sábado, 25 de septiembre de 2021

MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 7

 

Un hecho que Pedro conocía demasiado bien. Era exactamente lo que lo había colocado a él en aquella situación con Paula Chaves. En vez de tomarse su tiempo en perseguirla y cazarla para que las cosas llegaran a su conclusión natural, los deseos de su padre le estaban obligando a acelerar un poco las cosas. Si Pedro no mostraba inclinación alguna de sentar pronto la cabeza, su padre vendería la granja de ovejas que la familia tenía en Nueva Zelanda en vez de cedérsela a Pedro, tal y como se supone que debería haber hecho un año atrás, cuando Pedro cumplió los treinta años.


Cada uno de los Alfonso había recibido una importante cantidad de dinero al cumplir los treinta años, pero Pedro había dicho que, en vez de dinero, él prefería la granja. Su padre había estado de acuerdo, pero dicha concesión parecía verse acompañada de una serie de condiciones que Pedro no estaba dispuesto a asumir. Al menos, no de verdad.


No era que quisiera o necesitara la tierra. Dios sabía que tenía muy poco tiempo de viajar a su país natal, pero la granja era una parte vital de la familia y no podría soportar ver cómo se dividía en pequeñas parcelas o, peor aun, contemplar cómo caía en manos de una multinacional extranjera. Sólo pensar que su padre pudiera deshacerse tan fácilmente de algo que formaba una parte tan fundamental de sus vidas no le hacía ninguna gracia. El hecho de que Alberto Alfonso estuviera utilizando la granja como moneda de cambio demostraba lo decidido que estaba de ver cómo su hijo menor sentaba la cabeza.


Además, por encima de todo lo demás, lo que le escocía era saber que su padre se sentía profundamente desilusionado con él. Eso y el hecho de que sus padres y sus hermanos no parecían comprender que, aunque el amor y el matrimonio eran fundamentales para ellos, no lo eran para él. Ni en aquellos momentos ni tal vez nunca.


–Tal vez la sangre sea más espesa que el agua, pero no voy a aceptar algo así. Facundo no puede estar detrás de este asunto. Además, él ocupa un puesto de muy poca responsabilidad en el departamento de Contabilidad y no tendría acceso suficiente para poder hacer algo así.


Pedro tenía que admirar la lealtad que demostraba para su hermano. Sus pesquisas lo habían llevado a averiguar que Facundo no tenía un pasado muy limpio desde su adolescencia. A pesar de que los registros habían sido sellados por los tribunales por la edad que tenía el muchacho en aquellos momentos, el dinero era una manera muy conveniente de conseguir la verdad. La mala costumbre que Facundo Chaves tenía de realizar pequeños robos en su adolescencia podría haberse hecho más ambiciosa a lo largo de los años hasta convertirse en algo más. Sin embargo, a pesar de todo, Paula seguía creyendo que él no tenía nada que ver. A Pedro no le gustaba hacer pedazos sus ilusiones, pero era la verdad, estaba allí, en aquel informe. Los números no mentían.


–Pero tú sí, ¿verdad?


–Para esta clase de cosas no y, aunque así fuera, yo jamás compartiría esa información con nadie. Ni siquiera con mi hermano.


Paula estaba tan indignada que Pedro sintió la tentación de decirle que la creía, pero cualquier paso atrás por su parte podría quitarle la fuerza que necesitaba en aquellos momentos.


–Me alegra mucho oír eso, pero eso no quita nada del hecho de que tu hermano está implicado sin duda alguna. Sin embargo, existe una posibilidad de evitar que se le acuse de esto.


–¿Una posibilidad? ¿Qué posibilidad?




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