viernes, 24 de septiembre de 2021

MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 6

 

Paula aceptó el archivador y lo abrió. Pedro vio cómo ella arrugaba la frente mientras se concentraba en el informe. Apoyó la cadera sobre el escritorio y la observó. ¿Le dedicaba a todo lo que había en su vida aquella intensa concentración? Aquella posibilidad resultaba intrigante y atrayente a la vez y ocupaba sus pensamientos mientras ella pasaba metódicamente las páginas.


Debía de tener buena cabeza para las cifras porque cerró el archivador unos diez minutos después y lo miró a los ojos.


–Parece que las cifras no encajan. El margen de error no es grande, pero sí consistente.


Aquella rápida deducción llenó a Pedrode satisfacción. Bajo aquel horrible atuendo, no sólo era hermosa sino también muy inteligente. Ese conocimiento le hacía desear más aún lo que había programado.


–Bien –replicó Pedro mientras le quitaba el archivador–. Creo que vamos a trabajar muy bien juntos. Dime, ¿qué recomendarías tú si hubieras descubierto esa anomalía?


–Bueno, probablemente habría recomendado una auditoria más profunda de los libros para ver durante cuánto tiempo lleva produciéndose esto. A continuación, tal vez trataría de ver quién ha estado implicado en las cuentas y quién tiene acceso a los fondos.


Pedro asintió.


–Eso es exactamente lo que hemos hecho en este caso.


–Entonces, ¿estamos hablando de una investigación en curso?


–Está más o menos todo solucionado, con la excepción de un par de cosas.


–Me alegra saberlo –dijo Paula–. Resultaba demasiado fácil para la gente sentirse tentado hoy en día. Con demasiada frecuencia, un poco de responsabilidad pone a una persona en una posición en la que creen que tienen derecho a algo que no es suyo.


–Sí. Bueno, en este caso, estamos seguros de que tenemos al culpable. Se enfrentará con un comité disciplinario esta tarde.


–¿Comité disciplinario? ¿Lo vas a despedir?


–Aún se tiene que decidir si lo despedimos o no. Y este asunto me lleva de nuevo a ti.


–¿A mí? ¿En qué sentido?


Su rostro reflejó una profunda confusión. Durante un instante, Pedro casi sintió pena por ella. Sabía que lo que tenía que decir a continuación seguramente le haría mucho daño.


–¿Conoces bien los hábitos de trabajo de tu hermano?


–¿De Facundo? ¿Por qué?


Pau comenzó a comprender poco a poco y palideció. Si no hubiera estado ya sentada, sin duda habría tenido que hacerlo en aquel instante.


–¿Facundo es la persona a la que estás investigando?


–Así es –respondió Pedro mirándola fijamente al rostro–. ¿Qué es lo que sabes de lo que ha estado haciendo últimamente?


–¡Nada! ¡No! ¡Él no sería capaz de hacer algo así! Adora su trabajo. No es capaz de hacer algo así.


–¿Significa eso que tú no has tenido nada que ver con esto?


–¿Yo? ¡No, por supuesto que no! ¿Cómo puede usted pensar algo así?


Pedro se encogió de hombros.


–Cosas más raras han ocurrido y ya sabes lo que se dice. «La sangre es más espesa que el agua».


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