sábado, 2 de enero de 2021

SIN TU AMOR: CAPITULO 46

 


Cuatro horas después, Pedro estaba sentado frente a su madre en un pequeño reservado del exclusivo restaurante. Así, si se derrumbaba, podría recomponerse con cierta dignidad sin que todo el mundo se preguntara por qué lloraba aquella mujer.


–Ayer vi a papá –anunció respirando hondo.


–¿En serio? –su madre miró fijamente la jarra de agua–. Janine está embarazada, ¿verdad?


–¿Cómo lo sabías?


–Me lo he figurado, dado lo precipitado de la boda. Además no bebió nada, ni Eric tampoco –Lily inclinó la cabeza y sonrió–. Te ha enviado para que me lo digas, ¿verdad?


Pedro asintió.


–Pobre Pedro. Siempre tienes que estar en medio.


–Soy la frágil cuerda en el tira y afloja –él se mordió el labio–. No quería disgustarte.


–La cuerda no es frágil, Pedro–ella ignoró el comentario de su hijo–. Eres muy fuerte.


En absoluto. Era un cobarde. Había acusado a Paula de huir cuando él mismo lo hacía.


–Bueno –su madre habló con cierto tono de tristeza–. Es una noticia maravillosa para ellos.


–Qué raro, ¿no? –observó Pedro secamente–. Soy lo bastante mayor para ser su padre.


–Y yo podría ser su abuela.


«Genial, Pedro». No le estaba ayudando nada.


–Fue culpa mía –los ojos se su madre se llenaron de lágrimas–. Lo engañé.


–¿Cómo? ¿A papá?


–Sí –contestó ella–. Lo engañé. Ya llevaba tiempo con Miguel cuando abandoné a tu padre.


–¿Por qué?


–Me sentía sola. Quería tener más hijos y Eric se negaba a considerar otras opciones como la adopción. Me sentía atrapada, resentida, y me refugié en Miguel –miró fijamente a Pedro–. Por eso me separé. No tuvo nada que ver contigo.


–¿Te acostaste con Miguel porque querías quedarte embarazada? –preguntó él.


–¡No! –ella rió aunque con cierta tristeza–. Se había hecho la vasectomía.


Aquello fue como un jarro de agua fría. ¿Esa mujer había abandonado a su padre por un hombre que nunca habría podido darle los hijos que deseaba?


–Pero tú querías más hijos –Pedro se sentía confuso.


–Los habría adoptado, pero Miguel tampoco quiso. Él ya tenía hijos y no quería más.


Eso no fue ninguna sorpresa para Pedro. Miguel no lo había querido ni siquiera a él y se había alegrado de que su exmujer tuviera la custodia de sus hijos.


–¿Por eso te separaste de él?


–No. Miguel me engañó con otra –Lily se encogió de hombros–. Supongo que me lo merecía.


Se había casado otra vez. Lo había intentado de nuevo, pero sin suerte. Pedro era un adolescente por aquél entonces y recordaba cómo se le había roto el corazón a su madre sin poder hacer nada para que se sintiera mejor.


–¿Tú podrías, Pedro? ¿Podrías criar al hijo de otro hombre?


–Por supuesto –contestó Pedro–. Si fuera el hijo de la mujer que amo, también lo amaría.


Las palabras surgieron espontáneas, pero sólo al oírlas comprendió las implicaciones. Pues claro. Por la mujer amada, adoptaría a una tribu entera si se lo pidiera. Si Paula se lo pidiera.


¿Cómo no se le había ocurrido antes? ¿Tendría el valor de proponérselo? ¿Podría con esa responsabilidad?


Porque lo que sí le podía prometer era que iba a encontrar el modo de formar la familia que sabía que ella deseaba. Y él también, ¿o no? Deseaba amar, compartir, la seguridad que ninguno de los dos había conocido.


Y eso también podía ofrecérselo. Pues jamás la abandonaría mientras estuviera vivo.


¿Aceptaría ella algo así? ¿Le bastaría con eso?


–¿Estás bien? –alargó una mano y tomó a su madre de la muñeca.


–Claro –Lily le dedicó una sonrisa algo temblorosa–. He ido a muchos consejeros y sé lo duro que debió ser para ti. Lo mucho que te agobié y lo siento muchísimo –apretó la mano de su hijo–. Pero mírate. ¿Qué más podría querer una madre teniendo un hijo como tú?




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