandro de todo.


—No es lo mismo.


—¿No? Tal vez sea hora de que Julian crezca.


Los ojos de Pedro se oscurecieron.


—Debería irme.


Allí estaba. Era la última vez que lo vería.


—¿Vas a advertir a Julián?


—Tengo que hacerlo, Paula. Por favor, compréndelo.


—Hablaba en serio, Pedro. No puedo mantener a Lisandro aquí, tan cerca del peligro.


—Yo también hablaba en serio.


—¿Al decir que debería irme?


—Los dos deberíais. Marchaos a un lugar donde podáis ser felices. Donde la oscuridad no os envuelva.


—¿Tanto quieres a Julián? ¿Tanto que es más fácil dejarnos ir a nosotros que a él?


Ninguno de los dos fingió que no hubiera nada entre ellos.


—Tiene que ser así. No se trata de mí.


—¿Y si él no merece el sacrificio?


—Es mi hermano.




sábado, 27 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 60

 


Paula sintió un vuelco en el corazón. Creía que había desarrollado cierta inmunidad a los reproches después de una infancia como la suya.


—No estoy haciendo esto para atrapar a Julián. Estoy haciéndolo para protegerte.


—¿Por qué?


—Porque va a traicionarte. Y porque le quieres.


«Y porque te quiero».


Paula sintió un escalofrío al pensar en ello. Se agarró a la barandilla e intentó aparentar que lo único que estaba haciendo era ordenar sus ideas, cuando en realidad estaba luchando por respirar.


—¿Harías algo por mí, Paula? Si te lo pidiera, ¿dejarías la investigación? ¿Confiarías en mí para encargarme de esto a mi manera?


A Paula se le agolpaba la sangre en los oídos y tenía el estómago hecho una pelota. Todo aquello en lo que siempre había creído pendía de un hilo frente a ella, junto con todo lo que siempre había deseado. Y no podía tener ambas cosas. Una la convertiría en una traidora hacia sus principios.


La otra traicionaría a Pedro.


Vio la agonía en sus ojos y su corazón respondió por ella.


—Si estuviera en mi poder, sí, lo haría —contestó—. Pero no puedo quedarme si eso ocurre. Tengo que pensar en Lisandro. Él es todo lo que tengo.


Pedro cerró los ojos y asintió.


—Deberías irte. Alejarlo de aquí. De mí.


Ella asintió también, incapaz de articular palabra, sabiendo lo que venía después. Y lo que tenía que decirle.


—Sé lo que esto significará para ti y no te lo pediría a la ligera. Es mi hermano pequeño, Paula. Mi Lisandro —le agarró las manos—. Así que te lo estoy pidiendo. ¿Confiarás en mí para encargarme de esto a mi manera? ¿Lo dejarás pasar?


Si decía que sí, tendría que llevarse a Lisandro de WildSprings. Y si decía que no, Pedro nunca la perdonaría.


De cualquier manera, iba a perder a Pedro.


—Ya he escrito a los de aduanas.


Pedro cerró los ojos y dejó caer la cabeza como si ya no pudiera tolerar su peso un segundo más. Como si hubiera esperado su traición.


—Claro que lo has hecho.


—Tenía que hacer lo correcto…


—Lo sé.


—¿Qué quieres que haga? —preguntó ella en un susurro.


—Aun así deberías irte.



CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 59

 


—¿Paula? ¿Qué sucede? Tu mensaje parecía urgente.


Paula estaba temblando, y no solo por el aire frío de la noche. También por la adrenalina. Por la ansiedad. ¿Cómo diablos iba a empezar esa conversación?


«Gracias por venir, Pedro. Ah, por cierto, tu hermano es oficialmente un criminal. ¿Un café?».


—Estás temblando —dijo él tras agarrarle las manos—. Siéntate.


—¿Podemos hablar fuera, Pedro? Lisandro está durmiendo.


—Claro —contestó él con el ceño fruncido—. ¿Es que vamos a ponernos a gritar? Si es por lo del otro día…


—No —dijo ella con un susurro—. Al menos no directamente. Por favor, vamos fuera.


En el porche de atrás, Paula comenzó a dar vueltas de un lado a otro para ordenar sus pensamientos. Él la observaba, pero sin hablar.


Finalmente reveló la parte más fácil de la historia.


—Julian mató a ese canguro.


—Paula…


—Escúchame. Encontré el coche aquella noche en el acto benéfico, cuando me torcí el tobillo. Era de Julián. Hace una hora me lo han confirmado los de tráfico.


Pedro apretó la mandíbula y se dio la vuelta.


—¿Sigues detrás de él?


—Nunca he ido tras él, Pedro. Pero ahora sí.


—Paula, se arrepiente. Me dijo que…


—¿Quieres escucharme? Esto no tiene nada que ver con que tu hermano intentara ligar conmigo. Ni siquiera sabía que era tu hermano a quien estaba investigando cuando pedí que analizaran el número de matrícula. Solo estaba haciendo mi trabajo.


Pedro la miró de reojo con los párpados entornados.


—Atropello al canguro y no lo dijo —añadió ella.


—Pues demándalo, Paula. Si atropello al canguro, le daré un sermón sobre responsabilidad. No es nada bueno, pero tampoco es una ofensa federal.


Pedro, hay más…


—Oh, apuesto a que sí. Eres entusiasta en tu búsqueda de la justicia.


Paula se sintió juzgada por sus palabras y se le formó un nudo en la garganta.


—Pero no pares ahora, Paula. Escúpelo todo. ¿Qué más ha hecho mi horrible hermano?


—Estoy… estoy preocupada por las cacatúas. El agujero en la verja… Creo que Julián está implicado. El informe de aduanas ha…


—¡Para!


—Fue expulsado de Estados Unidos con cargos por drogas, PedroCargos serios. Tiene un informe criminal.


Paula vio las emociones en su rostro, un rostro que había llegado a adorar. El horror, la pena, la aceptación.


—Lo sé.


Ella se quedó mirándolo durante varios segundos sin saber qué decir.


—¿Entonces por qué me he partido el corazón para intentar decírtelo?


Pedro se sentó en la mecedora del porche.


—Tuvo que venir a casa. Eran parte de sus condiciones. Que viviera conmigo. Aquí. Quería tener la oportunidad de demostrar que había cambiado. De empezar de cero.


—Lo comprendo.


—Creo que todos lo comprendemos.


—Y crees que estoy robándole esa oportunidad.


—¿Acaso no estás haciéndolo?




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 58

 

Paula se acercó el portátil y abrió su correo. Los chicos de aduanas no lo verían hasta por la mañana, pero alertarlos sobre el tema era primordial.


Sería mejor que tuvieran WildSprings en su radar.


Se encontraba detallando el incidente cuando el ordenador pitó para avisarla de que había terminado de cargar el correo de entrada. Miró de quién eran los nuevos correos. Había dos. Daniel, de la policía; y Carla, de Chicago.


Abrió primero el de Daniel y se quedó perpleja contemplando la pantalla.


El cuatro por cuatro que había atropellado al canguro estaba registrado a nombre del hermano de Pedro. Julian. ¿Pero por qué no había dicho nada?


Tenían un sistema para informar sobre animales heridos en WildSprings. No era como si fuese una ofensa criminal.


Paula negó con la cabeza. Dentro de poco iba a empezar a ver terroristas en la sombra. Menos mal que no había enviado su correo lleno de teorías de conspiración. Eso habría resultado embarazoso.


Borró el correo que había estado media hora redactando, abrió el de Carla y comenzó a leer.


El estómago le dio un vuelco.





CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 57

 

Paula se retorció incómodamente por enésima vez. Las sillas de su cocina no estaban hechas para largos periodos de tiempo sentada. Flexionó la espalda dolorida e hizo un par de estiramientos rápidos para distraer su atención del portátil. Cuanto más miraba, menos sentido tenían las imágenes. Un batiburrillo de mapas y puntos de interés.


—¿Qué estás haciendo? —preguntó Lisandro al sentarse a su lado.


—Tratar de averiguar quién atropello a ese canguro —se lo había contado todo al niño, con la esperanza de que así recuperase el interés por los animales. No había funcionado. Seguía obsesionado con Pedro y con el ejército.


—¿Por qué? ¿No es demasiado tarde?


—Tal vez pueda evitar que vuelvan a hacerlo. La oportunidad de educar a alguien.


—¿Es un trabajo duro?


—Es solo que siento que algo se me escapa. Como si estuviera justo aquí… —se golpeó la frente y luego negó con la cabeza.


—¿Quieres leerlo en voz alta?


Ella siempre le hacía leer a Lisandro en voz alta las palabras que no comprendía, para ayudarle a comprender.


—¿Tienes unos minutos?


—Claro —contestó el niño—. Siempre es mejor que hacer los deberes de matemáticas.


—Muy bien. Esto es WildSprings —dijo ella mientras señalaba al oeste del mapa—. Ésta es la zona de admisiones donde yo trabajo. Ésta es nuestra casa… y la de Pedro… y por aquí paso mucho tiempo.


—¿Es ésa la verja que no dejas de arreglar?


—Ésa es. Sabiendo eso, ¿puedes decirme dónde está la charca de las ranas?


Lisandro señaló inmediatamente un punto al sur de su casa. Ella sonrió.


—¿Y cuál es el camino más rápido desde nuestra casa a la de Pedro?


—¿A pie o en coche?


—A pie.


El niño se quedó mirando el mapa.


—¿Ésta es la hondonada? ¿La que recorrimos para llegar al sitio donde duermen las aves? Lo que significa que la casa de Pedro está… ¿ahí?


Paula miró el mapa, sorprendida de que lo hubiera encontrado.


—Bien hecho. Sí, así es. Y aquí es donde encontramos al canguro — señaló un punto intermedio entre el lugar de las aves y la zona de la verja que estaba convirtiéndose en su segundo hogar. Nosotros nos dirigíamos hacia el este cuando encontramos al canguro. Así que, suponiendo que los culpables entraran por el agujero de la verja aquí —señaló al este de WildSprings—, entonces deberíamos habérnoslos cruzado después de que atropellaran al canguro. Pero no los vimos. ¿Así que dónde fueron?


—¿Podrían haberse escondido en alguna parte?


—Es improbable. Pedro y yo habríamos visto las huellas en la carretera.


—¿Tenían que entrar por el agujero de la verja? —preguntó Lisandro tras una larga pausa.


—Supongo que podrían haber entrado por la entrada principal de WildSprings…


—No. Quiero decir que si no podrían haber salido por la verja.


Paula se quedó de piedra contemplando a su brillante hijo. La solución era evidente.


No era un atajo para entrar; era un atajo para salir.


—¡Lisandro, eres un genio! Ahora es hora de irse a la cama.


—¡Pero si te he ayudado!


—Sí, así es. Pero hasta que no inventes una máquina para alargar el tiempo, siguen siendo las ocho. Hora de acostarse. Veinte minutos de lectura cuando tengas el pijama puesto. Luego luces fuera.


El niño se dirigió a regañadientes hacia las escaleras.


—Y, Lisandro—continuó ella—, gracias. Realmente me has ayudado.


El niño estiró la espalda con orgullo y desapareció escaleras arriba.




CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 56

 


La ruta hacia el lugar donde dormían las aves era más corta que el camino que Paula y él habían recorrido en coche. Aun así, la excursión estuvo a punto de matar a Pedro.


Aún seguía en forma, así que no fue la caminata al corazón de la hondonada lo que le dejó agotado. Fue el silencio, que fue haciéndose cada vez más insoportable. No se parecía nada al silencio que mantenía cuando estaba en una misión, ni al silencio cómodo que disfrutaba con Lisandro.


Era el silencio estresante de dos personas que se habían herido mutuamente.


Que Paula lo evitara se parecía demasiado a cuando los hombres de su unidad se apartaban de él después de haber acusado a su teniente. En su cabeza sabía que probablemente sería lo mejor, que no había futuro para ellos, sin importar la química arrolladora que compartían. Pero en su corazón…


Caminando entre ellos, Lisandro no paraba de hacer preguntas inocentes sobre el bosque, la vida salvaje y el parque. Pedro hacía todo lo posible por contestar mientras su madre mantenía el silencio. Pero a medida que el sol bajaba y se acercaba al horizonte, se dio cuenta de que las preguntas iban volviéndose cada vez más estratégicas. Cada vez trataban menos sobre el bosque y más sobre el ejército.


«¿Cómo te mueves tan sigilosamente entre los árboles?».


«¿Cómo puedes saber de dónde viene un ruido?».


«¿Qué colores son mejores para camuflarse en el bosque?».


«¿Y en el desierto?».


Y cada pregunta que formulaba hacía que Paula se estirase más, hasta que sus pasos por el bosque parecieron totalmente incómodos.


Pedro sabía lo que Lisandro estaba haciendo. Recordaba la relación de sus padres, intentando averiguar qué pasaba con las dos personas más importantes de su vida. Había hurgado y hurgado en la herida abierta de su matrimonio hasta que se había desangrado para que pudiera comprenderlo mejor.


Lisandro estaba haciendo también sus labores de reconocimiento; al estilo de un niño de ocho años. Intentaba provocar una reacción para poder estudiar la respuesta. Sería un gran científico. Y un mejor soldado.


Por encima del cadáver de su madre.


Observó la expresión de acero de Paula.


Probablemente también por encima de su propio cadáver.




viernes, 26 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 55

 


—¡Pedro está aquí! ¡Pedro está aquí!


Una bola de cañón humana bajó corriendo las escaleras de dos en dos.


Paula se quedó quieta donde estaba mientras encendía las velas del salón.


Las encendía cada noche para relajarse y olvidar las preocupaciones del día.


Esa noche había encendido el doble.


Aun así no era suficiente.


Lisandro abrió la puerta antes de que Pedro tuviera la oportunidad de llamar.


—Hola, colega, ¿cómo lo llevas?


—¿Has venido a llevarme de excursión? —preguntó Lisandro dando saltos—. Mamá dijo que iba a preguntártelo.


Pedro la miró y ella agachó la cabeza. Se había olvidado por completo de la promesa a su hijo.


—Claro que lo hizo —le dijo a Lisandro—. Y además puede venir con nosotros, si quiere.


—¿Ahora mismo? —preguntó ella.


—A no ser que tengas algo más importante que hacer.


—¡Sí! —exclamó Lisandro, y subió corriendo las escaleras.


—¿Y qué pasa con nuestra noche de película? —le preguntó su madre cuando regresó con las botas puestas.


—¿No podemos ver la película mañana por la noche, mamá?


—De acuerdo —dijo ella con un suspiro—. Deja que apague las velas y… Lisandro dio otro grito de emoción, salió corriendo por la puerta y dejó Pedro de pie en la cocina.


—Deja que te ayude con eso —dijo.


—No gracias. Ya casi he terminado —sus soplidos eran rápidos y eficientes, y extinguieron cada vela como si, con cada una, estuviera apagando uno de sus complejos sentimientos hacia el hombre que había en su cocina.


—Paula…


Ella se dio la vuelta de pronto y dijo:

—Imaginé que, al decirme que me mantuviese alejada de tu familia, tú te mantendrías alejado de la mía.


Él suspiró y miró al suelo.


—Es mi hermano, Paula. Lo investigaste basándote solo en una intuición.


—Una intuición muy certera.


—No es algo insignificante.


—Me contrataste para proteger WildSprings y tú eres WildSprings, Pedro. Estoy intentando protegerte.


—No necesito que me protejas de mi hermano, Paula.


—Eso no lo sabes.


—Sí lo sé —apretó los labios y negó con la cabeza—. Para ser alguien a quien no le gusta ser juzgada, se te da muy bien juzgar a los demás.


La rabia bullía entre ellos como un manantial. Pero, cuando abrió la boca para contestarle, Lisandro entró corriendo en la casa. Los miró a los dos y parte del brillo de sus mejillas desapareció. Parecía ansioso.


—¿Nos vamos?


—Sí, estamos listos para irnos —le contestó su madre con una sonrisa —. ¿Hacia dónde vamos?


—Pensaba llevaros a la próxima hondonada —contestó Pedro—. ¿Te gustaría ver dónde duermen las cacatúas, Lisandro?


—¡Sí! —Lisandro salió corriendo por la puerta otra vez.


Pedro se volvió para decir algo más, pero Paula fijó la mirada en algún punto por encima de su hombro y observó la pared de la cocina. Su voz sonó gélida.


—Vámonos.