sábado, 25 de septiembre de 2021

MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 8

 

Pedro respiró profundamente. Aquello tenía que salir bien, por lo que necesitaba elegir muy bien sus palabras.


–Tengo una proposición que podría proteger a tu hermano aquí y asegurarse que no se sepa nada de lo que ha estado haciendo y de evitar que todo quede permanentemente grabado en su expediente, lo que le beneficiaría en el caso de que quisiera marcharse a trabajar a otra empresa.


Pedro vio que los ojos de Paula se llenaban de esperanza y de repente sintió profundamente tener que manipularla así, un sentimiento que aplastó inmediatamente.


–¿De qué se trata? ¿Qué es lo que tenemos que hacer? Estamos dispuestos a lo que sea para proteger el puesto de Pedro aquí.


–No se trata de lo que los dos podáis hacer, aunque ciertamente él tendrá que trabajar más limpiamente a partir de ahora, sino más bien de lo que puedes hacer tú.


–¿Yo? No lo comprendo.


–Tu nombramiento como asistente personal mía tiene dos facetas. Por un lado, necesito a alguien con tus conocimientos y tu experiencia para que sea mi mano derecha mientras esté aquí. Por otro lado –añadió tras una pequeña pausa–, necesito que alguien, tú más concretamente, se haga pasar como mi prometida.


–¿Su qué? –exclamó ella. Se puso de pie inmediatamente con la sorpresa reflejada en sus expresivos rasgos.


–Ya me has oído.


–¿Su prometida? ¿Está loco? Eso es ridículo. Ni siquiera nos conocemos.


–Ah, bueno, yo diría que sí…


Pedro atravesó el despacho inmediatamente y se colocó delante de ella. El ligero perfume que ella llevaba, floral e inocente, completamente opuesto a la sensual criatura que él sabía que vivía bajo aquella mojigata apariencia, flotaba en el ambiente entre ellos. Pedro levantó la mano y trazó lentamente la atractiva línea del labio inferior.


–Deja que te lo recuerde…


No le dio más que un segundo para reaccionar. Recorrió la pequeña distancia que separaba sus labios de los de ella. En el instante en el que tocó su boca, supo que había estado en lo cierto a la hora de tomar aquel camino. Una poderosa excitación se adueñó de él cuando los labios de Paula se abrieron bajo la presión de los suyos. El sabor de la boca de Paula invadió sus sentidos y se adueñó de él. Tuvo que controlarse para no llevarle las manos al cabello y soltárselo de aquel horripilante recogido para poder recorrer su sedosa longitud con los dedos.


La razón salió victoriosa. Apartó los labios de los de ella con una fuerza que lo sorprendió incluso a él.


–¿Ves? Claro que nos conocemos y creo que podríamos resultar… bastante convincentes juntos.


Paula dio unos pasos atrás para alejarse de él. Temblaba de la cabeza a los pies. ¿Deseo? ¿Miedo? Tal vez una combinación de ambos.


–No. No lo haré. Está mal –afirmó ella sacudiendo la cabeza con vehemencia.


–En ese caso, no me dejas elección.


–¿Elección? ¿Para qué?


–Para asegurarme de que se recomiende que se presenten cargos formalmente contra tu hermano.




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